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Authors: Kevin J. Anderson

La búsqueda del Jedi (7 page)

BOOK: La búsqueda del Jedi
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Luke extendió la sonda hacia las profundidades de la mente de Leia, una zona de recuerdos primarios muy enraizados pero en la que había poco pensamiento consciente. Dudaba que le fuese posible provocar algún tipo de reacción defensiva allí, pero era muy improbable que un atacante escogiera semejantes sitios como objetivo. Los pensamientos de Leia eran como un mapa desplegado ante él, y Luke extendió el contacto hacia una pequeña protuberancia aislada de la mente de su hermana. Empujó...

Y de repente sintió como si la palma de una gigantesca mano invisible se hubiera posado sobre su pecho y le hubiera empujado hacia atrás. Luke tuvo que tambalearse para no perder el equilibrio, y dio un par de pasos apartándose de Leia. Su hermana tenía los ojos desorbitados, y se había quedado boquiabierta a causa de la sorpresa.

¿Qué has hecho? Exclamó Luke en el mismo momento en que Leia exclamaba... ¿Qué he hecho?, y un instante después los dos respondieron... ¡No lo sé!, simultáneamente.

Luke intentó reconstruir lo que había hecho.

—Deja que vuelva a intentarlo. Limítate a relajarte.

Cuando volvió a iniciar el sondeo Leia parecía cualquier cosa menos relajada. Luke extendió la sonda hacia las profundidades de su mente, y encontró la protuberancia aislada entre sus centros instintivos. La rozó. Y volvió a sentirse rechazado con la fuerza física de un empujón.

—¡Pero si no he hecho nada! —insistió Leia.

Luke permitió que sus labios se curvaran en una sonrisa.

—Han sido tus reflejos, Leia. Cuando un mediandroide te da un golpecito en la rodilla, tu pierna se dispara hacia adelante tanto si quieres como si no. Puede que hayamos tropezado por casualidad con algo que un Jedi en potencia posee y los demás no... Quiero que lo pruebes conmigo. Anda, cierra los ojos y te enviaré una imagen de lo que te hice.

—¿Crees que seré capaz de hacerlo? —preguntó Leia.

—Si es algo realmente instintivo, lo único que debes hacer es localizar el punto adecuado.

—Lo intentaré.

El rostro de Leia estaba lleno de escepticismo.

—Hazlo, o no lo hagas. Da igual, porque no es una cosa que se pueda intentar... Eso es lo que siempre decía Yoda.

—Oh, deja de repetir sus palabras. ¡No es necesario que trates de impresionarme!

Leia rozó las sienes de su hermano y Luke tragó una honda bocanada de aire, utilizando las técnicas de relajación Jedi para bajar la guardia. Durante los últimos siete años había erigido tal cantidad de blindajes mentales que esperaba seguir siendo capaz de permitir que Leia entrara en su mente. Sintió el roce de sus pensamientos, delicados dedos mentales que iban resiguiendo los contornos de su cerebro. Luke dirigió su búsqueda hacia las profundidades, donde dormían los pensamientos más primitivos.

—¿Puedes...?

Antes de que Luke hubiera podido terminar su pregunta. Leia retrocedió tambaleándose y cayó en el sillón autoamoldable.

—¡Uf! Encontré la protuberancia, pero cuando la rocé... ¡Ha faltado muy poco para que me tirases al suelo!

Luke sintió cómo el cosquilleo del asombro producido por aquel nuevo prodigio se iba extendiendo por todo su ser.

—Y fue totalmente inconsciente por mi parte... No me di cuenta de estar haciendo algo.

Luke se rozó los labios con las puntas de los dedos mientras nuevas ideas empezaban a discurrir velozmente por su cerebro.

—He de intentarlo con otras personas. Si es una reacción totalmente refleja, podría ser una prueba muy útil para encontrar personas que posean poderes Jedi latentes.

A la mañana siguiente, la lanzadera metropolitana se estaba deslizando por encima de los tejados de Ciudad Imperial, como un autobús que se desplazara sobre las corrientes de aire caliente surgidas de los abismos que se extendían entre los gigantescos edificios. La tira de construcciones recién erigidas por los androides parecía una franja reluciente que atravesaba la antigua ciudad.

El almirante Ackbar había decidido pilotar personalmente la lanzadera, y sostenía los controles en las aletas articuladas que le servían de manos mientras contemplaba los cielos con sus ojos de pez considerablemente separados. Detrás de él, unidos a sus asientos por los arneses de seguridad, estaban Luke Skywalker y Leia Organa. El luminoso amanecer desplegaba largas sombras sobre los niveles inferiores de la ciudad.

Ackbar se inclinó sobre el comunicador.

—Nos estamos aproximando, general Antilles. Ya puedo ver al androide de construcción delante de nosotros... ¿Está todo preparado para que bajemos?

—Sí, señor. —La voz de Wedge, fuerte y nítida, brotó del comunicador—. Hay un sitio bastante bueno justo a la derecha del androide que debería resultar ideal para el descenso.

Ackbar ladeó la cabeza para echar un vistazo por un extremo de la curvatura del parabrisas y después siguió pilotando la lanzadera metropolitana, guiándola por los huecos que había entre los edificios y bajando poco a poco hasta los niveles de calles todavía no exploradas.

Wedge fue a recibirles después de que Ackbar hubiese posado la lanzadera al lado del androide de construcción, que seguía estando desactivado. Ackbar fue el primero en salir al claro lleno de guijarros y cascotes. Y alzó su cabeza en forma de cúpula para contemplar la tira de luz solar visible en las alturas. Luke y Leia bajaron caminando el uno al lado del otro mientras el vehículo empezaba a emitir el leve zumbido indicador de que estaba entrando en la modalidad de reposo/enfriamiento.

—¡Hola, Wedge! —le saludó Luke—. ¿O debería decir General Antilles?

Wedge sonrió.

—Espera a que veas lo que ha encontrado la brigada de demolición. Puede que vuelvan a ascenderme...

—No estoy seguro de que eso te gustara mucho —dijo Leia—. ¡Otro ascenso y acabarías enterrado bajo una montaña de deberes diplomáticos!

Wedge movió una mano indicándoles que le siguieran. El androide de construcción ocultaba el sol. Luke pudo oír los sonidos de las brigadas que subían por las escalerillas de acceso y los ascensores automatizados instalados en el caparazón del androide. Los equipos de mantenimiento estaban aprovechando el período de desactivación para inspeccionar las factorías internas y los procesadores de recursos, y para modificar parte de la programación y los esquemas almacenados en los ordenadores del androide.

La osamenta de un animal de gran tamaño yacía sobre los cascotes justo delante del orificio que daba acceso a la habitación blindada. Wedge lo señaló con la mano.

—Esa cosa nos atacó anoche y los chicos de mi brigada la mataron —dijo Antilles. Después otros carroñeros surgieron de la nada en algún momento del rato que pasamos en la sala de descanso del androide, echando una siesta y aseándonos, y no dejaron ni una pizca de carne sobre sus huesos. Es una lástima... Los xenobiólogos quizá habrían querido clasificarlo, pero ahora ya no queda gran cosa de él.

Wedge se agachó y se metió por entre los bordes doblados de la pared de metal que protegía la habitación blindada. Luke podía oír ruido de gente trabajando dentro, y vio cómo Leia arrugaba la nariz al captar los extraños olores que brotaban del interior.

Los ojos de Luke necesitaron un momento para adaptarse a la brillante iluminación amarilla de las luces flotantes esparcidas a lo largo de los muros. Algo muy poderoso se había dejado dominar por una rabia incontrolable allí dentro. Al principio sólo vio trozos de equipo roto esparcidos por el suelo, cables arrancados y terminales de ordenador destrozadas. Los muros estaban llenos de señales dejadas por unas garras enormes y muy largas. La esfera negra de un androide interrogador imperial yacía en un rincón, abierta por la mitad. Luke vio cómo los ojos de Leia se posaban en ella, y captó la oleada de repugnancia que la recorrió desde la cabeza hasta los pies.

Unos cuantos miembros de la brigada de Wedge habían vuelto a colocar una pesada reja metálica en el hueco de una pared, y la estaban soldando con un láser. La reja estaba terriblemente deformada.

—Anoche tuvimos una nueva ración de emociones —explicó Wedge. Los soldadores apartaron la mirada de su trabajo durante un momento, saludaron a Wedge y volvieron a encorvarse sobre sus haces de energía—. La pareja de esa especie de rata gigante vino por los túneles, descubrió que habíamos matado a su compañera y destrozó todo lo que pudo. —Wedge frunció el ceño—. Hizo pedazos casi todo el equipo antiguo que había en la cámara, pero quizá aún consigamos salvar una pequeña parte. El Emperador se había tomado muy en serio todo lo referente a la seguridad... Parece que este lugar era una especie de centro de interrogatorios.

—Sí, desde luego —dijo Ackbar, avanzando por entre los escombros y restos de equipo. Tableros de circuitos destrozados crujieron bajo sus grandes pies—. No queremos que nada de lo que hay aquí caiga en malas manos, ¿verdad?

Luke se fijó en un enredo de cables y lectores para láminas de cristal que había en el suelo. Su frente se llenó de arrugas a causa de la concentración mientras se acercaba para echarles un vistazo.

—¿Es lo que creo que es? —murmuró.

—¿Qué has dicho, Luke? —preguntó Leia, que le había seguido. Luke no respondió y se inclinó sobre el equipo, apartando cables y alambres e intentando poner algo de orden en toda aquella confusión de piezas.

—Parece que aquí había tres unidades independientes... Probablemente todas están destruidas, pero Luke estaba sintiendo una creciente excitación. Quizá conseguirían volver a juntar las piezas y componentes.

—¿Qué es eso? —preguntó Leia.

Luke tiró de un cable hasta sacarlo del enredo y descubrió un lector de láminas de cristal intacto al final. Parecía una pala de remo de color plateado y aspecto vidrioso, y era más largo que su mano.

—He encontrado algunas referencias a estos lectores durante mis investigaciones sobre los antiguos Caballeros Jedi. Los equipos de cazadores del Emperador los utilizaban para dar con los Jedi que se habían escondido durante su gran purga.

Encontró una segunda pala cristalina intacta, y después escogió la unidad de control que parecía haber sufrido menos daños. Luke apartó parte del polvo con su mano ciborg, y después conectó los cables a cada lado de la unidad mientras sostenía una pala en cada mano. Movió el interruptor de energía de la unidad de control, y tuvo la satisfacción de ver una rápida sucesión de parpadeos luminosos indicadores de que la unidad estaba llevando a cabo los diagnósticos de la fase de inicialización.

—Los equipos del Emperador utilizaban estos aparatos como si fueran una especie de detectores de la Fuerza para que sus secuaces pudieran leer las auras de las personas que sospechaban poseían talentos Jedi. Según los archivos, eran muy temidos por los Caballeros Jedi que habían logrado sobrevivir a la purga... pero ahora quizá podamos utilizarlos como ayuda en la restauración de la Orden Jedi.

Luke sonrió, y durante un momento tuvo la sensación de que volvía a ser el joven granjero inocente y deseoso de grandes aventuras que había sido cuando vivía en Tatooine.

—No te muevas, Leia. Voy a utilizarlo contigo.

Leia retrocedió, visiblemente alarmada.

—Pero ¿qué hace exactamente?

Tanto Wedge como Ackbar se habían acercado para ver qué estaban haciendo.

—Confía en mí —dijo Luke.

Sostuvo las palas cristalinas con los brazos extendidos, una a cada lado de Leia. Después movió el interruptor de búsqueda, y una delgada franja de luz color cobre surgió de la nada y fue bajando por el cuerpo de Leia desde la cabeza basta los pies. Un eco más pequeño de la línea detectora color cobre apareció suspendido en el aire por encima de la unidad de control y repitió el movimiento a la inversa, asimilando los datos y construyendo un diminuto holograma de Leia.

Su aspecto general era muy distinto al del pequeño holograma de Leia que Erredós había proyectado para Ben Kenobi. En vez de una imagen completa y de apariencia real, sólo había una silueta formada por trazos muy delgados, con líneas identificadas mediante códigos de colores unidas a lecturas que proyectaban una columna de cifras en el aire. Alrededor de la silueta había una parpadeante aureola azulada, no muy intensa pero claramente visible.

—¿Puedes sacar algo en claro de eso, Luke? —preguntó el almirante Ackbar, acercándose para echar un vistazo.

—Hagamos una comparación con otro sujeto.

Luke dirigió las palas hacia Wedge, quien se encogió un poco mientras la línea detectora color cobre subía y bajaba por su uniforme. Cuando su holograma en forma de silueta de trazos apareció junto al de Leia, casi todos los detalles codificados mediante colores eran similares, pero su imagen carecía de aureola azulada.

—Ahora probemos con usted, almirante.

Luke dirigió las palas cristalinas hacia el mon calamariano, e hizo unos ajustes en la unidad de control para que ésta tuviera en cuenta las diferencias de su fisiología alienígena. Cuando la unidad hubo terminado el examen y mostró su imagen, ésta también carecía de aureola azulada.

—¿Te importaría utilizarlo conmigo, Leia? Así podremos estar totalmente seguros de que funciona.

Leia aceptó el equipo de mala gana, como si la inquietara utilizar un artefacto que había sido empleado por quienes habían concebido y diseñado al androide interrogador. Pero fue capaz de manejar el detector con rapidez y sin ningún problema, manteniendo una placa cristalina a cada lado de Luke.

Su imagen estaba rodeada por la aureola azulada.

—Es un aparato muy valioso —dijo Luke—. No se necesita ninguna capacidad particular en el empleo de la Fuerza para utilizarlo. Podemos encontrar a personas que tengan potencial Jedi con sólo someterlas a este examen. Nos será de gran ayuda a la hora de encontrar candidatos para mi academia. De ser así, puede que este aparato por fin sirva para algo bueno después de tantos años...

—Excelente, Luke —dijo Ackbar.

Luke frunció los labios.

—Quiero probar algo, Wedge —dijo—. ¿Te importaría relajarte durante un momento y permitir que establezca un contacto mental contigo?

—Eh... —murmuró Wedge, pero enseguida vio que todos los miembros de su brigada le estaban mirando—. Lo que tú digas, Luke.

Luke actuó sin desperdiciar ni un segundo. Extendió las manos hacia las sienes de Wedge y deslizó una sonda mental sobre la superficie de su mente hasta llegar a las profundidades de la zona primitiva y la sorprendente protuberancia en el contorno de sus pensamientos... Pero cuando la tocó con su sonda no ocurrió nada. Wedge probablemente ni siquiera sabía que estaba siendo sometido a un sondeo. Luke aumentó la presión mental, pero no provocó ninguna acción contraria refleja y no logró desencadenar el empujón incontrolado e involuntario que Leia le había administrado.

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