El coleccionista (6 page)

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Authors: Paul Cleave

Tags: #Intriga

BOOK: El coleccionista
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Abro las ventanas del estudio y dejo que entre el aire. Es aire cálido, pero al menos ventila el ambiente. Para hacerlo circular levemente, saco un ventilador de un armario, lo enchufo y la gruesa capa de polvo que cubría las aspas enturbia el aire durante los primeros diez segundos y me provoca un ataque de estornudos que dura sesenta segundos más. El contenido de la carpeta ocupa cinco centímetros de grosor que distribuyo sobre la mesa en varias pilas. El ventilador levanta las esquinas de las páginas cada veinte segundos, cuando oscila hacia ellos. Hay informes, declaraciones y copias de pruebas forenses. También hay fotografías de magulladuras, cortes y sangre y un DVD con una grabación de Melissa X asesinando al inspector Calhoun. Cuatro cadáveres, mucho papeleo y Melissa sigue suelta. Tienen muestras de ADN, huellas dactilares e incluso secuencias filmadas de la mujer, pero aun así, sigue siendo poco más que un fantasma. Su rostro ha llenado las primeras páginas de los periódicos. Se han dedicado tres episodios de
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a intentar recabar información sobre ella. Han recurrido incluso a médiums. Sin embargo, nadie sabe dónde está y, lo que es más extraño, no ha aparecido nadie que la haya identificado. No hay familiares, ni amigos, ni compañeros de trabajo o de clase, ni médicos ni profesores que hayan tratado con ella en el presente o en el pasado y la hayan reconocido. Podría ser que se llamara Melissa, pero también podría ser que no. En un momento durante la investigación del Trinchador, llegó a personarse en comisaría para contribuir a la identificación de un sospechoso. En realidad dio información falsa para ayudar al Trinchador a evadir el arresto. Se identificó como Melissa Graves y en ese momento nadie tenía motivos para dudar de ella. El nombre, por supuesto, no es real. Desde entonces ha quedado reducido a Melissa X, aunque muy probablemente ni siquiera se llame Melissa, en realidad.

Unos días después atraparon al Trinchador, y a partir de ese momento nadie ha vuelto a ver a Melissa. La opinión generalizada durante las primeras semanas tras el arresto del Trinchador era que Melissa X había pasado a engrosar el número de víctimas de este y que, por tanto, estaba muerta. Luego empezaron a salir los cuerpos y Melissa X, que había pasado de sospechosa a víctima, volvió a recuperar su condición de sospechosa.

Desde que arrestaron al Trinchador hace cinco meses, se han llevado a cabo muchos intentos para que aporte información acerca de la mujer, pero todos han sido en vano. Melissa X es un monstruo que lleva las manos manchadas con la sangre de al menos cuatro personas. No culpo a Schroder de que quiera obtener un punto de vista lo más alejado posible.

El informe detalla cada uno de los homicidios, empezando por el de Calhoun. Los otros tres tipos llevaban uniforme, aunque no los encontraron cerca de los cadáveres, que aparecieron en ropa interior. Dos guardias de seguridad y un agente de policía. Al agente lo hallaron en un parque, desnudo. Lo habían torturado. A uno de los guardias de seguridad lo encontraron en su casa y, según el informe, la única cosa que faltaba era el uniforme. Al otro guardia lo hallaron en el campo de golf por el que patrullaba. Su cuerpo casi desnudo no estaba muy lejos del hoyo catorce y presentaba los mismos signos de tortura que los de los otros hombres: un testículo completamente aplastado, la misma herida que Melissa le produjo al Trinchador de Christchurch. No se ha encontrado ninguna relación entre los tres hombres aparte de la manera como les rajaron la garganta y del hecho que a los tres les faltara el uniforme que solían llevar. Y no había nada que los relacionara con el Trinchador. Circulan dos teorías acerca de por qué los despojó de sus uniformes: o bien por una cuestión práctica y poder así hacerse pasar por uno de esos hombres, o bien porque constituían un trofeo para la asesina. Se desconoce el motivo de las torturas, pero una vez más hay dos hipótesis: una de ellas es que intentaba conseguir información y la otra que lo hizo simplemente para divertirse. Miro el DVD en el salón y concluyo que los hería por pura diversión. El inspector Calhoun aparece atado a una silla dentro de un cuarto de baño y tiene la boca tapada con cinta americana. Tiene manchas de sangre en la camisa y la piel que rodea la cinta está seca y muy magullada. Su mirada es de auténtico terror, con los ojos muy abiertos, tiene la cara empapada en sudor y parece que no haya dormido en una semana. Las imágenes se tomaron dos días antes de que capturaran al Trinchador.


No comprendo a qué estás jugando, Joe
—dice Melissa.

No hay sonidos de fondo. Su voz llega desde alguna parte fuera del plano de la cámara. Según el informe, los ángulos de la grabación y un examen del apartamento demuestran que la cámara estaba oculta en el armario, apuntando hacia fuera. Eso significa que Melissa no sabía que la estaban filmando. Es posible que Joe estuviera intentando chantajearla, pero el informe no lo dice.


Quiero que vea de lo que eres capaz
.

Son palabras de Joe el Trinchador y su voz también está fuera de plano. La grabación sigue mostrando únicamente a Calhoun, con un pánico patente en los ojos. Rezuma miedo por cada uno de los poros de la piel. Calhoun no necesitaba ser inspector de policía para saber qué estaba a punto de ocurrirle. Se me encoge el estómago y cojo el mando a distancia más fuerte para intentar que dejen de temblarme las manos.

—¿
Ah, sí? ¿Tienes algo contra él?
—pregunta Melissa.


Suficiente
.

Me pregunto qué quiere decir con «suficiente» y estoy seguro de que no soy el único que se lo pregunta. Se encontraron huellas de Calhoun en un cuchillo que había sido utilizado para matar a una prostituta pocos días antes de su muerte, pero había sido un montaje. Calhoun era inocente.


Te olvidas de algo, Joe
.

—¿
De qué?


De que no lo necesito
.

Entonces aparece Melissa, una mujer alta y con un atractivo físico desbordante, aunque sus ojos no cuadran con el resto. Su cuerpo y su rostro transmiten ese tipo de belleza que esperarías encontrar en una mujer acostumbrada a desfilar por las pasarelas vestida con la última moda, pero sus ojos cuentan una historia distinta, sus ojos son los de alguien de quien no te sorprendería que pasara las noches despellejando gatitos. Se acerca a Calhoun con garbo y las venas del cuello se le hinchan mientras le hunde el cuchillo en el pecho. La cámara no se mueve. Joe no entra en escena. Quiero quitar el sonido de la tele porque no quiero oír los gritos de Calhoun, por algún motivo me parecen peores que verlo retorcerse de dolor debajo de ella. Se oye un gargarismo prolongado, como cuando el desagüe se traga el agua que termina de vaciar una bañera. Cuando todo ha acabado, Melissa ladea la cabeza hacia la derecha para peinarse el pelo con la mano y mira hacia la cámara, aunque no directamente. El Trinchador no llega a aparecer en ningún momento.


Estúpida zorra. ¿Cómo has podido hacer algo así?

Ella le arranca la cinta americana a Calhoun y de su boca sale un chorro de sangre que le mancha el pecho y la barriga.


Lo que me sorprende es que pensaras que no sería capaz
. —A mí también me sorprende—.
Te lo dije, Joe
—continúa ella—,
nada de trucos
.


No me lo dijiste
.


Bueno, pues deberías haberlo deducido. Aún quiero mi dinero
.

A continuación, la grabación se vuelve aún peor. Esa mujer tiene una frialdad que no había visto en mi vida, una belleza fría que se mantiene intacta incluso cuando recupera el cuchillo y le raja la garganta a Calhoun con él. Poco después de que ella se aleje termina la grabación. Melissa dijo nada de trucos, pero grabarla en vídeo era precisamente eso, un truco. Me pregunto qué dinero debe de ser el que menciona. Según el archivo, a Joe se le hizo esa pregunta, pero no la ha respondido.

Apago el televisor y recorro lentamente el pasillo que conduce al estudio, más decidido ya a ayudar a Schroder. Por eso ha incluido el DVD. La relación entre Melissa y el Trinchador es difícil de comprender. Ella lo torturó, pasaron a ser amantes y él no está dispuesto a dar información alguna acerca de ella. No tiene sentido. De no haber arrestado al Trinchador, ¿habrían seguido juntos hasta que uno de los dos hubiera matado al otro?

Una hora más tarde no queda espacio libre en mi mesa y he tenido que poner el ventilador en punto fijo para que no se llevara mis papeles. Al cabo de dos horas, parte del suelo está cubierto de papeles y algunas de las imágenes están pegadas con cinta adhesiva a una pizarra que tengo en el estudio, mientras que el ventilador vuelve a estar dentro del armario. Tengo todas las ventanas de la casa abiertas. Puedo oír un equipo de música a todo volumen y a alguien cantando, viene de una de las casas vecinas. Querría poder pensar en silencio, pero decido encender mi propio equipo de música, porque prefiero escuchar mi música que la de otra persona. Escucho un disco de los Beatles y pienso que antes las cosas eran más sencillas, pero enseguida me doy cuenta de que nunca lo fueron. Durante estas dos horas he creado montañas de caos y no he conseguido hacerme una idea clara de quién es esa mujer.

El guardia de seguridad del campo de golf fue el último cadáver que encontraron, de eso hace tres semanas. Me pregunto para qué debe de querer Melissa sus uniformes. Sin embargo, tantas especulaciones me dejan agotado y cuando ya son tres las horas que han pasado empiezo a andar por la casa, intento poner algo de distancia entre mí y toda esa recopilación de pruebas. Hago una pausa en la cocina y me preparo un bocadillo. Al llegar a casa tenía previsto encontrar la manera de ir a ver a mi esposa, pero por algún motivo han transcurrido ya tres horas y ni siquiera he pensado en ella un solo instante. Me apetece tomarme una copa. Una cerveza para empezar y ver qué ocurre, pero no hay ni una gota de alcohol en la casa. Acabo sentado en la mesa del comedor con mi almuerzo y un vaso de leche, igual que cuando era niño.

Hay todo un mundo esperándome en el estudio, un mundo del que creía haber escapado. Termino de comer y ya he recorrido la mitad del camino que separa el comedor de ese mundo cuando de repente alguien llama a la puerta. Mis padres habían dicho que telefonearían primero, por lo que no deben de ser ellos. En cualquier caso, a través del cristal borroso solo veo una figura. No me apetece abrirle. Sea quien sea, lo único que quiero es decirle que se vaya, pero sigue llamando y me dirijo hacia allí y abro la puerta. Es mi abogado. Hace un año, mi abogado quería matarme. Me ató y me llevó al bosque. Me tiró al suelo y me obligó a mirar fijamente el cañón de una pistola mientras decidía si debía apretar el gatillo o no. Solo se me ocurre que haya venido a terminar lo que no pudo terminar entonces.

6

Cooper nota un olor a moqueta, a polvo y un sabor metálico, junto con algo más que no acierta a ubicar, algo que le hace pensar en viejas películas en blanco y negro en las que abren féretros medio podridos y ven que hay arañazos en la parte interior de las tapas y que los muertos tienen las uñas gastadas y rotas. Los ojos le pesan y le escuecen demasiado para abrirlos. La oscuridad está conectada ópticamente a una mente que se siente desnuda. Tiene la cabeza a punto de estallar y se pregunta qué clase de resaca es esa, antes de decidir enseguida que debe de ser de las peores, de esas que te hacen desear estar muerto en lugar de borracho. Nota un zumbido en los oídos y le escuece el pecho.

Lo primero que le viene a la cabeza es la ola de calor, una ciudad asediada por el sol. Podría ser el motivo por el que había empezado a beber. Joder, es una buena razón para que empiece cualquiera. Ha bebido cuanto ha podido y luego ha perdido el conocimiento en algún lugar fresco, porque sea cual sea el lugar en el que está en ese momento, fresco lo es. Apuesta a que su esposa está igual de borracha en algún lugar, pero luego recuerda que ya no tiene esposa, que se separaron hace tres años, aunque no consigue recordar por qué, tendría que esforzarse para ello, y puesto que no ha tenido ninguna relación más después de su esposa, o al menos ninguna relación seria, y que actualmente no hay nadie en su vida, llega a la conclusión de que probablemente ha empezado a beber solo. Claro que había dejado de beber, o eso creía. En el pasado, la bebida le había traído problemas. Se apoya en un costado y la cama cruje y rechina bajo su peso. No es su cama, no reconoce ninguno de esos sonidos. Entonces piensa: «Estoy en el hospital. He sufrido un accidente, sea lo que sea lo que me ha ocurrido, no tiene nada que ver con un exceso ocasional de whisky». Aguza el oído, pero no consigue oír ninguna charla entre pacientes, ni pasos, o el bing bong del intercomunicador llamando a código azul o código rojo en la habitación ciento y algo. La última vez que puso los pies en un hospital fue hace dos años, cuando su tío cayó enfermo, cuando descubrieron que un cáncer se estaba comiendo a su tío por dentro. Recuerda que otro anciano de la misma habitación tenía que cagar en un recipiente de plástico dispuesto bajo el asiento de una silla que tenía junto a la cama. El olor fétido que llenaba la habitación era suficiente para alejarlo de allí. Pero no hay nada de eso donde está en este preciso instante, ni los sonidos ni los olores. Eso no es un hospital.

Se masajea los ojos cerrados con las yemas de los dedos y se estremece de dolor cuando palpa un bulto del tamaño de una pelota de golf en la frente. Consigue abrir los ojos y lo ve todo borroso y descolorido. Parpadea enérgicamente para poder aclararse la vista un poco, pero no sirve de nada. Sea cual sea el lugar en el que se encuentra, no hay demasiada luz. Tiene la cara arañada, le escuece al tacto. Recuerda que iba andando hacia su coche después de cerrar la puerta del garaje. Llevaba su maletín aunque no recuerda por qué, no debía de tener ningún motivo concreto para ello, y luego fue cuando… cuando… ¿qué?

—Dios… —exclama antes de intentar levantarse y de darse cuenta de que el cuerpo no le responde. Consigue incorporarse sobre los codos un momento, vuelve a caer y se golpea el brazo con el borde de la cama al desplomarse, sus nudillos chocan contra el suelo de hormigón y la piel que los recubre le queda magullada. Se los lleva a la boca y el sabor de la sangre le parece dulce. Necesita levantarse. Necesita salir de ese lugar. El tipo. El tipo le había preguntado la hora y luego… y luego perdió el control de su cuerpo. Había quedado tendido en el suelo y el sol le había estado dando en los ojos hasta que el tipo se había interpuesto y lo había ensombrecido. No había podido moverse. Ni siquiera había podido hablar. Junto a su cara, en el suelo, había visto confeti pero no sabía por qué. El tipo se había agachado, le había cubierto la cara con un trapo y él no había podido hacer nada para evitarlo. Y luego… luego esto.

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