Las declaraciones de abducciones por extraterrestres molestan a muchas personas y en más de un aspecto. El tema es una ventana hacia las vidas internas de nuestros compañeros. Si mucha gente dice haber sido abducida
y
no es verdad, es como para preocuparse. Pero es mucho más preocupante que haya tantos terapeutas que aceptan esas declaraciones a pies juntillas, prestando una atención inadecuada a la sugestibilidad de sus pacientes y a las indicaciones inconscientes de sus interlocutores.
Me sorprende que haya algunos psiquiatras y otras personas con una mínima preparación científica, que conocen las imperfecciones de la mente humana, y que rechacen al mismo tiempo la idea de que esos relatos puedan ser algún tipo de alucinación o de falsa memoria. Todavía me sorprenden más las afirmaciones de que la historia de la abducción por extraterrestres es verdadera magia, que es un desafío a nuestra comprensión de la realidad o que constituye una base para una visión mística del mundo. O, tal como planteó el asunto John Mack: «Hay fenómenos lo bastante importantes para que se garantice una investigación seria, y la metafísica del paradigma científico occidental dominante puede ser inadecuada para sostener plenamente esta investigación.» En una entrevista con la revista
Time,
sigue diciendo:
No sé por qué hay tanto celo por encontrar una explicación física convencional. No sé por qué la gente tiene tantos problemas para aceptar simplemente el hecho de que aquí ocurre algo inusual... Hemos perdido toda la capacidad de conocer un mundo más allá de lo físico.
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Pero sabemos que las alucinaciones surgen por privación sensorial, drogas, enfermedades y fiebres, falta de sueño REM, cambios en la química cerebral, y así sucesivamente. E incluso si, como Mack, tomásemos los casos a pies juntillas, sus aspectos notables (como deslizarse a través de las paredes y otras cosas) son más fácilmente atribuibles a algo dentro del reino de «lo físico» —tecnología extraterrestre avanzada— que a la brujería.
Tengo un amigo que dice que la única cuestión interesante en el paradigma de la abducción por extraterrestres es: «¿Quién estafa a quién?» ¿Es el cliente quien engaña al terapeuta, o al revés? No estoy de acuerdo. Para empezar, hay muchas cuestiones interesantes sobre las declaraciones de abducciones por extraterrestres. Además, esas dos alternativas no son mutuamente excluyentes.
Durante muchos años me rondaba algo en la memoria sobre los casos de abducción por extraterrestres. Por fin lo recordé. Era un libro de 1954 que había leído en la universidad:
La hora de cincuenta minutos.
El autor, un psicoanalista llamado Robert Lindner, había sido llamado por el Laboratorio Nacional de Los Álamos para tratar a un brillante y joven físico nuclear cuyos delirios estaban empezando a interferir con su investigación gubernamental secreta. Resultó que el físico (al que se puso el pseudónimo de Kirk Alien) tenía una vida paralela a la de crear armas nucleares: confesó que, en el futuro lejano, pilotó (o pilotará... los tiempos verbales chirrían un poco) una nave espacial interestelar. Le encantaban las estimulantes aventuras de bravucones en planetas de otras galaxias. Era «señor» de muchos mundos. A lo mejor allí le llamaban capitán Kirk. No sólo podía «recordar» esa otra vida; también podía entrar en ella cuando quería. Sólo con pensar de la manera correcta, deseándolo, podía transportarse a sí mismo a través de los años luz y de los siglos.
De una manera que yo no podía comprender, solo con desear que fuera así, había cruzado las inmensidades del espacio, había salido del tiempo y me había mezclado —llegó a ser así literalmente— con el ego distante y futuro... No me pidan que lo explique. No puedo, aunque sabe Dios que lo he intentado.
Lindner le encontró inteligente, sensible, agradable, educado y perfectamente capaz de enfrentarse a las vicisitudes humanas cotidianas. Pero, al reflexionar sobre lo excitante que era la vida entre las estrellas. Alien se había dado cuenta de que estaba un poco aburrido con su vida en la Tierra, aunque se dedicara a construir armas de destrucción masiva. Cuando los supervisores de su laboratorio le amonestaron por distracción y soñolencia, él se disculpó; les aseguró que intentaría pasar más tiempo en este planeta. Fue entonces cuando se pusieron en contacto con Lindner.
Alien había escrito doce mil páginas sobre sus experiencias en el futuro y docenas de tratados técnicos sobre geografía, política, arquitectura, astronomía, geología, formas de vida, genealogía y ecología de los planetas de otras estrellas. Unos cuantos títulos monográficos dan una idea del material: «El desarrollo cerebral único de los cristópedos de Srom Norba X», «Adoración del fuego y sacrificio en Srom Sodrat II», «La historia del Instituto Científico Intergaláctico» y «La aplicación de la teoría de campo unificada y la mecánica de propulsión estelar al viaje espacial». (Este último es el que me gustaría ver; al fin y al cabo, según decían. Alien era un físico de primera categoría.) Fascinado, Lindner estudió detenidamente el material.
Alien no dio muestras de ninguna timidez a la hora de presentar sus escritos a Lindner o comentarlos en detalle. Imbatible y formidable intelectualmente, parecía no ceder ni una pulgada a los servicios psiquiátricos. Cuando falló todo lo demás, el psiquiatra intentó algo diferente:
Intenté... evitar que pensara que yo entraba en liza para demostrarle que era un psicótico, que se trataba de una lucha a muerte sobre la cuestión de su salud mental. En lugar de eso, puesto que era obvio que tanto su temperamento como su educación eran científicos, me planteé capitalizar la cualidad que había demostrado durante toda su vida... la cualidad que le llevó a seguir una carrera científica: su curiosidad... Eso significaba... que al menos de momento yo «aceptaba» la validez de sus experimentos... En una oleada súbita de inspiración, se me ocurrió que, para alejar a Kirk de su locura, era necesario que yo entrase en su fantasía y, desde esta posición, liberarlo de la psicosis.
Lindner señaló algunas contradicciones aparentes en los documentos y pidió a Alien que las resolviera. Para ello, el físico tema que volver a entrar en el futuro con el fin de encontrar las respuestas. Sin hacerse de rogar, Alien llegaba a la siguiente sesión con un documento aclarador escrito con su letra. Lindner se encontró esperando ansiosamente cada entrevista para sentirse cautivado una vez más por la visión de la abundante vida e inteligencia en la galaxia. Entre los dos fueron capaces de resolver muchos problemas de coherencia.
Entonces ocurrió algo extraño: «Los materiales de la psicosis de Kirk y el talón de Aquiles de mi personalidad se encontraron y encajaron como el engranaje de un reloj.» El psicoanalista se convirtió en co-conspirador en el delirio de su paciente. Empezó a rechazar las explicaciones psicológicas de la historia de Alien. ¿Qué seguridad tenemos de que no pueda ser realmente verdad? Se encontró a sí mismo defendiendo la idea de que se podía entrar en otra vida, en la de un viajero del espacio en el futuro lejano, mediante un simple esfuerzo de voluntad.
A un ritmo sorprendentemente rápido... la fantasía iba ocupando áreas cada vez más grandes de mi pensamiento... Con la ayuda de Kirk, asombrado, yo participaba en aventuras cósmicas y compartía la emoción de aquella extravagancia envolvente que él había maquinado.
Pero, finalmente, ocurrió algo aún más extraño: preocupado por el bienestar de su terapeuta, y acumulando una reserva admirable de integridad y coraje, Kirk Alien confesó: lo había inventado todo. Todo venía de su infancia solitaria y su poco éxito en las relaciones con las mujeres. Había ensombrecido, y posteriormente olvidado, los límites entre la realidad y la imaginación. Incorporar detalles plausibles para ir tejiendo un rico tapiz sobre otros mundos era un desafío emocionante. Se disculpaba de haber llevado a Lindner por aquel camino de rosas.
—¿Por qué? —le preguntó el psiquiatra—. ¿Por qué simulaba? ¿Por qué insistía en decirme...?
—Porque sentía que debía hacerlo —contestó el físico—. Porque sentía que
era lo que usted quería.
«Kirk y yo intercambiamos los papeles», explicó Lindner,
y, en uno de esos desenlaces que hacen de mi trabajo una dedicación impredecible, maravillosa y llena de compensaciones, la locura que compartíamos se desmoronó... Utilicé la racionalización del altruismo clínico para fines personales y de ese modo caí en la trampa que acecha a todos los terapeutas de la mente incautos... Hasta que Kirk Alien entró en mi vida, yo nunca había dudado de mi estabilidad. Siempre había pensado que las aberraciones mentales eran cosa de los otros... Me avergüenza esta superioridad. Pero ahora, cuando escucho desde mi sillón detrás del diván, soy consciente de algo nuevo. Sé que la línea que separa el sillón del diván es muy fina. Sé que, al fin y al cabo, lo que determina finalmente quién debe tumbarse en el diván y quién debe sentarse detrás no es más que una feliz combinación de accidentes.
No estoy seguro a partir de este relato que lo de Kirk Alien fuera realmente una alucinación. Quizá sólo sufría algún trastorno de personalidad que le hacía deleitarse inventando historias a expensas de otros. No sé hasta qué punto Lindner puede haber adornado o inventado parte del relato. Nada sugiere que, cuando escribía sobre «compartir» y «entrar» en la fantasía de Alien, el psiquiatra se imaginase viajando hacia el futuro lejano y participando en la gran aventura interestelar. Tampoco John Mack y los demás terapeutas de abducción por extraterrestres sugieren que hayan sido abducidos; sólo sus pacientes.
¿Y si el físico no hubiera confesado? ¿Se habría convencido Lindner a sí mismo, más allá de toda duda razonable, de que realmente era posible deslizarse a una era más romántica? ¿Habría dicho que, a pesar de haber empezado como un escéptico, se había convencido por el peso de la prueba? ¿Podía haberse ofrecido como experto para asistir a los viajeros del espacio del futuro que están perdidos en el siglo XX? La existencia de un especialista psiquiátrico así ¿animaría a otros a tomarse en serio las fantasías o alucinaciones de este tipo? Tras unos casos similares, ¿habría podido rebatir Lindner todos los argumentos del tipo de «sé razonable, Bob» y deducir que estaba penetrando en un nuevo nivel de realidad?
Su preparación científica ayudó a Kirk Alien a salvarse de la locura. Hubo un momento en que terapeuta y paciente habían intercambiado sus papeles. A mí me gusta verlo como el paciente que salva al terapeuta. Quizá John Mack no tuvo tanta suerte.
C
ONSIDEREMOS UNA APROXIMACIÓN MUY DIFERENTE
a la búsqueda de extraterrestres: la búsqueda por radio de vida inteligente. ¿En qué se diferencia de la fantasía y la pseudociencia? En Moscú, a principios de la década de los sesenta, los astrónomos soviéticos dieron una conferencia de prensa en la que anunciaron que la intensa emisión de radio de un misterioso objeto distante llamado CTA-102 variaba regularmente, como una onda sinusoide, con un período de unos cien días. No se había encontrado antes ninguna fuente distante periódica. ¿Por qué convocaron una conferencia de prensa para anunciar un descubrimiento tan misterioso? Porque pensaron que habían detectado una civilización extraterrestre de poderes inmensos. Sin duda, vale la pena convocar una conferencia de prensa para eso. La noticia causó una breve sensación en los medios de comunicación y el grupo de rock de los Byrds incluso compuso y grabó una canción sobre ello.
(«CTA-102, we're over here receiving you. / Signals tells us that you’re there. / We can hear them loud and clear...»)
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¿Emisión de radio desde CTA-102? Sin duda. Pero ¿qué
es
CTA-102? Hoy sabemos que CTA-102 es un quasar distante. En aquel momento, la palabra «quasar» ni siquiera había sido acuñada. Todavía no sabemos muy bien qué son los quasars; y hay más de una explicación de ellos en la literatura científica. Sin embargo, ningún astrónomo hoy en día —incluyendo los implicados en aquella conferencia de Moscú— opina seriamente que un quasar como el CTA-102 es una civilización extraterrestre a billones de años luz con acceso a inmensos niveles de energía. ¿Por qué no? Porque tenemos explicaciones alternativas de las propiedades de los quasars que son coherentes con las leyes físicas conocidas y no invocan la vida extraterrestre. Los extraterrestres representan una hipótesis de último recurso. Se recurre a ella sólo cuando falla todo lo demás.
En 1967, científicos británicos encontraron una fuente de radio mucho más cercana que se encendía y apagaba con precisión asombrosa, con un período constante en diez o más figuras significativas. ¿Qué era? Su primera idea fue que era un mensaje para nosotros, o quizá un radiofaro de navegación interestelar y medida del tiempo para naves que hacen el trayecto entre las estrellas. Incluso le dieron, entre ellos, en la Universidad de Cambridge, la extraña designación de LGM-1 (iniciales de Little Green Men: hombrecillos verdes).
Sin embargo fueron más listos que sus colegas soviéticos. No convocaron una conferencia de prensa. Pronto quedó claro que lo que observaban era lo que ahora se llama un «pulsar», el primero, el pulsar de la Nebulosa Cangrejo. Así, ¿qué es un pulsar? Un pulsar es el estado final de una estrella masiva, un sol encogido hasta el tamaño de una ciudad, con su estructura mantenida de un modo distinto a las otras estrellas, no por presión de gas ni por degeneración de electrones sino por fuerzas nucleares. En cierto sentido es un núcleo atómico de más de diez kilómetros de extensión. Bien, sostengo que
eso
es una idea al menos tan extraña como la del radiofaro de navegación interestelar. La respuesta de lo que un pulsar es tenía que ser algo terriblemente raro. No es una civilización extraterrestre. Es algo más: pero un algo más que nos abre los ojos y la mente y nos indica posibilidades insospechadas en la naturaleza:
Anthony Hewish ganó el Premio Nobel de Física por el descubrimiento de los pulsares.
El experimento Ozma original (la primera búsqueda intencional por radio de inteligencia extraterrestre), el programa META (Megachannel Extraterrestrial Assay) de la Universidad de Harvard/Sociedad Planetaria, la investigación de la Universidad Estatal de Ohio, el proyecto SERENDIP de la Universidad de California, Berkeley, y muchos otros han detectado señales anómalas del espacio que hacen palpitar un poco el corazón del observador. Por un momento pensamos que hemos captado una señal genuina de origen inteligente más allá de nuestro sistema solar. En realidad no tenemos la menor idea de qué es, porque la señal no se repite. Unos minutos después, al día siguiente, o años después, uno gira el mismo telescopio hacia el mismo punto del cielo con la misma frecuencia, ancho de banda, polarización y todo lo demás y no se oye nada. No se deducen, menos aún se anuncian, extraterrestres. Quizá haya habido una sobretensión electrónica estadísticamente inevitable, o una disfunción del sistema de detección, o una nave espacial (de la Tierra), o un avión militar volando y emitiendo por canales que se suponen reservados para la astronomía por radio. Quizá puede ser incluso un mecanismo para abrir la puerta del garaje al final de la calle o una estación de radio a unos cientos de kilómetros. Hay muchas posibilidades. Uno debe comprobar sistemáticamente todas las alternativas y ver cuáles puede eliminar. No puede declarar que ha encontrado extraterrestres cuando la única prueba es una señal enigmática no repetida.