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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

El bokor (11 page)

BOOK: El bokor
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Adam Kennedy miró la iglesia donde había oficiado tantas veces, ahora no estaba abarrotada de gente, sino de autos de la policía con sus luces intermitentes, unidades móviles de algunos noticieros que querían robarse la primicia de aquel escandaloso crimen y que ya empezaban a recoger el equipo dando por descartado que nada más de interés sucedería y unos cuantos curiosos que se resistían a seguir con la rutina de sus vidas.

—Bienvenido de nuevo, detective Bronson —dijo un uniformado de aspecto infantil— ya hemos llevado a la señora Bonticue a su casa, la pobre mujer sufrió un susto de infarto.

—¿Han terminado su trabajo los de la científica?

—Se marcharon hace unos minutos, después de hablar con el padre Ryan.

—Por fin apareció el sacerdote —dijo Johnson.

—Así es detective, al parecer estaba fuera de la ciudad atendiendo algunos asuntos privados, al llegar apenas comenzaban a bajar los cuerpos.

—¿Diría que estaba impactado? —Preguntó Johnson.

—Bastante, no era para menos, encontrarse a dos tipos colgando como reses en medio de ese mar de sangre.

—¿Los de la científica han adelantado algo?

—No señor, ya sabe como son esos chicos, parecen ratones de laboratorio con batas blancas y cubrebocas.

—Le presento al padre Kennedy —dijo Bronson.

—Buenos días padre —dijo el uniformado que llevaba una identificación que lo acreditaba como oficial Stevenson.

—Buenos días oficial.

—¿Oficia usted en esta iglesia?

—Solía hacerlo hace muchos años.

—Lamento que deba venir a ver este espectáculo, aunque ya se han llevado los cuerpos, la sangre sigue estando allí.

—No se preocupe.

—Ahora que lo recuerdo, un hombre ha venido a buscarlo, me pidió hablar con el sacerdote y cuando le llevé al padre Ryan me dijo que no se trataba de ese cura sino del padre Adam Kennedy.

—¿Se ha identificado?

—Dijo ser Alexander McIntire.

—El padre del chico que se suicidó —dijo Bronson— y a quien usted visitó ayer.

—Así es, supongo que estaría preocupado, cuando vio como me habían atacado al ir a visitarlo se sintió culpable, de seguro habrá pensado lo peor…

—¿Y eso sería?

—Que el cuerpo que colgaba era el mio.

—Afortunadamente no fue así.

—¿Ha dejado algún mensaje? —Preguntó Adam que temía que se tratara de Jenny.

—Ninguno, solo se retiró luego de intentar ver los cuerpos. Se ha decepcionado cuando le dije que ya estaban en la medicatura forense.

—Bien Stevenson, haga el favor de decirle al padre Ryan que deseamos hablar con él. Vamos padre —dijo Bronson— quiero que vea la escena cuanto antes.

Caminaron deprisa hasta la entrada lateral de la pequeña iglesia en el centro de la ciudad, que por un día viviría una inusitada atención.

—Pise con cuidado —señaló Bronson— aunque los de CSI ya han tomado las muestras siempre pueden haber olvidado algún detalle. Tome usted estos guantes —dijo extendiéndole unos de látex al tiempo en que se ponía los suyos.

—¿Hace cuanto tiempo no visitaba la iglesia, padre?

—Un par de meses, quizá tres.

—¿Cambió usted de parroquia?

—No, tan solo he dejado de asistir a misa, con la salvedad del entierro de mi amigo que se llevó a cabo a algunos kilómetros de aquí.

—No es lógico en un sacerdote ¿o si?

—No, no lo es, pero como le he dicho antes, estoy intentando recuperar mi fe.

—Es una tarea difícil.

—Lo es detective, dígame, ¿es usted creyente?

—Yo diría que si, aunque muy a mi modo.

—Vamos, que es usted bautizado pero no cumple con los preceptos religiosos.

—Mea culpa.

—Creo que es culpa de todos, quizá en la iglesia debimos hacer algo diferente para que jóvenes como ustedes dos no perdieran la fe y el deseo de oír acerca de Dios.

—Disculpe padre, pero en nuestra profesión, con las cosas que vemos a diario, es difícil creer en un Dios que mueve los hilos de esta humanidad.

—Dios no es un titiritero.

—Quizá el demonio sí.

—Es algo que no puedo contradecirle.

—Tal vez todo este caso se trate de eso, el demonio utilizando a alguien…

—Un caballo.

—¿Un qué?

—Un caballo, es una historia común en Haití, los espíritus se posesionan de un hombre, el caballo, y actúan a través de éste en el mundo de los vivos.

—¿Lo convierten en una especie de zombi?

—Algo por el estilo, teniente Bronson.

—Una pregunta antes de entrar padre Kennedy, ¿Una persona, un caballo como usted lo llama, podría cometer un asesinato y luego no recordar nada al respecto?

—Es perfectamente posible, mas no porque el crimen lo haya cometido un demonio, sino porque alguien con personalidades múltiples realmente es incapaz de recordar las cosas que hizo, cuando aflora una nueva personalidad.

—Eso parece una posesión demoniaca en verdad.

—Mire detective, es muy probable que muchos de los casos que fueron tratados por la iglesia misma como posesiones y donde incluso se llegó a realizar exorcismos, no fueran más que desórdenes de la química del cerebro de estas personas.

—No cree en los exorcismos entonces.

—Es algo difícil de explicar.

—Inténtelo por favor padre.

—Como le he dicho, la sugestión es la verdadera responsable de que las personas se curen cuando asisten a sesiones de alabanzas a Dios y esas cosas, también lo es de que las personas enfermen y presenten todos los síntomas que usted puede asociar con una posesión.

—¿Fuerza sobrenatural?

—Así es.

—Hablar en lenguas.

—Eso es algo más controversial.

—¿Volver la cabeza como la chica del exorcista?

—Eso es físicamente imposible sin quebrarse las vértebras.

—Padre Kennedy, ¿Alguna vez practicó usted un exorcismo?

Adam se quedó pensativo, recordando algunos de los momentos más difíciles que le tocó vivir en Haití, luego volvió a serenarse y respondió con un giro de su cabeza de izquierda a derecha y luego a la inversa.

—No niego que me habría interesado escuchar de primera fuente algo tan extraordinario como un exorcismo, padre Kennedy.

—No es algo agradable detective, créame, las personas que dicen estar poseídas, sufren mucho y por supuesto, también sufren quienes conviven o tienen trato con ellas.

—Bien, vamos adentro, supongo que esto tampoco será agradable para usted, pero créame cuando le digo que en este momento no se me ocurre nada mejor que hacer para hallar una luz en todo esto.

Los tres hombres ingresaron cautelosos a la escena del crimen. Todavía podía sentirse el olor dulzón de la sangre.

—Tenga cuidado al pisar, padre.

Adam observó el piso de la iglesia, de mosaicos grandes y perfectamente alineados. La iglesia no era fastuosa, pero estaba decorada con muy buen gusto. La luz natural se colaba a través de vitrales multicolores y la temperatura dentro era muy agradable. Johnson encendió las luces y el ambiente cambió completamente. Sobre el piso cercano al altar se podía ver un enorme charco de sangre que lucía coagulada y tenía un aspecto negruzco. Pudo ver las huellas donde la señora Bonticue se había resbalado y como debió haber chapoteado para levantarse presa del pánico, esa zona era un desastre de huellas. Más adelante, se veía que la señora no había penetrado y que los oficiales del CSI habían hecho su labor prolijamente, la mancha de sangre parecía haber corrido libremente y presentaba una imagen ovalada hasta llegar a una grada que paró su recorrido. Adam levantó la vista y aún pudo ver los trozos de soga con que habían sido colgados los dos tipos, uno junto al otro, las sogas eran de un grosor suficiente para sostener a un cerdo de regular peso.

—Los han colgado aún con vida —dijo Bronson sacando al sacerdote de su mutismo. —Los chicos de la científica dicen que las marcas de la soga en sus tobillos dejan ver que cuando los colgaron aun estaban con vida. Además, el corte en el cuello les segó la vida. Estos hombres murieron colgando de sus pies. Quien los mató debió someterlos primero, quizá con alguna droga o haciéndoles perder el conocimiento. No hay señales de que haya habido una lucha dentro de la iglesia, con lo cual, parece ser que cuando los trajeron ya estaban sin conocimiento. Con lo cual, traerlos a la iglesia no fue algo fortuito, es posible que los hayan traído desde cualquier punto de la ciudad para matarlos en este sitio.

—Entiendo lo que dice, quien los haya asesinado debe conocer bien el sitio y además no temió andar por la ciudad con dos sujetos desmayados en un coche.

—Supongo que su aspecto no despierta sospechas —dijo Johnson.

—Aun así, es arriesgado traer dos cuerpos hasta este sitio, —dijo Kennedy— por más que la mayoría de la población se encuentre en las cercanías de los carnavales, siempre pasará por aquí algún taxi o auto de la policía.

—Eso mismo pensaba, además, —dijo Bronson señalando el camino que había recorrido— no hay señales de que los cuerpos hayan sido arrastrados.

—Los levantaron en peso.

—Así es padre y cada uno de esos tipos debió pesar unos ochenta kilos.

—Es una tarea para al menos dos personas.

—Puede ser. Supongo que los trajeron aquí, desmayados, sin poder defenderse, los tiraron al suelo, los ataron a un extremo de la cuerda y luego pasaron el otro extremo por encima de esa viga. Luego tiró…

—O tiraron —dijo Kennedy que seguía con atención el relato de Bronson.

—O tiraron, del peso muerto hasta dejarlo a la altura de su cabeza, después, les cortó la yugular y dejó que se desangraran formando entre ambos un enorme charco de sangre. Y luego… ¿Qué supone que hizo el asesino?

—Supongo que escapar.

—No padre, si los trajo a este sitio, es porque significaba algo especial, quizá algo así como una ofrenda a Dios. Puede que haya realizado una especie de ceremonia.

—¿Una misa negra? ¿Un culto satánico? ¿Quizá una especie de ritual?

—De ser así padre, ¿qué tipo de cosas deberíamos buscar?

—Tal vez alguna vela especial.

—Las hemos revisado todas, si usó alguna se la ha llevado.

—Quizá huellas en los candelabros.

—Haré que los revisen.

—¿Huele a jazmín? —Preguntó Kennedy.

—Así es, hay varios arreglos florales con jazmines.

—¿Han preguntado al padre Ryan si estaban aquí para la última misa de ayer?

—No. ¿Significa algo especial?

—Cuando estuve en Haití algunas ceremonias que el pueblo realizaba tenían que ver con esta flor, creo que le consideraban una especie de guía para los muertos, para que encontraran el camino al cielo.

—No tiene sentido —dijo Johnson. —¿Por qué alguien que asesina desearía enseñarle a su víctima el camino del cielo?

—Remordimiento tal vez —dijo Kennedy. —Puede que esto sea obra de alguien con doble personalidad…

—¿Uno bueno y otro malo? —dijo Johnson sonriendo irónico.

—No es más que una conjetura, quizá sea descabellado.

—Adelante padre —dijo Bronson haciéndole una señal a su compañero para que no interrumpiera más.

—No es mucho lo que puedo decirles, quizá sea alguien con doble personalidad o dos personas diferentes, uno sádico capaz de cortarle el cuello a estos hombres…

—Y otro que se arrepiente y les trae flores para que encuentren el camino al cielo.

—Sé que suena estúpido, me arrepiento de haberlo siquiera mencionado.

—¿Ve algo más, padre Kennedy?

—Nada fuera de lugar, quizá el padre Ryan sea de más ayuda.

—No creo que pueda decirles mucho —dijo Ryan caminando deprisa por delante del oficial Stevenson— padre Kennedy, caballeros…

—Padre Ryan —dijo Bronson— deseamos hacerle algunas preguntas. —Ryan era un sacerdote de cerca de cincuenta y cinco a sesenta años, de contextura delgada, con su pelo completamente blanco. Usaba unos lentes circulares que lo hacían verse extraño, del tipo de persona que no olvidarías luego de verlo una vez.

—Necesito tantas respuestas como ustedes —dijo Ryan—, como sabrán he estado fuera de la iglesia toda la noche y no fue hasta bien entrada la mañana que volví para encontrarme con todo esto.

—Lamento mucho lo que sucede —dijo Kennedy.

—Gracias padre, —dijo Ryan tomando a Kennedy por las manos y mostrándose sorprendido cuando las vio lastimadas, pero prefirió no preguntar.

—Padre, —continuo Bronson. —¿Es habitual en usted este tipo de salidas?

—Lo hago una vez a la semana.

—¿Siempre en el mismo día?

—Normalmente lo hago los miércoles, pero esta semana se me complicó y he tenido que esperar hasta el viernes para poder salir.

—En una semana normal, digo, de haber estado usted por aquí, ¿se habría enterado de lo que sucedía?

—La zona donde duermo está algo alejada de la capilla, tendrían que haber hecho mucho ruido para que escuchara algo.

—Entiendo… —dijo Bronson que esperaba que el sacerdote continuara, pero no fue así, por lo que tuvo que repreguntar— padre Ryan, ¿Conocía usted a estos tipos?

—Al de color creo haberlo visto en un par de ocasiones, en el albergue donde alimentamos a los desamparados. El blanco no se me hace conocido.

—¿Está el albergue aquí mismo?

—En la otra cuadra, es el edificio de la esquina, el de dos plantas.

—Es posible entonces que ese hombre se dirigiera al albergue cuando fue atacado —dijo Johnson.

—Esta zona es un poco peligrosa, hemos pedido ayuda a la policía desde hace mucho tiempo, pero al parecer andan escasos de personal y no hay para destacar a un oficial por los alrededores.

—El mismo padre Kennedy fue víctima de un asalto el día anterior —dijo Johnson.

—Válgame el cielo —dijo Ryan— con una pose sobreactuada— a eso se debe la herida en su cabeza…

—No es nada —dijo Kennedy— solo un rasguño…

—Espero no se trate del mismo sujeto, odiaría pensar que su vida estuvo en peligro.

—A decir verdad —dijo Johnson— los sujetos muertos fueron los que asaltaron a Kennedy.

—¿Quiere decir que…

—Así es padre Ryan.

—Dios los haya perdonado.

—Hablando del perdón de Dios —dijo Bronson— padre, es habitual el uso de arreglos de jazmines en la capilla.

—De los arreglos se encarga la señora Bonticue…

—Hemos hablado con ella.

—Lo sé, la pobre señora se encontró con todo este desastre.

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