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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Hermosas criaturas (34 page)

BOOK: Hermosas criaturas
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—Lena, ¿desde dónde dijiste que te habías mudado…?

No oí la respuesta ni ninguna otra cosa, pues en vez de eso percibí que todo se movía a cámara lenta y de forma borrosa, como los espejismos cuando las olas de calor cruzan el aire.

¿Qué estaba pasando…?

Todo parecía haberse paralizado en la habitación, pero no era así. Yo estaba petrificado. Mi padre se había quedado parado. Tenía los ojos entrecerrados y los labios fruncidos para formar la sílaba que no había tenido ocasión de pronunciar. Seguía con la vista fija en el puré de patata, todavía sin probar. Las Hermanas, la tía Caroline y Marian permanecían inmóviles como estatuas. El péndulo del viejo reloj del abuelo se había detenido. Hasta el aire permanecía estático.

¿Estás bien, Ethan?

Intenté responderle, pero no pude. Estuve a punto de morir congelado cuando Ridley me apretó entre sus dedos letales, pero en esta ocasión ni tenía frío ni estaba muerto, sólo inmóvil.

—¿Ha sido cosa mía? —preguntó Lena en voz alta.

Únicamente Amma estaba en condiciones de responderle.

—¿Hacer un Vínculo temporal? ¿Tú? Es tan probable como que salga un caimán de las tripas de ese pavo —se mofó ella—. No, no es cosa tuya, chiquilla. Esto te supera. Los Notables han decidido que ya es hora de que tú y yo tengamos unas palabritas de mujer a mujer. Ahora nadie puede escucharnos.

Con una excepción: yo puedo oírte.

Pero no conseguía articular palabra. Podía escucharlas a ambas, pero era incapaz de proferir sonido alguno.

Amma miró al techo.

—Gracias por la ayuda, tía Delilah. —Se dirigió hacia la comida y cortó un trozo de pastel de calabaza. Luego lo puso en un lujoso plato de porcelana y lo dejó en el centro de la mesa—. Ahora voy a dejar este trozo para ti y los Notables. Procura no olvidar que lo he hecho yo.

—¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que ha hecho?

—No he hecho nada. Sólo he ganado un poco de tiempo para nosotras, me parece…

—¿Es usted una
Caster
?

—No, sólo Vidente. Veo lo que debe verse, lo que nadie puede o quiere ver.

—¿Ha detenido usted el tiempo? —Los
Casters
podían detener el tiempo, Lena me lo había dicho, pero sólo los de mayor poder.

—No he hecho semejante cosa. Sólo pedí un poco de ayuda a los Notables y tía Delilah se mostró dispuesta.

Lena parecía confusa, o tal vez asustada.

—¿Quiénes son los Notables?

—Mi familia en el Más Allá. Me echan una manita de vez en cuando, y no están solos. Otros les acompañan. —Amma se inclinó sobre la mesa y miró a Lena a los ojos—. ¿Por qué no luces el brazalete?

—¿El qué…?

—¿No te lo dio Melquisedec? Le dije que ibas a necesitarlo.

—Lo hizo, pero me lo quité.

—Vaya, ¿y a santo de qué hiciste semejante cosa?

—Descubrimos que bloqueaba las visiones.

—Era un bloqueador, cierto… Mientras lo llevaras encima.

—¿Y qué bloqueaba?

Amma alargó una mano y cogió la de Lena para darle la vuelta y dejar la palma boca arriba.

—No quería ser yo quien te lo dijera, chiquilla, pero ni Melquisedec ni tu familia van a decirte nada y alguien ha de contártelo. Debes estar preparada.

—Preparada… ¿para qué?

Amma miró al techo y masculló algo para sus adentros.

—Ella viene a por ti, chiquilla, y es una fuerza que hay que tener en cuenta… Oscura como la noche.

—¿Quién…? ¿Quién viene a por mí?

—Desearía que te lo contaran ellos. No quería ser yo quien te lo explicara, pero los Notables aseguran que alguien debe decírtelo antes de que sea demasiado tarde.

—¿Decirme qué? ¿Quién viene, Amma?

Amma tiró del amuleto que le colgaba del cuello hasta sacárselo de la blusa y lo sujetó con fuerza.

—Sarafine la Oscura —contestó en voz baja, como si temiera que alguien pudiera escucharla.

—¿Y quién es?

Amma vaciló, apretó la bolsa con más fuerza.

—Tu madre.

—No lo entiendo. Mis padres fallecieron siendo yo una niña y mi madre se llamaba Sara. He visto su nombre escrito en el árbol genealógico.

—Tu padre murió, eso es cierto, pero que tu madre sigue viva es tan cierto como que yo estoy aquí, y ya sabes cómo son los árboles familiares aquí, en el sur: bastante menos exactos de lo que se dice.

A Lena se le fue el color de la cara. Hice un gran esfuerzo por alargar el brazo y cogerle la mano, pero sólo conseguí mover una pizquita el dedo. Estaba desvalido. No podía hacer otra cosa que mirar mientras ella avanzaba sola dando tumbos en la oscuridad, igual que en las pesadillas.

—¿Y ella es Oscura?

—La más Oscura de las
Casters
vivas hoy en día.

—¿Y por qué no me lo han contado ni mi tío ni mi abuela? Me dijeron que había muerto. ¿Por qué iban a mentirme?

—Hay verdades y verdades, y luego está
la
verdad, y a menudo no suelen ser lo mismo. Ellos intentan protegerte, lo admito. Aún se creen capaces de hacerlo, pero los Notables no lo tienen tan claro. No deseaba ser yo quien te avisara, pero Melquisedec es tozudo como una muía.

—¿Por qué intenta ayudarme? Pensé… Creía que no le caía bien.

—Esto no es cosa de si me gustas o no. Ella viene a por ti y tú necesitas estar centradita, sin distracciones. —Amma enarcó una ceja—. Y no quiero que le suceda nada a mi muchacho. Esto te viene grande, os supera a los dos.

—¿Qué nos viene grande?

—Todo este embrollo. Ethan y tú no estáis destinados a estar juntos.

Amma volvía a hablar de forma enigmática y Lena parecía confusa.

—¿Qué significa eso?

Amma giró la cabeza con brusquedad, como si alguien le hubiera tocado el hombro.

—¿Qué dices, tía Delilah? —Amma se volvió hacia Lena y anunció—: No nos queda mucho tiempo.

El péndulo del reloj comenzó a moverse de modo casi imperceptible. La estancia volvía a la vida. Mi padre bizqueó, pero lo hizo tan despacio que los párpados tardaron varios segundos en rozar la piel debajo de los ojos.

—Ponte de nuevo el brazalete. Necesitas toda la ayuda posible.

De pronto, el tiempo recobró su lugar…

Parpadeé varias veces antes de recorrer la habitación con la mirada. Mi padre seguía con la vista en el puré y tía Mercy aún no había terminado de envolver el bollo con la servilleta. Alcé la mano hasta ponerla delante de los ojos y moví los dedos.

—¿Qué diablos ha sido esto?

—¡Ethan Wate! —exclamó tía Grace con voz entrecortada.

Amma estaba abriendo un panecillo para llenarlo de jamón. Me pilló desprevenido cuando alzó la vista y me miró. No había pretendido que yo escuchara su conversación de mujeres, eso era obvio. Me dirigió esa mirada de significado inequívoco: «Mantén el pico cerrado, Ethan Wate».

—No uses ese vocabulario en mi mesa. ¿Qué va a ser? Panecillos, jamón y pavo relleno. No eres lo bastante mayor como para que no te lave esa bocaza con una pastilla de jabón. Me he tirado cocinando todo el día, y espero que te los comas.

Miré de soslayo a Lena. Se le había borrado la sonrisa y permanecía con la vista clavada en el plato.

Lena Beana. Vuelve a mí. No voy a dejar que te pase nada. Estarás bien
.

Pero ella tenía el pensamiento muy, muy lejos de allí.

Lena no despegó los labios durante todo el trayecto de regreso y cuando llegamos a Ravenwood, abrió la puerta del coche de un tirón, cerró de un portazo y se encaminó hacia la mansión sin decir ni pío.

Estuve en un tris de no seguirla. La cabeza me daba vueltas. Era incapaz de imaginar cómo se sentía. Ya era bastante malo perder a una madre, pero no lograba imaginarme qué se sentía al descubrir que seguía viva la madre que deseabas que estuviera muerta.

Yo había perdido a la mía, pero no estaba perdido, pues, antes de irse, ella me había anclado a Amma, a mi padre, a Link y a Gatlin. La percibía en las calles, en mi casa, en la biblioteca, hasta en la despensa. Lena jamás había tenido eso. Como diría Amma, ella había soltado amarras e iba tan a la deriva como las balsas usadas por los pobres en el pantano.

Deseaba convertirme en su ancla, pero, a mi modo de ver, nadie podía serlo en este preciso momento.

Lena pasó a toda prisa al lado de
Boo
. Éste permanecía sentado en el porche y no resollaba a pesar de haber venido corriendo detrás del coche durante todo el trayecto de vuelta. También había estado en el patio delantero de mi casa. Al parecer, le gustaban las patatas dulces y el malvavisco que yo había tirado fuera por la puerta aprovechando que Amma iba a la cocina en busca de más salsa.

Escuché los alaridos de Lena dentro de la casa. Suspiré, salí del coche y me senté en los escalones del porche, cerca del perro. La cabeza me martilleaba como si tuviera un bajón de azúcar.

—¡Despierta, despierta, tío Macon! No estás dormido, lo sé, ya se ha puesto el sol.

Percibía los gritos de Lena dentro de mi cabeza.

«No estás dormido, lo sé, ya se ha puesto el sol».

Yo seguía a la espera de que ella me diera una sorpresa y me contase de una vez la verdad sobre el Viejo Ravenwood, tal y como había hecho consigo misma. Fuera lo que fuera, no parecía un
Caster
corriente y moliente, y eso si en realidad resultaba ser algo por el estilo. No hacía falta ser un empollón para ver por dónde iban los tiros a tenor de que se tiraba todo el día durmiendo y aparecía y desaparecía a su antojo.

Seguía sin estar seguro de querer entrar en esa ocasión.

Boo
me contempló fijamente. Alargué la mano para acariciarle, pero apartó la cabeza como si dijera «sigamos a buenas, no me toques, chico, por favor».
Boo
y yo nos incorporamos con intención de entrar, cuando dentro de la casa empezaron a romperse cosas. Lena había acertado de lleno a una de las puertas del piso de arriba.

La casa había recuperado la fisonomía preferida de Macon, el exquisito desarreglo de antes de la guerra, o al menos ésa era mi sospecha. En mi fuero interno estaba de lo más aliviado por no hallarme en un castillo. Me habría gustado poder detener el tiempo y volver tres horas atrás, y sería muy feliz si la mansión se hubiera transformado en una de esas casas móviles y todos nosotros estuviéramos sentados en torno a una bandeja con las sobras del banquete, como el resto de la gente en Gatlin.

—¿Mi madre…? ¿Mi propia madre?

La puerta se abrió con fuerza y Macon apareció en el umbral hecho un desastre. Vestía un pijama de lino arrugado, pero, odio decirlo, lo cierto era que tenía más pinta de ser un camisón. Tenía el pelo alborotado y los ojos más rojos de lo habitual, y también estaba más pálido. Con esas pintas parecía que le había pasado por encima una apisonadora.

A su manera, Ravenwood no se diferenciaba tanto de mi padre. Era un desastre de primera, tal vez más que él, salvo en lo tocante a la vestimenta. A mi padre no le pillarías con camisón ni muerto.

—¿Mi madre es Sarafine, la cosa que intentó matarme en Halloween? ¿Cómo has podido ocultarme eso?

Él sacudió la cabeza y se pasó la mano por el pelo, sin salir de su asombro.

—Amarie.

Habría dado cualquier cosa por ver a Amma y a Macon en un cuadrilátero. De todos modos, habría apostado por ella.

Macon se metió en su dormitorio y cerró de un portazo, pero no antes de que yo pudiera echar un vistazo: parecía sacado de
El fantasma de la ópera
, con una cama con dosel y esos candelabros de hierro más altos que yo. Un paño aterciopelado de color negro y gris recubría las columnas de la cama y unas colgaduras de la misma tela pendían de forma ominosa sobre los postigos, tapando las ventanas. Hasta las paredes estaban tapizadas por ese mismo tejido gastado, al que le eché un siglo por lo menos. El dormitorio era oscuro, oscuro como la tinta. El efecto era aterrador. La oscuridad de verdad, la real, era algo más que la ausencia de luz.

Cuando Macon franqueó de nuevo el umbral, salió hecho un pincel: ni un pelo fuera de su sitio, ni una arruga en los pantalones de sport ni en la camisa, blanca recién planchada, ni una marca en sus finos zapatos de gamuza. No guardaba parecido alguno con la imagen ofrecida hacía unos segundos, y todo cuanto había hecho era cruzar la puerta de su habitación.

Miré a Lena. No parecía extrañada, era como si no se hubiera dado cuenta. Me quedé helado al recordar durante unos segundos lo diferentes que debían de haber sido nuestras vidas.

—¿Está viva mi madre?

—Es algo más complicado que eso, me temo.

—¿Te refieres a la parte en que mi propia madre quería matarme? ¿Cuándo pensabas contármelo, tío Macon? ¿Cuando ya hubiera sido Llamada?

—No empieces otra vez con lo mismo. —El interpelado suspiró—. No vas a volverte Oscura.

—No concibo cómo puedes pensar eso y no lo contrario siendo yo hija de, y cito palabras de otra persona, «la más oscura de las
Casters
vivas».

—Comprendo que estés disgustada. Cuesta digerir todo esto y debería habértelo dicho yo mismo, pero debes creerme: intentaba protegerte.

Lena se salió de sus casillas.

—¡Protegerme! Me dejaste creer que lo de Halloween había sido un simple ataque fortuito cuando fue cosa de mi madre. Ella vive e intenta acabar conmigo, ¿y no se te ha ocurrido que yo debería saberlo?

—No sabemos si intenta acabar contigo.

Los marcos de los cuadros comenzaron a golpear contra las paredes. Las bombillas se fundieron una tras otra a lo largo de todo el vestíbulo. La lluvia repiqueteaba contra los postigos.

—¿No hemos tenido ya suficiente mal tiempo las últimas semanas?

—¿Qué más me escondes? ¿De qué voy a enterarme después? ¿De que mi padre está vivo?

—~Me temo que no —lo dijo como si fuera una tragedia, algo demasiado triste para hablar de ello, con el mismo tono utilizado por la gente cuando hablaba de la muerte de mi madre.

—Tienes que ayudarme —pidió ella con voz rota.

—Haré cuanto esté en mi mano para protegerte, Lena, como he hecho siempre.

—Eso es mentira —replicó su sobrina—. No me has hablado de mis poderes ni me has enseñado a protegerme.

—Ignoro el alcance real de tus poderes. Eres una
Natural
. Cuando necesites hacer algo, lo harás. A tu manera y a tu debido tiempo.

—Mi madre intenta matarme. No tengo tiempo.

—No sabemos si eso es verdad, como ya he dicho antes.

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