Destino (32 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Destino
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—Me he esforzado muchísimo con mi disfraz —dice Stacia con tono acusador—, así que de ningún modo vas a impedir que me lo ponga. ¡La gente va a alucinar cuando lo vea!

—El de Jude es una sorpresa —dice Honor—, aunque dice que no lo será para ti, puesto que ya lo has visto. —Su mirada me indica que sabe todo lo que hay que saber acerca de Jude y de mí, y que aún no está segura de cómo lo lleva—. Pero yo también tengo una pequeña sorpresa; Romy y Rayne me dieron la idea y me hace muchísima ilusión. Créeme, Ever, esta fiesta va a ser épica. ¡Y estás loca si crees que alguna de nosotras va a perdérsela!

«¿Disfraces?»

«¿Épica?»

«Y yo que creía que solo se trataba de convencer a un puñado de inmortales de que comiesen el fruto.»

—Has visto las invitaciones, ¿no? —pregunta Stacia, recorriéndome con la mirada.

Niego con la cabeza y comprendo demasiado tarde que no. Lo único que vi fue el sobre de color rosa y negro que dejé junto a la laguna. En ningún momento se me ocurrió echar un vistazo al interior. He estado tan agobiada poniéndome al día para poder graduarme que no se me ha ocurrido hacer preguntas. No me he ofrecido a colaborar en la planificación, ni me ha interesado saber cómo iban las cosas. Todos parecían tan contentos de hacer mi trabajo que se lo dejé de buena gana, creyendo que lo único que debía hacer era presentarme a la hora con los frutos. Sin embargo, al parecer ahora también necesito un disfraz.

—Vale, bueno, para que lo sepas, el tema de la fiesta es «Ven tal como eras». Ya sabes, quién eras en una vida anterior —aclara Stacia—. Y, para que lo sepas, vamos a ir, tanto si te gusta como si no —añade, lanzándome una mirada desafiante que me recuerda los viejos tiempos, cuando llegué aquí y ella fue a por mí de la forma más implacable.

La única diferencia es que, aunque entonces no me lo merecía, esta vez sí me lo merezco. Se ha esforzado mucho por ayudarme a enderezar las cosas, dedicándome generosamente su tiempo. Lo menos que puedo hacer es reconocer sus esfuerzos y lo mucho que ha mejorado.

—¿Sigue siendo en casa de Ava? —pregunto, sin saber cómo vamos a caber todos en su confortable casita ahora que la lista de invitados se ha multiplicado.

—No —responde Miles con una sonrisa de oreja a oreja, parándose junto a Honor e interviniendo en la conversación—. Es en tu casa. Y, créeme, Sabine y Muñoz no han escatimado en gastos. Va a superar de lejos la fiesta que montaste en Halloween. —Asiente con la cabeza—. Así que yo de ti me iría a casa y manifestaría un buen disfraz lo antes posible, porque la fiesta empieza a las siete.

Capítulo cuarenta

P
or una vez, las palabras de Miles no eran ninguna exageración. La verdad es que Sabine y Muñoz se han esmerado en la decoración de la fachada.

Desde el instante en que aparcamos en el camino de entrada, solo puedo mirar boquiabierta cómo han cogido este falso dúplex estilo Toscana y lo han convertido en una auténtica casita típica de la zona. Estoy asombrada.

—¡Espera a ver cómo ha quedado el interior de la casa! —exclama Sabine, mirándome a los ojos—. Ya sé que querías una pequeña reunión, pero se me ocurrió que estaría muy bien organizar una fiesta multitudinaria con todos tus amigos. Has trabajado mucho, Ever. ¡Te mereces un poco de diversión y, francamente, Paul y yo también!

Me conduce a la casa con Muñoz pisándonos los talones, y… bueno, digamos sin más que, si el exterior era sorprendente, el interior es asombroso.

—Como verás luego, esto no es más que el principio —me comenta Muñoz con una gran sonrisa—. Cada habitación cuenta con su propio tema.

—¿Cómo habéis…?

Empiezo a preguntar cómo se las han arreglado sin que ni siquiera me diese cuenta, pero entonces lo veo: hay decoradores, catering, camareros y toda clase de ayudantes vagando por la casa. Esto no es una simple fiesta. Es una enorme juerga de graduación con comilona.

—Hay mucho que celebrar —dice Sabine—, así que decidimos no escatimar en gastos. Considéralo un festejo de bienvenida, un festejo de graduación y una fiesta de compromiso. Ah, y no hemos tenido ocasión de contártelo aún, pero una editorial importante acaba de hacer una oferta para comprar el libro de Paul, ¡así que también celebramos eso! —Lo mira con el rostro iluminado por el orgullo que siente ante su éxito, y yo también me tomo un instante para echarle una rápida ojeada; al captar su sonrisa y su guiño, sé que recuerda el día en que le predije eso mismo—. Esperamos a mucha gente, confío en que no te importe. Sé que no es para nada lo que habías planeado, pero pensamos que podía ser divertido. El tema se le ocurrió a Miles, y luego lo fuimos desarrollando.

Asiento con la cabeza y trato de corresponder a su sonrisa, pero solo puedo pensar en los frutos, el verdadero motivo que hay detrás de esta reunión, y en que está muy claro que se ha perdido por el camino.

Sin embargo, tan pronto como lo pienso, Sabine me mira y dice:

—No te preocupes, nos hemos ocupado de todo. He dejado libre la salita que hay junto a tu habitación para que hagas lo que tengas que hacer. Solo espero que también te tomes algo de tiempo para divertirte.

La miro sin saber qué decir. Nunca he esperado nada remotamente parecido y me siento un poco abrumada.

Pero Sabine se limita a colocarme la mano en el hombro y dice:

—Ahora vete. Sube y manifiéstate un disfraz mientras Paul y yo nos ponemos los nuestros. Solo tienes que estar lista a las siete para recibir a todo el mundo.

Hago lo que ella dice. Es más fácil así. Subo las escaleras y me voy directa a mi habitación, donde me dejo caer sobre la cama, todavía atónita por lo que está pasando. Recuerdo el día que llegué, cuando Sabine me recogió en el aeropuerto y me llevó a mi nuevo hogar, mi nueva vida. Estaba tan perdida en mi dolor que no pude apreciar todas las molestias que se había tomado con la intención de darme una vida cómoda. Solo fui capaz de echarme boca abajo y llorar, al menos hasta que Riley apareció y me aclaró las cosas, hasta que me ayudó a verlas a través de sus ojos.

Riley.

Cierro los ojos e intento ahuyentar el escozor de las lágrimas y el nudo en la garganta que siempre acompaña todos y cada uno de mis pensamientos acerca de ella. Me sorprende lo fugaz que resulta la angustia esta vez; los síntomas aparecen y desaparecen en cuestión de segundos. Y entiendo que es gracias a los frutos.

Aunque sigo echándola de menos, aunque anhelo volver a verla, ahora, por primera vez en mucho tiempo, sé con certeza que la veré. Y saber eso contribuye a mitigar el dolor de su añoranza, de la añoranza de todos ellos, incluyendo a Buttercup.

Con un solo mordisco de ese fruto mi cuerpo cesará de ser inmortal. Regresará al proceso habitual de envejecer y marchitarse hasta que con el tiempo muera y mi alma regrese a su auténtico estado eterno e infinito y quede libre de cruzar el puente que lleva al lugar en el que ahora vive mi familia.

Me ocurra lo que me ocurra, mi alma seguirá viviendo, y así mi familia y yo podremos volver a reunirnos.

Solo espero que Damen y yo también nos reunamos.

Solo espero poder encontrar un modo de convencerlo de lo que ambos debemos hacer.

Pero antes tengo que pensar en alguna clase de disfraz para el tema «Ven tal como eras», y para alguien con siete vidas pasadas entre las que escoger cabría pensar que la elección es fácil.

¿Debería ir como Adelina, la vida de la que acabo de enterarme? ¿O como Evaline, la criada parisina? ¿Como Abigail, la hija de un puritano? ¿Chloe, la chica consentida de la alta sociedad? ¿Fleur, la musa del artista? ¿Emala, la triste y joven esclava?

¿O debería ir como todas ellas?

¿Tendría que hallar un modo de unir la totalidad de las piezas de mis diversas vidas, como si confeccionase una especie de edredón del karma, por decirlo de algún modo?

Reflexiono durante un rato. Me gusta el concepto, pero no tengo ni idea de cómo enfocarlo, y luego, así sin más, sé exactamente lo que voy a hacer.

Echo un vistazo al reloj de mi mesilla y veo que tengo muy poco tiempo para utilizar mis poderes de manifestación. Así que me levanto de un salto y me pongo manos a la obra, confiando en que salga igual que la imagen que tengo en mente.

Confiando en que su utilidad vaya más allá de la de un simple disfraz. En que me proporcione la prueba que voy a necesitar.

Capítulo cuarenta y uno

C
uando termino, me sitúo delante del espejo y hago inventario. Repaso mi lista mental y me aseguro de que esté todo. Oigo la voz de Damen en mi cabeza, las palabras exactas que empleó cuando me lo explicó, asegurándome que cada pieza, desde mi pelo de un rojo encendido hasta mi elaborado vestido, desde mi mirada coqueta hasta mi fuerza interior y humildad, tiene sus orígenes en el pasado, mientras que mis ojos no han cambiado y se mantienen eternos, sea cual sea la apariencia que mi alma decida encarnar. Y sé que estoy lo más cerca posible de reproducir el cuadro que pintó (incluyendo algunas referencias nuevas a Emala y Adelina, de las que nada sabía entonces), hasta que recuerdo una última cosa. Una última cosa que no estoy segura de poder llevar a término.

Las alas de gasa.

Tan pronto como las manifiesto sobre mi espalda, me siento tonta.

Tonta, incómoda y, bueno, un poquito abochornada.

De ningún modo puedo enfrentarme a mis invitados así. No lo entenderán. Lo malinterpretarán. Pensarán que me considero tan especial que creo realmente haber descendido de los ángeles a fin de caminar entre ellos. Cuando no hay nada más lejos de la verdad.

Aprieto los labios, a punto de cerrar los ojos y hacer que las alas desaparezcan, cuando recuerdo que no lo hago por ellos. Lo hago por Damen. Bueno, por Damen y por mí.

La noche que pintó mi retrato en el museo Getty afirmó que estaban allí y que solo él podía verlas. Afirmó que el simple hecho de que yo no las viese no significaba que no fuesen reales. Y aunque estoy segura de que nadie entenderá qué pretendo, lo único que importa es que Damen lo entienda. Que la visión de mi disfraz contribuya a convencerle de lo que debemos hacer.

Solo espero que siga viéndome así.

Solo espero no estar tratando de recuperar algo que ya no existe.

Jugueteo con mi cabello; no estoy acostumbrada a verme pelirroja fuera del cenador, cuando soy Fleur, aunque me gusta el cambio también en esta vida. Luego me paso las manos por el largo vestido de gasa, me miro por última vez y salgo por la puerta antes de perder todo mi aplomo.

Todos los efectos de lo que Sabine, Muñoz y su hábil equipo de decoradores visualizaron se han hecho realidad. Me siento como si entrase en un mundo mágico y místico, como si viajase hacia atrás en el tiempo. Cada habitación es distinta de la siguiente, y sin embargo todo corresponde al tema, hasta el último detalle.

La cocina es la antigua Grecia, la salita es el Renacimiento italiano, el cuarto de baño se inspira en la Edad Media (¡aunque tanto el lavabo como el retrete funcionan!), el comedor refleja la prehistoria y el salón recuerda la época victoriana, mientras que el jardín trasero es puro años sesenta. Y cuando la casa empieza a llenarse de montones y montones de personas disfrazadas me asombra comprobar que resulta una idea muy divertida.

La fiesta acaba de empezar, y sin embargo todos los personajes favoritos de vidas pasadas están ya presentes. Cleopatra habla no solo con Marco Antonio, sino también con María Antonieta. También están Juana de Arco, Janis Joplin, Alejandro Magno, Napoleón y Einstein, además de un tipo con túnica, barba y bigote largos que creo que pretende ser Confucio, y alguien con una larga barba gris que no para de gritar profecías y que creo que es Nostradamus. Es curioso que todo el mundo dé siempre por supuesto que fue alguien famoso. Nadie se imagina siendo una camarera o una esclava como yo fui.

Miles es el primero en encontrarme. Va de la mano de Holt, y antes incluso de que pueda preguntárselo se señala a sí mismo y dice:

—Leonardo da Vinci. Guapísimo, superdotado y absolutamente genial. Es lógico, ¿no?

Asiento y observo con los ojos entornados a Holt. Me sorprenden su pelo plateado y su severo cuello alto negro, y digo:

—Vale, eres Andy Warhol o Albert Einstein…

Pero antes de que pueda responder aparece Stacia como Marilyn Monroe (vaya sorpresa), junto a Honor, que va vestida de Pocahontas (cosa que realmente me sorprende).

—¡Vaya, lleváis unos disfraces geniales! —exclamo, asintiendo con la cabeza.

Stacia se pasa las manos por su vestido blanco de tirantes mientras Honor hace oscilar sus largas trenzas negras y dice:

—Vale, no era exactamente Pocahontas, pero vi una vida como india americana.

Entrecierro los ojos, preguntándome si eso significa que ha conseguido llegar a Summerland.

Sin embargo, ella se apresura a aclarar sus palabras diciendo:

—Romy y Rayne me hipnotizaron.

Mis ojos se entornan aún más. No sé de qué está hablando.

—Ya sabes, me sometieron a una regresión hipnótica para que pudiese ver mis vidas pasadas. Son muy buenas; estamos pensando en ofrecer sus servicios en la tienda, con la ayuda de Ava, por supuesto.

—¡Vaya! —exclamo—. ¡No tenía ni idea! —Y no puedo evitar sentirme un poco desanimada al pensar en todo lo que me he perdido, en la facilidad con la que han seguido adelante sin mí. A continuación sacudo la cabeza para despejar la mente, miro a Miles y le pregunto—: Entonces, ¿a ti también te hipnotizaron? ¿Significa eso que fuiste realmente Leonardo da Vinci?

Sin embargo, justo cuando está a punto de contestar, Jude, que ha venido como el artista también conocido (al menos por mi parte) como Bastiaan de Kool, se detiene delante de mí. Se toma su tiempo para contemplarme mientras trata de entender mi disfraz; tanto, de hecho, que no puedo evitar sentirme violenta. No puedo evitar sentirme tan nerviosa e incómoda que le echo un rápido vistazo a Honor, a sabiendas de que tanta atención no va a entusiasmarle.

—Ya lo entiendo —dice, con los ojos aún entornados—. Has cogido una pieza de cada una de ellas. —Sacude la cabeza maravillado, y su mirada vuelve a recorrerme de arriba abajo cuando añade—: ¡Es una idea fantástica! ¡Ojalá se me hubiese ocurrido a mí!

—¡Ojalá se me hubiese ocurrido a mí también! —Echo una ojeada al otro lado de la habitación y saludo a Sabine y Muñoz, vestidos respectivamente de princesa vikinga y William Shakespeare. Vuelvo a mirar a Jude cuando añado—: Fue idea de Damen.

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