Read Hermosas criaturas Online
Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl
Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico
Forcé el cerrojo una vez más y le di a la puerta un último empujón. Se abrió de golpe, dando con fuerza en la pared. La señora Lincoln apareció recortada por la luz que la iluminaba desde atrás, una figura oscura a la tenue luz de un farol. La silueta era algo difusa.
Se quedó mirando la consola que tenía en las manos.
—Todos esos videojuegos te van a pudrir la mente, Ethan.
—Sí, señora.
—Te he traído algunos
brownies
. Una ofrenda de paz. —Me los dio con expectación, en ese momento tenía que decirle que entrara. Había una fórmula para todo, supongo que habría que llamarlo modales, hospitalidad sureña, pero ya lo había hecho con Ridley y no había ido nada bien. Vacilé—. ¿Qué hace usted esta noche en la calle, señora Lincoln? Link no está aquí.
—Claro que no. Está en casa de los Snow, que es donde todos los miembros íntegros del alumnado del instituto Jackson tienen la suerte de estar. Me ha costado una buena cantidad de llamadas conseguir la invitación teniendo en cuenta su reciente comportamiento.
No terminaba de pillarlo. Conocía a la señora Lincoln de toda la vida y siempre había sido una tipa algo peculiar. Siempre había estado ocupada sacando libros de las estanterías de la biblioteca, expulsando profesores de las escuelas y arruinando reputaciones en una sola tarde. Pero ahora era distinto, porque la cruzada contra Lena era diferente. La señora Lincoln antes había actuado en función de sus convicciones, pero ahora esto era algo personal.
—¿Señora Lincoln?
Parecía nerviosa.
—Te he hecho unos
brownies
. Creo que debería entrar para que charlásemos un poco. No tengo nada en contra de ti, Ethan. No es culpa tuya que esa chica esté empleando su maldad contra ti. Tú deberías estar en la fiesta con tus amigos, con los chicos del pueblo. —Me volvió a ofrecer los
brownies
, llevaban una capa doble de trocitos de empalagoso chocolate, lo primero a lo que íbamos todos cuando tenía lugar la venta de pasteles de la iglesia baptista. Yo me había criado con esos
brownies
—. ¿Ethan?
—Señora.
—¿Puedo pasar?
No moví un solo músculo y aferré la consola con más fuerza. Me quedé mirando a los
brownies
y de repente se me quitó el hambre por completo. No había ni una pizca de esa mujer ni de ese plato que fueran bienvenidos en mi casa. Mi casa, como Ravenwood, comenzaba a tener voluntad propia y ni yo ni la casa queríamos dejarla entrar.
—No, señora.
—¿Qué es esto, Ethan?
—No, señora.
Entrecerró los ojos. Empujó el plato en mi dirección, como si fuera a entrar de todas maneras, pero salió despedida hacia atrás como si se hubiera golpeado contra una pared invisible. Vi cómo el plato se inclinaba y caía lentamente hasta romperse en mil añicos de cerámica y chocolate sobre nuestro alegre felpudo de Halloween. Amma se iba a agarrar un buen cabreo por la mañana.
La señora Lincoln bajó los escalones del porche de espaldas, con cautela, y luego desapareció en el interior oscuro del viejo «arena del desierto».
¡Ethan!
La voz me arrancó del sueño, así que debía de haberme quedado dormido. La maratón de películas de terror se había terminado y la pantalla de la televisión había adquirido un llamativo color gris.
¡Tío Macon! ¡Ethan! ¡Ayudadme!
Lena estaba gritando en algún lugar. Percibía el terror en su voz y mi cabeza latía al ritmo de su dolor hasta que durante un instante olvidé dónde me encontraba.
¡Por favor, que alguien me ayude!
La puerta principal se abrió de pronto, oscilando y dando golpes con el impulso del viento. El sonido reverberó en las paredes, como si fuera un disparo.
¡Creí que dijiste que aquí estaría a salvo!
Ravenwood.
Cogí las llaves del viejo Volvo y salí disparado.
No recuerdo cómo conseguí llegar a Ravenwood, pero sí que estuve a punto de salirme de la carretera unas cuantas veces. Apenas podía enfocar la vista. Lena sentía un dolor tan intenso y nuestra conexión era tan íntima que casi me desmayé al compartir lo que ella sentía.
Y el grito.
Sólo pensaba en su grito, desde el momento en que me había despertado hasta el momento en que presioné la luna creciente y entré en la mansión Ravenwood.
Cuando la puerta se abrió de un portazo, comprobé que la casa se había vuelto a transformar una vez más. Esta noche tenía el aspecto de una especie de castillo antiguo. Los candelabros arrojaban extrañas sombras sobre la muchedumbre de invitados, ataviados con túnicas, vestidos largos y chaquetas negras que superaban en mucho a los que habían acudido al Encuentro.
¡Ethan! ¡Corre! No puedo soportarlo…
—¡Lena! —aullé—. ¡Macon! ¿Dónde está?
Nadie se dignó mirar en mi dirección. No reconocí a nadie, aunque el vestíbulo principal estaba atestado de invitados que iban de unas habitaciones a otras como fantasmas en una cena encantada. No eran de por aquí, al menos no de los últimos cien años. Vi hombres con
kilts
oscuros y toscas ropas célticas y mujeres con corsés. Todo estaba sumido en la oscuridad y envuelto en sombras.
Me abrí camino a empujones entre lo que parecía un grandioso salón de baile. No me encontré a nadie, ni a la tía Del, ni a Reece, ni siquiera a la pequeña Ryan. Las velas chisporroteaban en las esquinas de la habitación, y lo que parecía una orquesta translúcida de extraños instrumentos musicales se definía y desdibujaba tocando solos mientras las enigmáticas parejas giraban y se deslizaban por el suelo de piedra. Los bailarines no parecían ser conscientes de mi presencia.
La música era claramente para
Casters
, conjuraba sus propios hechizos, sobre todo, los instrumentos de cuerda. Escuché un violín, una viola y un chelo. Llegué casi a percibir la telaraña que giraba de un bailarín a otro y cómo los movía en una dirección u otra, como si siguiera un patrón deliberado y todos fueran parte de un diseño preestablecido. Y yo no pertenecía a él.
Ethan…
Tenía que encontrarla.
Sentí un repentino ataque de dolor. Su voz se iba debilitando. Tropecé y me agarré al hombro del invitado que tenía más cerca, iba vestido con una toga. Nada más tocarlo, el sufrimiento de Lena fluyó a través de mí y llegó a él.
—¡Macon! —grité con toda la fuerza de mis pulmones.
Vi a
Boo Radley
al pie de las escaleras, como si me estuviera esperando. Sus redondos ojos humanos parecían aterrorizados.
—
¡Boo!
¿Dónde está Lena? —El perro me miró y entreví los acerados ojos grises, nublados, de Macon Ravenwood; al menos juraría que me pareció verlos. Entonces se dio media vuelta y comenzó a correr. Le seguí, o al menos creí que lo hacía, subiendo a la carrera las escaleras en espiral de lo que ahora parecía ser el castillo Ravenwood. Al llegar al primer piso se detuvo y me esperó y después salimos corriendo hacia una habitación oscura al final del pasillo. Viniendo de
Boo
, eso era toda una invitación.
Ladró y dos enormes puertas de roble se abrieron solas. Estábamos tan lejos de la fiesta que no se escuchaba la música ni la conversación de los invitados. Era como si hubiéramos entrado en un tiempo y un espacio distintos. Incluso el castillo parecía estar transformándose bajo mis pies, pues la roca crujía y las paredes se enfriaban y cubrían de musgo. Las luces se habían convertido en antorchas y colgaban de las paredes.
Yo sabía mucho de cosas antiguas, el mismo Gatlin lo era y había crecido rodeado por objetos de otros tiempos. Pero esto era distinto. Como Lena había dicho, un Año Nuevo, una noche fuera del tiempo.
Cuando entramos en la cámara principal, me quedé paralizado. La habitación se abría hacia el firmamento, como si fuera un invernadero. El cielo que nos cubría era negro, el más negro que había visto en toda mi vida. Era como si estuviéramos en el centro de una terrible tormenta, aunque la habitación estaba en silencio.
Lena yacía sobre una pesada mesa de piedra, acurrucada en posición fetal. Estaba chorreando, empapada en su propio sudor y retorciéndose de dolor. Estaban todos rodeándola: Macon, la tía Del, Barclay, Reece, Larkin, incluso Ryan y una mujer que no reconocí, todos con las manos unidas formando un círculo.
Tenían los ojos abiertos, pero no veían nada, ni siquiera se dieron cuenta de que había entrado en la habitación. Vi que movían la boca, mascullando algo. Cuando di unos pasos para acercarme a Macon, me di cuenta de que hablaban en una lengua desconocida. No estaba seguro del todo, pero había pasado el tiempo suficiente con Marian como para intuir que aquello era latín.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sólo se escuchaba un murmullo quedo, un canto. Ya no se oía a Lena. Sentía la cabeza vacía, como si se hubiera ido.
¡Lena! ¡Contéstame!
Nada. Sólo yacía allí, gimiendo débilmente, retorciéndose despacio como si intentara desprenderse de su propia piel. Seguía sudando y el sudor se mezclaba con sus lágrimas.
Del rompió el silencio, histérica.
—¡Macon, haz algo! No está funcionando.
—Estoy intentándolo, Delphine. —Había algo en su voz que jamás había escuchado antes: miedo.
—No lo entiendo. Hemos Vinculado juntos este lugar. Esta casa es el único lugar donde se supone que está a salvo. —La tía Del miró a Macon en busca de respuestas.
—Estábamos equivocados. Éste no es un puerto seguro para ella —dijo una bella mujer que lucía tirabuzones de pelo negro y que podría tener la edad de mi abuela. Llevaba varios collares de cuentas en el cuello, unos sobre otros, y elaborados anillos de plata en los pulgares. Tenía el mismo aspecto exótico de Marian, como si procediera de algún lugar muy lejos de aquí.
—Eso no lo sabes, tía Arelia —le increpó Del, volviéndose hacia Reece—. ¿Qué está sucediendo? ¿Ves algo?
Los ojos de Reece estaban cerrados, y las lágrimas surcaban su rostro.
—No puedo ver nada, mamá.
El cuerpo de Lena se agarrotó y gritó; en realidad, sólo abrió la boca y pareció como si estuviera gritando, aunque no emitió sonido alguno. No lo entendía.
—¡Haced algo! ¡Ayudadla! —grité a mi vez.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¡Vete! Esto no es seguro —advirtió Larkin. La familia reparó por primera vez en mi presencia.
—¡Concéntrate! —La voz de Macon sonó desesperada y se alzó sobre las demás, cada vez más alto, hasta que se convirtió en un alarido…
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
Sanguis sanguinis mei, tutela tua est.
¡Sangre de mi sangre, tuya es la protección!
Los miembros del círculo tensaron los brazos para darle más fuerza, pero no funcionó. Lena seguía chillando silenciosos gritos de terror. Esto era mucho peor que los sueños, pues era real. Y si ellos no podían detenerlo, yo sí que lo haría. Corrí hacia ella, y entré en el círculo bajo los brazos de Reece y Larkin.
—¡Ethan, no!
Al penetrar en el interior lo escuché. Era un aullido siniestro, inquietante, como si fuera la voz del mismo viento. ¿O era en verdad una voz? No podía estar seguro. Aunque estaba apenas a unos metros de la mesa donde ella yacía, parecía como si estuviera a miles de kilómetros. Algo intentaba empujarme hacia atrás, algo más poderoso que cualquier otra cosa que hubiera experimentado hasta ese momento, con más fuerza que cuando Ridley extrajo la vida de mi cuerpo. Empujé contra aquello con todas mis fuerzas.
¡Ya voy, Lena! ¡Aguanta!
Lancé mi cuerpo hacia delante, estirándome, como lo había hecho antes en mis sueños. El negro abismo del cielo comenzó a girar.
Cerré los ojos y avancé hasta que nuestros dedos se rozaron apenas.
Escuché su voz.
Ethan. Yo…
El aire que había dentro del círculo nos azotó con violencia, como si fuera un torbellino. Giraba hacia el cielo, si aquello podía llamarse así, hacia la negrura. Hubo una ola, como una explosión, que impactó contra el tío Macon, la tía Del y contra todos ellos, proyectándolos hacia las paredes. Al mismo tiempo, el aire que giraba en espiral dentro del círculo roto fue absorbido por la negrura que había sobre nosotros.
Y entonces todo terminó. El castillo se disolvió hasta convertirse en un desván normal, con una ventana como todas que se agitaba abierta bajo el alero. Lena yacía en el suelo, una maraña de pelo y extremidades, inconsciente, pero aún respiraba.
Macon se levantó del suelo y se me quedó mirando, aturdido. Entonces se dirigió hacia la ventana y la cerró de un golpe.
La tía Del me miró con las lágrimas aún corriéndole por el rostro.
—Si no lo hubiera visto con mis propios ojos…
Me arrodillé al lado de Lena. No se podía mover, ni hablar, pero estaba viva. La percibía, un latido tenue palpitaba en su muñeca. Dejé caer la cabeza a su lado. Era todo lo que podía hacer para no derrumbarme.
La familia de Lena nos rodeó lentamente, un círculo oscuro que parloteaba sobre mi cabeza.
—Te lo dije. El chico tiene poderes.
—Eso no es posible. Es un mortal. No es uno de nosotros.
—¿Y cómo puede un mortal romper un Círculo
Sanguinis?
¿Cómo puede un mortal protegerse de un
Mentem Interficere
tan poderoso que hasta ha conseguido Desvincular Ravenwood?
—No lo sé, pero tiene que haber una explicación. —Del alzó la mano sobre su cabeza—.
Envico, cotineo, colligo, includo
. —Abrió los ojos—. La casa aún está Vinculada, Macon. Lo siento, pero ha conseguido acercarse a Lena de todos modos.
—Claro que lo ha hecho. No podemos evitar que venga a por la niña.
—Los poderes de Sarafine crecen día a día. Reece la ve cuando mira a los ojos de Lena. —La voz de Del sonó temblorosa.
—Nos ha golpeado aquí mismo, esta noche. Se ha apuntado un tanto.
—¿Y cuál es ese tanto, Macon?
—Que puede hacerlo.
Sentí una mano en mi sien. Me acarició, deslizándose por mi frente. Intenté hacerle caso, pero la mano me dio sueño. Quería arrastrarme a casa para llegar hasta mi cama.
—O que no puede. —Alcé la mirada. Arelia me frotaba las sienes, como si fuera un pobre gorrión herido. Fui consciente de que sentía lo que había en mi interior. Buscaba algo, hurgaba en mi mente como si buscara un botón perdido o un viejo calcetín—. Ha sido una estúpida y ha cometido un grave error. Hemos descubierto lo único que necesitábamos saber —comentó la mujer.