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Authors: José María Fernández-Luna

Tags: #Intriga, #Policíaco

El caso del mago ruso (50 page)

BOOK: El caso del mago ruso
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Minutos después, cuando el tren comenzaba a adquirir una mayor velocidad, introdujo su mano en el bolsillo. Buscaba aquello que le había entregado la baronesa en el andén. Se trataba de un brillante engastado en oro: un valioso anillo en cuyo interior podían leerle las iniciales:

C.P.F. VIUDA DE BONET

Una muestra de amor.

En aquel instante se abrieron las puertas de su compartimento. Eran dos monjas del convento de las Siervas de María. Iban recolectando dinero entre los pasajeros para enviarlo a los hospitales de la Cruz Roja Internacional, ubicados en los distintos países europeos que sufrían las consecuencias de la Gran Guerra.

Fernández-Luna volvió a mirar la sortija que sostenía en su mano derecha. No dudó ni un instante en entregársela a una de las hermanas de la caridad.

—Aquí tiene —le dijo, poniéndola en su mano—. Espero que sirva para paliar el dolor de los que sufren. Es lo que hubiera deseado su antigua dueña.

Las religiosas parpadearon debido a la sorpresa. Aquella joya debía de valer cerca de tres mil pesetas. Alborozadas, le dieron afectuosamente las gracias, prometiéndole que habrían de rezar por la eterna salvación de su alma.

El madrileño recordó las palabras que en cierta ocasión le había dicho su madre, siendo él un niño: «Ofrecer limosna no nos redime de nuestros pecados, pero nos convierte en mejores personas».

Y he aquí que sintió un irremediable deseo de estrechar a Ana entre sus brazos.

Epílogo

Un año después…

París, 21 de agosto de 1917

Anatole se retrasaba. Llevaba esperándolo toda la noche, desde mucho antes de la hora convenida. Tal vez por eso se le antojaba ya una eternidad.

Sentada en la terraza de un concurrido café, en Montmartre, María Duminy analizaba la desenfrenada conducta de la gente bohemia que se reunía a su alrededor. Los pintores y sus amantes modelos bebían absenta en los diversos
bistrot
ubicados en la Place du Tertre. Un grupo de intelectuales, que se hacían llamar «Los Malditos», se hallaban reunidos alrededor de una mesa frente a varias botellas de vino vacías. Voceaban como energúmenos, borrachos de alcohol y romanticismo. Recitaban versos prohibidos, censurados por la gran mayoría de los críticos franceses. Como era de esperar en un barrio tan alegre, disipado y licencioso como aquel, igualmente pululaban prostitutas de todas las edades y proxenetas que vivían de los negocios meretricios. Eso sin olvidar a los rateros de poca monta que acechaban a los opulentos caballeros con el fin de sustraerles, en un descuido y con asombrosa habilidad, sus carteras y relojes.

Eso era lo que más le atraía de París: su sordidez e intemperancia. En lugares así se sentía viva.

Saboreó el vino que contenía su copa de cristal tallado. Cerró los ojos. Alampada por el regusto del licor sintió un cosquilleo en su estómago. Necesitaba a Anatole. No solo por la curiosidad de saber cuál era el nuevo destino que le había designado Galleani, también porque llevaba varios días sin hacer el amor y le urgía apagar el fuego que consumía sus entrañas, más allá de sus rotundos muslos. El francés le había demostrado en varias ocasiones que un hombre de verdad ni se rinde ni entrega las armas hasta caer exhausto tras la batalla carnal. Y es que su nuevo amante era, aparte de su extraordinaria dotación viril, todo un semental.

Solo de pensar en él se le humedecieron los labios. Para apagar su sed, se bebió de un trago el contenido de la copa.

—¿Me invitas a un aguardiente? —escuchó una voz a su espalda.

Su corazón dio un vuelco en el pecho. Ya no habría de esperarle más.

—Y a una botella si hace falta. —Lo recibió con su mejor sonrisa.

El individuo en cuestión, vestido con una elegancia singular propia de un
dandy
, tomó asiento frente a la cubana al tiempo que dejaba sobre la mesa un abultado sobre de grandes proporciones.

—Antes de que perdamos la cabeza y nos emborrachemos hasta perder el sentido, deberías echarle un vistazo al informe que nos han enviado desde Vermont. —Hizo un gesto con la mano para atraer la atención del camarero. Luego siguió hablando—. Tengo la impresión de que no va a ser de tu agrado.

—¿A qué te refieres? —se interesó la
vedette
.

—Hablo de tu nueva misión.

El joven mozo se acercó a la mesa con el fin de atender al cliente. Anatole pidió una copa de coñac para él y un vaso de vino para María. El camarero asintió con la cabeza, regresando de nuevo al interior del local.

—Por muy dificultoso y arriesgado que sea, no creo que supere a lo que tuve que vivir el año pasado en Barcelona. —Se estremeció al recordar la muerte de su hermano Miguel.

—Júzgalo tú misma. —Señaló el sobre con el mentón—. Mi trabajo se limita a entregarte el informe.

La Mulata se hizo con él. Extrajo unas cuartillas escritas a mano. Las fue leyendo una a una. De forma detallada, Galleani le daba instrucciones para organizar un nuevo y espectacular atentado en el Viejo Continente. El nombre de la ciudad donde debía actuar le era completamente desconocido. No había oído hablar de él en toda su vida.

—¿Guecho? —preguntó, frunciendo la mirada—. ¿Dónde demonios está eso?

—En el norte de España, cerca de Bilbao y en la costa. Es allí donde residen las grandes fortunas.

—No me hace ninguna gracia volver a ese país. —Torció el gesto—. Y menos ahora, que los ánimos andan exaltados debido a las consecuencias de la huelga revolucionaria iniciada por anarquistas y socialistas este verano. He oído decir que en Barcelona se suceden a diario los actos de terrorismo entre los sicarios de la patronal y los obreros. No es el mejor momento para proyectar un atentado.

—Estoy al tanto de lo que ocurre en España. —Anatole arrugó la frente antes de continuar en voz muy baja, casi en un susurro—: Tranquila, ya se te ocurrirá algo. Además, hay tiempo de sobra. No hemos de actuar hasta el próximo verano.

—¿De quién se trata esta vez?

—Sigue leyendo y te enterarás —la instó, esbozando luego una sonrisa de medio lado.

María retomó la lectura. Al cabo de unos segundos, ya casi al final de la carta, pudo ver escrito un nombre: el de la víctima. Arrugó la frente, reflexiva. Hubo de reconocer que el trabajo era de alto riesgo. Aun así, asumió la responsabilidad de llevarlo a buen término.

—¿Sabes lo que pienso?

—Tú dirás…

—Que Galleani es un auténtico hijo de puta. —La cubana se echó a reír.

—¿Eso significa que aceptas el trabajo?

María guardó silencio. Entreabrió sus labios, proyectando una amplia y mordaz sonrisa. Su elocuente mirada hablaba por sí misma.

Cumpliría su nueva misión.

JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ-LUNA, más conocido por su seudónimo Patrick Ericson (Alhama de Murcia, 1962), publica su primera novela,
Baile de dríadas
, en 2000, y su primer poemario,
De Profundis
, un año después.

Entre 2003 y 2005 colabora en diversas publicaciones, como
Águilas Magazine
y
Alhama, mi pueblo
. Desde 2008 hasta 2011 dirige la sección «Compromiso Literario» de la revista sociocultural
Entrelíneas
, en la que promueve obras de otros autores españoles contemporáneos.

Desde su posición de autor, ha apadrinado la asociación literaria malagueña
Mejor con un Libro
. También formó parte del jurado del I Premio de Novela corta Mejor con un Libro. Asimismo, ha sido jurado por dos años consecutivos del certamen de relato celebrado en el Centro Municipal de El Carmen (Murcia).

Parte de su obra ha sido traducida al portugués.

http://epubgratis.me/taxonomy/term/5877

Notas

[1]
Noticia extraída del diario
ABC
del 10 de septiembre del 1916.
<<

[2]
Provincialismo de Colombia. Equivalente a «abatida, sin ánimo».
<<

[3]
Expresión propia de Colombia. Significa estar en apuros, o en un gran aprieto.
<<

[4]
Electra
, de Sófocles.
<<

[5]
Departamento de Inteligencia del Estado Mayor alemán.
<<

[6]
Hermandad con los Voluntarios Catalanes.
<<

[7]
Esto es un juego de palabras, pues tanto en Venezuela como en Colombia, la palabra «mamagüevo» adquiere dos significados: persona que disfruta practicando el sexo oral, y también un modo de insultar a la gente que califican de estúpida. (
N. del A.
)
<<

[8]
Nombre que recibió, hasta mediados del siglo
XX
, el cruce entre Paseo de Gracia y la Gran Vía Diagonal. Se la llamaba así porque, ya en los primeros trabajos de urbanización y ordenación de la zona, la plaza de Francisco Pi y Margall se proyectó con cinco círculos, uno al medio y cuatro alrededor, por lo que tema cierta semejanza con la carta de la baraja tradicional española.
<<

[9]
Hola, mi amor.
<<

[10]
Quechuismo de Colombia. Significa: «Plantista, fanfarrón, charlatán».
<<

[11]
Lenin.
<<

[12]
Departamento de Seguridad. Era el Cuerpo de la Policía Secreta del régimen zarista en Rusia desde mediados del siglo
XIX
.
<<

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