La conquista del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid (36 page)

BOOK: La conquista del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid
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—Sí existe, y muy próspero y celebrado par la perfección de sus túnicas de colores. El primogénito de Enchúa es hoy uno de tantos reyezuelos mayas, por haberlo así dispuesto Josimiré en su primer viaje a Rozica. Entonces fue cuando tuvo lugar su entrevista con la reina Muvi, de la que salió que ésta viniese a vivir en la corte; no fue ella la primera, pues muchas enanas se habían introducido subrepticiamente en el país, y habían hallado excelente acogida en todas las ciudades. Otras, las que tenían esposos o hijos, continuaron viviendo en Banga en estrechas relaciones con Rozica, y contando siempre con la benevolencia del generoso reyezuelo y poeta Uquindu.

—Desde luego suponía que los accas del bando del experimentado Batué, guiados por su olfato amoroso, volverían sin tropiezo junto a sus amadas esposas; pero los otros, los de Bazungu, desorientados y en medio de pueblos enemigos, ¿qué se han hecho? ¿Dónde viven, si viven?

—Viven, y han hecho gran fortuna como eunucos de los harenes de los jefes europeos que gobiernan las diversas estaciones del antiguo sultanato de Zanzíbar. Estos jefes, pasado el primer ímpetu guerrero, y no llegados aún a la última y más indigna fase de la colonización, la explotación comercial, se hallan en el período que pudiera llamarse erótico, el más bello de todos. Su afición actual es el mejoramiento de la raza por el sistema más recomendado de los antropólogos: el cruce. Tenían, pues, gran necesidad de eunucos que mantuvieran el orden en sus bien repletos harenes, y los accas llegaron a tiempo de salvar a otros infelices predestinados a la mutilación. El que los introdujo fue tu compañero de viaje, el etnólogo alemán, que, de vuelta del Ufipa, mostró algunos, de ellos como ejemplo nuevo y nunca visto de tribus practicantes de la poligamia, que someten a la castración a todos los varones, excepto algunos privilegiados, haciendo resaltar el hecho curioso de que esas tribus, que parece debían ser más pusilánimes, eran valentísimas, a juzgar por la variedad de armas de guerra que en poder de las mismas había encontrado. No todos los accas, sin embargo, han tenido colocación como eunucos; más de doscientos están aún en el Ufipa, de soldados mercenarios de la reina viuda, a quien les recomendaste antes de abandonarlos e incorporarte a la expedición portuguesa. La buena suerte de Bazungu ha querido que éste sea rey por cuarta vez; pues la reina viuda le ha aceptado como esposo, para dar una prueba patente de fidelidad a la memoria de su primer marido.

—Mucho me alegran esas noticias, porque los accas se condujeron conmigo con una lealtad digna de las más altas recompensas. Y ahora se me ocurre otra duda, a saber: si los regentes de Josimiré continúan en sus puestos después que éste ha llegado a la mayor edad.

—No siguen de regentes, pero forman parte del consejo de los uagangas, el cual se compone ahora de nueve miembros. El zanquilargo y ya decrépito Quiyeré hace de presidente, y de secretario el inimitable calígrafo Mizcaga. Aparte de esto, ha habido otros cambios. El consejero Lisu cerró para siempre sus espantados ojos, y ha sido sustituido, como consejero y director de la banda musical, por tu grande amigo, el valiente Ucucu, para que la revoltosa y glotona Matay, que es su actual favorita y su ojo derecho, pueda vivir en la corte al lado de la reina, su hija. También murieron el viejo y honrado Mcomu y el humanitario Racuzi; y como el listísimo e influyente Sungo no tenía más hijos que colocar, han sido creados reyezuelos dos de sus sobrinos: uno, hijo del mímico Catana, y otro, hijo de Mjudsu, el de la trompa de elefante, juntamente con el hábil nadador Anzú, que actualmente gobierna Ruzozi, su ciudad natal. El narilargo Monyo está en la fiel Mbúa, y el veloz Nionyi en Upala. En suma, si se exceptúa al cantor Uquindu, que no quiere salir de Rozica, y al corredor Churuqui y al dormilón Viami, que continúan en Bangola y Lopo, no hay reyezuelo que siga en el gobierno en que le dejaste. Y a las demás autoridades les ocurre lo propio.

—Y de adelantos científicos y artísticos, de religión, de costumbres, ¿no hay nada nuevo?

—Hay mucho. El jefe de los astrónomos de Boro, Cané, ha publicado unas tablas astronómicas. El geógrafo Quingani aprovecha los ratos que le deja libres la vieja Mpizi para trazar el mapa del país. Hay muchos y muy notables cantores, y en los frescos prados del Myera se alza una estatua más, obra del astuto Tsetsé: la del cabezudo Quiganza, la cual, desde lejos, parece un lanzón sosteniendo el globo terráqueo. Los monopolios crecen como la espuma, y las corridas de búfalos tienen lugar todas las semanas, y apasionan más cada día a todas las clases sociales. Las industrias prosperan que es un contento, figurando siempre en primera línea la fabricación de rujus y de alcohol y la venta de fetiches.

—Y mi hijo primogénito, el silencioso Arimi, ¿qué es de él? ¿Seguirá al lado de su hermano en el palacio real?

—Allí continúa —contestó la sombra, empezando a retirarse—, y es el mejor y más leal consejero del rey. La cabelluda Vitya le ha hecho padre de dos hijos varones, y el primogénito ha sido reconocido como príncipe heredero bajo el nombre insustituible de Arimi, que en Maya es hoy el símbolo de todas las esperanzas. Tu hijo Arimi es, además, uno de los jóvenes uagangas más asiduos; dirige con gran tacto las deliberaciones del ala derecha y sobresale en la figura del conejo.

—Una última pregunta —dije yo yendo detrás de la sombra, que comenzaba a desvanecerse—: ¿qué han hecho cuando se les acabó la escasa pólvora que les dejé, los cuarenta fusileros, capitaneados por el prudente Uquima?

—Se han convertido espontáneamente en reyes de armas —suspiró el fantasma desde lejos—, y son el ornamento más precioso de la corte, cada día más etiquetera y ceremoniosa, de Josimiré.

FIN

ÁNGEL GANIVET, (Granada, 1865-Riga, 1898) Escritor español. Considerado por unos como precursor de la Generación y por otros como miembro de pleno derecho de la misma, Ángel Ganivet se nos presenta como una figura fundamental para entender las preocupaciones de estos intelectuales de principios de siglo. Su vida fue igual de trágica que la marcha del país. Estudió filosofía y derecho en Granada y en Madrid. Conoció a Unamuno en 1891 durante unas oposiciones al cuerpo de archiveros, que ganó el filósofo vasco; entre ellos se estableció una intensa relación epistolar. En 1894 obtuvo un cargo diplomático en Amberes; un año más tarde fue trasladado como cónsul a Helsinki, y finalmente a Riga, donde se suicidó arrojándose a las aguas del Dvina, víctima de uno de los accesos de locura que venía sufriendo desde 1896.

Ensayista muy personal, ideológicamente se le suele incluir entre los miembros de la generación del 98. Su obra más importante es
Idearium español
(1899), un intento de interpretación histórica de España y el bosquejo de un análisis sobre las causas de su decadencia. Del resto de su producción, en buena parte editada póstumamente, cabe destacar:
Granada la bella
(1896),
El defensor de Granada
(1896-1897),
La conquista del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid
(1897),
Los trabajos del infatigable creador Pío Cid
(1898),
Cartas finlandesas
(1899),
Epistolario
(1904), el drama en verso
El escultor de su alma. Drama místico
(1904),
Hombres del norte
(1905) y
El porvenir de España
(1905). Sus obras completas fueron publicadas en 1943.

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