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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (9 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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«Bueno, si sólo hay un guardia medio ciego que se esté recuperando después de haber tenido disentería durante varias semanas...»

—Olvídalo, Chewie. Oigamos qué tienen que decirnos.

La silueta esquelética que acababa de aparecer en el umbral era Skynxnex, desde luego. Los ojos de Han se adaptaron a la luz, y pudo ver cuatro guardias inmóviles detrás de él. Llevaban uniformes de un aspecto vagamente carcelario y trozos de armadura para proteger las zonas más vulnerables del cuerpo, pero no se veía ninguna insignia que indicara su rango.

—Bien Han Solo, confío en que apreciarás nuestra... hospitalidad —dijo Skynxnex.

Han curvo los labios en una sonrisita sarcástica y volvió la mirada hacia el rancor muerto que había perecido en aquella celda húmeda.

—Sí, chicos, ya veo que estáis convirtiendo Kessel en un auténtico paraíso para los turistas... Igualito que el planeta Ithor, ¿eh?

Skynxnex siguió la dirección de su mirada y sus ojos se posaron en el monstruo momificado.

—Ah, sí... Cuando nos adueñamos de la prisión hubo tanto jaleo que alguien se olvidó de alimentar al rancor. Fue una lástima... Pasaron varios meses antes de que nos acordáramos de él. Sí, la verdad es que fue doblemente lamentable, porque cuando por fin pensamos en él teníamos montones de prisioneros imperiales que quitarnos de encina. Eso habría resultado muy divertido de ver... Bueno, lo que hicimos fue enviarlos a las minas de especia.

Skynxnex sonrió, pero sólo durante un momento. Después su rostro volvió a adoptar aquella expresión de impasibilidad casi mecánica.

—Espero que los mediandroides os hayan ayudado a recuperaros de las heridas que sufristeis al estrellaros. Tenéis que estar lo bastante bien para soportar el interrogatorio... Queremos averiguar por qué habéis venido a Kessel a espiarnos.

Han pensó que por una vez podía decir la verdad y mostrarse totalmente franco acerca de su misión.

—Cuando quieras empezar estaré preparado, Skynxnex.

Aun así, temía que la verdad no fuera suficiente en aquel caso.

El hombre flaco y desgarbado que tenía delante se permitió otra fugaz sonrisa.

—Así que me recuerdas, ¿eh, Solo? Bien... Moruth Doole quiere hablar contigo inmediatamente.

Han enarcó las cejas. Eso quería decir que Doole seguía vivo y que continuaba controlando sus negocios, pero Han no tenía ni idea de cómo encajaban las distintas piezas del rompecabezas.

—Me encantaría hablar con el viejo Moruth —respondió—. Ha pasado mucho tiempo... ¡Era un buen amigo mío!

Sus palabras hicieron que Skynxnex soltara una risita burlona que se interrumpió de repente. Los guardias que permanecían inmóviles detrás de él le imitaron.

—Sí —dijo Skynxnex—, creo que le he oído mencionar tu nombre... en varias ocasiones.

El ascensor los sacó de las áreas de celdas del bloque principal, y los llevó por un tubo hasta el perímetro externo de la institución penitenciaria. Después avanzaron a toda velocidad hacia arriba siguiendo la inclinación de los rieles metálicos.

Han echó un vistazo por las paredes transparentes llenas de señales y arañazos del ascensor y pudo ver que la prisión era un enorme edificio marrón y gris construido con plastiacero y roca sintética. La fachada principal se iba inclinando en un ángulo de cuarenta y cinco grados, y torretas de ascensores se deslizaban a lo largo de cada esquina. Una estructura de cristal-espejo que contenía los departamentos administrativos y alojamientos del personal de la prisión sobresalía del enorme plano inclinado.

Mientras iban en el veloz ascensor, Skynxnex les observó con visible diversión y mantuvo su desintegrador modificado de doble cañón apuntándoles en todo momento. Los dos guardias, cuyo armamento era más convencional, también estaban tensos y preparados para actuar en cualquier momento.

Han se dio cuenta de ello, y se sintió irónicamente impresionado. No sabía qué podía haber hecho para inspirarles tanto miedo.

Tanto Han como Chewbacca habían sido esposados con grilletes aturdidores, un artefacto inmovilizador que cubría las muñecas y enviaba descargas paralizantes de electricidad directa al sistema nervioso cuya potencia era proporcional a la cantidad de esfuerzo para liberarse que llevara a cabo el prisionero. Como de costumbre, Chewbacca fue incapaz de controlar su mal genio y consiguió quedar atontado por las descargas.

Skynxnex puso en movimiento a sus dos prisioneros con un empujón apenas se abrieron las puertas del ascensor. Han obedeció al instante y avanzó intentando que su paso resultara lo más elástico y seguro de sí mismo posible. Había tenido bastantes problemas con Moruth Doole y no confiaba lo más mínimo en él, pero que Han supiera no había ningún motivo por el que Doole debiera odiarle.

Skynxnex les guió por la zona de despachos administrativos, muchos de los cuales habían sido saqueados o incendiados. Dejaron atrás una antesala de grandes dimensiones que llevaba a un enorme despacho flanqueado por ventanales gigantescos desde los que se podían contemplar los eriales de Kessel. Han pudo ver las planicies salinas en la lejanía. Las colosales chimeneas de las fábricas de atmósfera enviaban chorros de oxígeno, nitrógeno y dióxido de carbono hacia el cielo rosado, haciendo que el planeta se mantuviera mínimamente habitable gracias a su continuo esfuerzo. Potentes escudos de radiación colocados en órbita filtraban un considerable porcentaje de los letales rayos X y gamma que brotaban de las Fauces cercanas. De no ser por la valiosísima especia, nadie se habría tomado la molestia de tratar de vivir en Kessel.

El letrero de la unidad-escritorio anunciaba que se estaba a punto de entrar en los aposentos del alcalde, pero alguien había tachado la identificación original y había colocado un letrero escrito a mano en básico sobre el que se leía OFICINA DE DOOLE. La pared de la derecha de la unidad-escritorio estaba adornada con un hombre congelado en carbonita que había quedado atrapado para siempre en los últimos espasmos de la agonía. Han pensó que Doole había aprendido una lección de Jabba el hutt, y al parecer había adquirido la costumbre de exhibir un viejo enemigo para que todos pudieran verlo. Le bastó con echar una mirada a aquel horrible trofeo para estremecerse.

Al lado de la ventana había una figura en forma de barril silueteada por la potente luz blanca. Han reconoció a Moruth Doole nada más verle.

Doole era un ribetiano, un humanoide achaparrado de piel suave sin vello El color verde claro con débiles reflejos amarronados de tez creaba la impresión de unas franjas que subían y bajaban por sus mejillas, brazos y hombros. Su piel estaba seca, pero aun así conseguía parecer levemente viscosa. Como siempre, Doole iba vestido con las pieles de reptiles menos afortunados que él. Su chaleco parecía haber salido de algún vídeo de historia antigua. Llevaba una corbata de un color amarillo chillón, lo cual quería decir que Doole estaba preparado para aparearse si surgía la ocasión, aunque Han pensó que en Kessel le iba a resultar muy difícil encontrar una hembra de su especie que estuviera dispuesta a convertirse en su pareja.

Doole giró sobre sí mismo para revelar un rostro muy cambiado que temblaba continuamente debido a la paranoia y los tics nerviosos. Sus ojos de ribetiano eran mucho más grandes que los de un ser humano y recordaban a un par de linternas con rendijas verticales... pero uno de ellos se había vuelto de un blanco lechoso, como un huevo duro a medio cocer. Doole llevaba un enfocador de visión mecánico encima de su otro ojo, y el artefacto quedaba sujeto a su cabeza mediante tiras de cuero marrón.

Doole manipuló su ojo mecánico, y las lentes emitieron un chirrido y se movieron hasta quedar ajustadas como si fueran una cámara. Sus dedos de ribetiano eran muy largos y se ensanchaban al final, y mostraron indicios de unas ventosas de succión vestigiales cuando ajustó el foco y acercó su rostro al de Han. La mirada lechosa del ojo ciego estaba clavada en la lejanía.

—¡Eres tú, Han Solo! —siseó Doole, reconociéndole después de una prolongada inspección.

Han frunció el ceño.

—Veo que has estado abusando de la especia. Moruth... La vista siempre es la primera en quedar afectada.

—No fue la especia la que me hizo esto —replicó secamente Doole mientras se daba unos golpecitos en el artefacto que cubría su ojo con la punta de un dedo. Hizo otra prolongada inhalación burbujeante que recordó el sonido que produciría una bebida carbónica al ser derramada sobre ascuas calientes—. ¿Por qué estás aquí, Solo? Quiero que me lo digas, pero quizá también quiera que te resistas un poquito para que esto te resulte doloroso.

Chewbacca lanzó un rugido iracundo. Han intentó extender las manos, pero los grilletes aturdidores le administraron una descarga.

—¡Espera un momento, Moruth! Será mejor que me expliques unas cuantas cosas. No entiendo...

Doole no le prestó ninguna atención. Se frotó las manos y sonrió con sus labios pegajosos y húmedos.

—La parte más difícil será contener el deseo de ver cómo te despedazan delante de mis ojos, naturalmente...

Han sintió que el corazón le empezaba a latir más deprisa.

—Oye, ¿es que no podemos comportarnos como dos personas razonables aunque sólo sea por unos momentos? Éramos socios Moruth, y nunca jugué sucio contigo. —Han no mencionó sus sospechas de que Doole sí había jugado sucio con él cuando transportaba el último cargamento de especia—. Si hice algo que te disgustó. Bueno, te pido disculpas. ¿No podemos arreglarlo?

Han se acordó de la conversación que había mantenido con Greedo, el asesino profesional, en la cantina de Mos Eisley. Cuando se consideraba ofendido, Jabba el Hutt nunca intentaba resolver el malentendido por medios pacíficos. Han esperaba que Doole sería más razonable.

Moruth Doole se echó hacia atrás y movió sus manos de largos dedos en un rápido aleteo.

—¿Arreglarlo? ¿Qué vas a hacer..., pagarme un sustituto robótico ocular? ¡Odio esos trastos! Jabba trató de matarme por tu culpa. Tuve que suplicarle que se conformara con mi ojo. ¡De hecho, tuve que suplicarles que me dejaran sin ojo!

Doole se golpeó el lado ciego de su cara, que parecía un huevo duro, con la mano.

Skynxnex se acercó a Doole.

—Creo que en vez de asustarle sólo estás consiguiendo confundirle, Moruth —dijo en voz baja—. Quizá realmente no sabe qué ha ocurrido.

Doole se sentó detrás de su escritorio, tiró de los pliegues de su chaleco de piel de lagarto y recobró la compostura.

—¡Jabba me echó la culpa de todo después de que arrojaras tu cargamento de especia al vacío! Emitió un contrato de asesinato a mi nombre... ¡Y todo por culpa de vuestra cobardía!

Chewbacca lanzó un rugido ofendido, y Han tuvo que hacer un gran esfuerzo para no dejarse dominar por la ira.

—Jabba también emitió un contrato a mi nombre, Doole —dijo—. Greedo intentó asesinarme en Tatooine. Boba Fett me capturó en Bespin y quedé aprisionado en un bloque de carbonita al igual que ese amigo tuyo que tienes colgado de la pared... —Han movió una mano señalando el horrendo trofeo de la pared— y después me enviaron al palacio de Jabba.

Doole movió una mano como desdeñando sus palabras.

—Los hombres de Jabba ya se habían infiltrado en la organización minera —dijo, y quería delatarme para que su gente pudiera obtener el brillestim directamente. Uno de sus asesinos me frió este ojo y me dejó medio ciego del otro. Jabba aún no había terminado conmigo, pero Skynxnex le mató antes de que pudiera hacerme más cosas.

El espantapájaros inmóvil junto a la puerta sonrió con orgullo.

—Jabba no me había dejado otra opción: tenía que actuar —siguió diciendo Doole—. Organizamos la revuelta en la prisión. El alcaide era un hombre de Jabba, pero la mitad de los guardias estaban de mi lado. Les pagaba muy bien, ¿comprendes? Por suerte, el caos se adueñó del Imperio más o menos por aquel entonces y pudimos hacernos dueños de Kessel. Había unos cuantos esclavistas con sueños de grandeza al otro lado del planeta, pero no duraron mucho. Desde entonces he estado llenando los almacenes con cargamentos de especia, y he creado una gran flota de defensa con todas las naves a las que he podido echar mano o reparar. Nadie va a venir aquí para quitarme lo que me pertenece... ¡Y cuando digo «nadie», hablo muy en serio!

Doole se rodeó la cabeza con sus largos dedos en un gesto de cansancio.

—¡Todo iba estupendamente hasta que tú hiciste que Jabba se enfadase y me echara la culpa de lo ocurrido! Sí, todo iba bien y no había ningún peligro... Sabía cómo había que jugar a aquel juego. Ahora doy un salto cada vez que veo moverse una sombra, y siempre estoy asustado...

Doole contempló a Han con su ojo mecánico.

—Pero veo que no te basta con haber destrozado mi vida una vez, ¿eh? Has vuelto, y llegaste emitiendo un mensaje de la Nueva República... Bueno, había imaginado que los restos del Imperio podían tratar de recuperar el control de las minas de especia, pero todos los grandes gobiernos son iguales. Eres un espía, y un espía particularmente inepto... ¿Realmente creías que podías entrar en nuestro espacio, echar un vistazo y volver a tu República con toda la información que necesitan para venir aquí y adueñarse de todo? —Doole golpeó el escritorio con la palma de una mano produciendo un sonido húmedo—. ¡Daremos el primer golpe matando a su espía, y estaremos preparados para acabar con ellas en cuanto vuestras naves de ataque salgan del hiperespacio!

—¡No tienes ni una posibilidad! —se burló Skynxnex.

Han se permitió sonreír, y llegó al extremo de soltar una risita.

—No podéis estar más equivocados, chicos... Sí, lo habéis entendido todo al revés.

Chewbacca lanzó un gruñido de asentimiento.

Skynxnex frunció el ceño, y Doole contempló a Han en silencio durante un momento.

—Ya lo veremos —dijo por fin.

Metió la mano en el bolsillo de su chaleco y sacó de él una pequeña llave de aspecto bastante antiguo que insertó en la cerradura de uno de los cajones del escritorio que había pertenecido al alcaide de la prisión. Luchó unos momentos con la cerradura, y acabó consiguiendo abrir el cajón. Metió la mano dentro, y sacó una pequeña caja fuerte. La puso encima de la mesa, y después metió la mano en otro bolsillo de su chaleco para extraer una segunda llave.

Han contempló a Doole sintiendo una creciente curiosidad mientras éste abría la caja fuerte y sacaba un pequeño recipiente sellado de ella. Después Doole guardó meticulosamente las dos llaves en sus bolsillos antes de mirar a Han.

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