Las mujeres casadas no hablan de amor (4 page)

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Authors: Melanie Gideon

Tags: #Romántico

BOOK: Las mujeres casadas no hablan de amor
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—La madre de Karen ha parado de camino hacia aquí y nos ha comprado burritos.

—Entonces, ¿Peter también ha cenado?

Zoé asiente y abre el frigorífico.

Yo suspiro.

—¿Qué estás buscando? ¿No dices que ya has cenado?

—No lo sé. Nada —dice, y cierra la nevera.

—¡Hala! ¿Qué te has hecho en el pelo? —exclama Peter, cuando entra en la cocina.

—¡Oh, se me había olvidado! Una de mis alumnas estuvo jugando a ser peluquera. Me ha quedado un poco al estilo de Audrey Hepburn, ¿no creéis?

—No —dice Zoé.

—No —conviene Peter.

Me quito la goma del pelo e intento alisarlo.

—Tal vez si te lo peinaras de vez en cuando… —dice Zoé.

—¿Qué os ha dado a todas con el peine? Para tu información, hay ciertos tipos de pelo que no deben peinarse nunca. Hay que dejarlos secar al aire.

—Mmsí —dice Zoé, mientras recoge su mochila—. Tengo una tonelada de deberes. Nos vemos en 2021.

—¿Media hora de Modern Warfare antes de los deberes? —pregunta Peter.

—Diez minutos —respondo.

—Veinte.

—Quince.

Peter me da un abrazo. Aunque tiene doce años, todavía me abraza de vez en cuando. Unos minutos después, el estruendo de las bombas y los cañones emerge de la sala de estar.

Mi teléfono pita. Es un mensaje de texto de William:

@ Cena en clients. A ls 10 n ksa.

Abro el portátil y pulso «Enviar».

7

De
: Investigador 101

Enviado el
: 5 de mayo, 08.05

Para
: Casada 22

Asunto
: Punto trece

Estimada Casada 22:

Gracias por su primer bloque de respuestas y por haber contestado con tanta celeridad. Tengo una pregunta. ¿En el punto trece quiso decir «los indios» o «los niños»?

Saludos,

Investigador 101

De
: Casada 22

Enviado el
: 5 de mayo, 10.05

Para
: Investigador 101

Asunto
: Punto trece

Estimado Investigador 101:

Tendrá que disculparme. Supongo que la culpa ha sido de mis indios, perdón, de mis niños. O, más probablemente, de la función de autocorrección.

Cordialmente,

Casada 22

P.D.: ¿Significan algo nuestros números o nos los asignan aleatoriamente? Imagino que no seré solamente la vigesimosegunda señora casada que participa en este estudio.

De
: Investigador 101

Enviado el
: 6 de mayo, 11.23

Para
: Casada 22

Asunto
: Punto trece

Estimada Casada 22:

Supone bien. A los dos nos han asignado los números aleatoriamente. En cada ronda de la encuesta asignamos quinientos números y después, al comienzo de la siguiente ronda, empezamos otra vez desde el número uno.

Saludos,

Investigador 101

De
: Casada 22

Enviado el
: 6 de mayo, 16.32

Para
: Investigador 101

Asunto
: Punto dos, pensándolo mejor

Estimado Investigador 101:

«Por aburrimiento» no es la razón por la que participo en este estudio. Participo porque este año cumpliré cuarenta y cinco, la edad que tenía mi madre cuando murió. Si viviera, hablaría con ella en lugar de rellenar esta encuesta. Tendríamos las conversaciones que supongo que tendrán las madres con sus hijas de cuarenta y tantos años. Hablaríamos de nuestro impulso sexual (o de su ausencia), de los empecinados cinco kilos que no dejamos de perder y recuperar, y de lo difícil que es encontrar un fontanero de confianza. Intercambiaríamos secretos para que el pollo asado quede perfecto, consejos sobre la manera de cerrar el gas en caso de emergencia y trucos para quitar manchas de las paredes encaladas. Me haría preguntas como: «¿Eres feliz, corazón?», «¿Te trata bien?», «¿Qué te parece la perspectiva de envejecer a su lado?». Mi madre no será nunca una abuela. No se le pondrán grises las cejas, ni probará nunca mi cazuela de fideos con atún. Por eso participo en este estudio. Le ruego que cambie mi respuesta al punto dos.

Un saludo,

Casada 22

De
: Investigador 101

Enviado el
: 6 de mayo, 20.31

Para
: Casada 22

Asunto
: Punto dos, pensándolo mejor

Estimada Casada 22:

Le agradezco su sinceridad. Para su información, es frecuente que nuestros encuestados modifiquen sus respuestas o envíen añadidos y aclaraciones. Siento mucho que haya perdido a su madre.

Atentamente,

Investigador 101

8

18. Correr, bucear, acampar, hacer pan en el horno, encender hogueras, leer a Stephen King, levantarme para cambiar de canal, pasar horas al teléfono hablando con mi mejor amiga, besar a desconocidos, irme a la cama con desconocidos, flirtear, ponerme un biquini, despertarme por la mañana sintiéndome feliz sin ninguna razón concreta (probablemente por tener el estómago plano sin importar lo que hubiera comido la noche anterior), beber tequila, tararear
Silly Love Songs
, de Paul McCartney, tumbarme en la hierba y soñar con el futuro, con una vida perfecta y con el matrimonio al lado del amor verdadero y perfecto.

19. Preparar almuerzos y demostrar a la familia que siempre es posible elegir comida sana; avisar a los niños cuando huelen mal, advertirles del peligro de los desconocidos y quitarles las migas de pan de las comisuras de la boca. Preparar al hijo preadolescente para el estallido hormonal. Preparar al marido para mi perimenopausia y explicarle lo que supondrá para él (síndrome premenstrual los treinta días del mes, en lugar de los dos días a los que ya está acostumbrado). Comprar plantas perennes. Matar plantas perennes. Enviar SMS, usar el Messenger, chatear, subir cosas a internet. Discernir cuál es la cola que avanza más rápido en el supermercado, no hacer caso de los mensajes, borrarlos, perder las llaves, entender mal lo que dice la gente (oír «aeropuerto» y entender «perro muerto», o «queso gouda» y entender «que se joda»), preocuparme por la sordera precoz, la demencia precoz, el Alzheimer precoz o por no estar satisfecha con el sexo, la vida y el matrimonio y quizá tener que hacer algo al respecto.

20. Cajera del Burger King, auxiliar en una residencia de personas mayores, camarera en el bar Fridays, camarera en el bar Hilary's, meritoria en el teatro Charles Playhouse, redactora publicitaria en la agencia Peavey Patterson, escritora de obras de teatro, esposa, madre y, actualmente, profesora de teatro de la Escuela Primaria Kentwood, desde parvulario hasta quinto curso.

9

—¡Alice! —grita William desde la cocina—. ¡Alice!

Oigo sus pasos, que se acercan por el pasillo.

Cierro rápidamente la ventana del cuestionario del Centro Netherfield y abro la página de Gawker, el blog sobre los últimos cotilleos de Manhattan.

—¡Aquí estás! —dice.

Va vestido para trabajar: pantalones con pinzas y camisa de vestir en un tono morado muy claro. La camisa se la compré yo, porque sabía que ese color combinaría a la perfección con su pelo y sus ojos oscuros. Cuando la traje a casa protestó, claro.

—Un hombre no se pone camisas de color lavanda —me dijo.

—¡Esto no es lavanda! Es color cardo —repliqué.

A veces basta con cambiarle el nombre a las cosas para que los hombres te den la razón.

—Bonita camisa —le digo.

Los ojos se le van a la pantalla de mi portátil.

—¿«Gwen Stefani y la hermandad de los pantalones horribles»?

—¿Qué querías? —le pregunto.

—¡Son espantosos! ¡La pobre parece Oliver Twist! Eh, sí… Quería algo, pero se me ha olvidado.

Típica respuesta a la que ya estoy acostumbrada. Nos pasa con frecuencia a los dos: entramos en una habitación, nos quedamos parados y le preguntamos al otro si tiene idea de lo que veníamos a hacer.

—¿Y tú qué tal? —pregunta.

De pronto veo el recibo del seguro de la moto.

—Me gustaría que tomaras una decisión respecto a la moto. Lleva toda la vida en la entrada del garaje. No la sacas nunca.

La moto ocupa un espacio precioso en nuestro pequeño sendero. Más de una vez la he rozado accidentalmente al entrar con el coche.

—Uno de estos días volveré a montarla.

—Llevas años diciendo lo mismo. Y todos los años tenemos que pagar el impuesto de circulación y el seguro.

—Sí, pero ahora lo digo en serio. Muy pronto —replica.

—¿Muy pronto qué?

—Saldré con la moto —repite—. Más que nunca.

—Ajá —respondo distraída, mientras vuelvo a concentrarme en el ordenador.

—Espera un minuto. ¿Sólo quieres hablar de eso? ¿De la moto?

—William, fuiste tú el que vino a buscarme, ¿recuerdas?

No, no quiero hablar solamente de la moto. Quiero tener una conversación con mi marido que vaya un poco más allá de las pólizas, los impuestos, la hora en que piensa volver a casa y si llamó o no al fontanero por el asunto de los desagües; pero parece que estamos atascados en este punto, flotando en la superficie de nuestras vidas, como niños en la piscina agarrados a sus churros de poliestireno.

—Además, hay muchísimas cosas de las que podríamos hablar.

—¿De qué, por ejemplo?

Es mi oportunidad para contarle lo del estudio sobre el matrimonio («¡No vas a creer la ridiculez de encuesta que he aceptado responder! Preguntan las cosas más absurdas, pero lo hago por el bien de la ciencia, porque aunque no te lo creas, hay una ciencia del matrimonio»), pero no se lo cuento. En lugar de eso, le digo:

—Por ejemplo, de lo mucho que me está costando hacer entender a los padres de tercero, sin ningún resultado, te lo aseguro, que las ocas son los personajes más importantes de la obra que vamos a representar, aunque no tengan diálogo. O de que nuestro hijo Peter, perdón, Pedro, probablemente es gay. O podría preguntarte por el trabajo en KKM. ¿Sigues con los semiconductores?

—Ahora estoy con las tiritas. Band-Aids.

—Pobrecito mío. ¿Han tenido que ponerte tiritas?

Es una broma idiota, pero no puedo evitarla.

—No sabemos si Peter es gay… —dice William suspirando.

Hemos tenido la misma conversación muchas veces.

—Probablemente lo es.

—¡Tiene sólo doce años!

—Doce años no es demasiado pronto para saberlo. Tengo una intuición, una sensación. Una madre nota ese tipo de cosas. Leí un reportaje sobre niños que se dieron cuenta de que eran gays cuando todavía estaban en la escuela. Cada vez pasa más pronto. Lo guardé en «Favoritos». Te lo mandaré por correo.

—No, gracias.

—William, deberíamos informarnos más. Prepararnos.

—¿Para qué?

—Para el hecho de que nuestro hijo sea gay.

—No acabo de entenderlo, Alice. ¿Por qué estás tan obsesionada con la sexualidad de Peter? ¿Me estás diciendo que quieres que sea gay?

—Quiero que sepa que lo apoyamos, cualquiera que sea su orientación sexual y sin importar cómo sea.

—Muy bien, perfecto. Verás, yo tengo una teoría: tú crees que si Peter es gay no lo perderás nunca. No tendrás competencia; serás siempre la mujer más importante de su vida.

—Eso es ridículo.

William sacude la cabeza.

—Tendría una vida mucho más difícil.

—Hablas como un homófobo.

—No soy homófobo; soy realista.

—Mira a Nedra y a Kate. Son una de las parejas más felices que conozco. Nadie las discrimina y a ti te encantan.

—Me encantan, sí, pero eso no tiene nada que ver. Yo no quiero que a mis hijos los discriminen innecesariamente. Además, Nedra y Kate no serían tan felices si no vivieran en el área de la bahía. La bahía de San Francisco no es el mundo real.

—Pero ser gay no es algo que se elige. ¡Eh! Quizá sea bisexual. Nunca lo había pensado. ¿Y si resulta que es bisexual?

—Gran idea. Dejémoslo en bisexual —dice William, mientras sale de mi estudio.

En cuanto se va, entro en Facebook y recorro rápidamente toda la hojarasca de las actualizaciones de estado.

A Shonda Perkins

le gusta el entrenamiento PX-90.

Hace 2 minutos

Tita de la Reyes

¡IKEEEEAAAAAAA! El infierno: me acaban de aplastar un pie con un carrito.

Hace 5 minutos

Tita de la Reyes

¡IKEEEEAAAAAAA! El paraíso: albondiguillas suecas con mermelada de arándanos por 3,99.

Hace 11 minutos

William Buckle

Va a caer, está cayendo…

Hace 1 hora

¿Qué? ¿William ha publicado algo en su estado que no es una cita de Winston Churchill o el Dalai Lama? El pobre William es uno de esos usuarios de Facebook que casi nunca encuentran nada original que decir. Facebook les produce miedo escénico. Pero esa publicación suya tiene un aire siniestro. ¿Será de eso de lo que quería hablarme? Tengo que preguntarle lo que ha querido decir, pero antes voy a actualizar rápidamente mi estado.

Alice Buckle

está ampliando su formación.

BORRAR

Alice Buckle

está llena de tiritas.

BORRAR

Alice Buckle

culpa a los indios.

PUBLICAR

De repente, se abre la ventana del chat.

Phil Archer
 ¿Qué te han hecho los pobres indios?

Es mi padre.

Hola, papá. Tengo prisa. Tengo que hablar con W antes de que se vaya a trabajar. ¿Hablamos mañana?

Esta noche salgo.

¿Tienes una cita? ¿Con quién?

Te diré con quién si hay segunda cita.

¡Oh! Bueno, muy bien. ¡Que lo pases fenomenal!

¿No te preocupas por mí? Las venéreas han aumentado un 80 por ciento en los mayores de setenta.

Papá, prefiero no hablar de tu vida sexual.

¿CON QUIÉN QUIERES QUE HABLE DE MI VIDA SEXUAL?

Usar mayúsculas es lo mismo que gritar.

LO SÉ DE SOBRA. Gracias por el cheque. Ha llegado pronto este mes. Muy bien, porque debía impuestos de la casa. Quédate. Charla un poco.

El mes que viene te enviaré un poco más. Este mes vamos justos. Zoé ha perdido el aparato de los dientes. Otra vez. ¿Has puesto bombillas de bajo consumo, como te dije?

Hoy las pondré. Te lo prometo. ¿Algo nuevo que contar?

Creo que Peter es gay.

Eso no es nuevo.

Zoé se avergüenza de mí.

Tampoco es nuevo.

Una lista interminable de cosas por hacer. No doy abasto.

¿Papá?

¿Papá?

Algún día echarás la vista atrás y comprenderás que ésta es la mejor parte de la vida. Mucha actividad. Siempre algo que hacer. Gente que te espera en casa.

Lo siento, papá. Tienes razón.

:)

Te llamo mañana. Ten cuidado esta noche.

Te quiero.

Yo también.

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