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Authors: Carlos Rodríguez

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El encantador de gatos (4 page)

BOOK: El encantador de gatos
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Gatos callejeros

Los felinos defienden un territorio, más o menos grande, según la disponibilidad de alimento, de las presas que puedan ser obtenidas en una distancia concreta; cuando los gatos viven en libertad o semilibertad la estructura se asemeja a lo de sus parientes de mayor tamaño, los leones; en estos casos las hembras emparentadas forman grupos, a los que sólo acceden los machos d forma temporal y, generalmente, por cuestiones sexuales.

Los gatos en libertad delimitan sus territorios, sus zonas de alimentación, eliminación, llegando a interaccionar con zonas de otros gatos; el conflicto suele surgir, principalmente, en las épocas de celo.

¿Se puede educar a un gato?

Antes de centrarnos en la posible o imposible educación de un gato, deberíamos tener muy presente que existen límites en lo que el humano puede pretender enseñar a su animal de compañía; unos presentarán mejores aptitudes que otros, por lo que cada propietario deberá aprender a trabajar con el animal que ha escogido, asumiendo sus límites, sin compararlo con el gato de su vecina o de su primo de Valladolid, y sin esperar que realice las maravillas de aquel simpático gato de aquella entrañable película o del que circula incansablemente por YouTube.

Entonces… ¿puede un gato ser educado? Definitivamente sí.

Cualquier gato que sea tratado con paciencia, cariño, recompensas… puede llegar a realizar distintas tareas y obedecer órdenes o comandos concretos… Recordemos, siempre que sean adecuados a su capacidad.

Un gato aprenderá siempre y cuando la recompensa ofrecida por realizar la actividad propuesta sea de su total agrado… Un gato jamás acatará una orden si ésta se acompaña de gritos, regañinas o castigos físicos.

Conseguir que nuestro gato acate y realice una orden propuesta es tan sencillo como asociar una sugerente recompensa a una determinada acción… y dedicar el tiempo suficiente hasta que el animal asocie ambos conceptos.

Para los gatos, no es tan importante el acatar órdenes como para los perros. Después de todo, los perros necesitan depender más de nosotros para satisfacer sus necesidades biológicas.

Algunos pueden decir que los felinos rechazan la educación porque no la necesitan, pero los gatos lo que realmente están demostrando es que son más «inteligentes» de lo que muchos piensan, y siendo objetivos son más inteligentes, por ese sentido de independencia del que carecen los perros.

Son pocos los gatos que muestran sus habilidades para sentarse, tumbarse, quedarse quitos o dar la pata con una orden. la mayoría de los dueños ni se llegan a plantear la consecución de estas destrezas a pesar, insisto, de ser posibles; los propietarios de gatos buscan su compañía, su belleza, o su independencia felina, entre otras muchas cosas.

Existen muchísimas diferencias individuales entre los gatos. La individualidad es una característica de todas las especies y por ello podemos encontrar grandes diferencias entre distintos gatos, aun siendo de la misma raza, igual que sucede con las personas… y con los humanos.

Generalizando podríamos decir que los felinos más sociables son capaces de aprender más que aquellos «tímidos», menos propensos a explorar e interaccionar con lo que les rodea.

Los felinos que tienen todo a su disposición: comida, bandeja de arena, higiene… prestarán menos interés por los aprendizajes que aquellos animales «necesitados» de conseguir determinadas cosas para su desarrollo vital; a mayor interacción y capacidad de búsqueda, mayor posibilidad de obtener resultados educativos. Cuando un gato necesita algo, está interesado por algo (alimento, juego específico…) será más fácil ofrecerle aquel objeto de sus interés como premio «potenciador» de sus respuesta positiva a la educación.

Para conseguir educar a un gato en una serie de comandos, debemos tener muy claro lo que queremos conseguir: subirse a una encimera para que coma su alimento sin que el perro de la familia acabe previamente con el alimento, utilizar una puerta gatera para entrar y salir de casa… y por qué no, tumbarse, hacerse el muerto e incluso traernos determinados objetos…

Para conseguir resultados de forma sencilla, debemos pensar que tenemos que fomentar aquellas cosas que instintivamente o por «preferencia natural» estarían dispuestos a ejecutar… Es más difícil y muy complicado conseguir cosas que van en contra de la naturaleza del animal… ¿Podemos conseguir que no «se interese» por el canario de la jaula?… Si el gato ha visto al animal desde muy tierna edad en su entorno, no será complicado evitar su instinto cazador gracias a la socialización con ese plumado compañero. Sin embargo, si introducimos un animal adulto con parte de su vida anterior en libertad o semilibertad, es complicado mantener la integridad del canario, a no ser que vivan en zonas separadas o con una estricta supervisión en los acercamientos.

Supongamos que nuestra meta es conseguir que un gato se ponga sobre sus patas traseras y toque una campana después de una orden… ¿innecesario, absurdo?… cada uno puede ponerse las metas que desee, siempre y cuando ni el método educativo ni la consecución del acto entrañen algún tipo de malestar al animal…

A cualquier gato le gusta el juego… Si movemos la campana sobre su cabeza varias veces, el animal de forma instintiva intentará cogerla… Si cada vez levantamos más la campana, el animal se pondrá sobre sus patas traseras para llegar al punto deseado… En todos sus acercamientos animaremos al animal, incluso podemos darle un premio alimenticio cuando consiga tocar la campana.

¿Y si acompañamos el intento de alcanzar la campana con la orden «arriba», «salta»… o lo que más no apetezca…? El animal relacionará la orden emitida con la realización de una acción; con paciencia, repetición, premios, conseguiremos que el animal al escuchar la orden y por conseguir cuanto a él le interesa (juego, premios), realizará lo que deseamos.

Desde algo tan «innecesario» como que el animal toque la campana, hasta que se dirija a su bandeja a la orden (complicado, pero posible), tenemos un amplio campo educativo en nuestra relación con el felino.

Método Tellington-Jones

La canadiense Linda Tellington-Jones propuso un sistema de comunicación con los gatos, conocido como el Método Tellington; a través de él podemos prevenir problemas como el estrés, la hiperactividad, la ansiedad, la agresividad…

Aunque se basa en algo tan simple como tocar al gato, no tiene nada que ver con un masaje. Los movimientos siempre tienen que ser circulares, con diferentes presiones, con los dedos o las manos en el sentido de las agujas del reloj.

Este método no sólo se ha mostrado muy eficaz en cuanto a su comportamiento, sino que también es realmente efectivo para mejorar nuestra relación con nuestros amigos.

Es también muy útil para facilitarnos ciertas rutinas
incómodas
para el animal: cortar las uñas, calmarlo en las visitas al veterinario, limpieza de orejas…

Para obtener un beneficio real con este método se debe comenzar a aplicar desde muy temprana edad.

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Del desierto al adosado

En demasiadas ocasiones la elección de un animal de compañía, y en este caso concreto de un gato, sigue realizándose de una manera poco pensada, valorada, estudiada, consultada…

Queremos un animal de compañía… unos tienen claro que quieren un gato, que su animal soñado es un felino; otros, muchos, acaban considerando al minino como una posibilidad real a sus circunstancias tras darse cuenta de lo adecuado que es el gato para nuestro actual estilo de vida.

Pero ¿qué gato?, ¿macho o hembra?, ¿pelo largo o pelo corto?, ¿comprado o adoptado?, ¿de raza o mestizo?…

En demasiadas ocasiones acabamos teniendo un gato en nuestros brazos sin tener la más remota idea de cómo ha llegado hasta ellos.

Los que quieren un perro en algunas ocasiones se preocupan de su posible carácter, de su comportamiento… Algunos futuros propietarios de perro incluso llegan a asesorarse por criadores de determinadas razas afines a sus gustos o por veterinarios conocidos para decidir cuál animal es el más adecuado a su familia, a su estilo de vida y sus posibilidades.

Podríamos considerar anecdóticos los casos en los que un futuro propietario de gato se preocupa por el posible carácter, comportamiento, «forma de ser» de su felino… En la mayoría de las ocasiones si el futuro propietario se decide por una u otra raza, el fundamento de la elección suele ser casi exclusivamente estético.

Lo que queremos decir es que el gato suele entrar en el hogar sin que su nuevo amigo humano tenga ni la más remota idea de cuál es la edad ideal para que un cachorro entre en casa, ni si existe algún tipo de posible valoración del carácter del cachorro que tenemos delante de nosotros. Muchos tan siguiera se plantean la posibilidad de comentar estas situaciones con el criador o con el veterinario.

Lo que prácticamente nadie tiene en cuenta a la hora de decidirse por uno u otro ejemplar es que hasta hace muy poco tiempo, un gran número de problemas de comportamiento de los animales de compañía «se solucionaban» con la eutanasia o el abandono del que en algún momento fue considerado uno más en la familia, el mejor amigo, un compañero.

Los problemas de comportamiento de nuestros animales de compañía conviven con nosotros «gracias» a nuestra escasa preocupación, a nuestra falta de interés, a la inadecuada adecuación del animal a su futuro entorno… y en un mínimo, inapreciable porcentaje, a problemas de comportamiento que acompañan al animal desde su nacimiento.

Un gato no es un animal de compañía de segunda categoría, un gato es un animal de compañía con todos sus derechos y con todos nuestros deberes.

Pues a pesar de todo lo dicho, ¿cuántos conocían la edad ideal de incorporar un gato al hogar? ¿Sabían de alguna sencilla prueba que les ayudara a valorar el posible comportamiento de es pequeño minino? ¿es cierto que los gatos de pelo largo son más tranquilos que los de pelo corto? Si no lo tienen todavía, intentaremos resolver ese importante vacío.

En el caso del gato no existen tantas variaciones ni tantas variedades; en el gato actual buscamos principalmente compañía y belleza, pero no que puedan o no puedan expresar una determinada forma de ser; esta situación ha sido una de las causas de que exista tan poca diferencia en los tamaños y morfologías de los gatos, el que sus funciones, capacidades o habilidades sean prácticamente «estándar».

En los gatos domésticos no encontramos diferencias significativas de forma y carácter como mucho, ligeras variaciones en la longitud, en la constitución, en las formas del cuerpo y en el pelo; por supuesto que en el caso de los gatos jamás nos encontraremos con variaciones tan significativas como en el caso de los perros. Pensemos sólo en un ejemplo: las diferencias morfológicas y conductuales que existen entre un perro chihuahua y un San Bernardo.

Un gato en casa

Son muchas las pautas que debemos tener en cuenta para que la relación con nuestro buen amigo llegue a buen puerto… Intentaremos resumir las principales.

Elección del animal

La elección del gatito «fácilmente educable» debe tener en cuenta al menos los siguientes puntos:

  • Elegir, si es posible, un animal de no más de siete semanas, como ya hemos comentado y no nos cansaremos de repetir, al ser el mejor momento para socializarse con el ser humano.
  • Procedencia del animal: con ello sabremos la interacción del animal con otros animales, personas…
  • Experiencia de los componentes de la familia en el trato con felinos; en el caso de no tener experiencia debemos apoyarnos aún más en los expertos.
  • Comprobar su temperamento: debemos tener presentes los siguientes puntos y valorarlos con ayuda del profesional:
    1. Miedo
      1. Reacción del animal a personas desconocidas.
      2. Respuestas a ruidos intensos.
      3. Presentación de conductas excesivamente sumisas.
    2. Excitabilidad
      1. llevarlo a un lugar tranquilo y observarlo.
      2. Sentarlo o tumbarlo durante 30 segundos.
    3. Resistencia a la manipulación
      1. Llevarlo en brazos.
      2. Rodear su hocico con la mano.
      3. Cortarle las uñas.
      4. Cepillarle el pelo.
    4. Sociabilidad
      1. Cogerlo y acariciarlo.
      2. Dejarlo solo y llamarlo.

Algunos expertos en comportamiento animal han identificado dos tipos de personalidades muy generales de los gatos: unos prefieren jugar, otros prefieren las caricias.

Lo que sí podemos asegurar es que todos los gatos son producto de varias fuentes de influencia clasificadas en dos grandes ámbitos: la herencia genética y las experiencias. Conociendo y observando a los padres de los gatitos podríamos obtener muchos datos de los posibles comportamientos futuros de su descendencia. Los gatos que proceden de entornos «controlados», animales socializados, serán más «sencillos» en su manejo que aquellos que tienen un bagaje de experiencias negativas.

Al tener tanta importancia para el comportamiento futuro las experiencias vividas por el animal, debemos tener en cuenta los siguientes puntos:

  1. Proporcionar el mayor número de estímulos:
    1. Contacto con todo tipo de seres vivos: niños, bebés, jóvenes, adultos con y sin barba, gafas, gorras… otros animales y, cómo no, con el veterinario.
    2. Exponerlos a todo tipo de ambientes y objetos: coche, trasportín, aspiradora, juguetes mecánicos (trenes, coches…), clínica veterinaria…
  2. Acostumbrar al animal a todo tipo de manipulaciones: cepillados, caricias, corte de uñas, administración de fármacos…
  3. Educación básica: enseñaremos al animal aquello que pretendemos que cumpla, teniendo en cuenta que los felinos no tiene el mismo grado de sumisión y aceptación de educación que el perro.

Podemos utilizar premios igual que con los perros (asociar el premio a la acción deseada) y debemos tener muy presente que un gato no aceptará las voces altas ni los castigos (y mucho menos los físicos).

Y por último, tengamos siempre presente que aproximadamente el 15 por ciento de los gatos se resiste a la socialización con las personas.

Dónde adquirirlo

En la elección de los gatos solemos ser menos exclusivistas que en la elección de un perro. Es frecuente que el nuevo propietario de un gato se decida por un «gato callejero» o, más finamente denominado, un «gato común europeo». Aunque las posibilidades de adquisición son las mismas que para los perros, debemos valorar sus pros y sus contras:

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