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Authors: Marcus Sedgwick

Tags: #Infantil y juvenil

Espectros y experimentos (4 page)

BOOK: Espectros y experimentos
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Aún tenía canguelo y, de vez en cuando, si creía que Solsticio se había olvidado de mí, repiqueteaba arrastrando el pico contra los barrotes.

Pero no, no me había olvidado. La chica, bendita sea, se había puesto a investigar sobre los cuervos. Ya era hora.

Leía este libro:

«De común nada, si no te importa», pensé, todavía sorprendido de que Solsticio estuviera leyendo sobre los cuervos y no recitando sus morbosas poesías, como solía hacer.

—… también conocido como Cuervo del Norte…

«Eso ya está mejor», grazné.

—… es un pájaro grande y todo negro que pertenece a la familia de las cornejas, llamada también de los…

Se trabucó con la palabra. A decir verdad, es complicadilla.

—… los córvidos. Vaya, Edgar. Suena muy refinado. ¿Eres un pájaro de categoría?

Encogí ligeramente las, lo cual significaba «sí, supongo que sí lo soy, ya que lo dices».

Ella siguió leyendo.

—Además de los cuervos, la familia de los córvidos incluye a los grajos, las cornejas,

las urracas, las grajillas y las chovas.

—Ork —dije por lo bajini. Les tengo cariño a las chovas, pero no soporto a las urracas. Pajarracas presumidas. Y así lo dije para subrayar mi opinión:

— ¡Rark!

—El nombre científico del Cuervo del Norte es Corvus Corax. ¡Ay, Edgar! ¡Eres de categoría de verdad! Son pájaros medianos o grandes…

Bueno, qué voy a decir. Yo he hecho el intento de suprimirme el segundo plato, pero…

—… con unas patas y un pico muy fuertes y cerdas peribucales. ¿Qué significa esto, Edgar?

Seguí callado, porque tampoco había oído nunca ese nombre tan estrafalario, aunque supongo que se refiere a las plumitas puntiagudas que tengo alrededor del pico, ideales para atrapar a un saltamontes al vuelo.

—… en lo relativo a sus hábitos alimentarios, los córvidos son forrajeadores extraordinariamente oportunistas.

Bueno, no me queda otro remedio, teniendo en cuenta lo mal que me alimentan aquí. ¿Qué le voy a hacer si me sorprendo a veces en la cocina mirando fijamente el asado de cerdo?

—Considerando la proporción cuerpo-cerebro, los córvidos se cuentan entre…

¿Entre? ¡Bah!

—… entre las aves más inteligentes, con un coeficiente que se aproxima al de los simios…

Ay, no, por favor. ¡No me vengas con que soy más idiota que un mono! Si lo descubre Silvestre…

—… y que solo superan los humanos. Se ve que no conocen a Silvestre, ¿verdad, Edgar? —Solsticio me hizo un guiño y soltó una risita—. Escucha esto, Edgar: «Los córvidos se cuentan también entre las pocas especies del planeta capaces de usar herramientas. Aparte de la especie humana, el uso de herramientas solo se ha observado en los primates (eso quiere decir monos, me parece) y en la familia de las cornejas. Se ha demostrado recientemente que el uso de herramientas por parte de los córvidos es incluso más sofisticado que el de los chimpancés». ¡Ja! ¡Verás cuando se lo contemos a Silvestre! «Ello incluye escoger ramas y darles forma para las tareas de búsqueda de alimento».

Solsticio interrumpió la lectura y me miró.

—¡Caramba, Edgar! —dijo—. No sabía que fueras tan listo. ¿Es cierto? ¿De veras puedes escoger una rama y darle forma?

Se acercó a la jaula y me acarició las plumas de la cola.

Sí, asentí, puedo usar una ramita. Y también sé griego y latín, resuelvo fracciones y abro cerraduras con el pico.

Pero todo eso me lo tengo bien calladito.

Solsticio me dedicó una sonrisa preciosa, mostrándome su blanca dentadura. Un instante después, irrumpieron en la habitación todos los guerreros del Valhalla. O al menos Silvestre y Colegui, que ofrecían una estampa realmente única, pues tanto el mono como el chico tenían todos los pelos de punta.

Silvestre abrió la boca.

—Un ta… —farfulló. Volvió a intentarlo, señalando a ningún lado en particular—. Un ta-ta-ta…

Y se desmayó sobre la alfombra.

Dicen que algunas

familias guardan

esqueletos en el armario.

En el caso de los

Otramano es verdad,

lo que le provocó

un tremendo soponcio

al cura cuando pasó

un fin de semana

en el castillo.

S
ilvestre tardó más de doce horas en volver en sí y recobrarse de su desvanecimiento. Aunque yo diría que, mientras Fermín lo llevaba en brazos y lo metían en la cama, el chico pasó directamente del estado de coma al sueño profundo de cada noche; menudo dormilón está hecho. Un sueño que nadie más disfrutó, porque los demás nos pasamos toda la noche caminando inquietos por su habitación y preguntándonos primero qué le pasaba y, segundo, cuándo se le pondría el pelo normal.

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