La Trascendencia Dorada (49 page)

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Authors: John C. Wright

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: La Trascendencia Dorada
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La única sorpresa auténtica fue la negativa universal de las mentes sofotec a aceptar puestos de poder político o autoridad. Incluso rehusaron cortésmente el derecho al voto. Su propia política interna era rápida e incomprensible, basada en la alteración de estructuras profundas y la adopción de árboles de prioridad y acuerdos para evitar el conflicto; sin embargo, el mensaje a las mentes vivientes era simple y antiguo. Es posible evitar la violencia si todas las partes otorgan más prioridad a la cooperación que al conflicto.

Se sostiene que la
Séptima Estructura Mental
empezó cuando las investigaciones sofotec en matemática numénica (modelos no lineales pero no caóticos para sistemas complejos inciertos, incluida, por ejemplo, la información cerebral humana) permitió la largamente esperada creación de una ciencia de la noética.

Por primera vez, la información mental, total o parcial, se podía registrar, reordenar, transmitir, guardar y manipular tal como cualquier otro tipo de información. Era posible guardar e invocar copias y parciales, y era posible crear fantasmas a partir de transcripciones o reconstrucciones especulativas.

Noética

El periodo inicial de la Séptima Estructura Mental también se llama Época de la Segunda Inmortalidad, pues se subsanaron los defectos de los sistemas de grabación noosófica mental de las composiciones. La matemática numénica permitió la modelación de características esenciales e inefables de la memoria humana, con tal nivel de detalle que era posible grabar, duplicar y reproducir mentes humanas individuales; las diferencias entre la plantilla original y la copia estaban por debajo de lo detectable, tanto en lo concerniente al umbral de detección mecánica como al umbral intuitivo y emocional que permitía que las copias redivivas fueran consideradas idénticas a los originales por parte de los amigos, los familiares y la sociedad.

Aunque los filósofos y los sofotecs podían reconocer que los muertos, a pesar de las apariencias, estaban realmente muertos, para todos los propósitos prácticos y legales se consideraba que cualquier mente que tuviera suficiente continuidad de memoria con su plantilla original era esa misma persona.

Sistema político

El sistema político de la Ecumene Dorada tenía sus raíces en el período intermedio de la Quinta Estructura Mental, y se inspiraba en la paz colectiva de las mentes colmena de la Cuarta Era, el civismo de las democracias occidentales de principios de la Tercera Era, y el respeto por la ley y la disciplina propios del imperio romano de la Segunda.

Los protocolos políticos que controlaban los intercambios de prioridades de proceso de información mental permanecieron casi inalterados desde la Cuarta Era; el gobierno humano, asimismo, se basaba en antiguas nociones filosóficas de la Tercera Era acerca de la separación de poderes, y los pesos y contrapesos que regulaban a magistrados contrapuestos y cuerpos administrativos de mandato estrictamente limitado.

La política, que es el recurso al uso de la fuerza para organizar las relaciones interpersonales, era desconocida para la mayoría de los ciudadanos de la Ecumene Dorada. Los sofotecs, desde principios de la Sexta Era, autoseleccionaban arquitecturas mentales que minimizaran las diferencias irreconciliables de opinión; en efecto, se habían programado para realizar cualquier autosacrificio que fuera necesario para mantener el orden social.

Siguiendo su liderazgo, las construcciones intelectuales artificiales menos inteligentes también adoptaron estructuras profundas que otorgaban prioridad al acuerdo y la armonía; las mentes colectivas, las composiciones y las formulaciones noosóficas también filtraban sus datos mentales entrantes o patrones para evitar las actividades que pudieran originar choques legales.

Para aquella parte de la población humana que existía fuera de una matriz electrónica, había un Parlamento (para los humanos) y una Reunión de Mentes (para las máquinas independientes y las consciencias semimecánicas), así como una Curia, para el arbitraje de disputas legales. Rara vez se recurría a estos organismos, pues las simulaciones solían anticipar los resultados, y la gente confiaba en el consejo de los sofotecs para eludir los conflictos de intereses de juego de suma cero, tremendamente antieconómicos.

Ello no significa que la pesadumbre y la pasión fueran desconocidas en la Ecumene Dorada. La maniobra y la intriga dentro de las corporaciones voluntarias y los movimientos filosóficos y gremios conocidos como «escuelas» estaban rodeadas por la acrimonia y el fanatismo que cabe esperar en casi todos los foros. No obstante, a diferencia de las luchas políticas de épocas anteriores, estos conflictos internos de las escuelas conducían a la frustración y la pérdida de prestigio, pero no a la guerra ni a la pérdida de vida.

El Parlamento era una composición diversa que consistía en parciales, fantasmas y entidades autoconscientes cuyo poder representativo derivaba de la mediación específica de electores específicos. A diferencia de los torpes mecanismos políticos de épocas anteriores, la capacidad para crear mentes con las características necesarias para representar los propios intereses de forma ferviente y fiel hacía que el proceso electoral fuera un anacronismo.

En tomo al Parlamento estaba el Parlamento Paralelo, que consistía en una compleja configuración de compañías de seguros, instituciones financieras, reporteros de noticias, analistas políticos y filósofos, y otros que tenían cierto interés en los resultados de las decisiones políticas. Las diversas mentes del Parlamento Paralelo estaban organizadas en composiciones, o colectivos de fantasmas, o simples patrones de instrucciones permanentes.

El Parlamento Paralelo tenía inversores capaces de anticiparse a las necesidades y deseos del electorado y hacer claras advertencias a cualquier parlamentario que de otra manera tomaría decisiones ofensivas para sus electores.

Las leyes permitían que se celebraran elecciones especiales en aquellos casos en que se cuestionaba la capacidad u honestidad de estas predicciones. A diferencia de las leyes aplicadas por un mero agente humano, sin embargo, estas normas y derechos aplicados por ordenador no necesitaban ejercerse periódicamente para conservar su vigencia.

Dados sus limitados poderes, el gobierno era inútil e innecesario para conducir los asuntos cotidianos en la Edad de Oro. No tenía capacidad para ayudar o asistir a quienes tenían o creían tener dificultades. En consecuencia, nadie acudía a él en tiempo de necesidad; ningún movimiento social gastaba recursos preciosos en un intento de controlar los órganos gubernamentales, o las palancas del poder, porque esos órganos estaban atrofiados, y esas palancas sólo movían instituciones judiciales y fuerzas policíacas de alcance restringido. La mayoría de los debates parlamentarios versaban sobre asuntos fiscales (por ejemplo, el sueldo de Atkins) y la definición de los límites exactos de la propiedad intelectual pública y privada.

El principal poder de la Ecumene Dorada no derivaba de la delimitación oficial de poderes. El principal poder social en este período de la historia correspondía al Colegio de Exhortadores.

Los Exhortadores

Los Exhortadores eran una respuesta a la paradoja del gobierno libre; a saber, que el gobierno libre tiene poderes tan limitados como para dejar todas las actividades no violentas, como la cultura, en manos privadas; pero que los valores culturales que permiten dichas libertades se deben mantener, y legar a la siguiente generación, para que la sociedad permanezca libre. A diferencia de todos los gobiernos anteriores, la Confederación Ecuménica no podía usar la fuerza para mantener la lealtad de sus ciudadanos a los valores y costumbres que necesitaba para sobrevivir; la unidad cultural se mantenía de manera estrictamente voluntaria.

Los Exhortadores esgrimían un poder vasto y precario, tanto económico como social, que sólo podían conservar por medio de la buena voluntad de sus suscriptores. Muchos contratos particulares contenían mandatos de los Exhortadores en la letra pequeña, incluyendo cláusulas que requerían que los usuarios colaborasen con embargos y boicots.

Dada la extraordinaria expectativa de vida de la gente de la Ecumene Dorada, el Colegio podía incluir miembros que en épocas anteriores habrían sido héroes culturales y figuras históricas y, en los casos en que no sobrevivía ningún registro mental, fantasmas y reconstrucciones.

Economía

La riqueza de estos tiempos era tan vasta que desafía todo cálculo, y se distribuía en una población que, aunque superaba en número las cifras demográficas de cualquier época anterior, era minúscula en comparación con los recursos que el desarrollo científico y la especulación industrial habían hecho disponibles. Las máquinas moleculares de esta época infundían gran valor a materiales que para hombres de épocas anteriores habrían sido productos de desecho. La cantidad de capital acumulado en la sociedad, y la longitud de tiempo en que las empresas de capital se podían extender antes de obtener ganancias, incrementaron la productividad de los asalariados al punto de que un operario medio, en términos reales, controlaba una cantidad de energía y recursos muy superior a los presupuestos militares utilizados por los gobiernos de los períodos belicosos de la Tercera Era.

Con los robots a cargo de las tareas serviles, y los sofotecs a cargo de las tareas intelectuales, la única actividad económica abierta a la humanidad de la Edad de Oro era la especulación empresarial. El hombre sólo tenía que soñar con algo que pudiera divertir al prójimo, o prestar un pequeño servicio, mejorar una imperfección percibida de la vida, y ordenar a sus máquinas que llevaran a cabo el proyecto, para cosechar ganancias que pagaban de sobra el alquiler de esas máquinas.

La inmensidad de estas riquezas, sin embargo, no revocaba ninguna de las leyes de la economía conocidas desde la antigüedad. La ley de la asociación aún demostraba que un superior y un inferior, cuando ambos cooperan y se especializan, son más eficientes trabajando juntos que trabajando aisladamente. Por sabias y grandes que fueran sus máquinas, los humanos siempre tenían más que suficiente para hacer. Una especialización extrema de la mano de obra, incluidas tareas que en épocas anteriores habrían parecido frívolas, permitía realizar una cantidad casi infinita de proyectos. La elevada población de la época era una ventaja; un empresario sólo necesitaba llegar a la fracción más diminuta del público para que sus clientes sumaran miles de millones.

Se permitía que los salarios (que en general equivalían a la tasa de alquiler de las máquinas) descendieran al nivel que fuera necesario para eliminar mano de obra del mercado; lo mismo valía para los tipos de interés para despejar el mercado de capitales. Los males y locuras creados por la intervención de los gobiernos en el mercado eran desconocidos en la Edad de Oro; y entre las gentes longevas de esa era, las doctrinas basadas en el pensamiento de corto plazo o la miopía no podían tener arraigo. No había desempleo (salvo como una pena impuesta por los Exhortadores) ni capital ocioso, ni derroche de capital. Por supuesto, no había banco central, ni envilecimiento de la moneda, ni otros manejos turbios de la economía.

Cada gran logro de la superciencia de la época, en vez de saciar el deseo humano de logros, despertaba una ambición mayor, que a la vez conducía al deseo de logros aún más grandes. Ciertos proyectos que habrían sido imposibles en la pobreza de épocas anteriores, incluida la ingeniería a escala planetaria, eran prácticos en la Edad de Oro.

Convenciones onomásticas

La complejidad de las posibles disposiciones sociales y neurológicas en que se podían organizar las personas y artefactos autoconscientes de la Edad de Oro se reflejaba en la variada información que brindaban sus nombres formales.

Esta información se transmitía normalmente en un encabezado o prefijo de comunicación electrónica estándar entre redes, para permitir que el receptor tradujera la respuesta a un formato y lenguaje mutuamente comprensibles. Para los humanos que usaban cuerpos físicos, los nombres se traducían a sílabas habladas, habitualmente en forma abreviada.

Las convenciones onomásticas no eran del todo uniformes, aunque la mayoría de los nombres contenía la misma información básica, no necesariamente en el mismo orden.

Tomemos, por ejemplo, el nombre Faetón Primo Radamanto Humodificado (realce) Incompuesto, Indepconsciencía, Neuroforma Básica, Escuela Señorial Gris Plata, Era 7043 («Nuevo Despertar»).

«Faetón» es el nombre de su identidad externa, su carácter público. Esto equivalía sólo en parte al nombre de pila de épocas anteriores; era un patrimonio intelectual que se podía comprar y vender, y también podía haber derechos de propiedad sobre rasgos faciales, expresiones, gestos, giros idiomáticos, lemas o emblemas.

«Primo» indica que es la copia original de este contenido mental, no un parcial, una reconstrucción ni un fantasma. Entre las iteraciones secuenciales de la misma consciencia, éste es un número de orden. A fines de la Edad de Oro, este nombre se había dejado de usar con rigor, y muchas personas usaban números antojadizos, como Cero o Miríada.

«Radamanto» es la referencia al genotipo, con derechos protegidos, es decir, aquello que los antiguos llamarían apellido. En este caso, el apellido de la familia de Faetón es el de su mansión. Tanto el genotipo como la mansión fueron creados por su progenitor. Los miembros de otras escuelas usarían este nombre de otro modo, o lo dejarían en blanco; pero en general estaba destinado a reflejar al creador o progenitor, el que fuera responsable por la existencia de la entidad. Entre las entidades electrónicas, se añadía una descripción temporal que indicaba si la entidad era permanente o provisional.

«Humodificado» es el fenotipo de Faetón (humano modificado), que indica que es una consciencia biológica, no electrofotónica, de forma humana estándar, compatible con las tres estéticas básicas: Estándar, Consensuada y Objetiva. El propósito primario del nombre del fenotipo es identificar la compatibilidad estética.

Una estética identifica los símbolos, el alcance emocional, los formatos de información, las impresiones sensoriales y las velocidades operativas con que el usuario se siente cómodo. Los delfines y los Hullsmiths, por ejemplo, tienen alcances adicionales de visión, sonar y audición, además de varios sentidos artificiales que existen sólo en simulación informática, y en consecuencia sus ideogramas se pueden escribir en una gama más amplia del espectro electromagnético.

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