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Authors: Carlos Rodríguez

Tags: #Ensayo

El encantador de gatos

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El gato ha tenido siempre fama de independiente, de neurótico, de misterioso. La historia lo ha considerado como un dios o como un símbolo de mala suerte. A pesar de tener siete vidas, una curiosidad inagotable y una personalidad única que no deja a nadie indiferente, sigue siendo el gran desconocido. Ha llegado el momento de reivindicar su papel como animal de compañía. Se acabaron los mitos y las supersticiones, señoras y señores, con ustedes… Su Majestad el gato.

Carlos Rodríguez, veterinario y colaborador habitual en distintos programas de radio y televisión, nos acerca al desconocido mundo de los felinos y sus cuidados, nos expone las ventajas de la convivencia con ellos, nos aconseja sobre su educación y nos da las claves necesarias para entender a nuestras mascotas y contribuir así a su felicidad. ¿Quién dijo que el perro era el mejor amigo del hombre? Con
El encantador de gatos
descubriremos que, por su singularidad y su elegancia, por su carácter y sus ronroneos, el gato se merece ocupar un lugar destacado en nuestros hogares.

Carlos Rodriguez

El encantador de gatos

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07.05.12

Título:
El encantador de gatos.

Autor: Carlos Rodríguez.

Publicación: 04/03/2009.

Corrección de erratas: Federico123.

Biografía

Carlos Rodríguez (Madrid, 1964) es licenciado en Veterinaria por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo de Protección Animal de la Comunidad de Madrid. Además es copropietario de la clínica veterinaria Parque Corredor. Ha trabajado también como director, presentador, asesor y colaborador en diversos programas, como
Waku waku
(TVE) o
Club Disney
(Telecinco), y es autor de varios libros, como
Mi perro, sus amigos y yo
(2002) o
Más que amigos
(1999), del que es autor junto a Nuria Roca. Actualmente es director y presentador de
Como el perro y el gato
en Onda Cero, así como del programa de televisión del mismo nombre en Antena.Neox y presentador de
De mascotas
en Imagenio. Es el responsable de la guía de perros en http://www.parasaber.com.

Introducción
Su Majestad el gato

Quizá a muchos de los que afrontan la lectura de este libro les pueda parecer una afirmación exagerada, falta de rigor y, tal vez, excesivamente partidista, considerar al gato el mejor animal de compañía para la sociedad actual.

Es posible… pero estoy seguro de que todo aquel que se encuentra en el mencionado grupo de «agnósticos felinos» puede cambiar radicalmente de opinión tras el trato directo con tan singular ser vivo.

El gato ha tenido siempre fama de independiente, de neurótico, de misterioso, de portador de desastres, de ser la encarnación de brujas… el símbolo del mal… éstos, entre otros, son los sambenitos que se le han adjudicado a lo largo de la historia a nuestro protagonista; una historia difícil que le ha elevado a los altares precipitándole a los infiernos, un incomprensible trasiego de la gloria a la persecución.

El gato, como más tarde comprobaremos, disfrutó de grandes honores en el Antiguo Egipto, llegando a ser el responsable de la guarda y custodia de los tesoros reales, pero vivió su momento más difícil en el Medievo, donde en múltiples ocasiones compartió las «cálidas» llamas y las ascuas de las hogueras con sus más fieles compañeras de la época: las brujas.

Pero algo bueno tiene que tener un animal que disputa el primer puesto a la tradicional estrella de nuestros hogares: el perro. Son muchos los países de nuestro entorno que ya han elegido al gato como la primera opción entre todos los animales de compañía.

En nuestro país, a pesar de no existir datos certero, concretos, me arriesgaría a decir que al menos la balanza está prácticamente equilibrada; la evolución del felino como animal de compañía de elección indica que, a corto plazo, Su Majestad el gato ocupará el primer puesto.

¿A qué se debe este rápido crecimiento? ¿Cuáles son las virtudes que están consiguiendo desbancar al conocido como mejor amigo del hombre? Aparte de todas las cualidades propias de la especie, la principal característica que ha logrado darle tan importante papel es su mimética adaptación a las necesidades de la vida actual. Nuestro estilo de vida deja poco tiempo para desarrollar actividades no remuneradas; parece que el trabajo es el centro de nuestras vidas y por supuesto todo aquello que nos saca de tan rígida y estricta rutina parece no tener cabida.

Casi la mitad de los españoles tiene mascota y seguramente el número aumentaría si conocieran las virtudes de nuestro especial amigo: un gato no requiere paseos ni momentos de esparcimiento «guiados» fuera del hogar; no necesita grandes viviendas para disfrutar de una excelente calidad de vida; es uno de los animales de compañía más limpios: realiza por sí mismo gran parte de su higiene personal y deposita sus excrementos en un lugar concreto y diseñado para tal fin.

Además de todas las virtudes comentadas, el gato acepta la soledad (nuestro concepto de la soledad, no el suyo) de buen grado, lo que le permite soportar (más bien disfrutar) sin problemas la ausencia laboral de sus amos.

Y ahondando en sus virtudes, no podríamos finalizar su enumeración sin comentar que, contrariamente a lo que muchos piensan, son animales extremadamente cariñosos que consiguen «engatusar» a sus dueños con su especial comportamiento.

Pero… ¿es oro todo lo que reluce? En el caso del gato, los problemas aparecen en la mayoría de las ocasiones por el desconocimiento de sus especiales cualidades, de su única e inigualable forma de ser; un gato no es un perro pequeño y aunque tal afirmación se aproxime al absurdo, nuestro protagonista suele ser tratado así, como un perro pequeño.

Podemos asegurar que la practica totalidad de los problemas de convivencia surgidos en la vida diaria con un gato residen en el desconocimiento del propietario de su estilo de vida y no en la supuesta «mala intención» del animal.

Si ponemos un poco de nuestra parte, si intentamos «sintonizar» con las características especiales y sorprendentes de los felinos familiares; estoy convencido de que «Su Majestad el gato» será tomada, posiblemente, como la mascota de primera elección.

1
Un largo camino

Vamos a introducirnos en nuestra mental máquina del tiempo y nos vamos a dirigir hacia el momento en que comenzó la existencia de nuestro querido amigo… para ello viajaremos a una época tan lejana como el Paleoceno.

En aquellos tiempos habitaban la Tierra unos seres vivos conocidos como Creodontos; según los doctos en esta ancestral materia, se confirma que estos animales fueron los precursores de los carnívoros; eran animales de talla pequeña, con patas cortas y provistos de fuertes garras.

Dentro del grupo de los Creodontos encontramos a los Eucreodontos, origen de los carnívoros actuales; uno de los rimeros Eucreodontos al que se le da nombre es al Miacis, una especie de jineta que desarrollaba su vida principalmente en los árboles.

Tanto esta especie de jineta como el resto de los Miácidos se extinguen en el Eoceno Superior, no sin antes dejar al planeta como herencia genética a algunos de los antecesores directos de nuestros cánidos, prociónidos, mustélidos y úrsidos.

Como hemos visto, la historia de los Creodontos llega hasta el Eoceno, época en la que la despiadada evolución provoca su desaparición y su sustitución por los carnívoros Fisípedos; estos seres vivos tenían, a diferencia de los Creodontos, un mayor desarrollo de los colmillos y de sus muelas carniceras.

Pero fue con la llegada del Oligoceno cuando se produjo una bifurcación en el camino hacia el desarrollo de los félidos; por una parte aparecen los ejemplares del género
Eusmilus
, unos grandes animales de fuertes y enormes colmillos y, por otra parte, el género
Proailurus
, con animales mucho más ágiles que los del género
Eusmilus

Los ejemplares del género
Proailurus
dieron paso a los
Pseudailurus
, los primeros representantes del gato actual.

Nuestro viaje sigue su curso… con la llegada del Cuaternario se produjo el nacimiento del género
Felis
, del que parten los gatos salvajes actuales; entre ellos el gato salvaje de Martelli (
Felis lunensis
), nacido hace dos millones de años, otro importante antecesor del gato actual.

El gato de martelli dio lugar al gato montés (
Felis silvestris
), que vio la luz tras la segunda glaciación; el gato montés se trasladó a distintas partes de Europa, Asia y África, lo que permitió el nacimiento de tres tipos de felinos hace unos veinte mil años:

  1. El gato salvaje o gato montés europeo (
    Felis silvestris silvestris
    ).
  2. El gato salvaje o gato montés africano (
    Felis silvestris lybica
    ).
  3. El gato indio del desierto (
    Felis silvestris ornata
    ).

La mayoría de los autores defienden que el gato doméstico actual (
Felis silvestris catus
) procede del gato salvaje africano (
Felis silvestris lybica
) y de sus cruces con otras especies salvajes, entre ellas el gato indio del desierto (
Felis silvestris ornata
).

Pero para que el gato doméstico actual pueda convivir hoy en los hogares de los seres humanos, en algún momento de nuestro viaje a través del tiempo tuvo que producirse el inicio de la socialización o domesticación; parece que este acontecimiento tuvo lugar alrededor de unos dos mil quinientos a cuatro mil quinientos años a.C., en Egipto.

En principio se admite que fue el gato quien se acercó al hombre para «aprovechar» sus recursos alimenticios. Este acercamiento no sólo permitía que los felinos «llenaran su panza»; la proximidad también estaba proporcionando un conocimiento entre ambas especies; pero a diferencia de lo que sucedió en los primeros contactos entre el hombre y el perro, el gato no acataba, no aceptaba la domesticación que el hombre le planteaba.

En el caso del gato se defiende la teoría de la «auto-domesticación»: el gato se fue acercando al hombre para obtener sus alimentos, y de una forma gradual y supeditada a la pérdida de temor, comenzó a interaccionar con el ser humano.

El gato se acercó al hombre porque podía obtener beneficios, no por sumisión, ni por aceptación de las condiciones que el ser racional pudiera plantearle; el gato es un cazador solitario, no necesita ayuda, no necesita grupos, manadas… el gato no necesitaba al hombre, pero si obtenía beneficios con poco o mínimo esfuerzo, si podía sacar provecho de aquella incipiente relación… ¿Por qué no llegar a algún tipo de acuerdo?

La palabra gato…

Los egipcios conocían al gato con la onomatopeya: «miu» o «mieu».

Los griegos, como
ailuros
, de
aiol
y
uros
: «menea cola»

Los latinos llamaron
felis
al gato salvaje; posteriormente y gracias a Cicerón, se utilizó
felis
para cualquier gato.

La palabra
catus
reemplazó a
felis
cuando los gatos de Oriente llegaron a Roma; según Isidoro de Sevilla,
catus
proviene de
captae
: tomar, o de
cattare
: tener una vista aguda.

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