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Authors: Carlos Rodríguez

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El encantador de gatos (2 page)

BOOK: El encantador de gatos
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La palabra
catus
fue el origen de:

Gato en español y portugués.

Gatto
en italiano.

Chat
en francés.

Cat
en inglés.

Mitos y leyendas

Además de las teorías apoyadas en la evolución de las especies, es de justicia citar las leyendas y los mitos que nos llega a través de la sabiduría popular sobre la incorporación del gato a la vida del hombre:

Al producirse el diluvio universal, Noé no puso a salvo a ninguna pareja de gatos… ¡¡Gran error!! Con el paso de los días una terrible plaga de ratones comenzó a desvalijar los alimentos; Noé pidió a Dios que solventara tan dramática situación; si el problema no se solucionaba, la muerte de todos los animales sería inminente. En medio de sus oraciones, un león estornudó y del contenido del estornudo surgió una pequeña criatura, supuestamente un gato, que acabó con los ratones del barco y salvó a los habitantes del arca de una muerte segura.

Los griegos siempre creyeron que la diosa Diana, protectora de Atenas y símbolo de la sabiduría, creó al gato para competir con su hermano Apolo, que acababa de crear un león.

La tradición musulmana cuenta que el gato surgió del fruto del amor y de la pasión que sintió un simio por una leona soberbia… ¡¡Curioso cruce de especies!!

Distintos tiempos, distintas culturas

El gato ha tenido que convivir con todo tipo de seres humanos, más o menos cultos, más o menos evolucionados, con diferentes intereses por los animales, con variopintas creencias… a pesar del ser racional, el felino doméstico ha sido capaz de llegar hasta nuestros días.

Egipto

La veneración hacia el felino tuvo su gran exponente en el imperio egipcio, donde representaban la divinidad y donde su muerte era castigada con la ejecución del hombre que mataba al gato. El cronista romano Diodoro Siculo cuenta la anécdota de un legionario que fue linchado por la multitud por haber matado, accidentalmente, a un gato. El griego Heródoto confirmaba que la muerte del gato de la casa suponía luto y duelo para sus familiares. Dentro de este rito funerario encontramos detalles realmente curiosos, por ejemplo, cuando un felino moría todos los miembros de la familia debían afeitarse las cejas en señal de duelo.

Como comentábamos en nuestro viaje mental, el gato comenzó a entablar «relaciones» con los hombres por puro interés, en este caso con los egipcios; sus primeros amigos humanos les utilizaban casi de forma exclusiva en la caza de ratones y otras alimañas perjudiciales para sus hogares y cultivos; en aquella época el gato era la principal defensa y salvaguarda de las vitales cosechas de cereales; estas acciones de protección a ultranza de los bienes humanos, unidas al especial y misterioso carácter de los felinos, les permitieron alcanzar el reverencial tratamiento de dioses.

Entre otros, los egipcios adoraban a Bast o Bastet, una diosa con cuerpo de mujer y cabeza de gato; ella era, ni más ni menos, el símbolo del amor y de la procreación. Heródoto describe escandalizado los festivales anuales de primavera de la ciudad de Bubastís, centro de culto a la diosa Bast, adonde acudían hasta setecientos mil peregrinos; estos festivales anuales terminaban siempre igual: en auténticas bacanales.

Como podemos suponer, y ante una situación tan favorable, os gatos de esa época no llevaban, ni por asomo, una mala vida. Como ejemplo debemos comentar su exquisita dieta alimenticia, dieta que, por cierto, sacaría de sus casillas a los actuales fabricantes de alimentos para gatos: pan recién hecho, remojado en leche recién ordeñada, y variados y frescos pescados traídos diariamente del Nilo. La dieta podría crear sus dudas sobre su adecuación a las necesidades fisiológicas del felino, pero es indiscutible el interés del humano por satisfacer los «presuntos» deseos del irracional.

Como colofón al exclusivo trato de dioses, cuando los felinos morían eran embalsamados; fue a partir de la XXII dinastía (950 a.C.) cuando se comenzó la momificación de los gatos, algo que se ha podido evidenciar en la actualidad gracias al descubrimiento de más de quince necrópolis dedicadas a estos felinos.

Pero tambieén hubo su «página negra» entre tanto respeto y esplendor. Al ser explorados mediante radiografías numerosos restos de momias de gato depositadas en los templos como ofrendas por los fieles, se descubrió que muchos de estos animales, criados en los templos por los sacerdotes, fueron estrangulados al año, presumible-mente para atender la alta demanda de momias por parte de la población. Los ciudadanos le rendían tributo a la diosa Bast con gatos momificados que sepultaban en grandes catacumbas o incineraban dentro del templo. Algunos restos arqueológicos han descubierto impresionantes cementerios de gatos con más de trescientas mil tumbas.

La teoría de que los egipcios fueron los primeros en domesticar al gato hace unos cuatro mil años fue puesta en entredicho cuando se encontró una tumba con restos felinos en Chipre que databa de nueve mil quinientos años. Este descubrimiento ha hecho que las nuevas teorías apunten a que el gato comenzó a vivir con el hombre hace diez mil años (en el periodo neolítico), en los pueblos agrícolas de Asia occidental.

Los egipcios, además, tenían el pleno convencimiento de que los ojos de sus felinos eran capaces de escrutar el alma humana. Precisamente este rasgo anatómico adquirió gran importancia y simbología, llegando a representar la belleza femenina. Por este motivo, las mujeres de aquella época se maquillaban los ojos imitando los rasgos de los gatos.

Y los gatos también participaban en el tiempo de ocio de los egipcios. Los propietarios de los felinos lanzaban una especie de
boomerang
para dar caza a los pájaros… la función del felino era recogerlos; los gatos de la época demostraron tales habilidades que sustituyeron en gran medida al perro en las labores de caza.

Las leyes egipcias

En lo referente a los derechos de estos animales, tenemos mucho que aprender de los egipcios, puesto que, por ejemplo, tenían leyes que castigaban duramente el maltrato a los felinos. En este sentido, la legislación era tan estricta que ni el propio faraón podía indultar a un hombre acusado de pegar o maltratar a un animal.

El animal tenía tal consideración que era mucho más grave matar a un gato que a un humano: en el primero de los casos, todas las penas llevaban a la condena a muerte, aunque la muerte fuera por descuido o sin intención de hacer daño al animal.

La concienciación y el respeto eran tan elevados que, por ejemplo, en caso de incendio de la vivienda el felino era el primer miembro de la familia al que poner a salvo.

Roma

Con el paso de las legiones romanas por Egipto se secuestraron multitud de felinos: eran considerados como trofeos de guerra a su paso por el Nilo. Esto hizo que en el Impero romano los gatos fuesen símbolo de victoria y triunfo del ejército, por lo que fueron muy apreciados en todo el Imperio.

El sentido de la independencia del gato y sus andares elegantes hicieron que fuera considerado un animal distinguido y muy preciado por la alta sociedad. También fueron considerados como símbolo de la libertad y eran representados junto a la diosa Libertas.

La gran expansión del Imperio romano por todo el continente europeo y por el asiático hizo que el gato llegase a muchísimo países distintos y que se extendiera por el resto del mundo.

China

La consideración de los felinos en China es muy distinta a la descrita en el Antiguo Egipto. Se cree que el primer felino apareció en el país sobre el año 400 a.C.; otras hipótesis remontan a su origen a dos mil años a.C.

Su papel nunca fue tan brillante como en Egipto, y se les utilizó para la caza de ratones y para hacer compañía a las mujeres.

Además circulaban leyendas en contra de estos animales, afirmando que los gatos traían mala suerte a la casa donde vivían. Para contrarrestar este efecto negativo se debían colocar estatuas de porcelana en las esquinas de la vivienda para proteger a esa familia de la pobreza y los malos augurios.

No todo era malo para el mundo de los felinos, muchos decían que su potente visión nocturna alejaba a los malos espíritus. Sin embargo, este animal está excluido de los horóscopos chinos y japoneses, al igual que dentro de la religión budista tampoco entra dentro de los animales protegidos.

India

Debido a la proximidad de los países, los felinos llegaron al mismo tiempo a China que a India, donde corrieron mejor suerte: la religión hindú promueve el respeto y el amor hacia todos los seres vivos del planeta.

En el mundo de la tradición hindú se debe dar un lugar para el descanso y ofrecer comida a todos los animales, puesto que creen firmemente en la resurrección de cualquier ser vivo. De este modo, en esta cultura el maltrato a los animales es impensable. Su vida junto al hombre está contada en numerosos manuscritos.

América

Por un lado se afirma que los felinos llegaron al Nuevo Mundo en los barcos capitaneados por Cristóbal Colón: en las embarcaciones era frecuente llevar gatos para evitar que los roedores se comieran la comida y el grano de las bodegas. Las embarcaciones en la Antigüedad contaban con numerosos gatos a bordo, no sólo como protección de sus víveres, sino además porque se tenía la certeza de que daban buena suerte. Esta creencia contribuyó a que se extendieran rápidamente por los distintos continentes.

Algunos yacimientos arqueológicos en Perú han evidenciado que el gato era ya venerado y domesticado en América antes de que llegara la expedición de Colón. Los restos son principalmente vasijas donde se aprecia dibujos de gatos que datan de antes de la civilización inca. Esta misma cultura veneró a los felinos como animales sagrados.

La Edad Media

La caída del Imperio romano dio paso a la Edad Media, una de las épocas más sombrías y oscuras de la humanidad. La suerte de los gatos cambió bruscamente y pasaron de la adoración y la vida apacible a ser perseguidos y exterminados por la santa Inquisición.

Cualquier mujer que tuviera un gato, o se la viera con uno cercano podía ser acusada de brujería; esta simple evidencia permitiría que, con gran probabilidad acabara siendo ejecutada por los tribunales eclesiásticos.

Este desproporcionado hecho y la relación que adquirió el gato con la brujería y con la representación de Stán provocaron que fuera rechazado, sacrificado y torturado por la práctica totalidad de la población.

Su comportamiento nocturno los relacionaba con el diablo, además, según la concepción cristiana, el hombre había sido creado a imagen y semejanza de Dios y los felinos osaban no obedecerle.

Su aspecto físico tampoco ayudaba: los ojos brillantes del felino se asociaban con las representaciones pictóricas del diablo. En Alsacia se llegó a representar al diablo en un carro tirado por cuatro gatos.

Las creencias populares llegaron a culpar a los felinos de las tormentas, los desastres climatológicos, la mala suerte, las enfermedades… Algunas de las leyendas de esta época se han extendido hasta nuestros días, como por ejemplo la absurda creencia de que si se te cruza un gato negro, es símbolo de mala suerte.

Un dato positivo… eran animales muy preciados en los monasterios para proteger los manuscritos de los roedores.

La persecución y las supersticiones

La religión cristiana y los tribunales de la santa Inquisición protagonizaron uno de los capítulos más sangrientos y oscuros de la historia de la humanidad. En Europa muchas personas fueron torturadas y quemadas en la hoguera por supuestas prácticas de brujería o relaciones con Satán. En los procesos por brujería celebrados en Inglaterra, Francia, Suiza o Alemania, entre los siglos XII y XVI, en los que miles de mujeres inocentes fueron condenadas, aparecen los gatos hasta en el 50 por ciento de los sumarios: esos felinos eran considerados personificaciones de Satán o vehículos de espíritus malignos.

De esta persecución tampoco se libraron los gatos, que fueron quemados o tirados desde lo alto de las torres de las iglesias, puesto que se pensaba que su presencia acarreaba tristeza, melancolía… Además se les consideraba audaces, crueles y despiadados por atacar y arrancar los ojos de sus víctimas.

En algunos países de Europa, como Alemania, Francia o Inglaterra, la fiesta del día de Todos los Santos comenzaba con la quema de cajas y sacos llenos de gatos vivos.

En Escocia se organizaba de forma anual la «Cena del diablo», en la que se empalaba y asaba vivos a los felinos.

Por último, otra de las bárbaras costumbres se producía en Parías; durante la noche de san Juan se quemaban gatos en presencia del rey, y en las ferias, una de las atracciones más visitadas era el tiro al felino; «atracción» que consistía en introducir al animal en un canasto y tirarle flechas.

La imprevista consecuencia de esta despiadada persecución fue una plaga de ratas y ratones que asoló los pueblos y las ciudades europeas afectando de manera muy grave las cosechas y los recursos alimenticios de la población.

Esta situación se agravó con la llegada de la peste negra, que acabó con la tercera parte de la población. Esta enfermedad se convirtió en una verdadera epidemia, facilitada por la reproducción incesante de ratas y ratones, transmisores de la enfermedad, que invadieron los territorios humanos al no tener que enfrentarse con su depredador natural: el gato.

El pueblo se dio cuenta de que donde había gatos la enfermedad no hacía estragos… De este modo, la gente dejó de perseguirles, porque finalmente entendieron el beneficio que su presencia les proporcionaba.

Prejuicios famosos

Aristóteles, filósofo y naturalista griego del siglo III aC., afirmaba: «el gato es una animal traicionero, incapaz de aprender más que cosas malas, aunque las gatas son aún peores, dueñas de una sexualidad promiscua y escandalosa».

Georges-Louis Leclerc, más conocido como conde de Buffon, en su libro de
Historia Natural
escribía: «la gata es más ardiente que el macho, lo invita, lo busca, lo llama, anuncia a gritos el furor de sus deseos o más bien el exceso de sus necesidades y cuando el macho la huye o la desprecia, lo persigue, lo muerde, lo obliga, por así decir, a satisfacerla».

El mismo autor también nos dejó esta «perla»: «Los gatos poseen una innata malicia, una falsedad de carácter, una naturaleza perversa que aumenta con la edad y que la educación sólo consigue enmascarar».

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