Authors: Dan Simmons
Yo sí
, dijo Mahnmut tranquilamente, esperando que su sinceridad no ofendiera a su amigo.
El estertor de Orphu, vibrando en el subsónico incluso estando en línea, convenció a Mahnmut de que no lo había hecho.
¿Cuál fue el segundo camino que intentó seguir para responder al enigma de la vida?
, preguntó Mahnmut.
El amor
, dijo Orphu.
¿El amor?
, repitió Mahnmut. Había bastante en las más de tres mil páginas de
En busca del tiempo perdido
, pero todo parecía tan... falto de esperanza.
El amor
, tronó Orphu.
El amor sentimental y la lujuria física
.
¿Te refieres al amor sentimental que Marcel (y Swann, supongo) sentían por su familia, la abuela de Marcel?
No, Mahnmut: el sentimentalismo por las cosas familiares, por la memoria misma, y por la gente que pasa a formar parte del reino de las cosas familiares.
Mahnmut miró el asteroide llamado Gaspra. Según la barra de datos de Ri Po, Gaspra tardaba unas siete horas estándar en girar completamente alrededor de su eje. Mahnmut se preguntó si un lugar semejante podría ser alguna vez para él o para algún ser sentiente fuente de familiaridad, del sentimentalismo.
Bueno, los mares oscuros de Europa lo son
.
¿Cómo dices?
Mahnmut sintió que sus capas orgánicas le cosquilleaban cuando se dio cuenta de que había hablado en voz alta por la línea privada.
Nada. ¿Por qué no condujo el amor a la respuesta sobre el enigma de la vida?
Porque Proust sabía (y sus personajes descubren) que ni el amor ni su más noble prima, la amistad, sobreviven jamás a las cuchillas entrópicas de los celos, el aburrimiento, la familiaridad y el egoísmo
, dijo Orphu, y por primera vez en su comunicación directa, a Mahnmut le pareció que había cierta tristeza en la voz del gran moravec.
¿Nunca?
Nunca
, dijo Orphu y emitió un profundo suspiro.
¿Recuerdas las últimas líneas de Un amor de Swann? «¡Pensar que malgasté años de mi vida, que esperaba morir,
que tuve mi mayor historia de amor con una mujer que no me atraía, que ni siquiera era mi tipo!»
Me di cuenta de eso
, dijo Mahnmut,
pero no sabía en ese momento si se suponía que era algo terriblemente gracioso u horriblemente amargo o insoportablemente triste. ¿Qué era?
Las tres cosas, amigo mío
, envió Orphu de Io.
Las tres
.
¿Cuál era el tercer camino de los personajes de Proust para descubrir el enigma de la vida?
, preguntó Mahnmut. Aumentó el flujo de O
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de su cámara para despejar los tentáculos arácnidos de tristeza que amenazaban con acumularse en su corazón.
Dejémoslo para otra ocasión
, dijo Orphu, percibiendo tal vez el estado de ánimo de su interlocutor.
Koros III va a aumentar el radio del achicador y puede que sea divertido ver los fuegos artificiales en el espectro de rayos-X
.
Dejaron atrás la órbita de Marte y no hubo nada que ver; Marte, claro, estaba al otro lado del Sol. Dejaron atrás la órbita de la Tierra un día más tarde y no hubo nada que ver; la Tierra estaba lejos en la curva de su órbita en el plano de la eclíptica, muy por debajo. Mercurio era el único planeta visible en los monitores mientras pasaban como una exhalación sobre él, pero para entonces el rugido y el resplandor del Sol llenaba todas sus pantallas visoras.
Mientras pasaban sobre el Sol a un perihelio de sólo 97.000.000 kilómetros (los filamentos radiadores dejaban una pista de calor) la vela de boro fue desmontada, recogida y plegada para guardarla en su domo de popa. Orphu ayudó a los manipuladores remotos en la tarea y Mahnmut vio en las pantallas de la nave cómo su amigo corría de un lado a otro, sus cicatrices y marcas visibles bajo la ardiente luz solar.
Dos horas antes de disparar los motores de fusión, Koros III sorprendió a Mahnmut invitando a todo el mundo a reunirse en el módulo de la sala de control, cerca de los cuernos del achicador magnético.
No había ningún corredor interno en la nave. El plan era que Koros pasara a
La Dama Oscura
a través de cables y asideros en cuanto la nave terminara de decelerar y estuviera en la órbita marciana. Mahnmut dudaba respecto a hacer el viaje a través del casco hasta la sala de control.
¿Por qué debemos reunimos físicamente para hablar?
, le preguntó a Orphu por su línea privada.
Y tú no cabes en el módulo de la sala de control, de todas formas
.
Puedo flotar en el exterior, veros a todos a través de la portilla, conectar cables al módulo de control para establecer una comunicación segura.
¿Por qué es eso mejor que una conferencia en multifrecuencia?
No lo sé
, dijo Orphu,
pero dispararemos los motores dentro de ciento catorce minutos, así que, ¿por qué no me acerco a la bodega de la nave y te recojo?
Eso es lo que hicieron. Mahnmut no tenía ningún problema con el vacío y la radiación dura, naturalmente, pero la idea de desconectarse de la nave y quedarse atrás de algún modo lo inquietaba. Orphu se reunió con él en la bodega de carga y Mahnmut tuvo un inolvidable atisbo de
La Dama Oscura
, completamente iluminada por los cegadores rayos del Sol, contenida en la bodega de la nave como un tiburón salino en el vientre de un kraken.
Orphu usó sus manipuladores para colocar a Mahnmut en un nicho protegido en su caparazón y se fue agarrando a los cables para hacer el viaje hasta el propulsor de reacción alrededor del oscuro vientre de la nave, siguiendo sus costillas de toros y vigas, y avanzó por el casco superior. Mahnmut contempló los motores de fusión esféricos, sujetos a la proa como diseños de último momento, y comprobó la hora: faltaban setenta y cuatro minutos para la ignición.
Mahnmut estudió el material ultrainvisible que rodeaba la nave propiamente dicha: un envoltorio absolutamente negro y poroso que hacía que todo el casco, menos los motores de fusión, la vela de boro y otros artilugios sacrificables, fuera teóricamente invisible tanto para la mirada como para el radar, el radar profundo, los reflejos gravitónicos, el infrarrojo, los UV y las sondas de neutrinos.
¿Pero qué diferencia habrá si usamos nuestras cuatro columnas de llama de
fusión durante dos días?
La sala de control tenía una compuerta. Mahnmut ayudó a Orphu a conectar su cable protegido, y luego atravesó la compuerta y volvió a respirar aire a la antigua usanza.
—Esta nave lleva armas —dijo Koros III sin más preámbulos: hablaba a través del aire. Sus ojos multifacetados y su negro caparazón humanoide reflejaban las luces halógenas rojas.
El tercer moravec en la pequeña sala de control presurizada (el diminuto calistano, Ri Po) se colocó en la tercera punta del triángulo de moravecs.
¿Oyes esto?
, subvocalizó Mahnmut por su línea privada con Orphu. El enorme ioniano era visible a través de las ventanas de proa.
Oh, sí.
—¿Por qué nos dices esto ahora? —le preguntó Mahnmut a Koros III.
—Me ha parecido que el ioniano y tú teníais derecho a saberlo. Vuestra existencia está en juego.
Mahnmut miró al piloto.
—¿Sabías lo de las armas?
—Sabía lo de las armas defensivas insertadas en la nave —repuso Ri Po—. No he sabido hasta ahora que se llevarían armas a la superficie. Pero es una deducción lógica.
—A la superficie —repitió Mahnmut—. Hay armas en la bodega de
La Dama Oscura
—no era en realidad una pregunta.
Koros III asintió con aquella antigua señal de confirmación humanoide.
—¿De qué clase? —exigió saber Mahnmut.
—No tengo libertad para decirlo —dijo, estirado, el alto ganimediano.
—Bueno, tal vez yo no tenga libertad para transportar armas en mi sumergible —replicó Mahnmut.
—No tienes autoridad alguna en la materia —dijo Koros III. Su voz parecía más triste que imperiosa.
Mahnmut se rebulló.
Tiene razón
, dijo Orphu y Mahnmut advirtió que el ioniano había hablado por la línea común.
Ninguno de nosotros tiene capacidad de decisión en este punto. Tenemos que continuar
.
—Entonces, ¿por qué decírnoslo? —-insistió de nuevo Mahnmut.
Fue Ri Po quien contestó.
—Llevamos observando Marte desde que dimos la vuelta al Sol. Desde esta distancia, nuestros instrumentos confirman las actividades cuánticas detectadas desde el espacio jupiterino... pero la intensidad es varias magnitudes superior a lo que estimábamos. Este mundo es una amenaza para todo el sistema solar.
¿Cómo es eso?
, preguntó Orphu.
Los posthumanos experimentaron con cambios cuánticos durante siglos en sus ciudades orbitales alrededor de la Tierra
.
Koros III sacudió la cabeza de aquella extraña manera humana, aunque «extraña» no era la palabra que acudía a la mente de Mahnmut cuando contemplaba a la alta figura negra brillante con sus resplandecientes ojos de mosca.
—No hasta ese punto —dijo el jefe de la misión—. La cantidad de cambios de fase cuánticos que han tenido lugar en Marte ahora mismo es igual a un agujero abierto en el tejido del espacio-tiempo. No es estable. No es un ejercicio sano de tecnología cuántica.
¿Tiene algo que ver con los voynix?
, preguntó Orphu. Todo lo que la mayoría de los moravecs jupiterinos sabían de los fabulosos voynix era que el planeta Tierra había irradiado una actividad de cambios de fase cuántica sin precedentes cuando se mencionaron por primera vez las criaturas en las comunicaciones de neutrinos posthumanas hacía más de dos mil años-t.
No sabemos si los voynix tienen algo que ver ni si, de hecho, están todavía en la Tierra
, envió Koros por la banda común.
—Repetiré que considero éticamente imperativo informaros a todos de que hay armas a bordo de esta nave y a bordo del sumergible. La decisión de usar estas armas no será vuestra. La responsabilidad será solamente mía cuando esté a bordo de esta nave, y de Ri Po para defender la nave cuando Mahnmut y yo hayamos bajado a la superficie del planeta. La decisión de usar armas letales en Marte será sólo mía.
—¿Las armas de la nave no son ofensivas entonces? ¿No se usarán contra objetivos en Marte? —preguntó Mahnmut.
—No —dijo Ri Po—. Las armas de a bordo son sólo defensivas.
Pero ¿a bordo de
La Dama Oscura
hay armas de destrucción masiva?
, preguntó Orphu de Io.
Koros III hizo una pausa, sopesando obviamente sus órdenes contra el deseo de saber de la tripulación.
—Sí —dijo por fin.
Mahnmut intentó decidir cuáles podrían ser esas armas de destrucción masiva. ¿Bombas de fisión? ¿Armas de fusión? ¿Emisores de neutrinos? ¿Explosivos de plasma? ¿Aparatos antimateria? ¿Bombas de agujero negro para hacer reventar planetas? No tenía ni idea. Sus siglos de existencia no le habían aportado ninguna experiencia con otras armas que las redes, sondas y galvanizadores necesarios para espantar a los krakens o capturar la vida marina de Europa.
—Koros —preguntó en voz baja—, ¿llevaste armas en tu misión a las rocas hace algunas décadas?
—No —respondió el ganimediano—. No hubo necesidad. Por muy belicosos y feroces que se hayan vuelto los moravecs asteroidales en su reciente evolución, no supusieron ninguna amenaza a la existencia de todos los seres sentientes del sistema solar —Koros III proyectó la hora: sólo faltaban cuarenta y un minutos para que se dispararan los motores de fusión.
¿Alguna otra pregunta?
Orphu tenía una:
¿Por qué estamos en modo ultrainvisible si nos acercamos a Marte dejando cuatro rastros de fusión que nos iluminarán como una supernova, visibles día y noche para que nos localice cualquier cosa que tenga ojos en la superficie de Marte? Espera... estás intentando obtener una respuesta. Estás intentando provocar que nos ataquen.
—Sí —dijo Koros—. Es la forma más sencilla de calibrar sus intenciones. Los motores de fusión se desconectarán cuando estemos todavía a dieciocho millones de kilómetros de Marte. Si para entonces no han intentado interceptarnos, lanzaremos por la borda los motores, los toros solenoides y todos los aparatos externos, y entraremos en la órbita marciana con contramedidas pasivas que oculten nuestra localización. Ahora mismo no sabemos si los posthumanos (o las entidades que hayan terraformado Marte y residan ahora allí, sean quienes sean), tienen una civilización técnica o postécnica.
Mahnmut reflexionó sobre esto. Iban a desprenderse de toda forma de propulsión que pudiera llevarlos de regreso a casa.
Yo diría que la actividad masiva de cambio de fase cuántica es signo de algo bastante tecnológico
, dijo Orphu.
—Tal vez —dijo Ri Po—. Pero hay sabios idiotas en el universo.
Con esa críptica declaración, la reunión terminó, se extrajo la atmósfera de la sala de control, y Orphu llevó a Mahnmut de vuelta a su sumergible en la bodega de la nave.
Los cuatro motores se encendieron según lo previsto. Durante los dos días siguientes, Mahnmut estuvo sujeto a su sillón de alta-g mientras la nave deceleraba en el plano de la elíptica hacia Marte a más de 400 ges. La bodega en torno a
La Dama Oscura
fue de nuevo llenada de gel de alta-g, pero sus compartimentos vitales no, y el peso y la falta de movilidad se volvieron agotadores para Mahnmut. No podía imaginar la tensión que sentiría Orphu en su cuna del casco. Marte y todas las imágenes de proa quedaban oscurecidas por el cuádruple resplandor solar de los motores, pero Mahnmut pasó el tiempo comprobando en vídeo el casco, las estrellas a popa, y releyendo partes de
Á la recherche du temps perdu
y encontrando conexiones y disparidades con sus amados sonetos shakesperianos.
El amor de Mahnmut y Orphu por los idiomas y la literatura humanas de la Edad Perdida no era tan inusitado. Más de mil cuatrocientos años-t antes, los primeros moravecs que fueron enviados al espacio jupiterino para explorar las lunas y contactar con los seres sentientes que se sabía que habitaban la atmósfera de Júpiter fueron programados por los primeros posthumanos con sofisticadas cintas pleno-sensoras de la historia humana, la conducta humana y las artes humanas. El rubicón ya había tenido lugar, naturalmente, y antes de eso la Gran Retirada, pero seguía habiendo algo de esperanza en la salvación de la memoria y los archivos del pasado humano, aunque los últimos 9.114 humanos al estilo antiguo de la Tierra no pudieran ser salvados por el último fax. En los siglos pasados desde que se perdiera el contacto con la Tierra, el arte humano y la literatura humana y la historia humana se habían convertido en las aficiones de miles de moravecs de durovac y de los establecidos en las lunas. El antiguo compañero de Mahnmut, Urzweil (que fue destruido en una avalancha de hielo bajo el cráter helado europano de Tyre Macula dieciocho años-t antes) era un apasionado de la guerra de Secesión americana. El sombrero azul de infantería de la Unión de Urzweil seguía todavía en el cajón, bajo la mesa de trabajo de Mahnmut, junto a la lámpara de lava aislada por gel que el propio Urzweil le había regalado.