Read La búsqueda del dragón Online
Authors: Anne McCaffrey
Sin saber exactamente por qué, F'lar se arrodilló, arrancó otro puñado de hierba, y lo sacudió de modo que parte de las lombrices cayeran dentro de los dedos de uno de sus guantes de montar. Lo cerró fuertemente por la parte superior y lo aseguró debajo de su cinturón.
Montando de nuevo, le dio a Mnementh las coordenadas del Artesanado del Maestro Ganadero en Keroon, donde las colinas que se erguían eventualmente hasta las impresionantes alturas de Benden quedaban interrumpidas por las amplias llanuras del Fuerte de Keroon.
El Maestro Ganadero Sograny, un hombre alto, calvo, enjuto, tan chupado de carnes que sus huesos parecían sostenerse en posición correcta gracias a su jubón galoneado, sus ajustados pantalones de piel y sus pesadas botas, no se mostró demasiado complacido ante la inesperada visita del caudillo del Weyr de Benden.
F'lar había sido acogido con ceremoniosa cortesía, mezclada con cierta confusión, por los artesanos. Sograny, al parecer, estaba supervisando el resultado de un nuevo cruce de reses: el tipo de las llanuras, muy rápido, con el más robusto de las zonas montañosas. Un mensajero acompañó a F'lar al gran establo. Teniendo en cuenta la importancia del acontecimiento, F'lar pensó que era raro que nadie hubiera abandonado sus tareas. Pasó por delante de cabañas de piedra inmaculadamente limpia, de huertos muy bien cuidados, de cobertizos y establos que le hicieron pensar, involuntariamente, en el caos que imperaba en el artesanado del Herrero... aunque inmediatamente recordó las maravillas que aquel hombre realizaba.
—¿Tienes un problema para el Maestro Ganadero, caudillo del Weyr? —preguntó Sograny, tras haber saludado a F'lar con una breve inclinación y sin apartar los ojos del animal que estaba dando a luz en uno de los compartimientos del establo—. ¿Qué es lo que ha pasado?
La actitud del hombre era tan defensiva que F'lar se preguntó qué podía haber estado haciendo D'ram, del Weyr de Ista, para irritarle hasta tal extremo.
—El Maestro Herrero Fandarel sugirió que tú podrías aconsejarme, Maestro Ganadero —respondió F'lar, con una seriedad no exenta de cortesía.
—¿El Maestro Herrero? —Sograny miró a F'lar con ojos suspicaces—. ¿Por qué?
¿Qué podía haber hecho Fandarel para merecer tan mala opinión del Maestro Ganadero?
—Dos anomalías han llegado a mi conocimiento, Maestro Ganadero. La primera, una nidada de huevos de lagarto de fuego eclosionados cerca de uno de mis caballeros, el cual pudo Impresionar a la reina...
A los ojos de Sograny asomó una expresión de asombrada incredulidad.
—¡Ningún hombre puede capturar a un lagarto de fuego!
—De acuerdo, pero él pudo Impresionar a uno. Esto es evidente. Y creemos que los lagartos de fuego están emparentados directamente con los dragones.
—¡Eso no puede ser demostrado! —Sograny se irguió, dirigiendo una significativa mirada a sus ayudantes, los cuales recordaron súbitamente que habían descuidado tareas lejos de F'lar y del Maestro Ganadero.
—Por inferencia, sí. Debido a que las características similares son obvias. Siete lagartos de fuego fueron Impresionados en las arenas de una playa del continente Meridional. Uno de ellos por mi lugarteniente, F'nor, jinete de Canth...
—¿F'nor? ¿El hombre que se enfrentó con aquellos dos dragoneros ladrones en el taller del Herrero?
F'lar tragó su bilis y asintió. Aquel lamentable incidente había producido una inesperada cosecha de beneficios.
—Los lagartos de fuego presentan rasgos indiscutiblemente dragoniles. Por desgracia, no tengo aún ninguna prueba fehaciente.
Sograny se limitó a gruñir, pero se mostró súbitamente receptivo.
—Confiaba en que tú, como Maestro Ganadero, podrías saber algo acerca de los lagartos de fuego. En Igen abundan, desde luego...
Sograny le interrumpió, agitando la mano con un gesto impaciente.
—No puedo perder el tiempo con unos bichejos que no sirven para nada. Ninguno de mis artesanos...
—Existen indicios de que podrían sernos muy útiles. Después de todo, los dragones proceden de los lagartos de fuego.
—¡Imposible! —Sograny sostuvo con firmeza la mirada de F'lar, empeñado en negar aquella improbabilidad.
—Bueno, es evidente que no proceden de los whers guardianes —insistió F'lar.
—El hombre puede modificar el tamaño, pero sólo hasta cierto punto. Desde luego, puede conseguir que un animal grande dé origen a un animal mayor, mejorando la raza —y Sograny señaló la vaca en trance de parir—. Pero, ¿producir un dragón partiendo de un lagarto de fuego? ¡Absolutamente imposible!
F'lar no perdió más tiempo con aquel tema, sino que sacó el guante de debajo de su cinturón y vació las lombrices en la enguantada palma de la otra mano.
—Mira eso. ¿Habías visto anteriormente...?
La reacción de Sograny fue inmediata. Con un grito de terror, agarró la mano de F'lar, haciendo caer las lombrices sobre la piedra del establo. Aullando a sus ayudantes que trajeran agenothree, pisoteó las serpenteantes lombrices como si fueran la esencia del mal.
—¿Cómo has podido, tú, un dragonero, traer esta porquería a mi artesanado?
—¡Maestro Ganadero, procura controlarte! —gritó F'lar, agarrando al hombre y sacudiéndole— Esas lombrices devoran a las Hebras. Igual que los gusanos de arena. ¡Igual que los gusanos de arena!
Sograny estaba temblando bajo las manos de F'lar, mirándole fijamente. Sacudió su calva cabeza, y la expresión de sus ojos se hizo más normal.
—¡Sólo el fuego puede devorar a las Hebras, dragonero!
—¡Te he dicho que esas lombrices devoran a las Hebras! —replicó F'lar fríamente.
Sograny miró a F'lar con evidente animosidad.
—Son una abominación. Me estás haciendo perder el tiempo con esas tonterías.
—Lo siento. Y te ruego que me disculpes —dijo F'lar, inclinando ligeramente la cabeza. Sograny se encogió de hombros y volvió a ocuparse de su vaca parturienta, como si F'lar no le hubiera interrumpido.
F'lar se dirigió hacia la puerta, poniéndose los guantes; su dedo índice entró en contacto con el húmedo y viscoso cuerpo de una lombriz.
—Consultar al Maestro Ganadero, ¿eh? —murmuró entre dientes, indicándole con un gesto al guía que no necesitaba sus servicios al salir del establo. El mugido de una res le siguió hasta el exterior—. Sí, Sograny trata con animales, pero no con ideas. Las ideas podrían ser una pérdida de tiempo, algo inútil.
Mientras Mnementh remontaba el vuelo, F'lar se preguntó cuantos problemas le estaría planteando a D'ram aquel viejo imbécil.
Tarde en el Weyr Meridional: el mismo día
Era un largo vuelo, en viaje normal, desde los pantanos occidentales hasta el promontorio del Weyr Meridional. Al principio, F'nor se rebeló. Una breve inmersión en el inter no afectaría a su brazo casi curado, pero Canth se mostró inesperadamente obstinado. El gran pardo se remontó, comprobó la dirección del viento y, agitando poderosamente las alas, avanzó a través del aire más frío, a mucha altura sobre el monótono paisaje.
Cuando Canth acomodó su marcha para el vuelo de larga distancia, el ritmo empezó a calmar a F'nor. Lo que podría haber sido un tedioso viaje se convirtió en un regalo de tiempo ininterrumpido para reflexionar. Y F'nor tenía muchas cosas en que pensar.
El caballero pardo había observado los efectos de las Hebras en la vegetación. Había arrancado arbusto tras arbusto, obviamente perforados por las Hebras, sin encontrar ningún rastro de madrigueras en el suelo fangoso alrededor de ellos. Ni una sola vez había utilizado su lanzallamas. Y los hombres de los equipos de tierra le habían dicho que no comprendían por qué les había llamado el Weyr, puesto que no habían hecho prácticamente nada. La mayoría pertenecían a la colonia de pescadores, y se sentían molestos por haber sido arrancados de sus tareas, ya que tenían prisa por completar un sistema de defensas de piedra contra las tormentas invernales. Todos preferían el continente Meridional a sus antiguos hogares, aunque no se quejaban de Oterel, Señor de Tillek, ni de Warbret, Señor de Ista.
A F'nor siempre le había divertido el hecho de que personas que apenas le conocían le confiaran sus cuitas pero había descubierto que a menudo representaba una ventaja, a pesar de las horas que tenía que dedicar a escuchar relatos más o menos lacrimógenos. Uno de los hombres más jóvenes, el jefe del equipo de tierra, Toric, le informó de que había localizado una cueva arenosa muy cerca de su vivienda. Era casi inaccesible por tierra, pero él había visto indicios de lagartos de fuego. Estaba decidido a Impresionar a uno y convencido de que podría hacerlo, ya que había sido afortunado con los whers guardianes. Había tratado de convencer al Weyr de Fort de que merecía la oportunidad de Impresionar a un dragón, pero T'ron ni siquiera se había dignado concederle una audiencia. Toric no apreciaba en absoluto a los hombres de su Weyr y, enterado (como todo el mundo parecía estarlo, había descubierto F'nor) de la famosa disputa por la daga, esperaba que F'nor le demostrara simpatía. De ahí su sorpresa cuando F'nor interrumpió bruscamente su relato.
Esta curiosa ambivalencia de los sentimientos de los habitantes de los Fuertes hacia los dragoneros ocupaba ahora los pensamientos de F'nor. Los habitantes de los Fuertes se quejaban de que los hombres de los Weyrs se mantenían siempre a distancia, sin abandonar ni un solo instante su aire condescendiente o abiertamente altivo. Pero en los Fuertes y Artesanados no había un solo hombre ni una sola mujer que en un momento u otro de sus vidas no hubieran deseado Impresionar a un dragón. Y en la mayoría esto se trocaba en la más negra envidia. Los hombres de los Weyrs insistían en que eran superiores a los plebeyos, pero a fin de cuentas manifestaban los mismos apetitos que los otros hombres, ávidos de bienes materiales y de mujeres núbiles. Sin embargo, se negaban a admitir que la dragonería era una profesión exactamente igual que cualquier otra de las que se desarrollaban en los artesanados de Pern, alegando que en ninguna de estas últimas arriesgaban los hombres su vida como lo hacían ellos. Y, lo que era mucho peor, exponiéndose a perder la mitad de su vida. Reflexivamente, los pensamientos de F'nor descartaron bruscamente cualquier sugerencia de amenaza al gran pardo que montaba.
La pequeña reina se removió en el interior del pesado cabestrillo donde F'nor la transportaba.
Desde luego, el joven Toric se sentiría menos amargado si lograba Impresionar a un lagarto de fuego. Hasta cierto punto, vería realizados sus deseos. Y si los lagartos de fuego podían ser adiestrados para transportar mensajes, mejor que mejor. ¿Un lagarto de fuego para todo el mundo? Eso sería todo un acontecimiento. F'nor sonrió al pensar en las reacciones de los Antiguos ante aquella eventualidad. Y su sonrisa se hizo más ancha al imaginar a T'ron tratando de atraer a un lagarto de fuego que le desdeñaba para dejarse Impresionar por algún mocoso de un artesanado. Sin embargo, incluso los Antiguos, en un momento crucial de su sensible consciencia de adolecentes, habían aspirado a la dragonería considerándola como un ideal; y habían soportado el frío y se habían expuesto a morir luchando contra un implacable enemigo que reaparecía periódicamente. Pero vivir era algo más que aquel logro inicial y aquella alerta perpetua. La adolescencia era solamente una etapa de la vida, no una carrera en sí misma. Cuando uno maduraba, aprendía que vivir consistía en algo más.
Luego, F'nor recordó que no había tenido ocasión de hablar con F'lar del problema de Brekke. Y F'lar se habría marchado ya probablemente al Weyr de Benden. F'nor se reprochó a sí mismo por lo que era una clara injerencia en asuntos ajenos. En su calidad de simple lugarteniente, no tenía derecho a inmiscuirse en las cuestiones de otro Weyr. T'bor tenía ya bastantes problemas. Pero, por el Primer Huevo, F'nor no soportaba el pensar en las vejaciones a las que Kylara sometería a Brekke en el caso de que Orth cubriera a Wirenth.
Su inquietud iba en aumento, y ni siquiera le divirtió oír a Canth canturrear con la evidente intención de tranquilizarle. Sin embargo, cuando terminó el viaje y volaban en círculo sobre el Weyr Meridional iluminado por los moribundos rayos del sol, no experimentó la menor fatiga. Unos cuantos caballeros estaban alimentando a sus dragones en los pastos, y F'nor le preguntó a Canth si deseaba comer.
Brekke quiere verte en seguida
, advirtió Canth a su jinete, mientras se posaba suavemente en su Weyr.
—Probablemente para regañarme —dijo F'nor, palmeando cariñosamente el hocico de Canth. Se apartó a un lado, esperando hasta que el pardo se instaló cómodamente en su polvoriento lecho.
Grall asomó por los pliegues del cabestrillo, y F'nor la trasladó a su hombro. La pequeña reina protestó cuando F'nor echó a andar rápidamente hacia el Weyr de Brekke, y hundió sus garras en el almohadillado del hombro para no perder el equilibrio. Estaba emitiendo pensamientos de hambre.
Brekke alimentaba a su lagarto, Berd, cuando entró F'nor. La muchacha sonrió al oír la estridente petición de Grall, y empujó la escudilla de la carne hacia F'nor.
—Estaba preocupada pensando en que podías volar por el inter.
—Canth no me lo hubiera permitido.
—Canth tiene sentido común. ¿Cómo está ese brazo?
—No me duele. El trabajo ha sido escaso.
—Eso he oído decir —Brekke frunció el ceño—. Y lo encuentro anormal. Tengo la rara sensación...
—Adelante —la estimuló F'nor, al ver que se interrumpía— ¿Qué clase de sensación?
¿Estaba Wirenth a punto de remontar el vuelo para aparearse? Brekke no parecía afectada por los numerosos problemas planteados en el Weyr. Era una persona competente y serena, que se ocupaba del buen funcionamiento de todos los servicios y curaba a los heridos. Si ella admitía que estaba trastornada, la cosa resultaba preocupante.
Como si captara sus pensamientos, Brekke agitó la cabeza, con los labios fuertemente apretados.
—No es nada personal —dijo—. Pero están ocurriendo cosas fuera de lugar y de tiempo, unos cambios que desorientan. ..
—¿Eso es todo? ¿No te he oído sugerir a ti misma un par de cambios? ¿Permitir que una muchacha Impresione a un dragón combatiente? ¿Adiestrar lagartos de fuego para aplacar a la masa insatisfecha?
—Esos son cambios sencillos. Yo estoy hablando de una desorientación, de un trastorno violento...
—¿Acaso no pertenecen a esa categoría tus sugerencias? Oh, mi querida niña —y F'nor dirigió súbitamente a Brekke una larga y penetrante mirada. Algo en la ingenua expresión de la muchacha le conmovió profundamente—. ¿Te incomoda Kylara?