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Authors: Edmond Rostand

Tags: #Drama, #Teatro

Cyrano de Bergerac (7 page)

BOOK: Cyrano de Bergerac
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R
AGUENEAU
.—
(Yendo detrás de él.)
¡Bravo! Ya vi…

C
YRANO
.— ¿Qué?

R
AGUENEAU
.— ¡Vuestro combate!

C
YRANO
.— ¿Cuál?

R
AGUENEAU
.— El del palacio de Borgoña.

C
YRANO
.—
(Con desdén.)
¡Ah!… ¡el duelo!

R
AGUENEAU
.—
(Admirativo.)
Sí, ¡el duelo en verso!

L
ISA
.— ¡No cesa de alabaros!

C
YRANO
.— ¡Bah!… ¡no tuvo importancia!

R
AGUENEAU
.—
(Lanzándose a fondo con un asador que ha cogido.)
«¡Y en el final fuisteis tocado!… ¡y en el final fuisteis tocado!…» ¡Es precioso!
(Con creciente entusiasmo.)
«¡Y en el final fuisteis…!»

C
YRANO
.— ¿Qué hora es, Ragueneau?

R
AGUENEAU
.—
(En posición de lanzarse a fondo para darle estocada, mira el reloj.)
Las seis y cinco… ¡«tocado»!
(Se levanta.)
¡Oh!… ¡hacer una balada así!

L
ISA
.—
(Al pasar junto al mostrador aprieta la mano distraídamente a Cyrano.)
¿Qué tenéis en la mano?

C
YRANO
.— Nada. Un rasguño.

R
AGUENEAU
.— ¿Habéis corrido algún peligro?

C
YRANO
.— Ninguno.

L
ISA
.—
(Amenazándole con el dedo.)
¡Me parece que estáis mintiendo!

C
YRANO
.— ¿Acaso se me mueve la nariz? ¡Sería necesaria una gran mentira!…
(Cambiando de tono.)
Espero a una persona. Quiero que nos dejéis solos.

R
AGUENEAU
.— No sé si podré… Van a venir mis amigos, los poetas.

L
ISA
.—
(Con ironía.)
¡A su primera comida!

C
YRANO
.— Cuando te haga una seña, te alejarás. ¿Qué hora es?

R
AGUENEAU
.— ¡Las seis y diez!

C
YRANO
.—
(Sentándose con nerviosismo en la mesa de Ragueneau y cogiendo un papel.)
¿Tienes una pluma?

R
AGUENEAU
.—
(Ofreciéndole la que tiene en la oreja.)
¡De cisne!

U
N
M
OSQUETERO
.—
(Con soberbios mostachos, entra y saluda con voz estentórea.)
¡Salud!

(Lisa se dirige aprisa hacia él.)

C
YRANO
.—
(Volviéndose.)
¿Quién es?

R
AGUENEAU
.— Un amigo de mi mujer. ¡Un terrible guerrero, según dice!

C
YRANO
.—
(Volviendo a tomar la pluma y alejando con el gesto a Ragueneau.)
¡Chiss!…
(Para sí mismo.)
Escribir, plegarla, dársela y marcharme…
(Tirando la pluma.)
¡Cobarde!… Pero moriré si me atrevo a hablarle, a decirle una sola palabra…
(A Ragueneau.)
¿Qué hora es?

R
AGUENEAU
.— Las seis y cuarto.

C
YRANO
.—
(Golpeándose el pecho.)
…una sola palabra de todas las que… mientras que escribiendo…
(Vuelve a coger la pluma.)
Bien, escribamos esta carta de amor que mil veces he hecho y rehecho, de tal forma que esté preparada y no tenga más que volver a copiarla.

(Escribe; tras las vidrieras de la puerta se distinguen siluetas delgadas e imprecisas.)

ESCENA IV

R
AGUENEAU
, L
ISA
, el mosquetero, C
YRANO
sentado en la mesa del rincón y escribiendo; los poetas, vestidos de negro, con las medias caídas y llenos de barro.

L
ISA
.—
(A Ragueneau.)
¡Ya están aquí tus desharrapados!

P
RIMER
P
OETA
.—
(Entrando, a Ragueneau.)
¡Amigo mío!

S
EGUNDO
P
OETA
.—
(Lo mismo, dándole un apretón de manos.)
¡Querido colega!

T
ERCER
P
OETA
.— ¡Salud, rey de los pasteleros!
(Olfatea.)
¡Qué bien huele aquí!

C
UARTO
P
OETA
.— ¡Oh, Febo-Pastelero!

Q
UINTO
P
OETA
.— ¡Apolo de los cocineros!

R
AGUENEAU
.—
(Rodeado, abrazado, y zarandeado por varias manos.)
¡Qué a gusto me encuentro en su compañía!

P
RIMER
P
OETA
.— Nos hemos retrasado porque la Puerta de Nesle estaba abarrotada de gente.

S
EGUNDO
P
OETA
.— ¡Ocho malandrines ensangrentados y rajados de arriba abajo, adornaban las aceras!

C
YRANO
.—
(Levantando un instante la cabeza.)
¿Ocho?… ¡Vaya! ¡Creía que eran siete!
(Sigue escribiendo.)

R
AGUENEAU
.—
(A Cyrano.)
¿Es que conocéis al héroe del combate?

C
YRANO
.—
(Con negligencia.)
¿Yo?… ¡No!

L
ISA
.—
(Al mosquetero.)
Y vos… ¿le conocéis?

E
L
M
OSQUETERO
.
(Retorciéndose el mostacho.)
¡Tal vez!

C
YRANO
.—
(Escribiendo aparte; de vez en cuando se le oye murmurar.)
«Yo os amo…»

P
RIMER
P
OETA
.— ¡Aseguran que un solo hombre bastó para poner a toda la banda en fuga!…

S
EGUNDO
P
OETA
.— ¡Era curioso!… ¡Picas y garrotes cubrían el suelo!…

C
YRANO
.—
(Escribiendo.)
«Vuestros ojos…»

T
ERCER
P
OETA
.— ¡Hemos encontrado sombreros hasta en el muelle de los Orfebres!…

P
RIMER
P
OETA
.— Debió ser un combate feroz…

C
YRANO
.—
(Lo mismo.)
«Vuestros labios…»

P
RIMER
P
OETA
.— …¡Y un terrible gigante el autor de la hazaña!

C
YRANO
.—
(Lo mismo.)
…«Y tiemblo de miedo cuando os miro.»

S
EGUNDO
P
OETA
.—
(Metiéndose un pastel en la boca.)
¿Has compuesto algún verso nuevo, Ragueneau?

C
YRANO
.—
(Lo mismo.)
«Que os ama…»
(Se detiene en el momento de escribir la dirección y se levanta tras meter la carta en su jubón.)
No necesita dirección. La entregaré yo mismo.

R
AGUENEAU
.—
(Al segundo poeta.)
Sí, compuse una receta en verso.

T
ERCER
P
OETA
.—
(Sentándose junto a una bandeja de pasteles de crema.)
¡Oigámosla!

C
UARTO
P
OETA
.—
(Mirando un bizcocho que ha cogido.)
Este bizcocho tiene el sombrero al revés.
(Lo deja sin sombrero de un mordisco.)

P
RIMER
P
OETA
.— ¡Este pastel, con sus ojos de almendra y sus cejas de angélica, parece perseguir al poeta hambriento!

S
EGUNDO
P
OETA
.— ¡Te escuchamos!

T
ERCER
P
OETA
.—
(Aplastando ligeramente un «chou» entre sus dedos.)
El «chou» babea su crema… ¡parece que se ríe!

S
EGUNDO
P
OETA
.—
(Mordiendo la gran lira de pastel.)
¡Es la primera vez que una lira me alimenta!

R
AGUENEAU
.—
(Que se dispone a recitar, tose, asegura su gorra y adopta una actitud afectada.)
¡Una receta en verso!

S
EGUNDO
P
OETA
.—
(Al primero dándole con el codo.)
¿Estás desayunando?

P
RIMER
P
OETA
.—
(Al segundo.)
Sí… ¿y tú cenas?

R
AGUENEAU
.— «Cómo se hace una tarta de almendras». Batid clara de huevo hasta que salga espuma; añadid jugo de cidra y leche de almendras dulces; colocad en el flanco pastaflora y un poco de bizcocho en los dos lados; verted gota a gota en vuestro molde la espuma; metedlo todo al horno; sacadlas cuando estén doradas y tendréis hechas las tartas almendradas.

L
OS
P
OETAS
.—
(Con la boca llena.)
¡Exquisito!… ¡delicioso!

U
N
P
OETA
.—
(Atragantándose.)
¡Homph!…

(Se dirigen hacia el fondo, comiendo. Cyrano, que ha observado toda la escena, se adelanta hacia Ragueneau.)

C
YRANO
.— ¿No ves que acunados por tu voz se hinchan?

R
AGUENEAU
.—
(En voz baja, con una sonrisa.)
Ya los veo… ¡sin mirarles para que no se turben! Recitar de esta forma mis versos me causa doble placer: ¡Satisfago la dulce necesidad que tengo y doy de comer a los que no han comido!

C
YRANO
.—
(Dándole una palmada en el hombro.)
¡Me haces gracia!
(Ragueneau va a reunirse con sus amigos; Cyrano le sigue con la mirada; luego, un poco bruscamente.)
¡Eh, Lisa!
(Lisa, que estaba hablando con el mosquetero, se sobresalta y desciende hacia Cyrano.)
Ese capitán… ¿os asedia?

L
ISA
.—
(Ofendida.)
¡Oh!… Con una mirada, mis ojos sabrían vencer cualquier ataque contra mi virtud.

C
YRANO
.— Para ser vencedores, veo vuestros ojos abatidos.

L
ISA
.—
(Sofocada.)
Pero…

C
YRANO
.—
(Claramente.)
Ragueneau me agrada… y no permitiré, señora Lisa, que nadie le ridiculice.

L
ISA
.— Pero…

C
YRANO
.—
(Que ha levantado la voz lo suficiente como para ser oído por el galán.)
¡A buen entendedor…!

(Saluda al mosquetero y se coloca en la puerta del fondo, observando, tras echar una ojeada al reloj.)

L
ISA
.—
(Al mosquetero que simplemente ha devuelto su saludo a Cyrano.)
¡La verdad… me asombráis!… ¡Replicadle en sus narices!

E
L
M
OSQUETERO
.— ¿En sus narices?… ¿En sus narices?… ¡Bah!
(Se aleja rápidamente seguido por Lisa.)

C
YRANO
.—
(Desde la puerta del fondo, haciendo señas a Ragueneau para que se lleve a los poetas.)
¡Eh!… ¡eh!…

R
AGUENEAU
.—
(A los poetas, señalándoles la puerta de la derecha.)
Estaremos mejor allí…

C
YRANO
.—
(Impaciente.)
¡Eh!… ¡pst!…

R
AGUENEAU
.—
(Arrastrándoles.)
… si queremos leer versos.

P
RIMER
P
OETA
.—
(Desesperado y con la boca llena.)
¡Pero los pasteles!

S
EGUNDO
P
OETA
.— ¡Llevémonoslos!

(Todos salen en procesión detrás de Ragueneau, después de haber recogido varias bandejas.)

ESCENA V

C
YRANO
, R
OXANA
, la dueña.

C
YRANO
.— En cuanto se presente la ocasión, sacaré la carta.
(Roxana, enmascarada y seguida por la dueña, aparece detrás de las vidrieras. Cyrano abre rápidamente la puerta.)
¡Pasad!
(Dirigiéndose a la dueña.)
¡Permitidme dos palabras, dueña!

L
A
D
UEÑA
.— Las que queráis.

C
YRANO
.— ¿Sois golosa?

L
A
D
UEÑA
.— ¡Con locura!

C
YRANO
.—
(Cogiendo varios cucuruchos del mostrador.)
Bien, aquí hay dos sonetos de Benserade…

L
A
D
UEÑA
.—
(Decepcionada.)
Pero…

C
YRANO
.— … que os llenaré de pasteles de crema.

L
A
D
UEÑA
.—
(Cambiando el gesto.)
¡Ah!

C
YRANO
.— ¿Os gustan esos pasteles que llaman «petit chou»?

L
A
D
UEÑA
.—
(Con dignidad.)
Caballero, ¡todo lo que tenga crema!

C
YRANO
.— Pues aquí, en el seno de un poema de Saint-Amant, os dejo seis. ¡Y en estos versos de Chapelain os entrego un fragmento, menos pesado, eso sí, de torta! ¡Ah!… ¿Os gustan los pasteles recién sacados del horno?

L
A
D
UEÑA
.— ¡Hasta ponerme mala!

C
YRANO
.—
(Cargándole los brazos de cucuruchos con pasteles.)
Ahora idos a comer todo esto a la calle.

L
A
D
UEÑA
.— Pero…

C
YRANO
.—
(Empujándola hacia afuera.)
¡Y no volváis hasta haberlos terminado!

(Cierra la puerta y se dirige hacia Roxana, deteniéndose respetuosamente descubierto, a cierta distancia.)

ESCENA VI

C
YRANO
, R
OXANA
y la dueña un momento.

C
YRANO
.— ¡Bendito sea el instante en que, acordándose de que existo, llegáis para hablarme! ¿Qué tenéis que decirme?

R
OXANA
.—
(Que se ha quitado el antifaz.)
Ante todo daros las gracias porque ayer triunfasteis sobre un petulante que, según los deseos de un gran señor, de mí enamorado…

C
YRANO
.— ¿De Guiche?…

R
OXANA
.— …trataban de imponerme como marido.

C
YRANO
.— Un marido complaciente ¿no?
(Saludando.)
Señora mía, si ayer me batí, no fue por mi horrible nariz sino por vuestros bellos ojos.

R
OXANA
.— Luego… Yo quería… Pero la petición que voy a haceros es necesario que vea en vos al hermano con quien jugaba en el parque, cerca del lago.

C
YRANO
.— ¡Cuando veníais en verano a Bergerac!

R
OXANA
.— ¡Las ramas de los árboles os servían de espadas…!

C
YRANO
.— ¡Y a vos de cabelleras rubias las panojas de maíz!

R
OXANA
.— ¡Era el tiempo de los juegos…!

C
YRANO
.— ¡…Y de las moras agrias!

R
OXANA
.— ¡El tiempo en que vos hacíais todo lo que yo deseaba!…

C
YRANO
.— Roxana, con falda corta, se llamaba entonces Magdalena…

R
OXANA
.— ¿Era bonita?

C
YRANO
.— ¡No erais fea!

R
OXANA
.— A veces, con la mano ensangrentada por haberos subido a algún árbol, venías a mí… Yo jugaba a mamá, os decía con voz que trataba de ser dura:
(Le coge la mano.)
«¿Cómo te has hecho este arañazo?»…
(Roxana se detiene estupefacta.)
¡Oh!… ¿Y esto qué es?…
(Cyrano intenta retraer la mano.)
¡No!… ¡enseñádmela!… ¡A vuestra edad aún con estas cosas!… ¿Dónde te lo has hecho?

C
YRANO
.— ¡Jugando… en la puerta de Nesle!…

R
OXANA
.—
(Sentándose en una mesa y mojando su pañuelo en un vaso de agua.)
Dadme la mano.

C
YRANO
.—
(Sentándose también.)
¡Tan gentil!… ¡tan alegremente maternal!…

R
OXANA
.— Contadme lo que pasó mientras os limpio un poco la herida, ¿Cuántos eran contra vos?

C
YRANO
.— ¡Oh… no muchos!… Casi cien…

R
OXANA
.— ¡Contadme más!

C
YRANO
.— No, dejad. Decidme lo que no os atrevéis a decirme.

R
OXANA
.—
(Sin soltarle la mano.)
El recuerdo del pasado me da valor para decíroslo. Estoy enamorada.

C
YRANO
.— ¡Ah!

R
OXANA
.— ¡Pero él no lo sabe todavía!

C
YRANO
.— ¡Ah!

R
OXANA
.— ¡Y es preciso que lo sepa en seguida!

C
YRANO
.— ¡Ah!

R
OXANA
.— Es un pobre muchacho que me ama desde lejos sin atreverse a decírmelo…

C
YRANO
.— ¡Ah!

R
OXANA
.— Dejadme vuestra mano… ¡está enfebrecida! Pero yo he visto temblar el amor en sus labios.

C
YRANO
.— ¡Ah!

R
OXANA
.—
(Terminando de hacerle un pequeño vendaje con su pañuelo.)
Fijaos, primo mío, ¡qué casualidad! Sirve en vuestro regimiento.

C
YRANO
.— ¡Ah!

R
OXANA
.— ¡Es cadete de la misma compañía que vos!

C
YRANO
.— ¡Ah!

R
OXANA
.— En su frente se nota que es ingenioso, valiente, noble, joven, intrépido, bello…

C
YRANO
.—
(Levantándose, muy pálido.)
¡Bello!…

R
OXANA
.— Sí. Pero… ¿qué os pasa?

C
YRANO
.— No… nada… nada… Es…
(Señala su mano con una sonrisa.)
Es… ¡La herida!

R
OXANA
.— En fin, le amo. Me parece necesario deciros que nunca le he visto más que en el teatro de la Comedia.

C
YRANO
.— ¿Y no os habéis hablado?

R
OXANA
.— ¡Con los ojos únicamente!

C
YRANO
¿Y cómo sabéis entonces todo eso?

R
OXANA
.— Bajo los pórticos de la Plaza Real se habla de todo… Hasta me han asegurado que…

C
YRANO
.— ¿Es cadete?

R
OXANA
.— ¡Cadete de la guardia!

C
YRANO
.— ¿Cómo se llama?

R
OXANA
.— Barón Cristián de Neuvillette.

C
YRANO
.— ¿Cómo?… ¡Ése no es de los cadetes!

R
OXANA
.— Sí. Desde esta mañana sirve en la compañía del capitán Carbón de Castel-Jaloux.

C
YRANO
.— ¡Demasiado aprisa lanza su corazón!… Pero, ¡mi pobre niña!…

L
A
D
UEÑA
.—
(Abriendo la puerta del fondo.)
Ya he terminado los pasteles, señor de Bergerac.

C
YRANO
.— Pues leed ahora los versos impresos en los cucuruchos
(La dueña desaparece.)
¡Mi pobre amiga!, vos que amáis el buen lenguaje y el ingenio… ¿qué haríais si fuese un profano, un salvaje?

R
OXANA
.— ¡Imposible!… ¡Tiene los cabellos de un héroe de Urfé!

C
YRANO
.— ¿Y si a pesar de ir bien peinado no tuviese ingenio?

R
OXANA
.— No puede ser. Todas las palabras que dice son delicadas… ¡lo adivino!

C
YRANO
.— Sí, todas las palabras son delicadas cuando el mostacho es delicado… ¿Y si fuese un necio?

R
OXANA
.—
(Dando un golpe en el suelo con el pie.)
Entonces… ¡entonces me moriría!

C
YRANO
.—
(Tras una pausa.)
¿Y me habéis hecho venir aquí para decirme esto? ¡No veo, señora, la utilidad!

R
OXANA
.— Es… que… ayer me han puesto la muerte en el alma al decirme que todos los de la compañía sois gascones…

C
YRANO
.— …Y que provocamos a todos los que, sin serlo, son admitidos, por favor, entre nosotros. ¿Es eso lo que os han dicho?

R
OXANA
.— Sí. ¡Y podéis imaginaros lo que temblé al oírlo!

C
YRANO
.—
(Entre dientes.)
¡No sin razón!

R
OXANA
.— Al veros ayer invencible castigando a aquel petimetre, pensé que, si vos quisieseis, todos le respetarían.

C
YRANO
.— ¡Está bien! ¡Defenderé a vuestro baroncito!

R
OXANA
.— ¿Verdad que le defenderéis? ¡Siempre sentí por vos una amistad tan tierna!…

C
YRANO
.— ¡Sí, sí!

R
OXANA
.— ¿Seréis su amigo?

C
YRANO
.— ¡Lo seré!

R
OXANA
.— ¿Y me juráis que nunca tendrá que batirse?

C
YRANO
.— ¡Os lo juro!

R
OXANA
.— ¡No sabéis cuánto os lo agradezco!… Ahora perdonadme, pero tengo prisa.
(Se coloca la máscara y un encaje sobre la frente y añade distraída.)
¡Oh!… ¡pero si no me habéis contado la batalla de esta noche!… ¡Debió ser asombroso! ¡Ah!… ¡decidle que me escriba!
(Le envía un beso con la mano.)
¡Os quiero mucho!

C
YRANO
.— ¡Sí, sí!

R
OXANA
.— ¡Cien hombres contra vos!… Bueno, me marcho. ¡Recordad que somos grandes amigos!

C
YRANO
.— ¡Sí, sí!

R
OXANA
.— ¡Que me escriba!… ¡Cien hombres!… ¡Ya me lo contaréis otro día!… ahora tengo prisa… ¡Cien hombres…! ¡Qué valor!

C
YRANO
.—
(Despidiéndose.)
¡Más lo he tenido después!

BOOK: Cyrano de Bergerac
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