David Spiegel, «Psychological Treatment and Cáncer Survival»,
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(Deerfíeld Beach, FL
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Capítulo 14. ANTICIENCIA
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Monis R. Cohén,
Reason and Nature: An Essay on the Meaning of Scientific Method
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Capítulo 15. EL SUEÑO DE NEWTON
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Capítulo 16. CUANDO LOS CIENTÍFICOS CONOCEN EL PECADO
William Broad, Teller's War." the Top-Secret Story Behind the Star Wars Deception (Nueva York, Simón and Schuster, 1992).
David Holloway, Stalin and the Bomb (New Haven, Yaie University Press, 1994).
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Carl Sagan y Richard Turco, A Path Where No Man Thought: Nuclear Winter and the Ends of the Arms Race (Nueva York, Random House, 1990).
Capítulo 17. UN MATRIMONIO ENTRE EL ESCEPTICISMO Y EL ASOMBRO
R. B. Culver y P. A. lanna,
The Gemini Syndrome: A Scientific Explanation of Astrology
(Buffalo, NY, Prometheus, 1984).
David J. Hess, Science in the New Age: The Paranormal, Its Defenders and Debunkers, and American Culture (Madison, WI, The University ofWisconsin Press, 1993).
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Capítulo 18. EL VIENTO LEVANTA POLVO
Alan Cromer, Uncommon Sense:
The Heretical Nature of Science
(Nueva York, Oxford University Press, 1993). Richard Borshay Lee,
The !Kung San: Men, Women and Work in a Foraging Society
(Cambridge, UK, Cambridge University Press, 1979).
Capítulo 19. NO HAY PREGUNTAS ESTÚPIDAS
Youssef M. Ibrahim, «Muslim Edicts Take on New Forcé»,
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Catherine S. Manegoíd, «U.S. Schools Misuse Time, Study Asserts»,
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Capítulo 21. EL CAMINO DE LA LIBERTAD
Walter R. Adam y Joseph O. Jeweil, «African-American Education Since An American Dilemma»,
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K. J. Larry Brown, ed., «The Link Between Nutrition and Cognitive Development in Children», Center on Hunger, Poverty and Nutrition Policy, Escuela de Nutrición, Tufts University, Medford, MA, 1993, y referencias allí dadas.
Gerard S. Coles, «For Whom the Bell Curves»,
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Frederick Douglass,
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León J. Kamin, «Behind the Bell Curve»,
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Tom Mciver, «The Protocols of Creationism: Racism, Anti-Semitism and White Supremacy in Christian Fundamentalism»,
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vol. 2, núm. 4 (1994), pp. 76-87.
Capítulo 22. ADICTOS DEL SIGNIFICADO
Tom Gilovich,
How We Know What Isn't So: The Fallibility of Human Reason in Everyday Life
(Nueva York, Free Poress, 1991). «O. J. Who?»
New York,
17 de octubre de 1994, p. 19.
Capítulo 23. MAXWELL Y LOS «BICHOS RAROS»
Richard P. Feynman, Robert B. Leighton y Matthew Sands,
The Feyn-man Lectures on Physics,
vol. II,
The Electromagnetic Field
(Reading, MA, Addison-Wesley, 1964). [Los párrafos citados aparecen en las páginas 18-2, 20-8 y 20-9.]
Ivan Tolstoy,
James Clerk Maxwell: A Biography
(Chicago, University of Chicago Press, 1982) (publicado originalmente por Canongate Publishing Ltd., Edimburgo, 1981).
Capítulo 24. CIENCIA Y BRUJERÍA
William Glaberson, «The Press: Bought and Sold and Grey All Over»,
The New York Times,
30 de julio de 1995, sección 4, pp. 1, 6.
Peter Kuznick, «Losing the Worid of Tomorrow: The Battie Over the Presentation of Science at the 1939 WorkTs Fair»,
American Quarterly,
vol. 46, núm. 3 (septiembre de 1994), pp. 341-373.
Emest Mandel,
Trotsky as Alternative.
Rossel Hope Robbins,
The Enciclopedia of Witchcraft and Demono-logy
(Nueva York, Crown, 1959).
Jeremy J. Stone, «Conscience, Arrogation and the Atomic Scientists» y «Edward Teller: A Scientific Arrogator of the Right», FAS [Federación de Científicos Americanos],
Public Interest Repon,
vol. 47, núm. 4 (julio/agosto de 1994), pp. 1,11.
Capítulo 25. LOS VERDADEROS PATRIOTAS HACEN PREGUNTAS
I. Bernard Cohén,
Science and the Founding Fathers
(Cambridge, Harvard University Press, 1995).
Clinton Rossiter,
Seedtime of the Republic
(Nueva York, Harcourt Brace, 1953). Extractado en Rossiter,
The First American Re-volution
(San Diego, Harvest).
J. H. Sloan, F. P. Rivera, D. T. Reay, J. A. J. Ferris, M. R. C. Pat, y A. L. Kellerman, «Firearm Regulations and Ratos of Suicide: A Comparison of Two Metropolitan Áreas»,
New England Jour-nal of Medicine,
vol. 311 (1990), pp. 369-373.
«Post Script»,
Conscience,
vol. 15, núm. 1 (primavera de 1994), p. 77.
[1]
Versión de José Manuel Pabón y Manuel Femández-Galiano, Madrid, 1984.
[2]
Aunque puede afirmarse lo mismo de Theodore Rooseveit, Herbert Hoover y Jimmy Cárter. Gran Bretaña tuvo una primera ministra así con Margaret Thatcher. Sus estudios de química, en parte bajo la tutela de la premio Nobel Dorothy Hodgkins, fueron la clave de la fuerte defensa por parte del Reino Unido de la prohibición mundial del CFC reductor del ozono.
[3]
Recientemente, en una cena, pregunté a los comensales reunidos —cuya edad calculo que iba de los treinta a los sesenta— cuántos de ellos estarían vivos si no hubieran existido los antibióticos, marcapasos y el resto de la parafernalia de la medicina moderna. Sólo uno levantó la mano. No era yo.
[4]
«Ninguna persona religiosa lo cree», escribe uno de los consultores de este libro. Pero muchos «científicos creacionistas» no sólo lo creen, sino que realizan esfuerzos cada vez más agresivos y exitosos para que se enseñe en las escuelas, museos, zoológicos y libros de texto. ¿Por qué? Porque sumando las «genealogías», las edades de los patriarcas y otros en la Biblia, se alcanza esta cifra, y la Biblia es «inequívoca».
[5]
Aunque para mí es difícil ver una conexión cósmica más profunda que los asombrosos descubrimientos de la astrofísica nuclear moderna: excepto el hidrógeno, todos los átomos que nos configuran —el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros huesos, el carbón de nuestro cerebro— fueron fabricados en estrellas gigantes rojas a una distancia de miles de años luz en el espacio y hace miles de millones de años en el tiempo. Somos, como me gusta decir, materia estelar.
[6]
Como lo expresó el físico Benjamín Franklin: «En el curso de esos experimentos, ¿cuántos bellos sistemas construimos que pronto nos vemos obligados a destruir?» Al menos, pensaba Franklin, la experiencia bastaba para «ayudar a hacer un hombre humilde de un vanidoso».
[7]
Estos casos son muy diferentes al del llamado Sudario de Turín, que muestra algo demasiado parecido a una forma humana para interpretarlo como una forma natural y que, según sugiere ahora la datación por carbono-14, no es el sudario de la muerte de Jesús sino una mistificación piadosa del siglo XIV, una época próspera y provechosa para la industria artesana de fabricación de reliquias religiosas fraudulentas.
[8]
La idea general es bastante antigua; se podía encontrar hace un siglo en el mito del canal marciano de Percival Loweil. Como uno de muchos ejemplos, P. E. Cleator, en su libro de 1936
Cohetes a través del espacio: el alba del viaje interplanetario,
especulaba: «Se pueden encontrar en Marte los restos desmoronados de antiguas civilizaciones, testigos mudos de la gloria de otras épocas de un mundo moribundo.»
[9]
Por ejemplo, el
Publishers Weekly
del 4 de septiembre de 1994: «Según una encuesta Gallup [sic], más de tres millones de americanos creen haber sido abducidos por extraterrestres.»
[10]
Hay tantos satélites artificiales por los cielos que siempre se producen exhibiciones llamativas en alguna parte del mundo. Todos los días se desintegran dos o tres en la atmósfera de la Tierra y a menudo los restos llameantes son visibles para el ojo humano.
[11]
Es un ejercicio estimulante pensar preguntas de las que ningún humano sabe actualmente la respuesta pero que se podría reconocer inmediatamente de ser ésta la correcta. Aún es más desafiante formular estas preguntas en campos distintos de las matemáticas. No estaría mal organizar un concurso para recoger las diez mejores respuestas a «Diez preguntas para plantear a un extraterrestre».
[12]
En tiempos más recientes, la señora Hill ha escrito que en las verdaderas abducciones por extraterrestres «no se muestra ningún interés sexual. Sin embargo, con frecuencia se quedan algunas pertenencias [del abducido], como cañas de pescar, joyas de distintos tipos, gafas o un poco de detergente».
[13]
Los Sueños se asocian a un estado llamado REM, abreviación habitual de
rapid eye movement.
(Bajo los párpados cerrados, los ojos se mueven, quizá siguiendo la acción en el sueño, o quizá de manera aleatoria.) El estado REM está fuertemente relacionado con la excitación sexual. Se han realizado experimentos en los que se despierta a los sujetos dormidos cada vez que emerge el estado REM, mientras a los miembros de un grupo de control se los despierta con la misma frecuencia todas las noches pero no cuando sueñan. Pasados unos días, el grupo de control está un poco tambaleante, pero el grupo experimental —al que se impide soñar— alucina durante el día. No es que se pueda hacer alucinar de ese modo a algunas personas con una anormalidad particular; cualquiera es capaz de alucinar.
[14]
«Ciencia» significa «conocimiento» en latín. Aun sin profundizar, se nos revela aquí una disputa jurisdiccional.
[15]
Igualmente, en la misma obra: «Son tantos los que atestiguan que las brujas provocan tormentas que creo innecesario nombrarlos.» El teólogo Meric Casaubon —en su libro de 1668,
De la credulidad y la incredulidad—
argüía que las brujas debían existir porque, al fin y al cabo, todo el mundo cree en ellas. Cualquier cosa en la que cree un gran número de personas tiene que ser cierta.
[16]
Por lo visto, la Santa Inquisición adoptó este tipo de ejecución para acatar literalmente una frase bien intencionada de la ley canónica (Concilio de Tours, 1163): «La Iglesia abomina del derramamiento de sangre.»
[17]
En el tenebroso terreno de los cazadores de recompensas e informadores a sueldo, la corrupción vil suele ser la norma, en todo el mundo y a lo largo de toda la historia humana. Para tomar un ejemplo casi al azar, en 1994, a cambio de una cantidad, un grupo de inspectores de correos de Cleveland decidió actuar en secreto para descubrir a delincuentes; a continuación inventaron casos penales contra treinta y dos trabajadores de correos inocentes.
[18]
Y luego, en una frase que nos recuerda lo cerca que está el paradigma de la abducción por extraterrestres de la religión mesiánica y milenarista, Mack concluye: «Yo soy un puente entre esos dos mundos.»
[19]
«CTA-102, aquí estamos, te recibimos. / Las señales nos dicen que estas ahí. / Las podemos oír altas y claras...»
[20]
No se les puede llamar simplemente testigos porque a menudo el tema en cuestión es si han sido testigos de algo (o, al menos, de algo en el mundo exterior)
*
¿Armagedón?
[21]
De una carta recibida por
The Skeptical Inquírer;
cortesía de Kendrick Prazier.
*
Bagon en el original
[22]
Este problema afecta a los juicios con jurado. Estudios retrospectivos demuestran que algunos miembros del jurado deciden su opinión muy pronto quizá durante los discursos de apertura— y luego se quedan con la prueba que parece encajar con sus impresiones iniciales y rechazar la prueba contraria. No les pasa por la cabeza el método de hipótesis alternativas de trabajo.
[23]
Una formulación más cínica del historiador romano Polibio:
Como las masas del pueblo son inconstantes, plagadas de deseos desenfrenados e indiferentes a las consecuencias, se las debe llenar de terror para mantener el orden. Los antiguos hicieron bien, por tanto, en inventar los dioses y la creencia en el castigo después de la muerte.