Irania (30 page)

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Authors: Inma Sharii

Tags: #Intriga, #Drama

BOOK: Irania
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—¿Entonces debes reprimir tus deseos para complacer a otros?

—¡Claro! —exclamé, lo veía tan evidente— Para que no sufran.

—Bueno, pues entonces la que sufrirás serás tú. Entonces amarás a todos menos a ti. ¿Por qué tú no mereces ser amada por ti misma?

—Me enseñaron que los demás debían amarme a mí.

—Y según esta teoría… ¿por qué no eres feliz?

—No me siento amada, ni aceptada por mi entorno, esperan algo de mí que yo no puedo darles.

—¿Te sientes frustrada?

Tardé un tiempo en responder.

—Sí —me dolió reconocer.

—Esa frustración nace del deseo de que otros te proporcionen aquello que tú misma no te estás dando. Si te amaras y fueras generosa contigo dejarías de sentir frustración, ira, resentimiento u odio hacia otros. La gente no sabe qué quieres, quizá a veces acierten, pero solo tú misma te darás el amor y los cuidados que necesitas. Tienes que ser valiente y sincera; ¡sueña a lo grande! El mundo está ahí para servirte y para que luego compartas tu felicidad y sirvas a otros.

Lo miré a los ojos, estaba sorprendida de la similitud de sus palabras con las de los sanadores que me ayudaron en la clínica.

—¿Y si cumplir esos deseos frustrados hace daño a alguien? A veces para conseguir nuestros sueños debemos renunciar a otras cosas y con ello podemos herir o defraudar la confianza y el cariño de la familia.

—En cada momento y situación deberás medir cuándo ceder y cuándo no. Para eso tienes tu intuición. Cuanto más feliz seas más felicidad y amor puedes dar a otros. O menos preocupaciones les causarás, eso también es amor. Si observas es como un círculo vicioso; tú no eres feliz, el resto tampoco, si ellos sufren, tú también de verlos sufrir y así hasta el último día de vuestras vidas.

—¿Cómo salgo de ese círculo?

—Haciendo lo que realmente te haga feliz, aunque a ellos no les guste. No es tu problema, ellos son felices con su vida y si no lo son, tampoco tienes la culpa. Nadie tiene derecho a inculcarte valores nocivos para tu ser.

Reflexioné durante unos minutos:

—¡Qué equivocada estaba! ¿Por qué nunca lo he visto tan claro?

—Quizá tenías que morirte un par de veces y renacer —sonrió.

Me hizo reír de nuevo. Tenía una visión tan clara y sencilla de la vida que asustaba.

—¡Así es Irania! ¡Sonríe!, pues los problemas y las enfermedades vienen de tomarnos las cosas tan en serio. Atrévete a equivocarte, atrévete a seguir tus sueños y si no los consigues pues ¡bueno! Algo habrás aprendido en el camino, ¿no? ¡Cree en ti! Quien realmente te quiera estará ahí para felicitarte por tus decisiones y por tu coraje.

—¿Y si me dejan de lado?

—Entonces nunca te amaron, pero no porque no lo merezcas, es que no saben hacerlo, pues tampoco se amaron así mismos. No puedes dar aquello que no posees.

Sus palabras me calaron hondo y visualicé en el archivo de imágenes de mi memoria cientos de ocasiones en las que mi madre o mi padre me habían exigido un comportamiento que ellos no habían tenido conmigo. La de veces que mi madre me pedía que me amoldara a sus gustos y ella jamás hizo una concesión con los míos. Y mi padre exigía respeto y fidelidad a la familia y él ahora se encaramaba entre las piernas de Marta. Y Marta, que solo hablaba y jamás escuchaba. Y Joan me pedía estar ahí siempre para él, aunque fuera solo para contemplarle mientras cenaba, pero en raras ocasiones me regalaba su presencia en actos importantes para mí.

Sentí rencor hacia ellos, los vi con claridad, eran imperfectos. Una energía de seguridad y poder comenzaba a emerger de mi interior.

—Tu rostro te delata. Algo pasa por tu cabeza que te está alterando —percibió Kahul.

—Son ellos los egoístas. Los que solo piden y no dan nada a cambio. Es cierto: no saben amar.

—¿De quién hablas?

—De mi familia.

—No intento ponerte en su contra.

—Tranquilo, soy yo quien los ha desenmascarado.

—Tú también buscabas su aceptación y respeto.

—Es cierto.

—¿Y a quién le corresponde ahora ese trabajo?

—A mí.

—Perfecto, lección aprendida. No los juzgues, pues.

Kahul lo veía muy fácil pero después de años de creencias erróneas y ahora verlos tal cual, desnudos, sin máscaras era muy duro. No podía evitar sentirme utilizada y manipulada.

—Creo que ya estás lista para una nueva regresión al pasado.

Sentí escalofríos recorrer mi cuerpo.

—¿Seguro?

Me sonrió y asintió con la cabeza mientras con la mano me invitaba a tumbarme sobre los cojines que hacían de sofá.

Kahul me transportó de nuevo hacia las profundidades de mi psique, guiándome hacia un estado de quietud y paz interior. Allí de nuevo me llevó a la sala de los espejos y escogí de nuevo la vida como médico en la antigua Mesopotamia.

Me vi transportada a un mundo casi irreal donde se entremezclaban lo arcaico y la ciencia ficción. Visualicé una sala al parecer de ambiente esterilizado donde seguía investigando y analizando unas placas con sangre. Era sorprendente y mágico verme en un pasado tan lejano y a la vez tan familiar para mí.

—¿Dónde estás?

—En Oriente Medio. En la antigüedad.

—¿Qué haces allí, Irania? ¿Por qué has vuelto a esa vida?

—Investigo, creo que he dado con algo importante.

Caminé y llegué hasta una sala cuadrada donde había envases líquidos, contenedores de cristal de medio metro de altura. En el interior flotaban fetos humanos, otros semi humanos y otras verdaderas aberraciones de la naturaleza, parecían abortos.

—¿Cuál es el conflicto, Irania?

Moví mi consciencia hacia un lugar del edificio. Era una sala grande, con ventanas cuadradas hacia el exterior. Entraba el sol a raudales. El suelo y las paredes eran de barro cocido color rojizo. Había alfombras rudimentarias hechas de fibras naturales cubriendo el suelo.

—Hay niños sentados en el suelo. Están estudiando. Yo los estudio, los observo. Son niños especiales. Son muy especiales.

—¿Qué los hace especiales?

—Su conciencia, tienen dones sobrenaturales.

—¿Niños con poderes?

—Sí, son muy adelantados para su época. Me han ordenado estudiarlos.

—¿Cuál es tu trabajo allí?

—Descubrir de dónde viene su poder.

Entonces lo vi claro, comenzaron a volcarse cientos de recuerdos a mi mente consciente. Vi los embarazos, los abortos practicados a las madres, las autopsias a los bebés y niños. Mi afán de estudio me había convertido en una asesina con sed de poder y conocimiento.

—¡No! No debí hacerlo. Me utilizaron, yo no quería —balbuceé.

—¡Tranquila, Irania! Estoy contigo a tu lado.

No pude evitar llorar, aún con mi mente puesta en aquella supuesta vida que estaba viviendo y vivía como real.

—Maté a muchos niños, para intentar conocer su secreto, el secreto de su fuerza. Mis superiores me dijeron que estaban conectados, que eran peligrosos para los dioses, que nos destruirían. Yo les creí, creí que estaba haciendo lo correcto.

—Irania, cuando cuente tres despertarás y recordarás todo. Tómate un tiempo para relajarte y respirar. Uno… dos… tres.

Tomé varias respiraciones y me incorporé. Cogí el pañuelo que Kahul me ofrecía y me sequé las lágrimas, luego me soné la nariz. Había sido angustioso.

Kahul tenía la mirada puesta en el suelo, como absorto.

—Empiezo a entender qué nos une —dijo después de un largo silencio.

Lo miré extrañada. En aquellos momentos no creía que nada en mí pudiera tener algo en común con mi maestro al cual yo veía perfecto, equilibrado y sabio.

—¿Qué nos une?

—Los niños especiales:
los conectados
, nuestra familia.

No entendía nada, aún así el nombre me resultaba familiar.

—¿Nuestra familia?

—Cuando comencé mi búsqueda interior no fue por gusto. Recuerdo que antes de mi viaje por varios países del mundo estaba muy perdido. No lograba que nada me llenase y sentía que tenía algo importante que hacer aunque no sabía qué era. Mi vida consistía en ir de escuela en escuela, de trabajo en trabajo y no lograba encontrar mi lugar en la sociedad. Todo me salía mal. En cierta manera sentía que no pertenecía a la tierra, me sentía extraño. No lograba sentirme conectado a nadie y veía a todo el mundo ajeno y lejano a mí. Fue duro porque nadie me entendía y yo tampoco me entendía. Como un vagabundo recorrí con mi mochila lugares intentando encontrar un sitio donde encajara, donde no me sintiera juzgado, pero no lo hallé. Y nadie pudo dármelo, hasta que en mi viaje por el norte de África, desperté mi consciencia de una manera bastante forzada. Había alquilado un todoterreno en la ciudad de Argel y llevaba días viajando en dirección al desierto del Tassili. Quería ver unas magníficas cuevas llenas de dibujos prehistóricos, pero antes tenía que parar en un pequeño pueblo para recoger al hombre que me haría de guía. Jamás encontré el pueblo, me perdí y no encontré el camino de vuelta. Me quedé sin gasolina.

El desierto parecía estar reclamando mi vida.

Estuve a punto de morir de sed bajo el sol del desierto del Sahara, pero justo antes de perder la consciencia pude ver una silueta con claridad, era un ángel de dulce rostro, era femenina, una mujer. Ella me dijo que debía vivir, que tenía una misión aquí y que aunque no era un ser de la tierra, yo había encarnado para ayudar a los seres humanos. Me dijo que yo era un “conectado” solo logré escuchar hasta ahí.

Luego, recuerdo despertar en una jaima bereber. Una familia nómada me acogió y me cuidó hasta que recobré las fuerzas. Te prometo que no quería volver, me hubiera quedado con ellos para siempre. Me entregaron todo lo que tenían y jamás me pidieron nada a cambio.

¿Aún te extraña que te ayude? Siento que también les hago un honor a ellos devolviendo parte del amor que recibí.

Sus palabras me emocionaron, los ojos se me nublaron. Sentía tan familiar sus angustias, tan parecidas a las mías. Era como estar frente a un espejo que me devolvía la claridad de sentimientos que yo nunca había sabido expresar.

—Yo he sentido lo mismo desde siempre. Siento esperanzas, siento que puedo llegar a tener el equilibrio que tú tienes.

Me sonrió y me tomó de las manos.

—Porque también eres una
conectada

Le miré a los ojos durante unos segundos, me quedé en ellos, sintiéndolos, percibiendo la energía que emanaban, allí había algo profundo, empatía, similitud. Como si ya los hubiera visto antes.

—Te recuerdo, pero no sé de dónde —le dije.

—Yo también te recuerdo, desde el primer día que te vi en la clase de yoga. Ahora siento que no fue casualidad que me llamaran para sustituir a la profesora residente. Debíamos re-encontrarnos. Ya nos conocíamos.

Sentí que mi corazón palpitaba agitado y mi sangre circulaba veloz. Me contuve, no debí hacerlo pero retrocedí mi cuerpo. Me daba mucho miedo dejarme llevar por lo que estaba sintiendo en aquel instante, quería besarle de nuevo. Todo era confuso.

Solté sus manos y miré hacia otro lado.

Se hizo un silencio molesto.

—Según lo visto en la regresión, estos niños, bueno… nosotros… tenemos dones especiales —le dije.

—¡Así es! Visión aural, telepatía, percepción multidimensional, inteligencia emocional precoz, videncia, clariaudiencia, sueños premonitorios, dones de sanación y un largo etcétera. Después de volver del desierto me dediqué a investigar y aunque no encontré nada sobre los
conectados
leí sobre niños superdotados, niños índigo, niños cristal y sobre cualquier cosa fuera de lo normal en la infancia. Pero estaba estancado, no logré nada claro y decidí dejarlo por un tiempo. Y de repente apareces tú en mi vida, con tus increíbles dones.

—¿Pero yo qué tengo que ver con todo esto? Quiero decir, en qué puedo ayudarte. Acabo de salir de un sanatorio mental.

—Nada es por casualidad. Esta regresión que has visto ha sido por algo, no es para auto-torturarte, tiene que tener un sentido para ti y creo que también para otros. Los conectados venimos para ayudar a la humanidad a evolucionar.

Me vino a la mente sin querer la niña que conocí en el sótano.

—Puede que haya conocido a otra conectada. Estaba ingresada en una habitación aislada en el sótano de la clínica. No sé porque la tenían allí, quizá también experimentaran con ella, como lo hicieron conmigo. Sus padres tampoco la entienden.

—¡¿Qué?!

—Tuve una muerte clínica a raíz de una fuerte descarga en mi cerebro durante una terapia electro-convulsiva y mientras vagaba con mi cuerpo energético, ella me vio. Pobrecita, está muy perdida y medicada. Así debía estar yo de pequeña.

Kahul hizo una mueca de disgusto.

—¡Son monstruos! Siento mucho lo que te han hecho, has tenido que sufrir mucho ahí sola y encerrada con esos cretinos que no ven más allá de sus narices. El sanatorio donde estabas recluida es propiedad de industrias Farma-Ros. Esos son auténticos demonios sin escrúpulos.

Sentí un pinchazo en el corazón.

—Antes de ir a África estuve un tiempo buscándome dentro de una ONG protectora de animales. Farma-Ros eran los más despiadados con las cobayas, no soportarías ver lo que les hacían a los pobres animales. Sacamos un montón de pruebas contra ellos pero al final, cuando estábamos a punto de formalizar la demanda, nuestro abogado desapareció con todas las pruebas. Jamás volvimos a saber de él. No me extrañaría que tuvieran algo que ver en eso.

Bajé la mirada y lancé un largo suspiro.

—¿Qué te pasa, Irania?

Me quedé sin habla, la mente en blanco, solo retorcía mis manos entre ellas. No debí hacerlo pero callé.

Cuando se marchó a su habitación me dejó llena de angustia. Demasiadas conjeturas apuntaban ya hacia los laboratorios de mi padre: el accidente de Miguel Garrido, el suicidio de Evaristo García y también la desaparición del abogado de la ONG.

La cabeza me daba vueltas al imaginar que mi padre pudiera tener algo que ver con la muerte de otro ser humano. Me costaba mucho creerlo. Sabía, y no solo yo, que era un hombre implacable en los negocios, pero más allá de ahí no conseguía imaginarlo matando a alguien.

Mi mente volaba y los pensamientos que llegaban me perturbaban al imaginar a Kahul recibiendo la noticia de que era hija de un hombre al que él despreciaba. No podía soportar que me rechazara o me alejara de su mundo especial y mágico para devolverme de una patada a la masa estadística de locos, dementes y perturbados que llenaban los hospitales. Empezaba a sentir que mi cordura dependía de él. Aunque parecía increíble Kahul me ataba a la tierra, su modo de ver la vida le daba sentido a mi existencia.

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