Los siete contra Tebas (4 page)

BOOK: Los siete contra Tebas
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ANTÍSTROFA 1.ª
Al final se ha cumplido,
no desistió la maldición paterna. ¡Y qué alcance ha tenido la refractaria decisión de Layo!
ahora, ¡ansia en la villa!
No admiten menoscabo los oráculos, ¡Io!, lamentables príncipes, una acción realizasteis increíble. Desgracias lamentables sucedieron, y no precisamente de
palabra.

(Entra una comitiva con los cadáveres de los dos hermanos).

Esto sí que habla solo: tengo ante mí el relato del heraldo. He aquí cumplidos los tristes homicidios suicidas, doble destino de mis capitanes, mis duplicadas ansias. ¿qué decir? ¿Qué otra cosa sino que en el hogar de este palacio hay pena sobre pena? ahora, amigas mías, dirigid a la testa azotes con las manos, en cadencia de remo, que siempre hacen cruzar el Aqueronte, a la nave que no tiene aparejos, de velas negras, con sus peregrinos, hasta alcanzar la tierra sin sol, no hollada por Apolo, invisible, que acoge a todo el mundo. Pero aquí están Antígona e Ismene para cumplir tareas bien amargas, el treno dirigido a los hermanos. De su profundo y amoroso pecho van a brotar, espero, justos ayes de duelo. Y es razón que nosotras, antes que ellas, cantemos himno infausto de la Erinia, y que entonemos, luego, el odioso canto de la muerte.

¡Io! ¡Oh hermanas infelices entre cuantas en torno de su ropa atan un cinto! Yo lloro y gimo, y no es engaño que del alma un justo llanto brote.

ANTÍGONA.

ESTROFA 1.ª
¡Io, io!, ¡ay, insensatos,
hombres sin fe en quien os quiere, y jamás desgastados por los males! De vuestra casa posesión tomasteis empleando la fuerza, ¡malhadados!

CORO. Sí, malhadados, que la muerte hallaron destruyendo su casa.

ISMENE.

ANTÍSTROFA 1.ª
¡Io, io!
De vuestro hogar los muros derrocasteis y una amarga realeza conocisteis. ¡Ahora, con el hierro habéis hecho las paces!

CORO. La augusta Erinia de su padre Edipo ¡cuán veramente se ha manifestado!

ANTÍGONA.

ESTROFA 2.ª
Heridos en el siniestro
costado, heridos, sí, nacido de una entraña común... ¡ay infelices!
¡Ay maldiciones de una mutua muerte!

CORO.
SUS
cuerpos y su hogar ha atravesado
el golpe del que dices que heridos fueron por ira indestructible, y el hado de discordia lanzado por su padre.

ISMENE.

ANTÍSTROFA 2.ª
Llanto recorre la ciudad, y gimen las torres, sí, y el suelo tan querido; la herencia aguarda ahora a sus epígonos, herencia por la que a los infelices surgiera una querella y, como fin, la muerte.

CORO.
¡Con su impávido espíritu la herencia
se partieron, en partes bien iguales! Y el juez no ha carecido no, de reproche; que Ares no es suave.

ANTÍGONA.

ESTROFA 3.ª
Heridos por el hierro, así se encuentran;
y heridos por el hierro los esperan
—y, ¿quiénes son?, acaso me dirías— ...los lotes que les tocan de la paterna tumba.

CORO.
De su casa, entre gritos, los escolta
el llanto lacerante que por sí gime y llora, desolado, del gozo un enemigo, y virtiendo unas lágrimas sinceras de un corazón que gime y se consume por esos dos monarcas.

ESMENE.

ANTÍSTROFA 3.ª
De estos dos infelices bien puede pregonarse que mucho hicieron por los ciudadanos y por los batallones extranjeros diezmados en la lucha.

CORO.
¡Malhadada la que los puso al mundo
entre todas las hembras que de unos hijos se han llamado madres! De un hijo que tomara por esposo parioles, y ahora, ellos por mutua mano han muerto de una mano nacida de una misma semilla.

ANTÍGONA.

ESTROFA 4.ª
De una misma semilla, sí, en verdad, y del todo abatidos bajo golpes no amigos, en su loca porfía, al final de la lucha.

CORO. Cesó
el odio, y ahora,
sus vidas han unido sobre una misma tierra ensangrentada. ¡Ahora sí que, en verdad, son consanguíneos! Amargo, el juez de su disputa, el extranjero que en el Ponto vive el afilado acero surgido de la llama; y amargo el mal repartidor de bienes, Ares, que hizo verdad la maldición paterna.

ESMENE.

ANTÍSTROFA 4.ª
Tienen su parte ya los infelices
en los males que Zeus les concediera.
Tendrán, bajo su cuerpo,
¡una insondable cantidad de tierra!

CORO.
¡Ay, ay!
¡Qué ramo de desdichas hicisteis florecer para los vuestros! Al fin, las maldiciones su alarido final han pregonado, eliminando sin remedio alguno vuestro linaje ya. Ahora se yergue de Ate el trofeo frente a aquellas puertas en donde se han herido, y, vencedor ya de los dos el demon, punto final ha puesto a sus ataques.

ANTÍGONA. Herido, heriste.

ISMENE. Moriste tras dar muerte.

ANTÍGONA. Con la pica mataste.

ISMENE. Con la pica moriste.

ANTÍGONA. Dolor causaste.

ISMENE. Dolor sufriste.

ANTÍGONA. Salid, lágrimas, salid.

ISMENE. Salid, lamentos.

ANTÍGONA. Ante mí yaces.

ISMENE. Tras haber matado.

ESTROFA 1.ª

ANTÍGONA.
¡É, é!

ISMENE.
¡É, é!

ANTÍGONA.
¡Oh!, mi alma ha enloquecido de gemidos.

ISMENE.
Gime mi corazón dentro del pecho.

ANTÍGONA.
¡IO
!, ¡digno de compasión!

ISMENE.
¡TÚ
, de toda miseria!

ANTÍGONA.
¡A manos de un amigo sucumbiste!

ISMENE.
¡Y a un amigo, a tu vez, diste la muerte!

ANTÍGONA. ¡
Doblemente doloroso de decir!

ISMENE.
¡Doblemente penoso de contar!

ANTÍGONA. ............

ISMENE. ............

CORO.
¡Ay, Moira que repartes tristes hados!
¡Ay, ay, sombra de Edipo soberana! Ay negra Erinia, ¡qué poder el tuyo!

ANTÍSTROFA 1.ª

ANTÍGONA.
¡É, é!

ISMENE.
¡É, é!

ANTÍGONA.
¡Ay, qué triste espectáculo de penas...

ISMENE. ...
desde el exilio para mí trajiste!

ANTÍGONA.
Salvado apenas ya, perdió la vida.

ISMENE.
La perdió, ciertamente.

ANTÍGONA.
¡Y se nos llevó a este!

ISMENE.
¡Horrible de contar!

ANTÍGONA.
¡De contemplar horrible!

ISMENE. ............

ANTÍGONA. ............

CORO.
¡Ay, Moira que repartes tristes hados!
¡Ay, ay, sombra de Edipo soberana!
Ay, negra Erinia: ¡Qué poder el tuyo!

ANTÍGONA. TÚ la conoces, pues que la probaste...

ISMENE. Y tú la conociste no más tarde...

ANTÍGONA. ... a tu regreso a Tebas.

ISMENE. ... remando con tu lanza frente al otro.

ANTÍGONA. ¡Ay, infeliz linaje...

ISMENE. ... de penas afligido!

ANTÍGONA. ¡Ay dolor!

ISMENE. ¡Ay infortunio!

ANTÍGONA. Para tu hogar, tu tierra...

ISMENE. ... y para mí!

ANTÍGONA. ¡Ay, ay, monarca de desgracia infausta!

ISMENE. ¡Ay, entre los demás desdichados!

ANTÍGONA. ¡lo, posesos de Ate!

ISMENE. ¡Ay, ay! ¿Dónde enterrarlos?

(Todo el cortejo abandona la
orquéstra).

HERALDO. Debo anunciar los acuerdos que, de esta ciudad de Tebas los comisarios del pueblo han aprobado: a Eteocles, por su amor hacia la patria decidieron sepultarlo, con afecto, en esta tierra. Pues por odio al enemigo, eligió morir en ella, y, puro y sin mancha alguna, con los ritos de los padres murió donde es tan hermoso que muera un joven. Así se me encargó que informara sobre él; de su hermano, en cambio, Polinices, se aprobó arrojar fuera el cadáver y, sin darle sepultura, que fuera pasto de perros porque habría devastado el país de los cadmeos si un dios no se hubiera opuesto a su lanza. Incluso muerto, conservará, pues, la mancha del crimen que cometiera contra los dioses paternos, al enviar contra Tebas una hueste mercenaria para conquistarla. Así se acordó, que, sepultado por las alígeras aves ignominiosamente, de forma tan denigrante, pague la pena condigna; que tampoco lo acompañen manos que apilen su tumba, ni que lamentos agudos le den sus postumas honras. Al contrario, que carezca del honor de unas exequias ofrecidas por amigos. Eso es lo que han decidido los magistrados de Tebas.

ANTÍGONA. Pues yo, a los gobernantes de esta tierra, les digo que si nadie va a ayudarme a enterrar a mi hermano, yo en persona pienso enterrarlo y me hago responsable por el entierro de un hermano, sin rubor alguno por no someterme a lo que ordena la ciudad. Terrible es la entraña común de que nacimos —la de mi pobre madre— y la del padre. De todo corazón, pues, alma mía, participa en el mal de quien no tiene ya voluntad, viviendo para un muerto. Ni tampoco los lobos, con su vientre fláccido probarán sus carnes. Nadie vaya a creerlo. Exequias y una fosa yo, aunque sea mujer, pienso ofrecerle, mal sea entre los pliegues de mis ropas, y yo en persona tenga que enterrarlo. Y que nadie imagine lo contrario, que mi audacia hallará un medio efectivo.

HERALDO. No violentes a Tebas, te lo advierto.

ANTÍGONA. No hagas proclamas vanas, te lo advierto.

HERALDO. Duro es un pueblo que evitó el desastre.

ANTÍGONA. Duro puedes mostrarte: tendrá entierro.

HERALDO. ¿Honrarás con la tumba al que odia al pueblo?

ANTÍGONA. Los dioses su sentencia aún no han dictado.

HERALDO. No, al menos hasta el día en que a esta tierra, puso en peligro.

ANTÍGONA. Males ha sufrido y contestó con males.

HERALDO. Contra todos su empeño dirigió, y no a uno solo.

ANTÍGONA. Discordia es la deidad que habla la última. ¡Y yo lo enterraré! No más palabras.

HERALDO. Haz como quieras. Yo te lo prohibo.

CORO. ¡Ay, ay! ¡Altivas destructoras de linajes, Keres Erinias, que de Edipo, así, de raíz el linaje aniquilasteis! ¿Qué va a ocurrir? ¿Qué hacer? ¿Qué es lo que intento? ¿Cómo tendré el valor de no llorarte ni de darte cortejo hasta la tumba? Pero siento pavor y alejar quiero el miedo que me inspiran los tebanos.

(Dirigiéndose al cadáver de
ETEOCLES).

Tú, al menos, tendrás muchos que te lloren, y aquel en cambio, sin lamentos

(Dirigiéndose a
POLINICES).

pobre infeliz, con solo el fúnebre lamento de una hermana de aquí se irá. ¿Quién puede escuchar esto?

SEMICORO I. Castigue o no castigue, como quiera la ciudad, al que llora a Polinices nosotras nos ¡remos a enterrarlo, y seremos su fúnebre cortejo. A la familia entera afecta esta desgracia, y en la ciudad lo justo es unas veces así, y de otras maneras en otras ocasiones.

SEMICORO II. Pues nosotras con este nos iremos

(Señalando a
ETEOCLES)

como el derecho y la ciudad ordenan. Que, después de los dioses y del poder de Zeus, él es quien ha salvado a la ciudad de Cadmo, él más que nadie, de volcarse y de verse sumergida, bajo el embate de olas de guerreros.

(Los dos cortejos abandonan paulatinamente la
orquéstra).

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