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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

El Héroe de las Eras (41 page)

BOOK: El Héroe de las Eras
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Vin se acercó con decisión. Años atrás, se habría visto obligada a empezar por abajo. No tenía tiempo para eso. No conocía los sutiles manejos políticos de la ciudad, las alianzas y rivalidades. Sin embargo, había una cosa de la que estaba bastante segura.

Fuera cual fuese el lado del que estaba esta mujer, Vin quería estar en el contrario.

Varias de las acompañantes alzaron la cabeza cuando Vin se acercó, y palidecieron. Su líder tuvo el aplomo de permanecer distante.
Intentará ignorarme
, pensó Vin.
No puedo darle esa opción
. Vin se sentó en la mesa directamente frente a la mujer. Entonces, se volvió y se dirigió a varias de las acompañantes más jóvenes.

—Planea traicionaros —dijo.

Aquellas mujeres se miraron las unas a las otras.

—Tiene planes para salir de la ciudad —dijo Vin—. Cuando el ejército ataque, ella no estará aquí. Y va a dejaros morir a todas. Sin embargo, si sois mis aliadas, yo me encargaré de que os protejan.

—¿Disculpa? —dijo la líder, con voz indignada—. ¿Te he invitado a sentarte aquí?

Vin sonrió.
Ha sido fácil
. La base de poder de un jefe de ladrones era el dinero: sin eso, caía. Para una mujer como ésta, su poder estaba en la gente que la escuchaba. Para hacerla reaccionar, simplemente había que amenazarla con quitarle a sus subalternas.

Vin se volvió para encararse con la mujer.

—No, no me has invitado. Me he invitado yo sola. Alguien tiene que advertir a estas mujeres.

La mujer se envaró:

—Difundes mentiras. No sabes nada de mis supuestos planes.

—¿Ah, no? No eres de las que dejan que un hombre como Yomen determine tu futuro; y si las demás aquí presentes lo piensan bien, se darán cuenta de que es imposible que te dejes pillar en Fadrex sin planes de huida. Me sorprende que sigas aquí.

—Tus amenazas no me asustan —dijo la dama.

—Aún no te he amenazado —advirtió Vin, bebiendo su vino. Dirigió un cuidadoso empujón a las emociones de las mujeres de la mesa, preocupándolas un poco más—. Podríamos llegar a eso, si quieres… aunque, técnicamente, tengo ya amenazada a toda tu ciudad.

La mujer miró a Vin con los ojos entornados:

—No la escuchéis.

—Sí, Lady Patresen —dijo una de las mujeres, hablando un poco demasiado rápido.

Patresen
, pensó Vin, aliviada de que alguien hubiera mencionado por fin el apellido de la mujer.
¿De qué conozco ese nombre?

—La Casa Patresen —dijo Vin tranquilamente—. ¿No son primos de la Casa Elariel?

Lady Patresen permaneció en silencio.

—Maté a una Elariel una vez —dijo Vin—. Fue una buena pelea. Shan era una mujer muy lista, y una nacida de la bruma muy hábil. —Se inclinó hacia delante—. Puede que consideres que las historias que se cuentan de mí son exageraciones. Puedes pensar que en realidad no maté al Lord Legislador, y que lo que cuentan es simple propaganda creada para ayudar a estabilizar el gobierno de mi esposo.

»Piensa lo que quieras, Lady Patresen. Sin embargo, hay una cosa que debes saber. No eres mi adversaria. No tengo tiempo para gente como tú. Eres una mujercita insignificante en una ciudad insignificante, parte de una cultura condenada. No hablo contigo porque quiera ser parte de tus planes: ni siquiera podrías comprender lo poco importantes que son para mí. Sólo he venido a hacer una advertencia. Vamos a tomar esta ciudad y, cuando lo hagamos, habrá poco sitio para la gente que haya estado en nuestra contra.

Patresen palideció un poco. Sin embargo, su voz sonó tranquila al hablar:

—Dudo que eso sea cierto. Si pudierais tomar la ciudad tan fácilmente como dices, ya lo habríais hecho.

—Mi marido es un hombre de honor —dijo Vin—, y decidió que quería hablar con Yomen antes de atacar. Sin embargo, yo no soy tan templada.

—Bueno, pienso que…

—No lo entiendes, ¿verdad? —preguntó Vin—. No me importa lo que pienses. Mira, sé que eres de las que tienen contactos influyentes. Esos contactos te habrán dado ya nuestros números. Cuarenta mil hombres, veinte mil koloss y un contingente entero de alománticos. Más dos nacidos de la bruma. Mi marido y yo no hemos venido a esta reunión a hacer aliados, ni siquiera enemigos. Venimos a hacer una advertencia. Sugiero que la aceptéis.

Recalcó su último comentario con un poderoso toque aplacador. Quería dejárselo claro a las mujeres, hacerles saber que ya estaban bajo su poder. Entonces se levantó y se marchó de la mesa.

Lo que Vin había dicho a Patresen no era tan importante; lo que sí era importante era que la habían visto enfrentarse a la mujer. Con suerte, eso la pondría a un lado de la política local, volviéndola menos amenazadora para algunas facciones de la sala. Eso, a su vez, la haría más accesible, y…

Oyó tras ella el sonido de sillas apartándose de la mesa. Vin se volvió, recelosa, y vio que la mayor parte del grupo de Lady Patresen se le acercaba velozmente, dejando a su líder sentada sola a la mesa, con gesto avieso.

Vin se tensó.

—Lady Venture —dijo una de las mujeres—. ¿Permitirías que alguna de nosotras… te presentara en la fiesta?

Vin frunció el ceño.

—Por favor —respondió la mujer en voz muy baja.

Vin parpadeó sorprendida. Esperaba que las mujeres se molestaran, no que la escucharan. Miró alrededor. La mayoría parecían tan intimidadas que Vin pensaba que podrían marchitarse, como hojas al sol. Sintiéndose un poco divertida, asintió y dejó que la condujeran a la fiesta para presentarla.

Capítulo 31

Rashek vestía de blanco y negro. Seguramente quería demostrar que era una dualidad, Conservación y Ruina.

Por supuesto, esto era mentira. Después de todo, sólo había tocado uno de los poderes… y de forma muy breve.

—Lord Brisa no se equivocó —dijo Sazed, en el centro del grupito—. Por lo que puedo decir, la desviación de las aguas hacia esta reserva subterránea fue intencionada. El proyecto debió de durar décadas. Hubo que ensanchar los pasajes naturales para que el agua, que antes alimentaba a los ríos y canales de arriba, fluyera en cambio hacia esta caverna.

—Sí, pero ¿para qué? —preguntó Brisa—. ¿Por qué desperdiciar tantos esfuerzos para desviar un río?

Tres días en Urteau les habían permitido hacer lo que había sugerido Fantasma, trasladar sus tropas al edificio del Ministerio, y hacer como que se establecían allí. El Ciudadano no podía conocer la existencia del depósito, de lo contrario lo habría saqueado. Eso significaba que Sazed y su equipo tenían una clara ventaja si las cosas se ponían feas.

Habían cogido algunos de los muebles del edificio y los habían colocado, junto con sábanas y tapices para crear «habitaciones», entre los estantes de la cueva. La lógica dictaba que éste era el mejor lugar donde pasar el tiempo, pues si alguien atacaba el edificio del Ministerio, querrían estar en la caverna. Cierto, estarían atrapados; pero, con los suministros que tenían, podrían sobrevivir indefinidamente y elaborar un plan de huida.

Sazed, Brisa, Fantasma y Allrianne estaban sentados en una de aquellas particiones entre los estantes de comida.

—El motivo por el que el Lord Legislador hizo este lago es sencillo, creo. —Sazed se volvió, mirando el lago por encima de su hombro—. Esa agua viene de un río subterráneo, probablemente filtrada a través de capas de roca. Es agua pura, como la que rara vez se ve en el Imperio Final. No hay cenizas, ni sedimentos. El propósito de esa agua es mantener a una población en caso de que se produzca un desastre. Si aún fluyera a los canales de la superficie, rápidamente se ensuciaría y sería contaminada por la población que vive en la ciudad.

—El Lord Legislador miraba al futuro —dijo Fantasma, todavía con su extraña venda puesta. Había rechazado todas las preguntas e insinuaciones sobre su uso, aunque Sazed empezaba a sospechar que tenía que ver con quemar estaño.

Sazed asintió ante el comentario del joven:

—Al Lord Legislador no le preocupaba causar la ruina financiera en Urteau: sólo quería asegurarse de que esta caverna tuviera acceso a una fuente de agua fresca constante.

—¿No nos estamos desviando un poco del tema? —preguntó Allrianne—. Tenemos agua, vale. Pero ¿qué hay de ese maníaco que gobierna la ciudad?

Sazed vaciló, y los demás se volvieron para mirarlo.
Por desgracia, estoy al mando.

—Bueno —dijo—, deberíamos hablar de esto. El emperador Venture nos ha pedido que aseguremos la ciudad. Como el Ciudadano ha dejado claro que no quiere volver a recibirnos, tendremos que discutir otras opciones.

—Hay que echar a ese hombre —dijo Fantasma—. Necesitamos sicarios.

—Me temo que eso no funcionaría, mi querido muchacho —repuso Brisa.

—¿Por qué no? —preguntó Fantasma—. Matamos al Lord Legislador, y funcionó bastante bien.

—¡Ah! —dijo Brisa, alzando un dedo—, pero el Lord Legislador era insustituible. Era un dios, y matarlo creó un impacto psicológico en el populacho.

Allrianne asintió:

—El Ciudadano no es una fuerza de la naturaleza, sino un hombre… y los hombres pueden ser reemplazados. Si asesinamos a Quellion, uno de sus lacayos ocupará su lugar.

—Y nos tacharán de asesinos —añadió Brisa.

—Entonces ¿qué? —preguntó Fantasma—. ¿Lo dejamos tranquilo?

—Por supuesto que no —respondió Brisa—. Si queremos tomar esta ciudad, tenemos que minar su confianza, y luego expulsarlo. Demostremos que todo su sistema es defectuoso: que su gobierno es, en esencia, una tontería. Si lo conseguimos, no sólo lo detendremos a él, sino a todos los que han trabajado con él y lo han apoyado. Es la única forma de tomar Urteau sin que tenga que intervenir un ejército y apoderarse de ella por la fuerza.

—Y como su majestad amablemente nos dejó sin tropas propiamente dichas… —dijo Allrianne.

—No estoy tan convencido de que sea necesaria una acción tan fuerte —interrumpió Sazed—. Tal vez más adelante podamos trabajar con este hombre.

—¿Trabajar con él? —preguntó Fantasma—. Lleváis aquí tres días. ¿No os basta para ver cómo es Quellion?

—Yo lo he visto —repuso Sazed—. Y, para ser sinceros, no creo poder reprocharle nada por su forma de pensar.

Todos permanecieron en silencio.

—Tal vez deberías explicarte, mi querido amigo —dijo Brisa, bebiendo una copa de vino.

—Las cosas que dice el Ciudadano no son falsas —contestó Sazed—. No podemos echarle la culpa de enseñar lo mismo que Kelsier. El Superviviente hablaba de matar a los nobles… y bien sabemos que todos lo vimos dedicarse a esa actividad muy a menudo. Hablaba de revolución y de que los skaa se gobernaran a sí mismos.

—Hablaba de acciones extremas en tiempos extremos —dijo Brisa—. Es lo que se hace cuando hay que motivar a la gente. Ni siquiera Kelsier habría llegado tan lejos.

—Tal vez —dijo Sazed—. Pero ¿puede sorprendernos que gente que oyó hablar a Kelsier haya creado esta sociedad? ¿Y qué derecho tenemos a arrebatársela? En cierto modo, han sido más fieles a Kelsier que nosotros. ¿Crees que se alegraría al descubrir que pusimos a un noble en el trono ni un solo día después de su muerte?

Brisa y Fantasma se miraron el uno al otro, y ninguno de los dos lo contradijo.

—Es que no es justo —dijo Fantasma al fin—. Esta gente dice conocer a Kelsier, pero no es así. Él no quería que la gente fuera sombría y estuviera acosada… los quería libres y felices.

—En efecto —dijo Brisa—. Además, nosotros elegimos seguir a Elend Venture… y él nos ha dado una orden. Nuestro imperio necesita estos suministros, y no podemos permitirnos dejar que una rebelión organizada se apodere y controle una de las ciudades más importantes del imperio. Tenemos que asegurar este depósito y proteger al pueblo de Urteau. ¡Es por el bien mayor y todo eso!

Allrianne mostró su acuerdo asintiendo… y como siempre Sazed sintió su contacto en sus emociones.

Por el bien mayor…
, pensó Sazed. Sabía que Fantasma tenía razón. Kelsier no quería que esta sociedad retorcida se perpetuara en su nombre. Había que hacer algo.

—Muy bien —dijo—. ¿Cuál debería ser nuestro curso de acción?

—Ninguno, por ahora —respondió Brisa—. Necesitamos tiempo para palpar el clima de la ciudad. ¿Está la gente dispuesta a rebelarse contra el querido Quellion? ¿Cuál es la actividad del elemento delictivo local? ¿Hasta qué punto son corruptibles los hombres que sirven al nuevo gobierno? Dame algún tiempo para descubrir respuestas a estas preguntas, y entonces podremos decidir qué hacer.

—Sigo diciendo que hagamos como Kelsier —dijo Fantasma—. ¿Por qué no podemos derribar al Ciudadano igual que hicimos con el Lord Legislador?

—Dudo que eso funcione —repuso Brisa, bebiendo su vino.

—¿Por qué no?

—Por un motivo muy sencillo, mi querido muchacho: Kelsier ya no está.

Sazed asintió. Era cierto, aunque se preguntó si alguna vez se librarían del legado del Superviviente. En cierto modo, la batalla en esta ciudad era inevitable. Si Kelsier tenía un defecto, era su extremo odio hacia la nobleza. Era una pasión que lo había impulsado, que le había ayudado a conseguir lo imposible. Sin embargo, Sazed temía que fuera a destruir a los infectados.

—Tómate el tiempo que necesites, Brisa —dijo Sazed—. Cuando pienses que estamos preparados para dar el siguiente paso, házmelo saber.

Brisa asintió, y la reunión terminó. Sazed se levantó, suspirando. Al hacerlo, miró a Brisa a los ojos, y el hombre le sonrió con un guiño que parecía querer decir: «No será ni la mitad de difícil de lo que crees.» Sazed le devolvió la sonrisa, y sintió el toque de Brisa en sus emociones, tratando de animarlo.

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