El año que trafiqué con mujeres (18 page)

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
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Yo .................... declaro que no voy a fallar las normas y no voy a contar nada a la Policía, hasta que la cantidad completa es pagada. Si yo fallo las normas, tía Iveve Osarenkhoc tiene el derecho de matarme a mí y a mi familia en Nigeria. Mi vida es equivalente a la suma que debo a mí madam Iveve Osarenkhoe: (mi señora)

Yo ................... declaro que este acuerdo me es explicado en mi dialecto y que lo comprendo completamente. Que va a ser destruido después de que pague la suma total.

Firma del contratante contratado

Espeluznante, pero profundamente revelador. Estos contratos prueban que el miedo y el pánico son la principal herramienta de trabajo para las mafias del tráfico de mujeres. Lo terrorífico es que las jóvenes llegasen a firmar esos contratos para poder venir a Europa, en unas condiciones infrahumanas. ¿Cómo es posible que acepten estoicamente todo este sufrimiento, esta vida sumida en el terror, tan sólo para venir al primer mundo a seguir sufriendo? Aún tardaría en comprender que, para muchas de ellas, los proxenetas y las mafias de la prostitución son considerados como la única salvación posible, ante la perspectiva de una vida de miseria, enfermedades y pobreza, a la que sin duda estarían condenadas en sus países de origen. Por eso están dispuestas a soportar lo que sea con tal de huir al primer mundo.

En el ambiente de miedo y terror en que viven, no es de extrañar que se vuelvan profundamente supersticiosas y acudan a brujos, videntes y adivinos, en busca de una protección mágica contra el pánico en el que se desarrolla su terrible existencia. Y aquella adicción a videntes, que en muchos casos llega a convertirse en una auténtica dependencia, hace que muchos farsantes sin escrúpulos se aprovechen de las prostitutas para sacarles el dinero.

Además de ese documento, de incalculable valor periodístico, ese mediodía conseguí otro elemento interesante. Una de aquellas chicas, obsesionada por el «mal de ojo», había caído en las garras de una «meiga», que le había estafado ya más de 400.000 pesetas. Para protegerla de los supuestos hechizos y de la mala suerte, le vendía una especie de «amuletos mágicos», dos de los cuales me facilitó. Al abrirlos, descubrimos que en aquel saquito de tela tan sólo había unas fotocopias de un libro de magia, una página de la Biblia y unas semillas. Pero la bruja le había cobrado a la joven, quien por cierto en Colombia había ganado un premio de Miss Turismo y había realizado varios spots televisivos, la friolera de 20.000 pesetas por cada uno, además de cobrar aparte los rituales y las ceremonias mágicas. Aún no tenía ni idea de que, muy cerca de allí, en Vigo, existía una vidente que había llegado a crear una especie de secta compuesta únicamente por prostitutas, a las que llegaba a estafar sumas millonarias...

La esclava de Cambre

De todos modos, mi recopilación de horrores en aquel viaje todavía no había concluido, el mayor espanto estaba por llegar. Aproveché mi estancia en la ciudad para entrevistarme con David Vidal, presidente de la organización no gubernamental llamada INMIGRA.COM. Su nombre había salido a colación en varias ocasiones durante mis conversaciones con prostitutas o con especialistas en el fenómeno de la prostitución.

David Vidal lleva años trabajando a favor de los inmigrantes y por su asociación han pasado los casos más terribles y dramáticos.

Hemos charlado juntos durante muchas horas a lo largo de los diferentes viajes a Galicia y por él conocí todo tipo de anécdotas, como, por ejemplo, aquella ocasión en que incluyó una encuesta en su página web en tomo a las soluciones que se podría dar al problema de la inmigración ilegal.

—Recibí miles de e-mails de grupos neonazis amenazándome con todo tipo de cosas. Y el contador de la página se volvió loco con la cantidad de visitas que tenía esos días para votar en la encuesta. Naturalmente, todos votaban que habría que expulsar a todos los inmigrantes de España, de forma inmediata. La verdad es que les debo a los neonazis la mayoría de visitas a mi página.

Evidentemente, David no sabía que estaba hablando con uno de los neonazis que había participado en aquella campaña, porque durante mi infiltración en los skinheads había recibido, de grupos como CEI o Nuevo Orden, la indicación de entrar en aquella página web todas las veces posibles, para votar a favor de la expulsión de los inmigrantes. Incluso había aprovechado su foro para dejar algún mensaje que reforzase la identidad de Tiger 88 de cara a los camaradas que sabía visitaban la página frecuentemente. Lo que nunca pude imaginar es que llegase a conocer al propietario de aquel portal de Internet, aunque por razones bien distintas.

De entre todos los casos terribles que David me relató sobre el mundo de la prostitución, uno de ellos destaca merecidamente. Se trata de la historia de la esclava de Cambre.

La esclavitud fue oficialmente abolida en España el 13 de febrero de 188o. Pero sólo oficialmente. Históricamente, hasta ese día, España había sido, junto con Portugal y Holanda, uno de los principales responsables de la trata de esclavos que poblaron de africanos las plantaciones de azúcar y algodón de las colonias americanas. Durante siglos, los barcos negreros exportaban mano de obra y muñecas sexuales para los civilizados y educados hombres blancos, católicos y pudientes, del Nuevo Mundo. Lo que no aparece en los libros de texto que educan a nuestros niños es que en la España del siglo XXI la esclavitud sigue existiendo. La terrible historia de Grace M. A. es una prueba fehaciente de ello.

—Grace nació en Benin City —me explica David Vidal mientras compartimos una taza de café en su domicilio coruñés—, como la mayoría de nigerianas que terminan ejerciendo la prostitución en España. Vino siendo ya un poco mayor. Normalmente las mafias las traen más jóvenes, incluso siendo menores, pero ella tenía treinta y un años cuando llegó a España. Aunque nunca quiso tocar el tema, como ocurre con la mayoría de las supersticiosas nigerianas, seguramente tuvo que pasar por los trámites habituales, es decir, someterse a una terrorífica sesión de vudú donde le arrancaron vello pubico, uñas, sangre y todo lo que utilizan para fabricar el body, con el que después su sponsor y más tarde su madame o su master la tendrían controlada. El caso es que aceptó el compromiso de tener que pagar a la mafia que la trajo una deuda de 30.000 dólares, unos cinco millones y medio de pesetas. Las pobres se creen que en Europa el dinero cae de los árboles y que en un par de meses trabajando como prostitutas podrán pagar la deuda y ser libres. Pero todas están engañadas.

—¿Entró en patera?

—No, en esto tuvo más suerte que muchas compatriotas. Ella hizo el viaje en avión, en 1996. Su connection-man se ocupó de conseguirle un pasaporte falso, un visado y un billete de avión. Una vez en España, la pusieron a trabajar, como a todas, de prostíbulo en prostíbulo, y así la conoció Carlos López.

Carlos López Touzón, según averiguaciones posteriores, era un putero tan veterano como Paulino o Jesús. Nacido en Monforte de Lemos, provincia de Lugo, a sus cincuenta y tantos años conocía perfectamente cómo funcionaba el mundo de la prostitución, y era un personaje apreciado por los propietarios de los burdeles gallegos. Se dejaba mucho dinero en rameras e incluso había trabajado como relaciones públicas en los de los clubes de la zona Teixeiro-Santiago. Ya había tenido roces con la justicia, lo que siempre inspira confianza a los traficantes, y al menos en dos ocasiones, había sido detenido por apropiación indebida. Así que cuando, en igg8, conoció a Grace, que utilizaba el nombre de Mery en los ambientes de alterne, sabía perfectamente lo que tenía que hacer para conseguir su esclava personal.

Según mis averiguaciones, se conocieron en un prostíbulo de Lugo en 1998. Para entonces, ella ya había pagado unos 16.800 dólares de su deuda. Carlos López se encaprichó de Mery y convenció al proxeneta para que se la vendiese. Como era un conocido del club de hacía muchos años, no tuvo ningún problema. Una vez que compras a una nigeriana, eres su dueño para hacer con ella lo que quieras... y eso mismo hizo él. Parece que consiguió engatusarla haciéndola creer que iba a darle su libertad, porque ella llegó a solicitar una partida de nacimiento en la embajada de Nigeria en Madrid, con la intención de contraer matrimonio. Pero era todo mentira. Cuando se aburrió de Mery, la puso a trabajar en un burdel de Arteixo, el Barón, pero como Carlos era un tipo muy conflictivo, un chulo de los de la vieja escuela, acabó teniendo problemas con el dueño del garito que terminó echándolos.

—En el año 2000 —prosigue David— Carlos alquiló un bar en Cambre llamado La Orensana. En realidad, anteriormente ya había alquilado otro llamado Monforte, al lado de la estación de trenes de A Coruña, pero siempre estaba lleno de puteros y de gente problemática y el dueño terminó echando a Carlos a la calle; aunque antes de aquello, Mery hizo amistad con una chica keniata que fue, junto a su novio, quien denunció su situación. En definitiva, Carlos alquiló La Orensana y allí tenía a su esclava encerrada en la cocina, como un animal. Cuando le apetecía echar un polvo, lo hacía, aunque ella al final ya estaba muy débil y apenas podía soportarlo. Alguna vez algún vecino de Cambre la veía de reojo en la trastienda del bar, ya que apenas la dejaba atender en la barra.

—¿Y cómo descubristeis el asunto?

—En realidad, una pura casualidad. Conocimos a una pareja de amigos de la víctima, en la calle, los cuales, tomando un café, manifestaron el temor de que ésta estuviese en peligro.

La amiga keniata que fue a visitarla la encontró un día medio muerta. Al parecer, Carlos le quitaba con frecuencia el pasaporte y amenazaba con matarla si se escapaba, pero desde el mes de abril, la chica se encontraba fatal, estaba muy enferma y apenas comía. Cuando la amiga de Mery y su novio avisaron a INMIGRACOM, David se puso en contacto con la Guardia Civil de Oleiros, y una vez que sus amigos hubieron prestado declaración, fueron a liberarla.

Podía sentir, a medida que David profundizaba en su relato, cómo mi corazón latía cada vez más y más deprisa. Cómo se aceleraba mi respiración al tiempo que crecía mi indignación y mi rabia. Por desgracia, todavía existen muchos Carlos López en España.

—Cuando llegamos allí con la Guardia Civil, yo fui el primero en entrar. La encontramos tirada en la cocina del bar, un cuartucho sin ventanas, sucio y de no más de seis metros cuadrados. Dormía en unas planchas de poliespán colocadas sobre tres sillas en fila, que le servían de cama. Se cubría con una manta mugrienta, sin sábanas. Y cuando entramos, apenas podía hablar ni tampoco caminar sola. A mí me recordó al zulo donde tenía ETA a Ortega Lara. Daba miedo. Se la llevaron en ambulancia rápidamente al servicio de urgencias del Hospital Juan Canalejo. Días más tarde, el médico que la atendía me dijo personalmente que si hubiésemos tardado unos días más, probablemente habría muerto.

—¿Y en qué quedó la historia?

—Te puedes imaginar el escándalo que se montó aquí. Salimos en todos los periódicos y televisiones del país, a pesar de intentar escondemos. Pero Carlos salió mucho mejor parado de lo que pensábamos. El juez le puso 500.000 pesetas de fianza, las pagó y salió a la calle. Y mientras Mery estaba todavía ingresada, según ella nos dijo, mandó a un amigo de confianza para que la visitase en el hospital, haciéndose pasar por un conocido de la chica. No sabemos lo que le dijo, quizá la asustó, o la amenazó, no lo sé. Pero al salir del hospital, volvió con él.

—¿Qué?

—Que volvió con él. Tiene cierta lógica. Piensa que estas chicas vienen a Europa solas, sin conocer el idioma, la cultura ni las costumbres. No tienen amigos ni dinero. Son carne de cañón. La inmensa mayoría están condenadas a la desgracia en cuanto pisan Europa. ¿A qué otro lugar podía ir? Se demostró que los servicios asistenciales de la Xunta no estaban preparados para una contingencia así. Y Carlos, con todo, parecía ser un alma gemela en cierto sentido fatalista. Una esclava pero, eso sí, por paradójico que parezca, un tipo de esclava de las que parecen necesitar a un amo. Aunque nunca llegué a entenderlo, recuerda al binomio macarra—prostituta de la vieja escuela, formando una simbiosis de la ayuda entre marginales o desesperados.

Para cuando dejé Galicia, camino de Barcelona, no podía sacar de mi mente la terrible historia de Grace M. A., alias Mery. Más tarde supe que Carlos López había muerto de sida poco tiempo después, pero nadie pudo decirme qué fue de su esclava una vez fallecido su dueño. Tal vez continúe ejerciendo la prostitución en algún tugurio de carretera. Quizá haya conseguido emparejarse con algún español que la trate un poco mejor que su amo y la deje dormir en una cama, y no en una plancha de poliespán en la cocina. 0 tal vez haya muerto, en silencio, como vivió. Sin hacer ruido para no llamar la atención. Atorada por el miedo. Como decía la Pisano: «... Sin una oración, sin una flor, de la peor de las maneras ... ».

Lo peor de todo es que España está repleta de Graces y yo iba a conocer a muchas de ellas. Maldije al género masculino, y sentí vergüenza de ser hombre. Todavía la siento.

Capítulo 6

Barcelona, capital del sexo

Será castigado con la pena de prisión de uno a tres años: a) El que utilizare a menores de edad o a incapaces con fines o en espectáculos exhibicionistas o pornográficos, tanto públicos como privados, o para elaborar cualquier clase de material pornográfico, o financiare cualquiera de estas actividades.

Código Penal, art. 189, 1.

El Riviera es uno de los burdeles con más solera de la Ciudad Condal. Perteneciente a los mismos responsables de otros famosos clubes como el Pipos de Murcia o el Lovely y el Flower's Park de Madrid, su eslogan publicitario anuncia «Doscientas razones» para visitarlo. La verdad es que no tuve tiempo para contar a todas las fulanas que trabajan en este club, pero si no había dos centenares, poco faltaba.

Situado en la carretera de Castelldefels, a unos ocho minutos desde la Plaza de España, probablemente es un lugar único en nuestro país. Cuando llegué, dos cosas me llamaron la atención, incluso antes de entrar en el local. Por un lado, la taquilla en la que se expiden las entradas al lupanar, en la que tuve que aguardar cola dada la enorme afluencia de puteros en dicho garito, que más parece un cine de estreno que una ramería. Por otro, el tamaño de los vigilantes, que aun sin saber si eran o no skinheads de ANELA, recordaban mucho a mis camaradas más voluminosos de Ultrassur. Como en todos los momentos de esta investigación, exceptuando un par de viajes a Murcia, yo estaba completamente solo y sin ningún tipo de ayuda, y me parecía, antes de cruzar el umbral, que aquella enorme masa humana podía ponerme las cosas difíciles para que nadie tropezase conmigo y descubriese la cámara oculta que llevaba bajo la chaqueta.

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