La puta de Babilonia (20 page)

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Authors: Fernando Vallejo

BOOK: La puta de Babilonia
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Pero hay un argumento de Porfirio más demoledor contra Pedro, y que podemos hacer extensivo a la Puta que lo parió. Es el siguiente episodio de los Hechos de los Apóstoles: "Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió un campo, pero se guardaron una parte del dinero de la venta y el resto él fue a entregárselo a los apóstoles. Entonces Pedro le dijo: 'Ananías, ¿por qué has dejado que Satanás se apoderara de tu corazón para que le mintieses al Espíritu Santo y te quedases con parte del dinero? ¿Por qué lo has hecho? No les has mentido a los hombres sino a Dios'. Al oír Ananías estas palabras cayó muerto. Un gran temor sobrecogió a todos los que lo vieron. Se levantaron algunos jóvenes, lo amortajaron y se lo llevaron a enterrar. Pasado un lapso como de tres horas sucedió que entró su mujer, que no sabía lo ocurrido. Entonces Pedro le preguntó: 'Dime, ¿habéis vendido el campo en tal cantidad?' Ella dijo: 'Sí, en esa cantidad'. Pedro le replicó: '¿Cómo es que os pusisteis de acuerdo para desafiar al Espíritu del Señor? Ya están a la puerta los que acaban de enterrar a tu marido y te van a llevar también a ti'. Al instante Safira cayó a sus pies y expiró. Cuando entraron los jóvenes la encontraron muerta y la llevaron a enterrar junto a su marido. Un gran temor llenó a toda la Iglesia y a todos los que supieron de este suceso" (Hechos de los Apóstoles 5:1-11). Para mí éste es un simple caso de asesinato, un doble asesinato y no puede ser otra cosa. Más benigno que yo, Porfirio comenta el pasaje así: "Pedro los mató aunque no habían hecho nada malo. ¿Pues qué mal podía haber en no regalar todo lo que les pertenecía? Pero aun si Pedro considerara la acción de ellos un pecado, debería haberse acordado del mandato de Jesús que le enseñó a perdonar cuatrocientos noventa pecados contra él (setenta veces siete). Les habría perdonado uno solo, si es que se podía llamar pecado. Y habría debido acordarse también cuando él mismo juró que no conocía a Jesús y por lo tanto mintió, demostrando con su mentira su absoluto desprecio por el juicio y la resurrección" (Apocriticus, III, 21), Sin comentar nada de esta última acusación, Macario le contesta a Porfirio que Pedro no podía haber perdonado a Ananías y a Safira pues no se trataba de un delito contra Pedro sino contra todo el cuerpo de los creyentes. "El atropello lo cometieron contra Dios, contra la fe", Había que castigar a Ananías y a Safira "para que no infectaran a otros como una peste, para lo cual Pedro arranca la maleza antes de que invada el campo. Además los dos no murieron por un golpe de la espada (como dices) sino de la conciencia, un golpe que venía del Espíritu Santo del amor. Por lo tanto Pedro no tiene la culpa de la muerte de ambos que ocurrió como advertencia para los demás" (Apocriticus, III, 28).

Y he aquí lo que opina del asunto San Efrén (que de niño mató a pedradas a una vaca pero al que apodaban "arpa del Espíritu Santo"): "El castigo de Dios contra Ananías y Safira no sólo fue porque robaron y escondieron lo robado, sino porque no temieron y quisieron engañar a aquellos en los que moraba el Espíritu Santo, que todo lo sabe" (Catena armenia sobre los Hechos de los Apóstoles), Así que según la Puta limosnera, hablando por boca de este malnacido santo, uno puede robarse lo que le pertenece. Y en su "Homilía sobre los Hechos de los Apóstoles" San Juan Crisóstomo comenta: "No se podía pasar a la ligera la falta, era necesario eliminar la gangrena antes de que infectara todo el cuerpo". San Agustín por su parte opinaba que el castigo de Dios a Ananías y Safira fue simplemente el de la muerte temporal, no la reprobación eterna. Y he aquí el comentario de la Biblia del Opus Dei: "Con su actitud hipócrita, Ananías y su mujer manifiestan su avaricia y sobre todo su vanagloria, y el castigo fue de una comprensible severidad en un momento fundacional lleno de auxilio divino y de especial responsabilidad. Este relato es una prueba más de cómo detesta Dios la hipocresía. Ante ella se aprecia por contraste el valor de la virtud de la veracidad, que tiende a la fiel manifestación de la verdad para que ésta reine siempre y en todas partes y se eviten la falsedad y la mentira" (Nota a los Hechos de los Apóstoles, páginas 102 y 103). Hoy en día los del Opus Dei son los grandes lacayos de la Puta. Lograron lo que parecía imposible, ¡desbancaron a la Compañía de Jesús! "A cada capillita le llega su fiestecita", dicen en Monterrey. Y sí. También le llegará un día su día a la Puta.

En La ciudad de Dios (XIX, 23) cuenta Agustín que Porfirio, "el más docto de los filósofos, aunque el más implacable enemigo de los cristianos", transcribe en su Filosofía de los oráculos la siguiente respuesta de Apolo a un marido que le pregunta qué tenía que hacer para librar a su mujer del cristianismo: "Es más fácil escribir en el agua o volar como un pájaro que devolverle el juicio a tu impía mujer una vez que se ha contaminado. Déjala que haga lo que le dé la gana en su necio engaño y que entone lamentos a la muerte de su Dios, que fue condenado por jueces justos y murió de forma ignominiosa y violenta". ¡Le hubiera tocado a Porfirio o a Apolo lidiar con mahometanos! Es más fácil subir a pie a la Luna que convencer a uno solo de estos alucinados de que Mahoma fue un bellaco asesino y un farsante. Cristianos y mahometanos tienen sorbidos los sesos desde que nacen por sus respectivas supersticiones. Ni con taladro se les puede sacar la terquedad de sus putas testas.

Pero volviendo a Orígenes, con este loco empieza la dañina raza de los teólogos cristianos. De él dice Epifanio que escribió seis mil obras. Así las entendamos como simples rollos de papiro en que caben sólo unos cuantos capítulos de los libros de hoy, la cifra es monstruosa. En su mayor parte se trata de comentarios a la Biblia hebrea, a los evangelios y a las epístolas de Pablo, de los que (Dios sabrá por qué) la mayoría se perdieron. Quedan unos cuantos en su Stromateis y un Comentario al Evangelio de Mateo del tamaño de un ladrillo. Queda también su Philocalia, en cuyos primeros capítulos expone su método de interpretación de las Escrituras, que según él fueron inspiradas por Dios y son la palabra de Dios y tienen por lo tanto las tres características de toda obra divina: verdad, unidad y plenitud. Puesto que la palabra de Dios no puede ser falsa, no puede haber errores ni contradicciones en las Escrituras, y siendo el autor de éstas uno solo, la Biblia se debe entender en consecuencia como un solo libro y no como una colección de varios (Philocalia, V, 4-7). Pero la característica más divina de las Escrituras es su plenitud: "No hay en los libros sagrados ni el más mínimo pasaje que no refleje la sabiduría de Dios" (Philocalia, 1,28). "Claro que hay imperfecciones en la Biblia, como son sus contradicciones, repeticiones y rompimientos en la continuidad de los relatos, pero todas ellas se truecan en perfecciones una vez que aceptamos la alegoría y el sentido espiritual" (Philocalia, X, 1y2).

¿Se emasculó Orígenes también de la cabeza? ¡En lo más mínimo! ¡Era un genio! Las cretinadas bíblicas (que son casi tantas como versículos) las entendía él en sentido figurado y san se acabó. ¿Que molesta el sentido literal en un pasaje dado? Pues lo interpretamos en sentido traslaticio y se ve bellísimo. Por expresa voluntad de Dios, según él, al sentido literal había que agregarle otro especial cuando hiciera falta. Le tocaba al intérprete o exegeta descubrir la intención divina caso por caso, y a eso se consagró él en buena parte de los seis mil escritos de su emasculada vida. 'Tal pasaje de las Escrituras no tiene sentido corporal" dictaminaba y problema resuelto. Por "sentido corporal" entendía el sentido literal o estricto. Dicha en pocas palabras su tesis era: el sentido corporal o letra de las Escrituras no se debe adoptar cuando implica algo imposible, absurdo o indigno de Dios. A lo cual Celso y Porfirio, como cuando Alejandro resolvió el problema del nudo gordiano cortándolo de un tajo, respondieron tomando las inmoralidades, las contradicciones, las inconsecuencias y las cretinadas de las llamadas Sagradas Escrituras al pie de la letra.

Todavía un papa de nuestro tiempo, Pío XII, andaba empantanado en el mismo problema de los dos sentidos, el literal y el figurado, de que tratara el hereje Orígenes. En su encíclica Divino afflante Spiritu del 30 de septiembre de 1943 (donde afirma que "la Vulgata, tal como la entendió y entiende la Iglesia, está totalmente inmune de todo error en materia de fe y costumbres") nos informa que "Por otra parte, cuál sea el sentido literal no está muchas veces tan claro en las palabras y escritos de los antiguos orientales como en los autores de nuestra época. Y en efecto, qué quisieron dar a entender aquéllos con sus palabras no se determina sólo por las leyes de la gramática y de la filología, ni sólo por el contexto del discurso, sino que es de todo punto necesario que el intérprete se traslade mentalmente, como si dijéramos, a aquellos remotos siglos del Oriente a fin de que, debidamente ayudado por los recursos de la historia, de la arqueología, de la etnología y de otras disciplinas, discierna y vea claramente qué géneros literarios quisieron usar y de hecho usaron los escritores de aquella vetusta edad". Pues sí, y como decía Bach, tocar el clavecín es muy fácil: basta pulsar la nota justa en el momento justo y con la intensidad justa.

Comparando la Palabra verdadera de Celso con el libro de Porfirio Contra los cristianos podemos determinar qué lejos había llegado la Puta en los cien años que los separan. Ya Porfirio no parece saber del cristianismo judaizante ni del de los gnósticos de que habla Celso, como si en el lapso de tiempo transcurrido hubieran desaparecido, y pasa por alto el parentesco esencial de la patraña y la liturgia cristianas con la mitología y los misterios paganos. Se diría que la Puta, que ya se consideraba católica, apostólica y romana, se hubiera impuesto a los demás cristianismos con su doctrina de un Jesús de Nazaret histórico: el Cristo encarnado de los evangelios y los Hechos de los Apóstoles que vivió en Palestina en tiempos de Augusto y Tiberio y que habló arameo. ¿Y quién le decía que no en el año 280 y en Roma, donde se hablaba latín y griego? Allí y entonces escribió Porfirio en griego su libro Contra los cristianos. Si Cristo murió en Jerusalén hacia el año 33 y habló arameo, entonces la separación a que está Porfirio de él es triple: geográfica, temporal y lingüística. Para entonces, a doscientos cincuenta años de la supuesta muerte del supuesto Cristo (hubiera sido éste el hijo del soldado Pantera, del Espíritu Santo o de la quimera que fuera), apologistas y refutadores por igual daban por cierto que ese engendro de personaje había existido. Año con año la separación temporal había ido aumentando hasta que por fin, la Puta, hablando en griego e instalada en Roma, acabó haciendo de su mito historia. Después habría de cambiar el griego por el latín con el consiguiente aumento de la separación lingüística. No hay un Jesús histórico, un rabino galileo que nació en Belén. Lo que hay es un revoltijo de mitos paganos y Biblia judía en el feo personaje de Cristo, expresado primero en griego, luego en latín y finalmente en incontables idiomas vernáculos.

Aparte de lo citado por Macarius Magnes en su Apocriticus, de Porfirio y su polémica contra el cristianismo nos queda un pasaje más conservado por Agustín en una de sus epístolas, y una opinión suya conservada por Jerónimo en su Comentario al Libro de Daniel. En la epístola de Agustín pregunta Porfirio: "¿Qué debemos creer de Jonás de quien se cuenta que estuvo tres días en el vientre de una ballena? Es increíble que un hombre tragado con todo y ropa haya sobrevivido dentro de un pez. Pero si la historia fuera alegórica, por favor explíquenmela. ¿Y qué quieren decir con eso de que una calabaza brotó de la cabeza de Jonás después de que el pez lo vomitó? ¿Qué razón hay para que le creciera esa calabaza?" No sé de dónde sacó Porfirio lo de la calabaza, a lo mejor estaba tomándoles el pelo a los cristianos pues la Biblia no habla de eso. Lo que dice la Biblia es que Yavé le ordenó a un gran pez que se tragara a Jonás y que éste estuvo en su interior tres días y tres noches, después de lo cual el pez lo vomitó en tierra, y nada más (Jonás 2:1-11). Ahora bien, cuando los escribas y fariseos le piden a Cristo una señal para creerle él les responde que la señal será que "así como Jonás estuvo en el vientre de la ballena tres días y tres noches el Hijo del Hombre estará ese mismo tiempo en el seno de la tierra" (Mateo 12:38-40). Sin darse cuenta de que en el Libro de Jonás no se habla de ninguna calabaza y preocupado únicamente por el asunto de la ropa, que pudiera obstaculizar el paso de Jonás por las fauces de la ballena, el tonto de Agustín le responde a Porfirio con un párrafo verboso en que leemos: "Las escrituras no dicen si tenía puesta o no la ropa cuando fue arrojado al interior del pez, así que bien podemos pensar que cayó con gran rapidez desnudo, si es que fuera necesario que le quitáramos las prendas de vestir, como se le quita la cáscara a un huevo para que uno se lo pueda tragar más fácilmente" (Epístola 102, 30). ¡Ah estúpido! ¡Hijo de Santa Mónica la biberona (la borracha) tenía que ser! ¡Cuánto mal le ha hecho a la humanidad ese putañero arrepentido!

En cuanto a la opinión de Porfirio conservada por Jerónimo es ésta, dicha en palabras de Jerónimo: "En su decimosegundo libro Porfirio habló del profeta Daniel y dijo que el libro que lleva su nombre no fue escrito por él sino por alguien que vivió en Judea en tiempos de Antíoco Epifanes, de suerte que en vez de predecir el futuro Daniel está describiendo lo que ya ha ocurrido. Así lo que Daniel cuenta anterior a los tiempos de Antíoco es historia verdadera, pero lo que se refiere a tiempos posteriores es ficción pues ningún escritor puede predecir el futuro (prólogo al Comentario sobre el Libro de Daniel). Y agrega Jerónimo que a ese argumento ya han respondido con sabiduría Eusebio, Apolinario y antes de ellos, en parte, Metodio. Hacían bien los Padres de la Iglesia en intentar responder a la perturbadora duda sembrada por Porfirio de que el Libro de Daniel no tenía la antigüedad que se le atribuía pues, como dice Jerónimo en ese mismo escrito, "ninguno de los profetas habló tan claramente de Cristo como Daniel, ya que no sólo afirmó que vendría, predicción común a los demás profetas, sino que dijo cuándo". ¿Cuándo? Es lo que no logro encontrar en el Libro de Daniel por más que lo busco. Más fácil encuentro en el Apocalipsis la fecha del fin del mundo. Desde Justino Mártir los cristianos venían diciendo que el Libro de Daniel predecía exactamente el nacimiento del Mesías o Cristo, la destrucción del templo de Jerusalén y la parusía o segunda venida de aquél. Hoy, empezando el siglo XXI, los cristianos seguimos esperando esa segunda venida, pero nos consolamos pensando que les llevamos dos mil años de ventaja a los judíos, que todavía están esperando la primera. Algo es algo. Respecto a la destrucción del templo mencionada en el Libro de Daniel, no es la causada por Tito en el año 70 de nuestra era como cree Justino sino simplemente su profanación por Antíoco IV Epifanes en el año 167 antes de Cristo, que desencadenó la rebelión de los judíos descrita en los dos libros de los Macabeos.

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