Límite (187 page)

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Authors: Schätzing Frank

BOOK: Límite
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—No veo ningún motivo para ello.

—Hongbing es tu cliente —dijo ella trasteando en la máquina de café—. ¿O ya lo has olvidado?

Jericho parpadeó. Un repentino enfado se adueñó de él, al ver sustituidos sus globos oculares por monitores de ordenador al mirarse en el espejo. Se obligó a levantar la vista de la pantalla.

—Yo ya le he devuelto a su hija —repuso—. El honorable Chen Hongbing ya no es mi cliente.

—Mierda —dijo Yoyo, estudiando la oferta de la máquina—. Hay café en todas sus variantes, pero no hay té por ninguna parte.

—Mira bien. Los ingleses son bebedores empedernidos de té.

—Pero ¿dónde está?

—Abajo, a la derecha. Agua caliente. La cajita con las bolsas de té está al lado. ¿Qué le has contado?

—¿A Hongbing? —Yoyo revolvió en la caja—. Le dije que Donner nos había ilustrado en una conversación marcada por la cordialidad y que Vogelaar había demostrado ser un fantasma. —Puso el vaso en la máquina, hundió en él una bolsita de Oolong y lo llenó de agua caliente.

—En fin, un viaje de placer —dijo Jericho en tono burlón—. ¿Ya hemos estado en casa de madame Tussauds y de compras en Kings Road?

—¿Acaso era preferible que le contase la experiencia de sacarle un ojo a un muerto de su cavidad ocular?

—No, está bien. Un chococafé, por favor.

—¿Un qué?

—Un café con chocolate. La fila de la izquierda, tercer botón de arriba. ¿Cuánto has avanzado con Thorn?

Se habían repartido las tareas, y a Yoyo le había tocado analizar la información que les había proporcionado Edda Hoff y completarla con los hallazgos obtenidos en la red.

—Lo tendré dentro de un par de minutos —dijo ella mientras observaba cómo la máquina escupía una mezcolanza de capuchino y cacao—. ¿Es posible que estés cansado?

Jericho se disponía a responder, pero se dio cuenta de que
Diana
estaba descargando de pronto ciento doce nuevas noticias acerca de lo ocurrido en Calgary y Vancouver, y se sumió en un mutismo sombrío. Yoyo le puso el humeante vaso enfrente y sorbió un poco de té delante de su monitor. Con desgana, el detective decidió echarle un último vistazo al mensaje con el que se había iniciado todo y luego irse a dormir.

En el momento en que el texto apareció en la pantalla, Yoyo soltó un tenue silbido entre dientes.

—¿Quieres saber quién era el jefe de proyectos de las misiones en la base Peary entre el año 2020 y el 2024?

—Por como lo dices, supongo que querré saberlo.

—Andrew Norrington.

—¿Norrington? —Los hombros encogidos de Jericho se irguieron—. ¿El segundo de Shaw?

—Espera —dijo la joven, frunciendo el ceño—. Había varios directores de proyecto, pero en cualquier caso Norrington estaba en el equipo. Sin embargo, por lo que dice aquí, no se puede inferir si tuvo que ver directamente con Thorn ni en qué medida.

—¿Y estás segura de que es el mismo Norrington?

—Andrew Norrington —leyó Yoyo—. Responsable de personal y de cuestiones de seguridad, en noviembre de 2024 se trasladó a la sede de Orley Enterprises como segundo jefe de seguridad.

—Qué raro —dijo Jericho, frunciendo también el ceño—. Debería haberle sonado a Hoff cuando le hablé sobre Thorn.

—Ella es una subordinada de Norrington. ¿Por qué iba a estar familiarizada con los detalles de su currículo?

—Pero Norrington no dijo absolutamente nada.

—¿Y tú le hablaste a él de Thorn?

—No directamente. Shaw y él estaban en una reunión. Yo me uní a ellos y dije que algo debía de haber impedido que la bomba se activara el año pasado.

—Shaw ya sabía antes lo de tu idea con Vic Thorn.

—Es cierto, es posible que Hoff se lo dijera. Hum. Debería haberle llamado la atención que Norrington había estado en la NASA en la misma época que Thorn. Bueno, la verdad es que tiene muchísimas cosas que hacer... Pero en cuanto a Norrington...

—¿Opinas que tendría que haber hablado de Thorn de manera espontánea?

—Posiblemente eso sea pedir demasiado —dijo Jericho, apoyando la barbilla en las manos—. Pero ¿sabes una cosa? Ahora mismo voy a ir a preguntarle.

—Victor Thorn...

Norrington se hallaba en una oficina sorprendentemente pequeña, uno de los pocos recintos que estaba dividido en cubículos. Jericho se había presentado sin avisar, por las buenas.

—Sí, Thorn —asintió el vicejefe de seguridad—. Podría ser nuestro hombre, ¿no?

Norrington examinó un punto imaginario en el espacio.

—Hum —exclamó claramente, muy claramente. Una u que pudo oírse muy bien, seguida de una eme que le sirvió para ganar tiempo—. Es una idea interesante.

—Thorn murió tres meses después de que se lanzó el satélite. Por el tiempo, podría ser.

—Tiene usted razón. No sé por qué no llegué yo mismo a esa conclusión.

—A menudo lo obvio se pasa por alto —dijo Jericho sonriendo—. ¿Tuvo usted mucho que ver con él?

—No —contestó Norrington, negando lentamente con la cabeza—. De otro modo, no habría tardado tanto en comprenderlo.

—¿Ningún contacto?

—Mi tarea abarcaba la seguridad general del proyecto. Bueno, de vez en cuando nos cruzábamos, pero los asuntos de personal los llevaban otros.

—¿Y qué clase de persona era Thorn?

—Como le he dicho, nunca tuvimos mucho que ver. Se comentaba que era un
playboy,
lo que, quizá, fuese un poco exagerado. Más bien era alguien que disfrutaba de la vida, pero, por otro lado, era extremadamente disciplinado. ¡Un buen astronauta, muy bueno! De lo contrario, no te proponen tan rápidamente por segunda vez para una misión en la base Peary.

—Trate de recordar, Andrew —le pidió Jericho—. Cualquier información podría sernos útil.

—Por supuesto, aunque me temo que no podré contribuir con nada que sea muy esclarecedor. ¿Está Jennifer al tanto?

—Hoff parece habérselo dicho. Conocía mi sospecha.

—A mí, por lo menos, no me dijo nada —repuso Norrington, y soltó un suspiro—. Pero bueno, ya ve usted cómo están las cosas por aquí, salimos de una reunión para entrar en otra, todo está patas arriba. Hanna me está volviendo loco. No puedo encontrar nada en su biografía que sea sospechoso, y ya se sabe que no es la primera vez que tengo que vérmelas con él.

—¿Usted era el responsable de coordinar el grupo de viajeros?

—Sí. No sabíamos mucho acerca de Hanna, pero Julian quiso, de todos modos, que estuviera presente. Créame, le hice una auténtica radiografía a ese tipo. Nada. Estaba limpio.

—¿Hay algo nuevo de parte de Merrick?

—No. Está intentando establecer contacto. Tal vez su teoría de la
botnet
sea correcta. —Norrington vaciló—. Owen, sin ánimo de desconfiar de su buen olfato, pero en este momento estamos obligados a tener en cuenta otras instalaciones de Orley. Nadie puede decir que no se trate de una acción concertada. Deme usted un poco de tiempo en relación con Thorn. Lo llamaré en cuanto pueda.

—Está mintiendo —dijo Yoyo cuando Jericho se reunió de nuevo con ella—. Norrington conocía a Thorn.

—Él no ha dicho que
no
lo conociera.

—No, yo digo que lo conocía de verdad, mejor de lo que asegura conocerlo. —Yoyo señaló su monitor—. Thorn atrajo la atención de los medios hacia su persona en relación con la base Peary; además, era un tipo atractivo y le gustaba hacerse oír. Puedes encontrar varias entrevistas con él, pero lo mejor lo he obtenido de la red, después de que te marchaste. Un especial sobre la tripulación de la base Peary del año 2024, así como un reportaje desde su casa: Vic Thorn, codiciado soltero, por segunda vez en la Luna, blablablá. Las cámaras estuvieron en su casa, y también cuando organizó una fiesta para su cumpleaños. ¿Y quiénes estaban en la lista de invitados?

La joven puso en marcha el vídeo. Una cocina, un ambiente relajado. Tal vez un par de docenas de personas reunidas alrededor de unas bandejas con aperitivos. Suaves brisas de jazz que llegaban a través de un mar de charlas, los estándares de la época del llamado Rat Pack. Alguna gente bailaba al fondo, y por todas partes se bebía concienzudamente. Thorn rió a la cámara, dijo algo de la naturaleza benéfica de la amistad y se lo vio en una animada conversación con un hombre que, unas escenas más tarde, le daba unos golpecitos de familiaridad en el hombro.

—¿Acaso parecen personas que no mantienen un contacto asiduo?

Jericho negó con la cabeza.

—Definitivamente, no.

—... algunos de estos hombres pasarán muy pronto medio año en algún otro cuerpo celeste —decía la comentarista—. Algo que parece extraño e irreal en una tarde como ésta, en la que...

—Podría ser mera casualidad —comentó Yoyo—. No podemos presuponer que Norrington sea forzosamente nuestro topo, ni siquiera que Thorn tuviera que ver algo con todo este asunto. Es pura especulación.

—No obstante, me gustaría saber más sobre el tiempo que pasó en la NASA. Cuáles eran exactamente sus responsabilidades, cuán estrecho era el contacto. Definitivamente, ha mentido al negar que conociera más de cerca a Thorn.

—...es ya su segunda misión en las montañas de la Luz Eterna —dijo la comentarista en ese instante—. Las llaman así porque en el polo lunar jamás se pone el Sol. En sus orígenes, este aspecto desempeñaba un papel decisivo para el abastecimiento energético de la base Peary pero, entretanto, ya se ha empezado allí también la construcción de un reactor de fusión...

—Montañas de la Luz Eterna —susurró Jericho.

Yoyo, irritada, alzó la mirada hacia él.

—Sí, eso ya lo sabes. Se llama así a las regiones polares.

En la mente de Jericho empezaron a engranarse los dientes de una rueda. Como en trance, se dirigió a su puesto de trabajo y miró fijamente las líneas del texto contenidas en aquel fragmento de mensaje.

Jan Kees Vogelaar vive en Berlín bajo el nombre de Andre Donner. Lleva allí un de africanas dirección privada y dirección comercial: Oranienburger Straße, 50, 10117 Berlín. ¿Qué debemos invariable un alto riesgo para la operación ninguna duda de que él tiene conocimiento del misil portador, menos conocimiento de ello, si de, es cuestionable. De un modo u otro un declaración haría expresamente Es cierto que Vogelaar desde su dado ninguna declaración pública sobre el trasfondo del golpe. No cambia de Ndongo que el gobierno chino ha planificado y llevado a cabo el cambio de poder. Esencia de la operación Moderna Vogelaar tiene poco desde el momento de la Además nada hace en Orley Enterprises y concluir en un fallo. Nadie allí sospecha y después de ello a fin de cuentas todo ha marchado. Cuento porque sé, No obstante aconsejo urgentemente liquidar a Donner. Es recomendable...

Muy pocas cosas de aquel texto representaban ya un enigma para él. En el fondo, sólo había una palabra, añadida antes de que la red enmudeciera, y todo porque ésta reclamaba su espacio sin motivo entre las frases «operación» y «Vogelaar tiene», como si estuviera fuera de lugar.

«Moderna.»

Por lo menos siempre había supuesto que se trataba de alguna clase de armamento.


Diana
, hagamos un análisis de fragmento. Ordena los elementos del texto a partir de sus archivos de origen.

—¿Reconocimiento por colores?

—Sí, por favor.

Al instante siguiente, las palabras «misil portador», «invariable» y «Enterprises» se transformaron en cadenas de letras de diferentes colores. La palabra «Ent-erpr-ises», por ejemplo, se componía de tres archivos, e «invariable» se descompuso en muchos colores más. Otros vocablos y frases, como «operación» y «llevado a cabo» provenían de un solo archivo.

Dos fragmentos conformaban la palabra dudosa, «Moderna».

—Santo cielo —susurró Jericho.

—¿Qué pasa? —dijo Yoyo, poniéndose en pie de un salto e inclinándose por encima del hombro del detective.

—Creo que hemos cometido un error.

—¿Un error?

—Un error enorme.

¿Cómo había podido escapársele algo así? Era algo obvio.

—Posiblemente nos hayamos subido al tren equivocado —continuó el detective—. La bomba no debe explotar en el Gaia.

—¿No va a explotar en el Gaia? Pero...

—Lo del hotel no arroja ningún sentido, y nosotros lo hemos sabido todo el tiempo. ¡Soy un idiota! ¡Soy un maldito idiota! ¡He estado ciego!

«Operación Mo-de-rna.

»Operación Montañas de la Luz Eterna.»

ESTACIÓN DE EXTRACCIÓN CHINA, SINUS IRIDUM, LA LUNA

Jia Keqiang no era un político. Era
taikonauta,
geólogo y comandante, por ese orden o a la inversa, según su disposición de ánimo, pero de ningún modo era un político. Por experiencia, los navegantes espaciales chinos, estadounidenses, rusos, indios, alemanes y franceses se diferenciaban únicamente en la ideología que los instrumentalizaba y en el prefijo que antecedía a la terminación «-nauta», ya fuera «astro-», «cosmo-» o «taiko-». Lo que los unía, en cambio, era la visión de conjunto que, según su experiencia, les faltaba a los políticos, aparte de los pocos que habían viajado hasta entonces al espacio. El hecho de que Hua Liwei, su antecesor en la Luna, que había sido arrestado temporalmente por Estados Unidos, siguiera usando, un año después de depuestas las hostilidades, cualquier posicionamiento oficial como motivo para inculpar a Estados Unidos de las peores maniobras jamás había podido quitarle a Jia su convicción de que los astronautas eran personas serias y apolíticas. Cada uno desempeñaba su papel según el guión, y también lo hacía Hua Liwei, que tras un par de copas bebidas en privado mostraba una franca simpatía por los yanquis, quienes en realidad lo habían tratado muy bien y habían almacenado un excelente whisky escocés en las catacumbas del cráter Peary.

A Hua también le parecía, sin embargo, que Estados Unidos tenía la culpa de toda aquella chapuza, en lo que Jia lo secundaba. No obstante, durante la crisis lunar, y hasta donde se lo permitieron sus influencias, se esforzó por conseguir un alivio de las tensiones por ambas partes. El Partido lo estimaba como el portador de la esperanza de la navegación espacial china: era piloto de la fuerza aérea china, varias veces condecorado, formado como
taikonauta
bajo la guía del legendario Zhai Zhigang; tenía, además, un doctorado en geología y estaba especializado en temas extra terrestres, lo que lo cualificaba para la extracción del helio 3. Zhai había contagiado a Jia con su predilección por los bailes de sociedad, y él mismo cultivaba una acaparadora pasión por la navegación, específicamente la navegación marítima china del siglo XV, con sus legendarios buques de nueve palos, y había construido, con una labor en miniatura en extremo minuciosa, una maqueta de tres metros de largo del buque del almirante Zheng He. Cuando no se dedicaba a volar a las estrellas, navegaba a vela con su mujer y sus hijos, leía libros sobre la conquista de los mares y se entrenaba en la contemplación del arte de cocinar. Estaba orgulloso de su país, que había sido el segundo en llegar a la Luna después de Estados Unidos, y lo enfurecía que Zheng Pang-Wang no pudiera mostrar todavía ningún progreso en el desarrollo de un ascensor espacial, así como le preocupaba que Norteamérica mantuviera dicho predominio en el espacio. En consecuencia, era cuidadoso a la hora de emitir juicios sobre el futuro. Era el perfecto representante de China, amable, mediático, patriótico, un hombre que se reservaba sus opiniones personales sobre los políticos, que para él, ya vivieran a un lado o al otro de la muralla china, eran contemporáneos curiosamente retardados y, en realidad —o
frankly,
como decían los americanos—, eran unos absolutos idiotas.

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