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Authors: Luis Spota

Tags: #Drama

La plaza (23 page)

BOOK: La plaza
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BIENVENIDOS / WELCOME

MÉXICO OFRECE AMISTAD A TODOS LOS PUEBLOS DE LA TIERRA

—Dentro de diez días, cuando den principio los Juegos Olímpicos, el mundo sabrá que hemos superado todas las adversidades; que somos ya Un-País-en-Desarrollo.

Cinco mil soldados avanzaban, disparando sus armas automáticas

y

todos los discursos

salieron por boca de las ametralladoras…


Nosotros, jesuitas,

nos sentimos profundamente solidarios

de las exigencias de estructuras

más justas

y libertad de expresión

que estudiantes y maestros

han presentado al gobierno…

… al lanzamiento de una luz de bengala, debíamos apersonarnos en ambas puertas e impedir que entrara o saliera persona alguna…

—Luego, comenzó a incendiarse el edificio Chihuahua.

Nos tenían encañonados los del guante blanco. Nadie podía alzar la
cabeza.
Sobre nosotros llovía polvo de yeso, pedazos de pared… La balacera duraba ya su buena media hora.

(—Hacemos un llamado a los padres de familia para que controlen a sus hijos, con el fin de evitarnos la pena de lamentar…)
.

Pasó una chica muy joven,

cubierta con un gran impermeable oscuro,

temblando de miedo.

Esta muchachita no gritaba

no hablaba,

emitía sonidos muy raros como si gruñera

Siguió caminando

y también a ella le dispararon.

—Les dije que no había ni por dónde escapar, que nos quedaríamos todos encajonados allí, cercados como en un corral.

… pedimos solemnemente al Gobierno Mexicano que repruebe la sangrienta provocación policíaca y militar; que reasuma el diálogo como lo piden los estudiantes, y que no destruya la imagen del país de Hidalgo, de Juárez y de la Revolución de la cual se dice heredero…

—Nos habíamos tirado al suelo, como los otros. Luego nos dimos cuenta de que, junto, había dos soldados, y que uno de ellos, al ver que su compañero alzaba el rifle, le decía:

—No mates estudiantes. No los mates, ¿qué te han hecho?

… me voy a morir, me duele. Estoy seguro de que me voy a morir. Lo supe desde el momento que los policías me pusieron una pistola en el pecho y nos hicieron levantar las manos. Pensé: «Aquí se acaba todo… A lo mejor ya me tocaba». Los disparos se escuchaban abajo y era una agitación de los mil demonios. Cuando nos pidieron que nos pusiéramos bocabajo y nos seguían apuntando, me arrepentí de no haber hecho algo más serio en la vida. Hice un breve balance de lo que he vivido hasta ahora y de pronto sentí el balazo… Aquí estoy en Tlatelolco, hoy 2 de octubre, tengo veinticuatro años. Me está saliendo mucha sangre. Aquél también se está desangrando. Hace un rato se movía, ahora ya no. ¿Por qué no se mueve?… No veo ni un maldito camillero, no se oye nada con estas ametralladoras…

—No llore. Sea machito. Aguántese. Tráguese las lágrimas, sienta lo que está pasando, y recuérdelo para cobrárselo al que tenga que pagarlo…

…le dispararon a él, pero las balas, por fortuna, le daban todas al cadáver del muchacho detrás del cual se había refugiado. Parecía que alguien, Guante Blanco o Soldado, se divertía cazándolo…

El fuego sobre el Chihuahua se prolongó largo tiempo… Las llamas alcanzaron del piso diez al trece y muchas familias tuvieron que salir de la zona en medio del intenso tiroteo, cargando a sus pequeños y arriesgándose a ser heridas. Así vimos a muchos otros caer tocados por las balas…

—El niño estaba allí, a media plaza, en el centro de los balazos. Sabía yo que iban a matarlo si no se quitaba. Le grité que se agachara, que viniera a donde yo estaba. No sé si no me oyó o no me entendió. Los disparos arreciaron. Me tapé la cabeza. Luego busqué al niño. Estaba en el mismo lugar donde lo vi por última vez, pero ahora quieto, muerto, entre su propia sangre. Pude haberlo amparado, pero ocurre que no tengo pasta, madera de héroe…

…Soldados y Guantes Blancos registraron departamentos del Chihuahua buscando fugitivos. Pescaron a muchos. A los heridos se los llevaron. A los ilesos los concentraron en los corredores.

Oh patria.

Fosa común

donde estamos con la mitad del cuerpo adentro.

Las entradas del edificio estaban bloqueadas por la tropa y los agentes. Muchas mujeres se aglomeraron, pidiendo a gritos que las dejaran subir, buscar a sus hijos; calmar, hallándolos, su angustia. Soldados y policías parecían sordos

—Déjennos pasar.

—Nuestros hijos están en el cuarto piso.

—Allí tengo mi departamento. ¡Déjennos subir!

—Nuestros hijos están solos. ¡Han de estar muertos de miedo!

—Por favor, nuestros hijos.

Entonces el agente de guante blanco comandante de esa sección decidió que o de veras nos daba allí mismo un tiro o nos dejaba pasar con tal de no oir ya nuestros gritos y nuestros chillidos. Ordenó:

—Que suban esas putas…

Nos escoltaron dos agentes. (Una madre gritando: «¡Carlitos!» por pasillos y escaleras, sollozando en busca de su hijo y preguntando por él; la madre, con cara de calaca y ropa de trashumante con un: ¡Carlitos! en la boca, un grito solo, ¡Carlitos!, a voz en pecho, desgañitado a todo pulmón para que se fuera enredando el grito en los cuartos de planchar para siempre, como el olor de la sangre). Obviamente en ese momento quienes tenían más miedo eran ellos mismos; era tal su espanto que cuando yo abrí, tambaleando, la puerta de mi casa, uno de la mano blanca que nos escoltaba cerró bruscamente la puerta y me dijo:

—Aunque vea a sus hijos muertos, no grite…

No era un consejo tierno y cariñoso, era una amenaza porque tenía su pistola en mi espalda.

—(¿Así que ustedes son los que quieren derrocar al gobierno?

—Derrocarlo, no; sólo exigir q ue cumpla con la Constitución.

—La Constitución somos nosotros)
.

Habían alineado los cadáveres sobre el piso mojado. Serían, tal vez, ochenta, noventa. Ella buscaba el de su hijo entre esos cuerpos que empezaban a hincharse. Los soldados, acostumbrados a ver la muerte y la sangre, permanecían impasibles como si cuidaran los borregos para la barbacoa. Apareció un chico como de quince años y se dirigió, alzando los brazos y haciendo la V con los dedos (la V de ¡Venceremos! o de ¡Amor y Paz!) hacia donde la tropa aguardaba. Un cabo le marcó el alto. El chico no lo obedeció. Se oyó un disparo.

—Les vamos a dar, cabrones, su Che Guevara. Van a ver…

Y todo esto pasó con nosotros.

Nosotros lo vimos,

nosotros lo admiramos.

Con esta lamentosa y triste noche

nos vimos angustiados/

DIALOGO, NO REPRESIÓN; DIALOGO, NO BALAS

—¡Prende las luces, pueblo de Tlatelolco, defiéndenos, ayúdanos! —y la oscuridad y el golpe y sus cuerpos despatarrados y sus libros abiertos en el suelo, y las coces de los hombres en las costillas, y sus cuerpos arrastrados por todo el jardín y aventados a la fila de jóvenes cara al suelo, manos al cuello, que cantaban el Himno Nacional.

(pasó una chica muy joven, cubierta con/un gran impermeable oscuro/temblando de miedo. Esta muchachita/no gritaba/no hablaba/emitía sonidos muy raros/como si gruñera/siguió caminando y/también a ella le dispararon)
.

… pero las visiones aisladas son impresionantes: mueres cosidas a la altura del vientre por las balas de las metralletas; niños con las cabezas destrozadas por el impacto de los disparos de alto poder; pacíficos transeúntes acribillados; ambulantes y periodistas caídos en el cumplimiento de su labor cotidiana; estudiantes, policías y soldados muertos y heridos… Quizá la visión más sobrecogedora fue la de numerosos zapatos ensangrentados que se desparramaban en el dren, como mudos testigos de la desesperación de sus dueños…

tu llanto no es el mismo de otros siglos,

es llanto de gases lacrimógenos

(industrial y en conserva).

Y los que han concebido la iniquidad en sueños,

cuando amanece cumplen

con el Poder entre sus manos…

Evitan que las Cruces entren a la Plaza. Se les conmina a que apaguen sus faros, que acallen sus sirenas… La Cruz Roja informó que dejó de presentarse en el lugar de los hechos debido a que grupos de granaderos impidieron la salida de sus ambulancias… Doctores, comandantes, ambulantes y personas de la Benemérita Institución, protestaron ante lo que llamaron una invasión incorrecta e impedimento de sus labores. Dijeron que estaban violando los acuerdos de Ginebra, en los que se establece que la Cruz Roja es una institución neutral.

La noche con la lluvia ha nublado los vidrios.

La Cruz Verde va y viene

mientras la formalina levanta en vilo

camillas y gavetas.

Las sirenas no dejan de ulular.

Y un camillero silba, despreocupado, una vieja canción que nos conmueve.

Mientras ocurría el tiroteo todos los integrantes del Consejo Nacional de Huelga fueron detenidos. Algunos de los miembros del CNH fueron desnudados.

… De pronto te entra frío, sientes la velocidad del aire encerrado en un cuarto subterráneo, y piensas en tus amigos en la Plaza, en el mitin, y no sabes si reconciliarte con Dios para pedirle que estén vivos, que no les pase nada por favor; y como en una película, como en cámara lenta, aunque hagas fuerzas para no pensar, para no debilitarte, se te repiten las caras de ellos, su pelo, escenas de fraternidad, sus chistes, su… no sé…

—A ver, cabrón: quítese los zapatos, la camisa y los pantalones.

—¿Para qué?

—Quíteselos, ¿no me oye? —Con el culatazo en la boca del estómago el soldado me demostró que su orden era en serio.

Un guante blanco preguntó:

—¿Cuántos tienen ustedes?

—Como treinta…

—Llévenselos a los camiones…

Los soldados comenzaron a empujarnos. Desfilar así, con las manos en la cabeza, descalzos y casi desnudos, hacia que nos sintiéramos ridículos. Algunos temblábamos, y yo no sabía si de susto o de frío.

—Y a los melenudos, rápenlos… dispuso un oficial.

Otro transmitió la consigna:

—Que ni uno de los líderes vaya a írseles. Esos son los que importan.

Corrían rumores contradictorios: se hablaba de miles de muertos. Otros, más moderados, consignaban cientos. Se decía que en las calles de la ciudad de México, no sólo en la Plaza de las Tres Culturas, estaba combatiéndose. Pero lo único cierto era que a las 21:50 el Ejército seguía controlando Ciudad Tlatelolco.

Se llevaron los muertos quién sabe a dónde. Llenaron de estudiantes las cárceles de la ciudad.

Horas terribles, de terrible confusión. Miles de preguntas que se resumían en unas cuantas:


¿Dónde están, señor, mis hijos?


¿Están muertos?


¿A qué delegación se los llevaron?

y así toda la noche, noche que termina, mañana que es igual y distinta porque es la mañana-de-anoche, tan campante y sin embargo, tan en mi vida.

Esto no podrá ser olvidado

aunque se crea lo contrario/

MÉXICO 68 - AÑO DE LOS JUEGOS OLÍMPICOS

AÑO DE LA AMISTAD DE LOS PUEBLOS

—¿Por qué Tlatelolco? ¿por qué la matanza la barbarie? Tal vez el tiempo dará respuestas a lo que, ahora, parece no tener ninguna… ¿Temor del Gobierno? ¿Soberbia de un hombre que no desea ver disminuida, cuestionada su autoridad?… Todo encaja y al mismo tiempo nada encaja en el rompecabezas de Tlatelolco… Quizá sea necesario escribir, componer, con lo que pasó aquella noche, una nueva Visión de los Vencidos.

(
Tlatelolco marcó a toda una generación, la mía. Para bien, para mal, ¿cómo saberlo?, aquella noche modificó nuestras vidas… Sin embargo, el Movimiento dejó un saldo positivo: demostró lo podridas que están las estructuras de la Revolución y planteó la urgencia de cambios en profundidad… Será dentro de un tiempo cuando podamos saber si Tlatelolco influyó, y hasta qué grado, en la conciencia del país, de la juventud del país…
).

¿Quién? ¿quiénes? Nadie. Al día siguiente. Nadie.

La Plaza amaneció barrida;

los periódicos dieron como noticia principal

el estado del tiempo.

…recuperar lo que se perdió en las sombras de esa noche de Tlatelolco es vital para el país. Volver los soldados a los cuarteles; vaciar las cárceles de prisioneros y purgar el ánimo, es el mandato de esta hora negra. Nadie gana en esta contienda en la que naufraga México.

Tlatelolco,

Plaza de las Tres Culturas

Plaza de las Sepulturas,

charco de sangre seca

en la piedra antigua.

Lugar de muerte y resurrección.

Piedra que huele a sangre,

sangre que no se apaga.

…había belleza y luz en las almas de esos muchachos muertos. Querían hacer de México la morada de la justicia y de la verdad. Soñaron una hermosa república libre de la miseria y el engaño. Pretendieron la libertad, el pan y el alfabeto para los seres oprimidos y olvidados y fueron enemigos de los ojos tristes en los niños, la frustración en los adolescentes y el desencanto de los viejos. Ahora sólo son fisiologías interrumpidas dentro de pieles ultrajadas. Su caída nos hiere a todos y deja una horrible cicatriz en la vida mexicana.

BOOK: La plaza
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