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Authors: Amadeo Martínez-Inglés

Tags: #Política, #Opinión

Juan Carlos I el último Borbón : las mentiras de la monarquía española (50 page)

BOOK: Juan Carlos I el último Borbón : las mentiras de la monarquía española
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Esta singular célula secreta, enquistada en el máximo órgano de Inteligencia del Ejército de Tierra, tenía sus propias fuentes de adquisición de informes y sus máximos dirigentes mantenían línea directa con el JEME (Jefe de Estado Mayor del Ejército) y, a través de esta autoridad, con el Consejo Superior del Ejército en pleno. Aunque esto de la línea directa para sus relaciones profesionales no quiere decir, ni mucho menos, que toda la información sensible de la que pudiera disponer en determinado momento este atípico órgano del espionaje castrense pasara automáticamente, a través de ella, a disposición de las más altas autoridades del Ejército.

Toda la información reservada sobre la Casa Real española (sobre todo la concerniente al rey Juan Carlos y a su esposa) que llegaba a manos de la Inteligencia del Ejército, mucha de ella proveniente del CESID, quedaba como propiedad de esta célula de poder que mantenía celosamente custodiados los ultrasecretos MSCR (Máximo Secreto Casa Real) documentos audiovisuales y escritos relativos a la vida política, social, personal y familiar del jefe del Estado y su entorno más íntimo. Entre ellos, por ejemplo, se encontraban los famosos vídeos del chantaje de la
vedette
B. R. (los ya comentados erótico/festivos y el que tras el asalto de los espías del CESID a su casa grabó la bella, mirando a cámara, para que saliera a los medios si a ella le pasaba algo) y de los que es muy probable que en alguna caja fuerte del vetusto y bello palacio de Buenavista de Madrid, si no ha sido oportunamente «perotizada» por algún alto avispado jerarca de la División de Inteligencia, todavía duerma el sueño de los justos alguna copia. El máximo órgano de información del Ejército siempre mantuvo muy buenas relaciones con el CESID y en este caso de los vídeos me consta que hizo valer todo lo que pudo esas buenas relaciones para «ir a rueda» del órgano que en su día se hizo con la mayoría del material existente, bien durante el asalto al domicilio de la actriz o bien en la «negociación» posterior del finiquito con la interesada, realizada con su mediación. Material que más tarde pasaría a un nivel de disponibilidad mucho más restringido, dentro de la citada institución de Inteligencia del Estado, y a soportes más adecuados para su explotación futura.

Que nadie se alarme por lo que acabo de exponer, ya que los servicios secretos actúan siempre así y en todas partes, por eso son tan peligrosos. Guardan, durante años y en los sitios más seguros, todo su material sensible, su preciado tesoro, ya que eso les garantiza, además de poder, una impunidad absoluta. Y no sólo eso sino que, a veces, sus dirigentes esconden copias de seguridad, a título personal o bajo indicación de otros jerarcas del propio servicio o servicios paralelos, para blindarse ante posibles contingencias políticas o de cualquier otro tipo. Tiempo atrás usaban con profusión para estos menesteres los peliculeros microfilms, pero ahora, modernamente, tras el espectacular auge y rendimiento de la informática, utilizan minisoportes con muchas gigas y con un rendimiento y calidad excepcionales.

Pocos gobernantes en cualquier país del mundo se atreven con ellos, tratan por el contrario de atraerlos a su campo colmando de regalos y prebendas a sus máximos responsables operativos. De ahí viene la curiosa circunstancia de que, por lo que respecta a los servicios militares españoles (durante muchos años, y a pesar de algunos sonados fracasos en África, los más eficaces y mejor dotados), sus jefes se eternicen en los cargos y realicen, desde ellos, fabulosas carreras. Por supuesto que en estos momentos estoy pensando, y quizá el lector también, en el inefable y sempiterno espía castrense, señor Alonso Manglano, un trepa de mucho tenor que desde coronel se plantó en teniente general usando únicamente, como herramientas de su continuada promoción profesional, el chisme, el cotilleo, la noticia reservada y los múltiples secretos de las alcantarillas del Estado. Aunque al final, como todos los validos regios que han prestado servicio al Borbón de nuestra historia, acabara procesado y condenado por algunos de sus chanchullos.

***

Terminando (por el momento) con este turbio asunto de las relaciones del rey con su amiga B.R., y para que el lector constate que este tema sigue despertando comentarios e inquietudes sin cuento y salta de vez en cuando a los medios de comunicación de este país, voy a trasladar al lector lo último que sobre el mismo he visto y oído en un plató de televisión.

El jueves 19 de octubre de 2006, en un programa de tarde de Telecinco se recuerda la figura de un periodista de la COPE y de Antena 3 Radio, Antonio Herrero, y se dice que su muerte, acaecida el sábado 2 de mayo de 1998, pudo no ser tan accidental como se dijo en su día (haciendo submarinismo sufrió una hemorragia interna procedente de la úlcera gástrica que padecía y se abogó con su propia sangre), sino que podría haber sido provocada, tras manipular alguien su aparato de oxigeno, puesto que el citado informador era un gran aficionado a esa práctica deportiva y un consumado nadador.

También se comenta en la tertulia televisiva que el presunto homicidio pudo tener su origen en la posesión, por parte del famoso periodista, de un vídeo que, sobre sus encuentros amorosos con determinada «testa coronada» (sic), le habría entregado B. R. La bella presentadora de televisión siempre fue muy amiga de Antonio Herrero y algún tiempo antes de la muerte de éste se había especulado mucho con que, abandonada por su regio amante, andaba presionando a muy altas personalidades del país con la posible difusión de un escandaloso vídeo que tenía en su poder.

El periodista que comentó estos extremos dijo conocer los comentarios que habían circulado por Madrid relativos a la extraña muerte de Antonio Herrero, así como la estrecha amistad que unía a éste con B. R., pero rechazó la idea de que el afamado profesional de la radio hubiera entrado en algún momento en posesión del codiciado vídeo pues él, en ese caso, lo hubiera conocido de inmediato dadas las estrechas relaciones profesionales y personales que mantenía con Antonio.

Es un pequeño misterio más, una simple especulación, por el momento muy difícil de demostrar con pruebas, el de la muerte del gran Antonio Herrero, un valiente e inteligente cronista de la radio que revolucionó el medio y al que siempre me unió una gran amistad personal nacida en momentos especialmente duros para mí. Empezó ésta cuando, a principios de los años 90, luchaba a brazo partido con el Ministerio de Defensa y todo el aparato del Gobierno socialista de Felipe González para erradicar la anacrónica mili obligatoria y profesionalizar totalmente las Fuerzas Armadas españolas. Un misterio que en todo caso podría tener alguna connotación con el de la extraña muerte de la joven argentina Sandra Mozarowsky, otra presunta amante del rey, que falleció al caer al vacío desde la terraza de su domicilio escasos días después de que sus amigos y familiares percibieran un rápido aumento de su perímetro abdominal, lo que presagiaba una posible maternidad.

***

Y ahora voy a comentar, de una forma un tanto superficial, eso sí, pues no soy un experto en temas financieros y mis fuentes de información tampoco lo son, ni suelen recibir documentación privilegiada al respecto, el espinoso asunto del rápido, rapidísimo, enriquecimiento de la familia real española. El segundo de los talones de Aquiles que, según mi particular criterio, ha presentado siempre la ancestral institución que ocupa desde hace más de treinta años la jefatura del Estado español. Y para ello, no me va a quedar más remedio que acudir a los escasos testimonios que sobre la materia, y después de torear a la censura que todavía existe aquí sobre todo lo relacionado con la vida y circunstancias del último Borbón, han visto recientemente la luz en este país. Como los procedentes de la pluma y la voz de uno de los periodistas más experimentados del mundo de la Economía y las Finanzas nacionales quien en sus libros (alguno de los cuales como el exitoso
El negocio de la libertad
, le costó Dios y ayuda publicar) y en sus comentarios tertulianos nos ha ilustrado convenientemente a los ciudadanos españoles sobre los trapicheos y las andanzas de nuestro rey para hacerse con un capitalito digno del alto puesto que ocupa. Todo ello sin que nadie hasta el momento haya osado contradecirle ni, mucho menos, llevarlo a los tribunales. Lo que evidencia que la verdad está de su parte por aquello tan conocido de que «quien calla otorga». Me estoy refiriendo, obviamente, al conocido comentarista Jesús Cacho.

Y lo primero que quiero llevar a la conciencia del lector, que a estas alturas conoce ya, con mi modesta ayuda, los manejos de carácter político y militar que para perpetuarse en el trono y gobernar en la sombra la nación que le regaló Franco, en 1969, ha implementado en su ya largo reinado el rey Juan Carlos, es el gran enigma financiero que representa el insólito hecho (que sin duda deberán estudiar a fondo en el futuro los gurús de la economía global para trasladarlo a las endebles economías familiares) de que con un sueldo medio anual, durante los últimos treinta años, de unos 1.000 millones de pesetas, el ahorrador monarca español haya conseguido reunir una fortunita personal que, como adelantaba al principio del presente capítulo, la prestigiosa revista
Eurobusiness
ha estimado recientemente en 1.790 millones de euros, o sea 300.000 millones de pesetas si es usted uno de esos que todavía sigue contando sus exiguos ahorros en la modesta y ya fenecida moneda patria. Un auténtico misterio éste, el de la multiplicación de los euros o pesetas que el rey recibe de todos los españoles y que, de momento, nadie podrá desentrañar convenientemente ya que, como todos sabemos, la figura del regio inquilino de La Zarzuela sigue siendo constitucionalmente inviolable y no sujeta a responsabilidad alguna, haga lo que haga. ¡Y todavía, a día de hoy, hay quien sigue por ahí con el famoso latiguillo ése de «Así se las ponían a Fernando VII»! Lo del séptimo de los Fernando, el rey felón por antonomasia, resulta un juego de niños si lo comparamos con lo que la democrática e inigualable Constitución Española de l978 (escrita, negociada y presentada con subterfugios ante el pueblo español por franquistas, no se olvide ese «detalle») concede a Juan Carlos I.

Y es que la cosa, aún para los que no sabemos mucho de números, tiene su particular miga. Aunque el «hormiguita» de don Juan Carlos hubiera ido metiendo religiosamente, durante los más de treinta años de su ya largo reinado, todos, absolutamente todos sus emolumentos oficiales en el calcetín que seguramente mantiene debajo del colchón de su regio dormitorio zarzuelero, sin gastarse ni un solo céntimo en las numerosas servidumbres domésticas que nos quitan el sueño al común de los mortales y sin desembolsar, asimismo, ni un duro o un euro, en viajes, cenas sabatinas, vacaciones, jornadas cinegéticas, bodas y comuniones familiares, mantenimiento de sus palacios… etc., etc., algo muy factible pues prácticamente todo eso se lo pagamos aparte todos los españoles, el monto total de sus ahorros desde que ascendió al trono en 1975 no superaría la cifra de 32.000 millones de pesetas; una cantidad sin duda muy importante, bastante lejana de la que, en cualquier caso, puede alcanzar el español medio, pero a años luz de los trescientos mil millones (diez veces más) que señala la revista especializada que acabamos de señalar.

Entonces, ¿qué diantre ha podido hacer el rey de España para amasar tan descomunal fortuna? Partiendo de la base de que él, en sus ratos libres, no ha compatibilizado su oficio de monarca con el de banquero, ni con el de empresario de la construcción, ni ha sido un crac del fútbol (sólo peón de brega en el Bribón, haciendo bulto), ni ha ejercido como concejal en Marbella, ni ha ganado, que se sepa, el euromillón o las quinielas… algo muy importante habrá tenido que hacer sin duda alguna para, a pesar de tanto viaje, tanta vela, tanto esquí, tanto corte de cintas y tantas obligaciones sociales que recortan mucho el tiempo disponible y cansan un montón, conseguir multiplicar por diez la totalidad de los ingresos brutos que recibe de los españoles.

Y lo que ha hecho (la verdad, tarde o temprano, sale a la luz y el tiempo coloca siempre a cada uno en su lugar) nos lo ha contado con pelos y señales el periodista Cacho en sus libros y comentarios periodísticos, nunca desmentidos: que si nada más subir al trono se dedicó a pedir dinero como un loco a todos los monarcas del mundo civilizado, consiguiendo que la no tan civilizada monarquía saudí le concediera un crédito blando de 100 millones de dólares, tan blando, tan blando que parece ser no lo pagó; que si recibió otros 100 millones de petrodólares procedentes de Kuwait, esta vez a fondo perdido, a través del financiero Javier de la Rosa y de su testaferro Prado y Colón de Carvajal, por los buenos oficios de la Corona española en relación con la participación de nuestro país en la Primera Guerra del Golfo; que si ha recibido todos estos años, y parece ser que todavía recibe, una comisión por cada litro de petróleo que entra en España procedente de las monarquías árabes de Oriente Medio, muy amigas suyas; que si ha hecho multitud de negocios, a través de terceros naturalmente, utilizando a mansalva la información privilegiada de la que goza; que si tiene intereses en paraísos fiscales que le suponen jugosos beneficios; que si dispone de cuentas en Suiza que podrían alcanzar la suma de casi 50 millones de euros… etc., etc.

¡Casi nada! Y los ciudadanos españoles, sus súbditos, todos tan contentos… Pero es que hay más, mucho más. Porque este hombre de la corona que parece ser que reina, y con toda seguridad gobierna, desde hace tanto tiempo en este país, además de presuntamente moroso en el pago de esos macrocréditos en petrodólares que se busca y gestiona él solito; además de presunto estimulador, previo pago se entiende, del ardor guerrero de nuestros gobernantes para la reconquista de Kuwait; y además de presunta «hormiguita regia» en el turbio asunto ése de las comisiones millonarias por la importación de crudo saudí… es un afamado navegante, un apasionado de la vela y un adicto a los yates de lujo con muchos caballos de vapor en sus entrañas. Y claro, como no quiere pagar de su bolsillo (que es el nuestro) ninguna de estas naves de solaz a su servicio, tampoco se quiere gastar un solo euro en su mantenimiento (desde hace tiempo eso corre a cargo del llamado patrimonio nacional), y tampoco quiere que los ciudadanos se enteren de sus manejos o chirríen los presupuestos del Estado… se las ingenia para que sean otros los que corran con los gastos necesarios para que el barquito que le espere cada mañana de verano en el embarcadero del palacio de Marivent sea lo último en tecnología marinera y lo más
chic
en el placentero descansar a bordo.

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