El templo de Istar (11 page)

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Authors: Margaret Weis & Tracy Hickman

Tags: #Aventuras, Fantastico, Juvenil

BOOK: El templo de Istar
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—¡Tasslehoff Burrfoot! —Tika recuperó al fin el habla—. En nombre de los dioses, ¿qué haces aquí?

—Seguramente Tanis os ha anunciado mi visita —repuso el kender, lanzando la pieza de malla a Caramon aunque sin ejercer la menor fuerza, más bien como una chanza—. Actuáis de manera muy misteriosa, incluso cerráis con llave la puerta principal. No me ha quedado otro remedio, Tika, que penetrar por la ventana —explicó en tono de reproche—. Deberíais ser más considerados. Pero será mejor que cambie de tercio: se supone que me aguarda en la posada una sacerdotisa llamada Crysania y…

Con gran perplejidad por parte de Tas la posadera soltó el pectoral que aún enarbolaba, prorrumpió en sollozos y se derrumbó sobre el suelo. El kender, indeciso, consultó a Caramon mediante un fugaz intercambio de miradas antes de socorrerla. El obeso guerrero se alzó de detrás del cabezal cual un espectro que despertara en su tumba y, tras contemplar anhelante la figura inmóvil de su mujer, se abrió paso entre las piezas herrumbrosas que yacían diseminadas y se arrodilló a su lado.

—Tika, te suplico que me perdones. Sabes muy bien que no sentía ni una sola de las palabras que te he dicho. ¡Te quiero, siempre he volcado en ti todo mi amor! —Ofrecía una estampa patética con su inconmensurable mole inclinada hacia su esposa, dándole suaves palmadas en el hombro en un intento de reanimarla—. Lo que sucede es que mi vida carece de sentido al no tener ninguna ocupación.

—¡Ya lo creo que la tienes! —le espetó ella. Salió de su inconsciencia como por arte de encantamiento, se desembarazó de él y se puso en pie de un brinco—. Crysania está en peligro, ve en su busca y protégela.

—¿Quién es Crysania? —inquirió el guerrero enfurecido—. ¿Por qué ha de importarme si esa dama se encuentra en algún embrollo?

—Escúchame por una vez —siseó la joven con los dientes apretados, tan presa de la ira que su calor le secó las lágrimas—. Crysania es una poderosa sacerdotisa de Paladine, la más importante en todo Krynn después de Elistan. Un sueño premonitorio le reveló que la perversidad de Raistlin podía destruir nuestro universo, y ha emprendido viaje hacia la Torre de la Alta Hechicería de Wayreth para entrevistarse con Par-Salian.

—Necesita la ayuda de ese mago porque ha fraguado el plan de aniquilar a rni hermano, ¿no es así? —indagó Caramon. Su voz sonaba desafiante.

—¿Y qué si así fuera? —se le encaró Tika en un alarde de valor—. ¿Acaso merece vivir? ¡Él te mataría a ti sin un instante de vacilación!

Los ojos vidriosos del hombretón despidieron chispas de fuego, sus pómulos se congestionaron. Tas tragó saliva al ver que cerraba el puño, si bien la posadera avanzó unos metros para situarse delante de él en arrogante postura. Su frondosa melena rozó el mentón de barba crecida y el kender detectó un temblor en la apretada manaza, que comenzó a abrirse bajo el femenino influjo.

—En cualquier caso te equivocas, Caramon —le aclaró Tika con una mueca oscura—, no pretende causarle el menor daño. Es tan necia como tú. Ama a Raistlin y quiere salvarle, apartarle de la malignidad que lo corroe. ¡Los dioses la acompañen, pobre desdichada!

Caramon escudriñó los ojos verdes de su mujer, deseoso de constatar la veracidad de tales declaraciones.

—¿No me engañas? —preguntó, ya más tranquilo.

—No, Caramon. Por ese motivo vino a «El Ultimo Hogar», para hablar contigo. Pensó que tú podías contribuir de algún modo a su causa, pero cuanto te vio anoche en aquel estado…

La reacción no se hizo esperar. La maciza testa del guerrero se cobijó en su pecho, inundados los ojos de lágrimas.

—¡Qué vergüenza! Una perfecta extraña arriesga su vida en el empeño de rescatar a mi gemelo de las tinieblas —acertó a decir con voz entrecortada. En lugar de infundirse ánimos, parecía recrearse en la pasividad y en su desgracia.

—¡Por las lunas que nos alumbran, ensilla un caballo y rastrea sus huellas! —lo incitó Tika irritada por su actitud, estampando el pie en el suelo a fin de reforzar tan desabrida orden—. Sabes de sobra que nunca alcanzará la Torre en solitario, y tú ya has atravesado el Bosque de Wayreth. Tu compañía puede serle crucial.

—Sí —recordó él—. Me interné con Raist en su espesura cuando él quiso someterse a la Prueba de la hechicería. ¡Aquella maldita Prueba! Lo custodié en todo momento, feliz porque me necesitaba.

—Ahora quien te necesita es Crysania —aseveró la muchacha. Caramon todavía titubeaba, y Tas comprobó que unos surcos de severidad cruzaban el rostro de la posadera—. No tienes tiempo que perder, o de lo contrario nunca le darás alcance. Supongo que no habrás olvidado el camino.

—Yo no, desde luego —intervino el kender en la cumbre de la excitación—. O, para hablar con propiedad, conservo un mapa.

Tika y Caramon se giraron al unísono hacia Tas. Enzarzados en su disputa, la presencia del hombrecillo se había borrado de sus mentes.

—No sé si debo fiarme —comentó el guerrero, a la vez que clavaba en Tasslehoff una túrbida mirada—. En una ocasión tus mapas nos condujeron a un puerto sin mar.

—¡No fue culpa mía! —se defendió el kender, herido en su dignidad—. Incluso Tanis tuvo que admitirlo: se trataba de antiguos documentos, diseñados antes de que el Cataclismo retirara las aguas. Escucha, Caramon, has de llevarme contigo para que pueda dar cuenta de mi misión a la sacerdotisa. Es cierto, me encargó algo de la máxima confianza y he cumplido sus instrucciones al pie de la letra. Tal como ella deseaba, he encontrado a… Pero aquí está —concluyó al detectar un movimiento.

Tas extendió el índice y Tika y Caramon se volvieron para toparse con el fardo andante, que se recortaba en el umbral de su dormitorio. La única diferencia que presentaba la amorfa figura respecto a los momentos anteriores era que le habían crecido dos ojos negros y recelosos.

—Tengo hambre —declaró la aparición en tono acusador—. ¿Cuánto comen?

—Mi tarea consistía en localizar a Bupu y traerla —explicó orgulloso Tasslehoff Burrfoot.

—¿Qué diablos puede querer Crysania de una enana gully? —preguntó Tika más atónita de lo imaginable, después de acompañar a Bupu a la cocina y darle pan seco con medio queso.

Ahora que la enana se había instalado de nuevo en la acequia, donde el fangoso riachuelo proporcionaba el complemento líquido a su ágape, el trío se hallaba más cómodo. Ni el aspecto de Bupu ni su olor contribuían a relajarles.

—Prometí no revelarlo —argüyó Tas haciéndose el importante, mientras ayudaba a Caramon a embutirse en su cota de malla. Era éste un arduo empeño, ya que el corpulento guerrero había engordado considerablemente desde que la usara por última vez. Tika y Tas se aplicaron con afán a abrochar correas insuficientes y estrujar rollos de grasa debajo del metal, mientras el sudor empapaba sus cuerpos.

Durante la complicada operación Caramon gimió y se lamentó, a la manera de los presos cuando los atan al potro de tormento. Humedecía con frecuencia sus labios y su ansiosa mirada se desviaba, sin que pudiera evitarlo, hacia la redoma que su mujer había abandonado en un rincón de la alcoba.

—Vamos, Tas —lo hostigó Tika, sabedora de que su amigo era incapaz de guardar un secreto aunque le fuera en ello la vida—. Estoy segura de que a Crysania no le importaría.

—Me conminó a jurarlo en nombre de Paladine, no me pongas en una encrucijada —le rogó él en solemne ademán—. Y ya sabes que esta divinidad (me refiero a Fizban, una de sus encarnaciones) y yo somos íntimos. —Hizo una pausa, y cambió de tema—. Aguanta un instante el resuello, Caramon, de lo contrario no encajaremos esta parte. ¿Cómo han podido ceder tus carnes de este modo? —le preguntó irritado.

Apuntalando el pie contra el rubicundo muslo, el kender tiró de la cincha con todas sus fuerzas y provocó un alarido de dolor del comprimido guerrero.

—Estoy en forma —protestó Caramon cuando se hubo calmado—. Es la armadura la que ha encogido.

—Ignoraba que este tipo de metal encerrara tales propiedades —respondió Tas muy interesado—. ¡Creo que ya lo tengo! Sus piezas se reducen bajo los efectos del calor. ¿Lo averiguaste haciendo experimentos o acaso esta zona se ha vuelto tórrida en verano?

—Haz el favor de callarte —le espetó el hombretón.

—Sólo intentaba colaborar —rezongó Tas, molesto por la brusquedad del antiguo compañero—. ¿De qué hablábamos? Ah, sí, de la Hija Venerable de Paladine. Empeñé mi honor, así que lo único que os puedo contar es que me sonsacó todo cuanto recordaba sobre Raistlin. No me pareció inconveniente ayudarla, y al ver mi buena voluntad me encomendó la búsqueda secreta de Bupu. Todo guarda relación —agregó, pero enmudeció al comprender que ya estaba hablando más de la cuenta—. A decir verdad, Tika, Crysania es una persona estupenda —continuó dando un ágil sesgo a la plática—. Quizá no repararás nunca en ello pero, al igual que la mayoría de los kenders, carezco de hondas convicciones en materia religiosa. Sin embargo, no hay que ser creyente para intuir la bondad que anida en la sacerdotisa. Y también es inteligente, quizá más que el mismo Tanis.

Se produjo una corta pausa, en la que los ojos de Tas emitieron chispas misteriosas. Aunque ardía en deseos de hablar, su reserva le confería cierto protagonismo.

—Creo que no perjudicaré a nadie si os confieso que ha concebido un plan para salvar a Raistlin. Bupu forma parte de sus designios, quiere presentarla ante Par-Salian.

Incluso Caramon adaptó una expresión incrédula al oírle y, en cuanto a Tika, no pudo evitar el pensar que quizá Riverwind y Tanis estaban en lo cierto al afirmar que Crysania había perdido el juicio. En cualquier caso, todo aquello susceptible de despertar una esperanza en su esposo sería digno de su mayor respeto.

El guerrero había fraguado sus propias ideas acerca de la situación, ideas que manifestó sin titubeos.

—El responsable de lo ocurrido es Fis… Fistandolde o comoquiera que se llame —apuntó sin cesar de manipular las múltiples correas de cuero, que se clavaban en sus flácidas carnes—. Ya sabéis a quién me refiero, el mago Fizban nos relató todos los pormenores necesarios. Y también Par-Salian está en conocimiento de ciertos detalles. Solucionaremos el problema —aseveró, iluminado su rostro—. Traeré a Raistlin aquí, Tika, tal como acordamos. Se albergará en la habitación que le destinamos desde el principio, y cuidaremos de él. Ocuparemos la casa nueva y viviremos felices. —Le brillaban las pupilas, pero Tika apenas lo advirtió. Tuvo que desviar la mirada, embargada por la emoción frente a aquellas declaraciones tan propias del otro Caramon, aquél a quien un día amó.

Hizo un esfuerzo de voluntad y consiguió recuperar su expresión ceñuda, al mismo tiempo que se encaminaba al dormitorio.

—Reuniré tus restantes enseres para el viaje.

—¡No, aguarda! —la detuvo él—. Gracias Tika, pero puedo ocuparme de eso sin tu ayuda. ¿Por qué no nos preparas un poco de comida?

—Te echaré una mano —ofreció Tas, y se dirigió a paso veloz a la cocina.

—De acuerdo —accedió la muchacha, si bien aprisionó entre sus dedos el copete que coronaba la cabeza del kender—. Pero antes —le ordenó—, nuestro amigo Tasslehoff Burrfoot se sentará aquí mismo y vaciará sus saquillos uno por uno.

Tas bramó contra aquella velada acusación, aquella afrenta a la que lo sometían, y Caramon aprovechó la confusión para correr al dormitorio y encerrarse. Fue directo al rincón donde yacía la redoma, vació su contenido en un odre de viaje y, sonriendo satisfecho, introdujo éste en el fondo de su hatillo y lo cubrió con algunas prendas de ropa.

—¡Estoy a punto! —exclamó jubiloso—. Estoy a punto —repitió ya en el porche, víctima del desconsuelo.

Pobre Caramon, su figura era un triste espectáculo. La cota de malla que luciera durante los primeros meses de la campaña, y que perdiera en el curso de una de las muchas aventuras vividas, fue reemplazada por otra idéntica que él mismo confeccionó poco después de regresar a Solace. Entrelazó las hebras del pectoral, pulió las imperfecciones y diseñó las partes de acuerdo con el modelo original, todo ello con primor y dedicación, hasta que, una vez concluida, la arrinconó en un lugar seguro donde no la dañaran los elementos. Ahora se hallaba en perfectas condiciones salvo que, por desgracia, no podía abrocharse los costados y la pieza superior bailaba bajo el cinto que intentaba inmovilizarla en torno a su rebosante talle. Ni Tas ni él habían sido capaces de anudar las placas metálicas que, como un refuerzo adicional, debían guardar sus muslos, y el guerrero optó por llevarlas en su hatillo. Se quejó al levantar su escudo y lo escudriñó con suspicacia, convencido de que alguien lo había llenado de plomo durante los dos últimos años. Y, para colmo de males, a causa de su abultado estómago tampoco hubo manera de abrochar la hebilla de la que había de pender la espada. Enrojeciendo de ira se colgó el arma de la espalda, enfundada en su vaina, y la afianzó mediante unas correas.

Al contemplarle, Tasslehoff tuvo que apartarse de él. En un principio temió estallar en carcajadas, pero constató asombrado que eran las lágrimas lo que debía reprimir.

—Soy un fantoche ridículo —se lamentó Caramon al ver que su amigo le evitaba y Bupu, por su parte, lo estudiaba boquiabierta y con los ojos desorbitados.

—Recuerda al Gran Bulp, Fudge I —declaró la enana entre suspiros.

La imagen del obeso, desaliñado monarca del clan gully congregado en Xak Tsaroth se perfiló en la mente del kender. Agarrando a su acompañante por el pescuezo, la atrajo hacia sí y le insertó el mendrugo en la boca para impedir que profiriera otro comentario inoportuno. Pero el daño ya estaba hecho.

—Acabo de cambiar de idea —anunció el guerrero, a la vez que se congestionaban sus pómulos y arrojaba el escudo sobre el porche con un estrépito fruto de la cólera. Resultaba evidente que también él había recordado al grotesco enano—. ¡Me quedo! De todos modos, era una empresa absurda.

Lanzó entonces a Tika una mirada furibunda, cargada de reproches y, dando media vuelta, dio un paso hacia el umbral. Pero ella se interpuso en su camino de un ágil salto.

—Escúchame bien, Caramon Majere —dijo sin exaltarse—. No permitiré que entres en mi casa hasta que puedas hacerlo como un hombre cabal.

—Será como dos hombres cabales —intervino Bupu con voz ahogada. Tas no dudó en atiborrar su boca de pan.

—¡Eres una insensata! —recriminó el guerrero a su mujer y, con gesto agresivo, apoyó la mano en su hombro—. Sal de ahí, Tika, te lo advierto. No interfieras en mis decisiones.

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