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Authors: Carlos A. Paramio Danta

El Valor de los Recuerdos (4 page)

BOOK: El Valor de los Recuerdos
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—Curioso. ¿Por eso no puedo oír nada más que nuestras voces?

—Exacto, es por eso que no oyes ningún otro ruido ambiental, pues aunque podríamos sumar a esa onda que percibes aquella compuesta por los sonidos de esta habitación, tendríamos que separar mi verdadera voz del resto, pues de lo contrario probablemente te causaría mucha confusión. Como si dos personas hablasen al unísono, una en tu mismo idioma y la otra en otro que te resultaría un galimatías.

—¿Y podrías al menos añadir cualquier otro sonido de fondo? Ese silencio sepulcral me incomoda muchísimo.

—Sí, por supuesto. Si quieres, añadiré un sonido ambiental. ¿Qué te parecería el sonido de un campo, con un arroyo y el canto de algunos pájaros de fondo? Seguro que ayudan a relajarte un poco.

Antes de que tuviese tiempo de responder, comenzó a oír el canto de lo que parecía una pequeña golondrina, el murmullo del agua serpenteando por entre las rocas en algún punto lejano, el aire batiendo las hojas de las copas de los árboles situados encima de él.

—Impresionante. Es como si estuviese allí mismo. Diría que la fidelidad es mucho mayor que la que se obtendría con unos buenos auriculares.

—Claro. Es un modelo exacto de los estímulos que alimentan el cerebro de una persona en ese ambiente, modificados y adaptados a tu función de pensamiento.

—¿Puedes hacer también que vea algo?

No hubo respuesta. Jesús empezó a imaginar que no sería grata.

—Lo siento mucho, el mecanismo de interpretación de imágenes es algo que aún se nos escapa. Si pudiera activarlo ahora mismo, sólo tendrías estímulos desordenados, sombras de imágenes en blanco y negro que te provocarían más confusión que beneficio. Es uno de los motivos por los que todavía andamos experimentando.

Jesús comprendió perfectamente la breve explicación, aunque hubiese deseado poder ver aquel mundo del que ahora formaba parte. ¡Tenía tantas ganas de explorarlo! El miedo había desaparecido casi por completo, y ahora sólo sentía una enorme curiosidad. Deseaba poder ver a la persona con la que mantenía tan interesante conversación.

—Dime, ¿cómo es el mundo ahora? ¿Qué tal hemos progresado?

Pudo oír cómo Annette suspiraba.

—Uf. Pues no lo hemos tenido nada fácil, la verdad. En cierto modo, podría decirse que hemos tenido mucha suerte de seguir aquí. En general, hemos progresado mucho en casi todos los campos del conocimiento. Por lo poco que recuerdo de las clases de historia, en tu época os enfrentabais a una inminente crisis energética causada por la alta dependencia de combustibles fósiles. Éstos empezaron a escasear de forma alarmante, y desde luego no se recuperaban al mismo ritmo en que se consumían, pues como todos sabemos, hacen falta miles e incluso millones de años para que vuelvan a formarse. Por suerte, poco a poco y probablemente fruto de la necesidad, comenzamos a utilizar otras fuentes de energía más... permanentes. Los avances en la elaboración de materiales especiales para la captura de la energía irradiada por el sol en forma de calor fueron muy importantes. En cierto momento fuimos capaces de construir un material al que se llamó "agujero negro", capaz de capturar el 99% del espectro de luz visible, y por tanto un alto porcentaje de la energía proveniente del sol. Se crearon gigantescos campos de sol en tierras poco fértiles, e incluso en plataformas flotantes. Diversos avances en la construcción de células de combustible nos permitieron almacenar toda esa energía de forma eficiente, para su consumo posterior. También apuramos la cantidad de energía necesaria para la realización de muchos procesos industriales, e incluso para el consumo doméstico. Y con el tiempo, la disminución paulatina de la utilización de combustibles fósiles ayudó incluso a ralentizar el calentamiento del planeta, si bien éste continuó con su aumento paulatino de temperatura de forma gradual durante un largo periodo. Pero todo esto llevó decenas de años, con diversos conflictos internacionales de por medio. Aunque ninguno de estos problemas serían comparables al inconveniente demográfico.

—¿A qué te refieres?

—Ya en tu época la humanidad estaba formada por casi 7.000 millones de seres, y existían graves problemas para proporcionar una vida digna para todos. Las necesidades en cuanto a recursos para alimentar y ofrecer una oportunidad a tan enorme población comenzaron a dispararse, hasta el punto de que se temía que dicho crecimiento insostenible acabara en catástrofe. Pero nunca se puso remedio, como era de esperar. El ser humano actuó como lo haría cualquier otro animal irracional impulsado por la búsqueda de su propio beneficio individual: Simplemente disfrutó de su cómoda vida mientras pudo. En el clásico cuento de la cigarra y la hormiga, el hombre se comportó como la cigarra.

—¿Qué pasó?

—Pues que en el año 2.082 la humanidad estaba formada ya por 11.000 millones, pero más de la mitad vivían en condiciones poco aptas para la vida. Los recursos de agua potable eran los más escasos, pero pronto ningún desarrollo en nuevas técnicas de agricultura, ni tan siquiera con la ayuda de los resistentes y fértiles transgénicos, fueron tampoco suficientes para abastecer con alimentos a tantísimas personas. Ni digamos la producción o caza de carne o pescado. Los ciudadanos de las distintas naciones acabaron olvidando sus tratados de paz, movidos por la necesidad, y hubo grotescas y duraderas guerras en pro de la subsistencia. Estos conflictos armados, descentralizados, considerados en conjunto hoy día como la tercera guerra mundial, fueron de lo peor que el ser humano haya conocido. Pero gracias a ellos, pensándolo ahora objetivamente, la humanidad fue reducida a poco más de 2.000 millones de seres, lo que permitió partir de un punto en que fuera posible nuestra propia sostenibilidad. Desde entonces, existe una ley de contención de la población mundial, y hoy se necesita la aprobación expresa de un organismo gubernamental para poder concebir una nueva vida.

—¿Tú tienes hijos? —inquirió Jesús.

—No, por desgracia me debo a mi trabajo, y no consigo dedicar tiempo a buscar una pareja estable. En cualquier caso, no creo que me sea posible tenerlos a estas alturas. Los permisos suelen concederse a parejas que viven juntos por más de 5 años, y generalmente jóvenes, de entre 20 y 30 años. Y yo ya casi que me paso de esas cifras.

Un pensamiento rondaba por la artificial mente de Jesús durante la explicación de Annette. Tan pronto como ésta acabó, aprovechó para exponer su duda.

—Hay algo que no comprendo. No me malinterpretes, ahora que entiendo mi situación estoy encantado de volver a la vida, si bien es bastante diferente de lo que imaginaba. Pero he aquí mi duda. Si habéis interpuesto medidas tan severas para el control de la población, ¿cómo es que ahora os ha dado por renacer a personas como yo? Posiblemente me cueste muchísimo adaptarme a vuestra sociedad actual; al menos me será más difícil que a una persona que haya vivido en ella desde el comienzo de su vida. ¿Qué interés podéis tener en mí? —Recordaba estas mismas palabras de los labios de su amigo Gonzalo, en aquel restaurante italiano, en lo que para él había transcurrido tan sólo un día.

—No esperaba que llegásemos a ese punto tan pronto. —Suspiró profundamente. —Verás, me temo que cometes un error al pensar que la finalidad de este experimento es traerte de nuevo a la vida, en nuestra época, dotándote de cierta autonomía para que puedas desarrollarte en nuestra compañía. No, es algo mucho más complicado que todo eso.

Un repentino temor acuciaba los pensamientos de Jesús, que empezó a pensar que su nueva vida no iba a ser tan genial como había comenzado a imaginar. Él aceptó ser criogenizado con el único objetivo de poder ser devuelto a la vida, de alguna forma, en el futuro. ¿Acaso habían decidido por él otro destino diferente?

—¿A qué... te refieres exactamente? Me estás asustando.

—Verás, Jesús. En todos estos años nos hemos dado cuenta más que nunca que la humanidad es realmente frágil. No es que vosotros mismos no lo supierais, es que nadie le había dedicado tiempo suficiente a este pensamiento como colectivo, y desde luego fueron pocos los que buscaron una solución al problema. Ocupar la Tierra es un privilegio, un regalo que el azar nos ha concedido por un tiempo limitado. En cualquier momento, ese mismo azar puede obrar en nuestra contra, y acabar con nuestra existencia con la misma facilidad con la que desaparecieron tantas otras formas de vida en el pasado.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo?

—Pues tú eres una muestra de lo que podría ser el futuro de la humanidad, ni más ni menos. Que sepamos, y aunque podemos imaginar otras formas de vida en otros mundos, somos la única prueba fehaciente del despertar de la conciencia, de un ser capaz de razonar y de darse cuenta de su propia existencia, y maravillarse ante el mundo que le rodea hasta el punto de querer aprender acerca de su origen. Hemos tenido la suerte o la desgracia de que la materia se haya ordenado en este punto del Universo de una determinada forma para crear la vida; y que tras el lento pero firme proceso evolutivo mediante la selección natural, haya dado lugar al ser humano, un animal como digo consciente de sí mismo, con una alta capacidad de aprendizaje y raciocinio, capaz de modificar su entorno para progresar como especie. Tenemos el deber de preservar este acontecimiento extraordinario, de perpetuar la especie más allá de los límites imaginables. Pero si nos quedamos aquí, exclusivamente en la Tierra, en el mundo que nos vio nacer, las probabilidades de supervivencia ante catástrofes planetarias serían bastante bajas.

—¿Y qué sugieres como alternativa? ¿La colonización de otros mundos?

—Es una posibilidad, pero es más compleja de lo que parece. Ya en el pasado se han realizado múltiples intentos de crear pequeños ecosistemas autosuficientes, con el propósito de estudiar la viabilidad de biosferas cerradas, para en un futuro poder utilizar estos conocimientos en la terraformación de algún otro apacible mundo. En tu época, más o menos, existió un proyecto llamado Biosfera 2 con esa sana intención, aunque surgieron muchas complicaciones. En intentos posteriores siempre han aparecido problemas de difícil solución. Parece ser que mantener un ecosistema cerrado es mucho más complejo de lo que esperábamos, pues son tremendamente vulnerables. Eso sin contar con que aún deberíamos buscar otros mundos donde llevar el experimento a cabo, pues los que conocemos y que se encuentran a distancias abarcables no son muy apropiados para ello. No, la solución que buscamos es mucho más sencilla que todo esto. Es hora de que probemos otras alternativas.

Hizo una larga pausa. Jesús sabía que continuaría con su explicación, así que aguardó pacientemente, mientras aprovechaba para dejar volar su imaginación.

—En Transhumanity 2 apostamos por eliminar de la ecuación la mayor debilidad de las distintas soluciones: La fragilidad del cuerpo humano. Nuestra intención final es desarrollar algún tipo de vehículo espacial autónomo, que albergue una versión mejorada de este mismo sistema simulador en el que te encuentras ahora. Dotaríamos al aparato de autonomía solar, aprovechando los avances que se han realizado en el aprovechamiento de esta rica y duradera forma de energía, y lo colocaríamos provisionalmente en órbita solar. Dado que a nuestro sol le quedan todavía varios miles de millones de años de vida, estas formas pensantes podrían disfrutar de algo bastante parecido a la vida eterna, si pensamos en las proporciones que resultan de la comparación con la esperanza de vida como seres humanos en la Tierra.

—¿Vida eterna? ¡Querrás decir martirio eterno! —El pánico se apoderó de Jesús; era curioso sentir emociones como ésta sin que fuesen acompañadas de una respuesta fisiológica, tal como notar que el vello se erizaba. —No puedo imaginar cuán tortura sería permanecer encerrado en un sistema del que no puedes salir, ni desconectarte a voluntad. Miles de millones de años es mucho tiempo para una mente humana.

—No te alarmes aún, es algo que aún estamos perfeccionando. Sabemos que la soledad del individuo por un periodo de tiempo prolongado puede causar graves problemas psicológicos. Por eso estamos pensando en varias soluciones, como comunicar a estos pequeños satélites unos con otros, o tal vez almacenar varias mentes en un mismo vehículo con varios simuladores interconectados entre sí. En ambos casos, sería posible transmitir estímulos de un ser a otro, de forma que puedan conversar, sentir su contacto... ese tipo de cosas. Quizás incluso resolvamos por fin el problema de la estimulación de la memoria visual, y podamos construir todo un mundo simulado. ¡Imagínate, gozar de una existencia similar a la que has vivido hasta ahora, libre de enfermedades, de dolor, de sacrificios, de lucha constante por los recursos naturales, y con todo el tiempo del mundo por delante! Hemos creado nuestro propio elixir de vida eterna. Enviaremos estos vehículos por todo el Universo conocido, tantos como podamos, y venceremos así las enormes distancias que nos separan de otras posibles formas de vida. Es más, la existencia de esas otras formas de vida podría estar limitada en el tiempo, en un periodo quizás de unas decenas de miles de años, como lo estaría la nuestra en caso de una hecatombe de no ser por proyectos como éste. Así que de esta forma maximizaremos las posibilidades de encontrarnos en tiempo y espacio con ellos. Almacenaremos todo el conocimiento humano posible en dichos satélites, y así podrán conocernos, e incluso conversar con nosotros si logran aprender nuestro lenguaje, o nosotros el suyo. Les mostraremos dónde está situado nuestro mundo, por si, tal vez, aún existamos como seres orgánicos, y puedan venir en nuestra búsqueda. Y en definitiva, resolveremos algunos de los grandes enigmas que siempre nos han atormentado, a pesar de que para algunos de ellos, por mera probabilidad matemática, imaginemos la respuesta: ¿Estamos o no solos en el Universo? ¿Qué otras formas de vida son posibles? ¿Hasta dónde llegan nuestros límites?

Las explicaciones y el entusiasmo de Annette calmaron a Jesús, y pronto se contagió de dicho entusiasmo. Todo aquello le parecía fascinante. ¿Sería posible que él fuese uno de los elegidos para tan increíble hazaña?

—¿No estaríamos sometidos a la misma fragilidad en el espacio? A fin de cuentas, hay muchos otros peligros ahí fuera.

—Sí, los hay. Pero estaríamos mucho más seguros, y como mínimo, más dispersos, con lo que sería bastante más difícil que desapareciésemos por completo tras una hecatombe de proporciones gigantescas. En el espacio, los materiales no se degradan de la misma forma que en la Tierra. Añadiremos varios niveles de redundancia para cada subsistema, para disminuir la probabilidad de perder un aparato debido a algún fallo técnico. Y lanzaremos miles, millones de estos vehículos, en todas las direcciones posibles, en busca de un futuro menos pesimista.

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