Entrelazados (23 page)

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Authors: Gena Showalter

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil

BOOK: Entrelazados
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Victoria sonrió.

—Él es despiadado con todo el mundo menos conmigo. Y por eso es mi guardaespaldas.

Buena explicación. Aunque eso no significaba que a Aden tuviera que gustarle.

—¿Y Mary Ann?

—Ya te he dicho que yo nunca voy a hacerle daño —dijo Riley.

—Me alegro de saberlo. Pero si alguna vez cambias de opinión, lo lamentarás —dijo Aden. Porque las cosas eran así. Él no tenía muchos amigos, pero los que tuviera los protegería con la vida.

Riley se pasó la lengua por los dientes afilados y blanquísimos.

—¿Me estás amenazando, chaval?

—Eh, vamos. De eso nada —dijo Mary Ann—. Tenéis que ser más amables el uno con el otro. Riley, Aden sólo se está preocupando por mí. Aden, ¿no te acuerdas de que Riley nos ayudó anoche?

—Sí —dijo Aden de mala gana.

—De todos modos —intervino Riley—, ya que estamos hablando del tema de hacerle daño a una chica y sufrir las consecuencias, deberías saber que me tomo muy en serio mi trabajo —explicó—. Si le haces daño a Victoria, lo lamentarás. Te colgaré de los intestinos cuando todavía estés con vida.

Mary Ann abrió unos ojos como platos.

Riley se dio cuenta, y sonrió a medias.

—Disculpa. Lo haré rápidamente y sin dolor, ¿de acuerdo?

—No deberías amenazar —dijo ella entonces, y su tono de voz no era de temor, sino de ira. Mucha ira. Entonces, ¿por qué estaba mirando a Victoria, y no a Riley?

Aden repasó aquella conversación mentalmente y se dio cuenta de que a Mary Ann no debía de haberle gustado cómo Riley se había apresurado a defender a la vampira. Los celos debían de ser contagiosos, porque parecía que a todos les habían afectado.

—Está bien —dijo Victoria para zanjar aquella cuestión—. Vamos a hablar de otras cosas.

—De acuerdo —respondió Mary Ann, cuya ira desapareció—. ¿Qué estáis haciendo aquí? No me malinterpretéis, me encanta que hayáis venido —dijo, mirando de reojo a Riley—. Pero no entiendo por qué.

Victoria se echó a temblar ligeramente y miró a Aden.

—¿Recuerdas que te dije que mi gente había sentido tu energía?

Él asintió.

—Bien… No fueron los únicos. Han llegado otros —dijo con preocupación, y comenzó a enumerar—: Duendes, hadas, brujos —susurró—. Están buscando la fuente de la atracción.

Dios santo, ¿más criaturas? ¿Y lo estaban buscando a él? Aden cabeceó. Ojalá pudiera borrar lo que acababa de decir Victoria, ojalá pudiera olvidar todos los problemas que iban a llegar. ¿Cuántas cosas más podría soportar?

—Nosotros nos criamos entre ellos, y sabemos cómo actúan —continuó ella—. Querrán capturarte y estudiarte.

—Por eso estamos aquí —dijo Riley—. Hemos venido a protegeros para que esas criaturas no os rapten ni os hieran.

Aden se echó a reír, hasta que se dio cuenta de que el hombre lobo hablaba en serio.

—Yo sé cuidarme solito —sentenció. Llevaba haciéndolo toda la vida.

—De todos modos, las órdenes son las órdenes —dijo Riley. Vlad no quiere que sufras ningún daño hasta que él pueda conocerte.

—¿Y por qué no puede conocerme ahora?

Riley lo ignoró.

—Y tú —le dijo a Mary Ann— eres la mejor amiga de Aden, lo cual significa que también necesitas protección.

Ella asintió. Parecía como si estuviera conteniendo una sonrisa.

También Riley.

—Las buenas noticias son que Victoria y yo vamos a ser alumnos del instituto. Nos veremos mucho más.

¿Victoria, con él todo el día? De acuerdo. Tal vez el hecho de que a uno lo persiguieran duendes, hadas y brujos no fuera tan malo. Sin embargo…

—No he visto nada sospechoso —dijo Aden.

Ni diferente tampoco. O sí… A la señora mayor del centro comercial, y al chico que fingía ser John O’Conner. Brillaban e irradiaban energía.

¿Y si ellos eran duendes, hadas o brujos? Aunque ninguno había intentado hacerles daño, ni a Mary Ann ni a él.

Riley volvió a encogerse de hombros.

—Tal vez tú no te hayas percatado de su presencia, pero eso no significa que ellos no te hayan visto a ti.

Él se pasó una mano por la cara.

—¿Y qué quieren de mí esas criaturas?

—Lo mismo que queríamos nosotros, seguro —dijo Victoria—. Averiguar cómo irradias toda esa energía, cómo la hiciste explotar, cómo les hiciste daño con ella. Y todavía sigues vibrando a causa de un poder extraño. Salvo cuando estás con Mary Ann. Entonces, las vibraciones cesan. Bueno, salvo cuando Riley está presente. ¿Por qué?

—No lo sé —dijo Aden, aunque quería averiguarlo—. ¿Podéis contarme algo de lo que va a enfrentarse a mí?

—Con las brujas y los brujos debes tener mucho cuidado —le dijo Victoria—. Pueden sonreír mientras te maldicen. A los duendes les gusta comer carne humana. Al contrario que los vampiros, ellos no toman un poco de sangre y se marchan. Comen el cuerpo entero. Las hadas son igualmente poderosas; su belleza esconde un corazón traicionero.

Victoria había pronunciado con desprecio la palabra «hadas».

—No os gustan mucho las hadas, por lo que veo —dijo Mary Ann con las cejas arqueadas.

Riley asintió.

—Son nuestros peores enemigos.

Aunque Aden había estado en contacto con lo extraño durante toda su vida, se dio cuenta de que había un mundo nuevo del que no sabía nada. Tal vez no quisiera aprender nada de él, pero tenía que hacerlo.

—Ayer hablé con mi padre —dijo Victoria.

—Victoria —le advirtió Riley.

—¿Qué ocurre? Tiene que saberlo.

—A tu padre no le va a gustar que un extraño conozca su fragilidad.

—Aden no va a usar la información contra él —dijo ella—. De todos modos, durante Samhain, o Halloween, como lo llamáis los humanos, mi padre se levantará oficialmente. En honor a esa ocasión, va a celebrar un baile, y allí es donde desea conocerte.

—¿Tu padre, Vlad el Empalador, quiere conocerme durante la noche de Halloween? ¿Y qué quieres decir con que va a levantarse oficialmente? Creía que estaba bien de salud.

—Sí, quiere conocerte. Y cuando digo «levantarse», me refiero a eso. Durante la pasada década ha estado en hibernación para calmar la mente, para impedir que los recuerdos de su vida, que ya es demasiado larga, lo enloquezcan. Tu energía lo despertó antes de tiempo, aunque su cuerpo está y continuará estando débil hasta la ceremonia.

Dios santo. Había despertado a una bestia, literalmente. No era de extrañar que Vlad quisiera matarlo al principio.

—Te pido que vengas, por favor —le dijo Victoria—. No lo enfades. No te gustarían las consecuencias.

—Iré —dijo él. Al fin y al cabo, tenía un mes para prepararse en cuerpo y alma.

Ella sonrió.

—Gracias.

Dentro del instituto sonó un timbre que indicaba que sólo les quedaban cinco minutos para entrar en su primera clase.

—Sois estudiantes, ¿no?

Victoria y Riley asintieron.

—Entonces, vamos. No podemos llegar tarde.

Los cuatro echaron a andar, de mala gana, hacia su escuela.

—¿Tenéis los horarios, o queréis que os enseñemos el edificio? —preguntó Mary Ann, mirando con timidez a Riley.

—Sí y no —dijo el hombre lobo—. Sí, tenemos el horario y no, no necesitamos que nos lo enseñéis. Ya lo hemos visto.

—¿Cuándo?

—Anoche —dijo Victoria con otra sonrisa. Aquélla, de azoramiento.

Dios, a Aden le encantaba aquella sonrisa.

Debió de acelerársele el pulso, porque ella posó la mirada en su cuello y se humedeció los labios. ¿Estaría pensando en morderlo?

Aden se dio cuenta de que eso ya no le asustaba. Ni un poco. Y mejor, porque ella iba a morderle pronto. No iba a ser capaz de contenerse, tal y como le había mostrado Elijah. Pero Aden sabía que sus acciones no lo iban a aterrorizar, y que no iba a convertirse en un esclavo de sangre.

—¿Lo has visto? —le preguntó una chica a su amiga mientras pasaban a su lado por la acera.

—Sí, sí. ¿Quién es? ¡Es guapísimo!

—¡Ya lo sé!

Cuando sus voces se estaban alejando, pasaron unos cuantos chicos.

—Debe de haberse adelantado la Navidad. ¿Habías visto a una chica tan guapa alguna vez?

—¿Crees que el nuevo ya se la ha ligado?

—¿Y qué importa? Hay suficiente para todos.

Se echaron a reír, pero las puertas se cerraron tras ellos y no pudieron oír más comentarios.

Aden apretó los puños a los lados.

—Humanos —dijo Victoria, con un suspiro de resignación.

—¿Quieres que los castigue? —le preguntó Riley.

«Eso es cosa mía», pensó Aden.

Victoria se echó a reír, aunque Mary Ann se puso rígida.

—No. Pero gracias, de todos modos.

Cuando llegaron a las puertas del instituto, algo empujó con fuerza a Aden por la espalda y lo lanzó hacia delante. Riley lo sujetó e impidió que se cayera y se chocara contra la puerta. Se dio la vuelta con los ojos entrecerrados y se encontró con Tucker.

—Estás en medio —dijo Tucker.

Aden alzó la barbilla. La furia que había sentido momentos antes no era nada comparada con la que sentía en aquel momento. Como Mary Ann ya no estaba saliendo con él, Aden no tenía por qué ser agradable.

—Pues rodéame.

«No puedes pelearte con él», le dijo Eve.

«Sí, pero tampoco puede rehuirlo», dijo Caleb. «Quedaría como un blandengue».

«Pero, ¿y si lo expulsan del colegio?», preguntó Julian.

Elijah se mantuvo en silencio, extrañamente.

—Apártate de mi camino —le ordenó Tucker, y lo empujó de nuevo.

Los demás chicos se acercaron para ver una pelea, y comenzaron a animar:

—¡Pelea, pelea, pelea!

—Tucker —le dijo Mary Ann, alargando la mano para agarrarlo por la muñeca—. No hagas esto. Riley apartó la mano de Mary Ann antes de que pudiera tocar a Tucker, y la puso tras él.

—Oh, no.

Victoria se acercó a Aden. Cuando abrió la boca para hablar, él alzó la mano para que no lo hiciera. Ella podía salvarlo de aquella pelea, sí, pero Tucker regresaría. Los matones siempre volvían hasta que alguien les daba un motivo para no hacerlo, cosa que Aden había hecho con Ozzie.

—Si no te apartas de mi camino, te voy a aplastar los dientes contra el suelo, y te vas a enterar de que no eres tan duro como piensas. Sólo eres un bebé que corre a llorarle a la mejor amiga de su novia.

Tucker palideció.

—Vas a morir por eso.

—Oh. Qué listo —dijo Aden, y aplaudió—. Una amenaza de muerte. ¿Y sabes lo más gracioso? Que ni siquiera es la primera que recibo hoy.

Tucker siguió mirándolo durante un instante. Entonces, la mirada fulminante se convirtió en un gesto de desconcierto, y después, de irritación. Al final rodeó a Aden y entró en el instituto.

Bien, ¿qué acababa de ocurrir? ¿Por qué se había alejado Tucker sin que Aden hubiera tenido que darle ni siquiera un puñetazo?

Los chicos que rodeaban a Aden se quejaron de la decepción, pero siguieron a Tucker.

—Qué raro —dijo Riley—. He visto arañas saliendo de la negrura de su aura. Era como si te las estuviera proyectando, como si quisiera que las vieras y las sintieras por tu cuerpo.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Mary Ann—. ¿Qué es eso de proyectar arañas?

—Es un demonio —dijo Victoria.

Riley asintió.

—Tienes razón, por supuesto. Debería haberlo sabido. Claramente, Tucker es, en parte, un demonio. Una parte muy pequeña, pero lo suficiente para que tenga el poder de crear ilusiones.

—¿Cómo? —preguntaron Aden y Mary Ann al unísono.

—¿Y has dicho demonio? —añadió Mary Ann—. Eso no puede ser cierto. Ha sido mi novio durante meses. Tal vez haya estado distraída durante la mayor parte de ese tiempo, pero… Me habría dado cuenta si no fuera humano, ¿verdad? Quiero decir que estoy estudiando para ser psiquiatra. Y es cierto que ayer me pregunté si tal vez hubiera demonios entre nosotros, y eso era lo que Aden tenía atrapado en su cabeza, pero no me lo creí de verdad.

Aden tampoco quería creerlo.

—¿Es como si estuviera poseído por un demonio?

Riley se encogió de hombros.

—O eso, o hay un demonio en su árbol genealógico.

—El bebé de Penny —dijo Mary Ann con espanto—. ¿Acaso va a ser un demonio?

Riley se encogió de hombros nuevamente, aunque su expresión era comprensiva. Y de alivio, si Aden no se equivocaba.

—Sólo el tiempo lo dirá.

—Shane Weston sabe lo de Tucker, creo, y no le importa. Me pregunto si él también es un demonio —dijo Mary Ann mientras se masajeaba la nuca—. Vais a tener que explicarme cómo es posible todo esto. Aunque todavía no puedo creer del todo lo de los demonios, eso explicaría la vena cruel de Tucker, y el hecho de que una vez pudiera materializar una serpiente del aire, y que estuviera tan empeñado en salir conmigo y más tarde, cuando rompimos, en que siguiéramos siendo amigos.

—Quería quedarse contigo porque eres muy guapa —dijo Riley.

—¿Tú crees que yo soy guapa? Aunque no importa —añadió rápidamente, mientras cabeceaba como para aclararse las ideas—. Lo que estaba diciendo es que una vez Aden me dijo que yo lo calmaba, y después, Tucker me dijo lo mismo. Tal vez yo sea… una especie de tranquilizante para las criaturas que no son humanas.

—No un tranquilizante —dijo Aden—, sino un neutralizador.

—Bueno, si anulo los poderes, ¿cómo es posible que Tucker produjera aquella serpiente? Yo estaba al otro lado de la puerta, pero de todos modos estábamos muy cerca.

—Tal vez para anular los poderes necesites que el que tiene esos poderes esté ante ti en un espacio abierto —sugirió Aden.

—Mejor será que no hablemos de eso aquí —dijo Riley, observando los coches que había en el aparcamiento, y los estudiantes que todavía estaban en el vestíbulo. Cualquiera podía acercarse a ellos.

Entraron al edificio y comenzaron a caminar por los pasillos, entre los estudiantes. Aden se inclinó hacia Victoria:

—¿Estarás bien? —le susurró, llevándose la mano al cuello para indicarle lo que quería decir.

—Sí —respondió ella.

—Si tienes hambre…

—No voy a tener hambre —dijo Victoria, aunque no parecía muy convencida.

—Bueno, de todos modos, estoy disponible para ti.

El timbre volvió a sonar, y Aden suspiró.

—Bueno, vamos a clase. Ya llegamos tarde.

¿Y cómo iba a explicárselo a Dan? «Eh, Dan, échame del rancho porque estaba hablando de cosas importantes con una vampira y un hombre lobo».

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