Asturias, en los albores de la Edad Media. Tras asesinar a su más acérrimo rival, el conde Roderick secuestra a Maite, la hija del líder vascón. Aunque ésta logra escapar, su odio hacia el conde y su familia no se apaga. Años después, cuando Maite conoce las intenciones de la hija del conde, la Rosa de Asturias, de casarse con un franco, comprende que ha llegado el momento de vengarse. Pero no imagina que el amor pueda llegar a arruinar sus pérfidos planes.
Iny Lorentz
La Rosa de Asturias
ePUB v1.0
AlexAinhoa19.10.12
Título original:
Die Rose von Asturien
2012, Iny Lorentz
Traducción: Irene Saslavsky Niedermann
ISBN: 9788466650823
Editor original: AlexAinhoa (v1.0)
ePub base v2.0
LOS ASTURES
Alma:
llamada el Dragón, mayordoma del castillo del conde de la marca, Rodrigo
Ebla:
criada de Ermengilda
Ermengilda:
joven astur hija del conde Rodrigo y de doña Urraca, sobrina del rey Silo de Asturias
Mauregato:
llamado Agila en la novela, hijo del rey Alfonso y hermanastro del rey Fruela, cuñado del rey Silo
Ramiro:
vasallo del conde Rodrigo
Rodrigo:
padre de Ermengilda, conde de la marca
Silo:
rey de Asturias
Urraca:
esposa de Rodrigo, madre de Ermengilda, hermanastra del rey Silo
LOS FRANCOS
Anselm von Worringen:
vasallo del rey Carlos
Arnulf:
padre de Konrad, dueño de la finca Birkenhof y jefe de su aldea
Carlos:
rey de los francos
Ecke:
granjero de la aldea de Arnulf
Eginhard von Metz:
vasallo del rey Carlos
Ermo:
jefe de una aldea vecina a la de Arnulf
Eward:
joven hermanastro del rey Carlos
Gospert:
enviado del rey Carlos a la corte de Silo de Asturias
Hasso:
conde de la marca en la que se encuentran las aldeas de Arnulf y Ermo
Heiner:
herrero de la aldea de Arnulf
Hemma:
esposa de Arnulf y madre de Konrad
Hildiger:
compañero de armas de Eward
Just:
chiquillo vagabundo
Konrad:
joven guerrero franco, hijo de Arnulf y Hemma, de la finca Birkenhof
Lando:
granjero de la aldea de Arnulf
Lothar:
hijo menor de Arnulf y Hemma
Medard:
granjero de la aldea de Arnulf
Philibert de Roisel:
joven guerrero franco
Rado:
granjero de la aldea de Arnulf, propietario de un terreno
Roland:
señor de Cenomania
Turpín:
monje
LOS SARRACENOS
Abderramán:
emir de Córdoba
Abdul:
llamado el Bereber, espadachín del emir Abderramán
Fadl Ibn al Nafzi:
hermano de Abdul
el Bereber
Yussu ibn al Qasi:
valí de Zaragoza
Saíd:
comerciante sarraceno y espía
Suleiman Ibn Jakthan al Arabi el Kelbi:
valí de Barcelona
Tahir:
eunuco de Fadl Ibn al Nafzi
Zarif:
administrador de Fadl Ibn al Nafzi
LOS VASCONES
Amets:
cabecilla de Guizora
Asier:
joven guerrero de Askaiz
Danel:
hermano de Asier
Eneko Aritza:
cacique de la tribu en Nafarroa y señor de Irruñea
Eneko:
hijo mayor de Eneko Aritza
Estinne:
mujer de Okin
Íker:
padre de Maite, cabecilla de Askaiz y cacique de su tribu
Lukan:
hijo de Okin y Estinne
Maite de Askaiz:
hija de Íker y sobrina de Okin
Okin:
cuñado de Íker y tío de Maite
Unai:
joven vascón de Iekora
Zígor:
hombre de confianza de Eneko Aritza
OTROS PERSONAJES
Amos:
joven ayudante negro del médico Eleazar
Eleazar Ben David:
médico judío de Córdoba
Lupus II:
duque de Gascuña
Maese Simón:
médico judío de Pamplona
Simeón Ben Jakob:
campesino cordobés
Tarter:
joven gascón
Waifar:
gascón
Cuando la migración de los pueblos llegó a su fin, la antigua Europa y su poder central se había extinguido y nuevos reinos surgieron en las tierras del antiguo imperio. Algunos solo existieron durante poco tiempo, como el de los vándalos en África del Norte y el de los ostrogodos en Italia. Otros pueblos, tales como los anglos, los sajones y los jutos de Inglaterra, los visigodos de España y los francos lograron erigir reinos que perduraron durante más tiempo.
A principios del siglo VIII, el reino visigodo también sucumbió debido al ataque de los árabes comandados por Tariq ben Ziyad. Las disputas internas habían devastado la zona hasta tal punto que una parte de los visigodos se aliaron con los árabes para luchar contra su rey y más adelante incluso se convirtieron al islam.
En esas fechas, debido a numerosas particiones de tierras, el reino de los francos se había dividido en varios pequeños territorios que permanecían bajo la soberanía de los reyes de la estirpe de los merovingios solo de un modo simbólico. En el sur y en el suroeste de la Francia actual, estos eran Aquitania y Borgoña, y al norte de Francia, el románico reino de Neustria, mientras que hacia el este, junto con Austrasia, se extendía la parte de Francia colonizada por los germanos. Carlos Martel, el soberano de Austrasia, finalmente logró volver a unir su reino con los de Neustria y Borgoña. En el año 732, Carlos Martel —aliado con el duque Eudes de Aquitania— derrotó a los árabes que invadían sus tierras y con ello también se aseguró su influencia en el sur de la antigua Galia.
Pipino, el hijo de Carlos Martel, finalmente depuso a Childerico III, el último rey merovingio, y ocupó el trono. Además, volvió a incorporar Aquitania al reino franco.
El rey Carlos, hijo de Pipino, prosiguió con la política conquistadora de su padre y su abuelo, y sometió a los primeros grupos tribales de los sajones. Al mismo tiempo obligó al duque de Baviera a jurarle fidelidad y por fin conquistó el reino lombardo italiano.
Después de que Carlos reprimiera un levantamiento de los grupos sajones ya sometidos y conquistara otras comarcas sajonas, Solimán, el príncipe árabe, se presentó en Paderborn. Según nuestras fuentes, Solimán figura como gobernador de Barcelona o bien de Zaragoza. Como no pertenecía al poderoso clan de los
banu qasim
que habitaban en los alrededores de Zaragoza, lo primero parece más probable. Alrededor del año 730, el gran reino árabe del clan de los abásidas había derrotado a la dinastía omeya, que gobernaba desde 661. Solo España permaneció bajo el gobierno del omeya Abderramán. Tras rechazar diversos ataques de los ejércitos abásidas, los partidarios del nuevo califa buscaron una alianza con el reino de los francos.
Carlos, que no rechazaba la idea de extender su reino, reunió sus ejércitos y emprendió viaje a España. Pero sus esperanzas de obtener una rápida victoria se desvanecieron con rapidez al no recibir el apoyo de las comarcas cristianas independientes del norte de España, donde no le abrieron las puertas de las grandes ciudades, tal como le había prometido Solimán.
Además, para esas fechas los sajones volvieron a levantarse y amenazaron la frontera norte del reino. Frente a dicho peligro y la falta de perspectivas de obligar a los sarracenos a emprender una batalla decisiva, Carlos abandonó sus planes para España y regresó a su tierra natal con su ejército. Mientras tanto, su retaguardia, bajo el mando de Roland de Cenomania, fue atacada en el desfiladero de Roncesvalles por un grupo de vascones y rebeldes gascones. Los francos fueron completamente aniquilados.
Carlos logró controlar la situación, al tiempo que emprendía sus campañas militares contra los sajones y sometía a un grupo tribal tras otro. Fueron las guerras más duras de todo su reinado y ambas facciones lucharon con suma brutalidad. Sin embargo, aún habían de pasar muchos años antes de que los sajones fueran definitivamente sometidos.
Durante toda esa época, Carlos siguió pendiente de España. Dado que una gran campaña militar prometía ser poco exitosa, emprendió numerosos pasos menos ambiciosos. Los francos invadieron los Pirineos en diversos lugares, donde fundaron puntos de apoyo desde los cuales se dedicaron a someter a los habitantes de los alrededores. De ese modo fueron creados el condado de Cataluña, como también el posterior reino de Aragón. Durante algún tiempo, también los vascones de la región occidental de los Pirineos cayeron bajo el dominio del soberano franco. Pero cuando tras la muerte de Carlos su hijo Ludovico se convirtió en rey de los francos, las fronteras del imperio carolingio empezaron a disolverse. A principios del siglo IX, Eneko Aritza (Iñigo Arista en español), hijo de Ximun Aritza, logró aumentar su poderío en Nafarroa (Navarra en español), que tras algunas generaciones acabó por convertirse en el reino de Navarra.
Más hacia el oeste, en las montañas de Cantabria y Asturias, unos grupos de visigodos se levantaron contra los sarracenos y erigieron un nuevo reino que, bajo el enérgico mando del rey Alfonso I y de su hijo Fruela, reconquistaron territorios más amplios de los árabes, divididos por disputas. Durante el reinado de los débiles reyes Aurelio, Silo y Mauregato, los territorios conquistados por Alfonso y Fruela volvieron a perderse y el reino de Asturias se vio obligado a pagar tributos a los sarracenos. La reconquista se inició bajo el reinado de Vermudo y más delante de Alfonso II.
Una vieja enemistad
Hacia el este, sobre la línea de las montañas, el cielo ya se había oscurecido, aunque un resplandor rojizo aún bañaba el horizonte occidental, como si el día no se decidiera a dar paso a la noche. Sin embargo, el grupo de jinetes seguía avanzando, todos ellos ajenos a la creciente oscuridad y a los maravillosos colores que teñían el cielo. El semblante de su jefe era sombrío y en su mirada ardía la cólera.