Exilio: Diario de una invasión zombie (29 page)

BOOK: Exilio: Diario de una invasión zombie
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Durante las últimas dos horas he localizado pequeños grupos dispersos de muertos vivientes y los he observado en los diversos campos y áreas a mi alrededor. No parece que se den cuenta de mi cercanía. Sigo adelante y modifico mi ruta cada vez que es necesario para mantenerme a distancia segura del enemigo. Si me acerco a menos de cien metros advertirán mi presencia, aunque esa distancia puede variar debido al viento y a su nivel de descomposición. Llevo la pistola y el silenciador a punto, sujetos en la mochila, por si tuviera que neutralizar a uno de ellos. Si es verdad que alguien me sigue, o rastrea mis huellas, no puedo permitirme el riesgo de hacer ningún ruido.

16:00 h.

Hoy no han llamado. Presiento que mi paranoia me ha hecho perder el tiempo, porque me vuelvo una y otra vez por si encuentro algún indicio de mi presunto perseguidor. No he visto a nadie. Tengo la sensación de que me vigilan, pero no sabría decir si esa sensación proviene de la advertencia previa, o si de verdad se trata de un sexto sentido. ¡Qué diablos!, podrían ser ambas cosas a la vez. Esta noche me he refugiado en una vieja taberna cercana a la carretera. Me he escondido temprano, porque presiento que este virus que he pillado me va a dejar muy débil. No tengo ganas de comer, pero me obligo a beberme lo que me queda de agua. Oigo truenos en el horizonte y siento en el aire la proximidad de la lluvia. En los estantes hay numerosas botellas de alcohol que nadie robó. He tomado una botella polvorienta de Maker's, la he abierto y me la he bebido a morro. Escocia, pero me ha refrescado la garganta y me ha hecho sentir más calor que el de verdad siento. Me he sentado en uno de los reservados de esta vieja taberna a la antigua que llevó por único nombre «River City — Licores y comidas». Los hay que prefieren reservados cuando salen a comer. Creo que yo mismo soy un hombre reservado.

Sé que todas estas botellas de alcohol pueden servir desde el punto de vista médico para desinfección y sedación. Ojalá tuviera sitio en la mochila para llevarme más de medio litro de whisky. El viento pega cada vez con más fuerza y la lluvia no se hará esperar una vez haya terminado esta frase.

18 de Octubre

9:00 h.

Anoche, gracias a las fuertes lluvias, llené en tres ocasiones el depósito de agua. He registrado los cajones del despacho de la encargada y he descubierto un botellín de vitaminas prenatales. He leído la etiqueta para estar seguro de que no me harán crecer los pechos, y luego les he quitado el tapón y me he tomado una dosis doble. Estaban a punto de caducar, y, probablemente, eso implicará que su efecto sea débil. En mi situación actual necesito vitamina C. No tengo apetito, pero me obligo a mí mismo a introducir agua en el organismo (unos dos litros y medio desde la noche pasada). Parecía que cada quince minutos tuviera que salir a mear a la puerta de la taberna, siempre con el rifle en una mano y la pistola en el otro. Creo que estará bien que pase otra noche en la taberna de River City para ver si así recupero fuerzas.

15:00 h.

Estaba afuera, fatigado y tembloroso, a la espera de una llamada que no ha llegaba. Estaba con la espalda apoyada en un viejo vehículo abandonado, en la cuneta de la carretera que se aleja de la taberna, cuando he visto a una de esas cosas. Ella también me ha visto a mí y se ha acercado a toda velocidad arrastrando los pies. No he tenido tiempo para sacar la pistola con silenciador. He apuntado a la cosa con el rifle, le he puesto el punto rojo en la frente y he apretado el gatillo. Y ya está. Pero había armado mucho estruendo y puedo dar por seguro que ahora vendrán más. El período de conexión por satélite ha empezado y ha terminado, y he regresado en silencio a la taberna para reflexionar acerca de todo ello. Notaba que me estaba subiendo la fiebre por momentos. Al regresar a la taberna, me he dado cuenta de que en la parte de atrás había un contenedor de propano en forma de gigantesca aspirina. Tal vez en este lugar contara con lo necesario para cocinar y tal. En la mochila sólo me quedaban los alimentos deshidratados y las raciones listas para comer.

22:00 h.

El sistema de propano de la taberna funciona. He llenado una pequeña sartén con agua de lluvia y he cocinado en ella una parte de los alimentos deshidratados, y luego me he obligado a mí mismo a engullirlos. Sabían bien, aunque el cuerpo me dijese que no tenía hambre. Afuera estaba oscuro, y por ello he pensado que podía practicar con la mira del M-4 y las gafas de visión nocturna. He apuntado a un primer objetivo con el punto rojo y me ha dado la impresión de que también podría hacerlo con las gafas. Estaría bien para un enfrentamiento de poca monta, pero el fogonazo me delataría al primer disparo, tal vez al segundo, según la distancia a la que se hallara el observador. Por lo menos, tendré la posibilidad de emplearlo de noche si es necesario. Mientras empleaba la mira con las gafas de visión nocturna, he visto movimiento desde la ventana. Afuera estaba muy oscuro, por lo que estaba seguro de que las criaturas no podrían verme. He sostenido el arma en ristre, con los ojos en el punto rojo, para estar seguro de neutralizar cualquier amenaza. Entonces los he visto... debían de ser diez, o quince. Caminaban por la carretera, aparentemente sin rumbo. He contenido el aliento y los he observado, y me he dicho a mí mismo por lo menos treinta veces que no era el momento de inspeccionar el mecanismo de acción de mi arma. Si me encontraban allí, tal vez no sobreviviera. El catarro me había debilitado, y serían ellos quienes llevaran ventaja en un enfrentamiento nocturno en un espacio tan pequeño. Demasiadas maneras de morir allí durante la noche. Mejor no hacerse notar ni hacer ruido, y por desgracia, mejor mantenerse despierto.

19 de Octubre

6:45 h.

Esta mañana parece que vayamos a tener un día despejado. Las criaturas se han marchado de esta zona hacia las 2.00 horas. No me he obligado a mí mismo a dormir hasta las 3.00 horas. Ahora me he puesto en marcha después de tres horas de sueño y me siento como si tuviera una resaca. Bebo agua sin cesar, e incluso he encontrado viejos paquetes de café sin abrir. No es lo mejor que puedo tomar en mi estado actual, pero esta mañana voy a necesitar la cafeína. No pienso quedarme aquí una noche más. Si no me marcho hoy mismo, puede que no llegue a marcharme nunca. No hay dos sin tres, ni quince sin cien. Trataré de recorrer quince kilómetros en un día.

12:00 h.

Descanso sobre la elevación estratégica de una loma. Las rocas me cubren la espalda. He descubierto algo horrible. Un kilómetro más abajo, en el valle, hay un edificio que parece un viejo molino para moler grano. No le habría prestado atención si no fuese por el humo que sale de lo que parece una vivienda cercana al molino. Hay otro edificio que parece un establo, o tal vez un centro de confinamiento. Me había instalado aquí sin otro escondrijo que el saco de dormir. Mis cosas están seguras en la mochila impermeable, escondida bajo unas ramas, y observo el área con mucha atención mientras decido lo que voy a hacer.

Hay varias personas que dan vueltas por ahí, tal vez guardias que hacen la ronda. Voy a tener que observar sus movimientos y tomar nota de las pautas que siguen.

Guardia 1 (hombre con ballesta): Ha abandonado el edificio a intervalos irregulares entre las 10.30 y 11.30 horas.

Guardia 2 (mujer gorda): Ha patrullado por el molino cada quince minutos entre las 10.30 y 11.30 horas.

Guardia 3 (AK-47): Ha estado de guardia a unos cuarenta y cinco metros de los edificios, parece alerta. Está instalado en una caseta de vigilancia.

13:00 h.

Situación: Al observar con detenimiento durante un tiempo, he visto que una partida armada con actitudes hostiles retiene preso, como mínimo, a un civil. Han modificado el molino para emplear energía humana. Tienen criaturas que hacen girar el molino. No estoy seguro de si el molino sirve para moler grano o para extraer agua. Las criaturas están sujetas al molino con arneses. No llevan bridas en la boca, pero sí les han puesto una especie de anteojeras como las de los caballos. La mujer gorda sale cada quince minutos y los estimula para que anden.

13:30 h.

He observado que un camión militar para transpone de tropas, con la plataforma descubierta, se acerca al complejo con tan sólo dos individuos en la parte de atrás y un conductor. Parece que formen parte del personal de este complejo. He visto con los prismáticos que la mujer gorda abría la boca para chillar cuando los hombres han descargado lo que parecía un cadáver (muerto de verdad).

14:00 h.

Está claro que hoy no voy a recorrer los quince kilómetros. Voy a recurrir a las armas de la diplomacia, y más específicamente a una bomba guiada por láser de 225 kilogramos. Se me ha ocurrido al ver que ataban a una persona viva al molino para animar a los muertos vivientes a seguir avanzando. El palo y la zanahoria. Voy a buscar un sitio para pasar la noche oculto, luego observaré su rutina a lo largo de la mañana y, finalmente, emprenderé un ataque preventivo. Parece como si trataran de mantener equilibrado el número de vivos y de muertos en la rueda. Los tienen atados tan cerca de los muertos que me ha parecido ver que uno de los monstruos le tocaba la espalda con sus dedos huesudos a una persona viva que se encontraba delante, mientras ambos giraban en perpetuo círculo.

Una parte de mí querría lanzarles la bomba ahora mismo, pero si no encuentro un sitio para pasar la noche, me voy a poner todavía más enfermo, o también podría sucumbir a un ataque de los muertos vivientes mientras me encuentro en el saco de dormir, en lo alto de esta loma. Voy a empezar por cargarme con el rifle al que se encuentra en la caseta de vigilancia. Por lo que veo, es el único que podría representar algún peligro a esta distancia, y no merecería la pena malgastar esa bomba por una sola persona. En cuanto haya acabado con el guardia, marcaré con el láser la estructura que considero hostil y trataré de no causar daños colaterales en la rueda donde se encuentran los posibles aliados junto con los muertos vivientes. Por ahora sólo es un plan. En algún momento del día he visto un destello en la loma opuesta, pero, aunque he mirado con los prismáticos, no he sido capaz de descubrir nada que se moviera.

Otro aspecto de esta cuestión, macabro, pero que me viene bien, es que voy a probar la eficacia del Reaper que vuela sobre mí con un objetivo que verdaderamente se merece una bomba guiada por láser. Si todo sale bien, me voy a cargar a los malos sin tener que acercarme a menos de cuatrocientos metros del edificio. Ahora llueve y me siento mal, y lleno sin cesar el depósito de agua y me la bebo, hasta el punto de que me vienen arcadas. No me queda otra opción, porque lo más probable es que en un radio de 150 kilómetros no encuentre jeringas esterilizadas ni suero fisiológico que no estén vigilados por un millar de muertos vivientes. Hoy no he recibido llamada alguna, pero he tratado de cargar el teléfono por satélite con el cargador solar, y en todo momento he vigilado el complejo.

20:00 h.

Tras dejar una parte de mis cosas en el escondrijo cercano al molino, he encontrado un sitio para pasar la noche: un coche abandonado, con la puerta abierta, que quedó sobre una colina. Era un Escarabajo Volkswagen de los ochenta. Lo he elegido porque se encontraba en una carretera secundaria, en lo alto de una colina. Me he metido dentro y he buscado las llaves... no estaban. He soltado el freno de emergencia y se ha movido al instante. Sólo he permitido que recorriera algo más de medio metro antes de volver a echarle el freno. Dentro de este vehículo voy a dormir sin peligro, y si durante la noche me atacaran los muertos vivientes, podría quitarle el freno y rodar colina abajo. Si el coche no fuese un Escarabajo, trataría de hacerle un puente. Está construido en una década en la que era fácil, pero no sé dónde se encuentran sus piezas esenciales, porque tiene motor trasero. La última vez que lo hice fue con un coche de Detroit. Ojalá tuviese ahora aquel Buick Regal. Esta noche voy a dormir con una mano sobre la palanca del freno.

20 de Octubre

8:00 h.

Esta mañana me he levantado temprano para planear el ataque y analizar los papeles del Reaper. He examinado dos veces el dispositivo de señales, y también dos veces el período de cobertura del Reaper. Si la cobertura lo permitiese, habría atacado de noche. He dormido relativamente bien, sin interrupciones inesperadas, aparte de la fauna local. Un viejo búho me ha tenido despierto durante un rato. Qué no daría yo por volar ahora mismo como ese búho viejo y sabio.

Cambio de planes: si le disparo al hombre de la caseta y luego el Reaper no funciona como me habían dicho, soy hombre muerto. Ojalá pudiera recordar el ángulo de tiro de un cartucho de 5.56 a cuatrocientos metros desde un cañón de dieciséis pulgadas instalado en un M-4.

El Reaper ya tendría que estar aquí, o por lo menos falta poco. He probado el láser y he oído los tonos. Las baterías están bien. La mira también funciona bien... la ampliación x1 no me va a servir para nada, así que tendré que acercarme a unos cuatrocientos metros para incrementar la posibilidad de darle al guardia. Como a esta distancia su AK-47 no será más preciso que mi arma, voy a correr el riesgo. He encontrado un viejo coche familiar Chevrolet (puntos extra por el revestimiento de madera) no muy lejos del Escarabajo. Después de echar una ojeada a mi alrededor, he levantado el capó para ver qué tal estaba la máquina. Tenía algunas grietas, pero en conjunto parecía que pudiese funcionar. Las llaves no estaban puestas, pero con ese coche sí podría hacer un puente. Si empleaba la misma técnica que varios meses antes, no me sería difícil poner en marcha el viejo caballo de batalla y recorrer todo el camino hasta el Mundo de Wally. Me había llevado el teléfono y el cargador, pero había dejado el líquido para tratamiento de combustible en mi área de observación, justo debajo de la loma. Tendría que encontrar cables. He empleado el cuchillo para desconectar la batería, y luego la he sacado del coche y la he llevado a un claro, lejos de todo tráfico pedestre. He desplegado el cargador para que la exposición de sus células a la luz solar fuese la máxima posible. En las instrucciones decían que para cargar el teléfono había que exponer una única célula. Pero ahora se trataba de una batería grande. El cargador de energía solar no tenía marca y eso me ha parecido extraño.

He cubierto la batería con una de las bolsas de plástico que me he llevado del coche familiar para que tan sólo el cargador desplegado quedara expuesto a los elementos, y al cielo matutino parcialmente nublado. Dentro de unos minutos me pondré en marcha para realizar un nuevo reconocimiento, y si es necesario, para reducir el dolor.

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