Lyonesse - 3 - Madouc (43 page)

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Authors: Jack Vance

Tags: #Fantástico

BOOK: Lyonesse - 3 - Madouc
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—Presta atención. Todo se sabrá. Twisk, ¿por qué estás ofuscada?

—¡Osfer me está manoseando!

—¡En absoluto, majestad! Mientras tú ordenabas las matrices, yo empecé a aplicarle el drenaje a Twisk.

—Desde luego. Twisk, necesitamos tres muestras de tu sangre; sé estoica.

—¡Detesto estos martirios! ¿De veras es necesario?

El rey Throbius hizo un gesto significativo; resoplando entre dientes, Twisk dejó que Osfer utilizara sus instrumentos. Le extrajo cierta cantidad de sangre de la delgada muñeca, y luego la vertió en una de las fuentes de nefrita. Mediante procesos demasiado rápidos para que Madouc los siguiera, usó la sangre para preparar un frágil cultivo de fibras y de pequeños plasmas azules, rojos y verdes.

Osfer se volvió con orgullo al rey Throbius.

—¡Es la perfección en todo sentido! Cada fase y capricho de la perversa naturaleza de Twisk están abiertos a nuestra inspección.

—Has actuado bien —el rey Throbius se volvió a Madouc—. Ahora es tu turno; con tu sangre Osfer elaborará una matriz que es exclusivamente tuya.

Madouc gritó, apretando los dientes.

—¡Mi turno ha llegado y pasado! ¡Ya me ha sometido a sus tormentos!

Poco después una matriz parecida a la de Twisk aparecía en una segunda bandeja.

—A continuación, probemos con Jaucinet —dijo el rey—. ¡Pronto veremos quién es el padre de quién!

Osfer extrajo sangre del macilento brazo de Jaucinet y construyó la matriz del señor del Castillo de Nube.

El rey Throbius se volvió hacia Madouc.

—Ves allí tres matrices que representan la esencia innata de ti misma, de tu madre Twisk y de este noble caballero. Mediante sutilísimos medios, Osfer sustraerá la influencia de Twisk de tu matriz, para crear una nueva matriz. Si tu padre es Jaucinet, la nueva matriz será idéntica a la de él, y conocerás la verdad acerca de tu padre. Osfer, puedes proceder.

—Majestad, he concluido la operación. ¡Observa las dos matrices!

—¿Son idénticas? —preguntó el rey Throbius.

—¡En absoluto! ¡No se parecen en nada!

—Bien —dijo el rey Throbius—. Jaucinet queda descartado y puede partir. Libéralo del hechizo, Madouc. Dile que se marche.

Madouc obedeció la instrucción. De inmediato Jaucinet presentó sus quejas y exigió explicaciones por los muchos contratiempos que había sufrido.

—No puedo darte una respuesta fácil —dijo Madouc—. Es una larga y compleja historia.

—¿Y las ranas de mi bigote? —preguntó Jaucinet—. ¿Acaso eso es tan complicado?

—No lo es —admitió Madouc—. Aun así, el rey Throbius ha ordenado que partas, y será mejor que te des prisa, pues cae la tarde y el camino es largo.

Jaucinet, con expresión compungida, se volvió sobre sus talones.

—¡Espera! —exclamó el rey Throbius—. Osfer, aplica el Hechizo Cuádruple para acelerar al buen Jaucinet en su viaje.

—Verás, majestad, mientras él conversaba con Madouc, le apliqué el Hechizo Séxtuple —dijo Osfer.

—¡Buen trabajo, Osfer! —El rey Throbius se dirigió al caballero—. Mientras regresas, cada uno de tus pasos te llevará seis metros, y llegarás al Castillo de Nube mucho antes de lo que esperas.

Jaucinet saludó rígidamente, primero al rey Throbius y luego a Osfer. A Madouc le dedicó sólo una húmeda mirada de reproche. Luego se marchó, atravesando el prado a grandes zancadas, y no tardó en perderse de vista.

El rey se volvió hacia Osfer.

—Pues bien, examinemos ahora al labriego Nisby.

—Majestad, en esta bandeja ves la matriz de Nisby, que ya me tomé la libertad de construir.

Madouc fue a mirar. Para su consternación, la matriz de Nisby no se parecía a la suya, y todos convinieron en que la paternidad, evidentemente no pertenecía al labriego. Con mal ceño, Madouc lo liberó de su estólida apatía; Osfer aplicó el Hechizo Séxtuple y Nisby inició la marcha.

El rey Throbius interpeló a Madouc con voz sombría:

—Querida mía, me he interesado en tu búsqueda y no me complacen nuestros hallazgos. No eres hija de Jaucinet ni de Nisby, de modo que nos queda esta sombra extravagante con un vacío en la cara. El tercer Estatuto de Lógica, a veces denominado Ley de Exclusión, me obliga a declararlo tu padre. Puedes liberarlo, para celebrar vuestro encuentro en el momento y lugar que mejor os convenga. Sin duda tendréis mucho de qué hablar.

—Tu lógica es magnífica, sin duda —exclamó Madouc con voz turbada—, ¿pero no deberíamos verificar la matriz de esta criatura?

—¿Qué opinas? —preguntó Throbius a Osfer.

—Sugiero una tercera matriz, al menos para crear una simetría filosófica.

—No me opongo —dijo el rey Throbius—, aunque la prueba será redundante. Sin embargo, puedes acercarte al padre de Madouc, extraerle tres muestras de sangre y elaborar una matriz para que todos la vean.

Osfer se acercó cautamente a la figura de capa negra y se detuvo desconcertado.

—¿Por qué te demoras? —preguntó el rey—. ¡Estamos ansiosos de comprobar la paternidad de Madouc!

—No sé qué hacer —dijo Osfer—. Lleva capa, botas y guantes; no tiene cuello, rostro ni cuero cabelludo. Para extraerle sangre, debo quitarle la capa y exponer su persona. ¿Continúo?

—¡Continúa, por supuesto! —ordenó el rey Throbius.

—Habitualmente respetaríamos su pudor, pero debemos dejar a un lado las delicadezas, junto con la capa. Madouc, puedes desviar los ojos, si deseas.

—Veré lo que sea preciso ver —dijo Madouc, ignorando el bufido desdeñoso de Pom-Pom—. Continuad con la tarea.

Osfer, extendiendo los dedos como un sastre minucioso, desabrochó la hebilla del cuello de la capa, que se entreabrió. Osfer atisbo dentro del hueco y soltó una exclamación sobresaltada. Arrancó la capa para revelar a un duende macizo de cara gris, con nariz de botella, mejillas colgantes y ojos que parecían esferas de vidrio negro. Tenía los brazos largos y nudosos; las piernas abiertas calzaban botas altas.

—¡Es Mangeon el duende! —exclamó Osfer.

Twisk soltó un gemido de desconsuelo.

—¡Ahora lo entiendo todo! ¡Con qué innoble astucia realizó su lujuriosa venganza!

—Lógica aparte —balbuceó Madouc—. ¿De veras él puede ser mi padre?

—¡Veremos! —dijo el rey Throbius—. Osfer, construye la matriz.

—Majestad, me he adelantado a tu orden. La matriz ya está formada. Puedes examinarla como desees, y compararla con la de Madouc.

El rey Throbius examinó las dos matrices.

—¿Cómo es posible? —preguntó con perplejidad—. ¿La locura rige el mundo? ¿El sol nace en el oeste? ¿El agua es húmeda y el fuego caliente, o todo es al revés? ¡La lógica ha resultado falsa! ¡Esta matriz se parece menos aún que las otras dos juntas! ¡Estoy azorado!

Madouc no pudo contener un aullido de alivio.

—Jaucinet no es mi padre. Nisby no es mi padre. Este repulsivo semihumano no es mi padre. ¿Quién es mi padre, entonces?

El rey Throbius examinó a Twisk.

—¿Puedes aclarar este intríngulis?

La abatida Twisk sólo pudo menear la cabeza.

—Fue hace mucho tiempo. No puedo recordar cada nimiedad.

—Sin embargo, una de esas nimiedades engendró a Madouc.

—De acuerdo, pero los recuerdos se funden y los rostros se confunden. Cuando cierro los ojos, oigo susurros… cortejos, adoración, suspiros de amor correspondido… pero no encuentro nombre para esas voces.

El rey Throbius reparó en la desolación de Madouc.

—¡No desesperes! ¡Aún nos queda otra flecha en la aljaba! Pero primero debo tratar con este odioso duende.

—No merece piedad —dijo Twisk con vehemencia—. Me causó gran inquietud.

El rey Throbius se acarició la barba.

—Es una situación compleja, pues no puedo decidir cuál de nuestras leyes ha violado. Su treta fue instigada en parte por la misma Twisk, pero su reacción parece desproporcionadamente ruda. A través de los siglos, los coqueteos han gozado de inmunidad.

El rey Throbius se paseó de un lado al otro, y los duendecillos que le llevaban la capa tuvieron que realizar un gran esfuerzo para cumplir con su deber. Entretanto Osfer llevó a Mangeon aparte, junto con sus instrumentos taumatúrgicos. El rey Throbius se detuvo y alzó la mano en un gesto mayestático.

—He llegado a una conclusión. La conducta de Mangeon ha sido sórdida y reprochable. Además, ha ofendido la dignidad de Thripsey Shee. La pena debe ser acorde con la afrenta; con todo, debemos tener en cuenta las circunstancias atenuantes. Por tanto, concederemos a Mangeon tranquilidad y espacio para el remordimiento; lo llevaremos, gústele o no, por la estrecha senda de la abstención. Osfer, ¿entiendes la naturaleza de mi sugerencia, o debo describirla con todo detalle?

—Majestad, he comprendido plenamente, y en verdad ya he implementado tu sentencia.

—Osfer, eres una maravilla de eficacia —el rey Throbius se volvió hacia Madouc—. Ahora puedes liberar a Mangeon de su parálisis.

Madouc tocó a Mangeon con el guijarro. Al instante el duende empezó a descargar rugientes quejas.

—¡Deploro los ultrajes cometidos contra mi persona! ¡Representan una filosofía irresponsable!

El rey Throbius habló con dignidad:

—Estás en libertad de partir. Conténtate con eso.

—Estoy libre, ¿pero de qué me sirve? —rugió Mangeon—. ¿Cómo ocuparé las largas horas del día y de la noche? ¿Con poesía? ¿Observando el vuelo de las mariposas? ¡Tu juicio fue incorrecto!

El rey Throbius hizo un gesto perentorio.

—¡No oiré más! Retírate a tu hedionda casucha.

Mangeon alzó los brazos y corrió por el prado hasta desaparecer por el camino del Bamboleo.

El rey Throbius se acercó a Madouc.

—Debemos examinar nuevamente tu caso. Osfer, sugiero los simulacros y el efecto de sustracción.

—¡Exactamente, majestad! Ya me he preparado para el proceso.

—Adelante, por favor.

Osfer apoyó tres bandejas de plata en la mesa. Twisk observó con aprensión.

—¿Qué es este nuevo plan, y qué supone?

Osfer replicó con voz tranquilizadora.

—¡Es el procedimiento más sutil y elegante! Pronto verás el rostro del padre de Madouc.

Twisk frunció el ceño con fastidio.

—¿Por qué no usaste este truco antes y me ahorraste la angustia de desangrarme?

—No es tan simple como nos gustaría que fuese. Acércate, por favor.

—¿Qué? ¡No otra vez! ¡No te daré una gota más de mis fluidos vitales! ¿Deseas transformarme en un soplo, un fantasma, una bruma?

El rey Throbius impartió una orden seca y Twisk, contorsionándose y gimiendo, permitió que Osfer le extrajera otras tres muestras de sangre.

Osfer utilizó su taumaturgia y en la bandeja se elevó un simulacro de la adorable cabeza de Twisk.

Luego Osfer llamó a Madouc.

—¡Estoy demasiado débil! —protestó Madouc—. Si se necesita sangre, extráesela a Pom-Pom, o incluso al rey Throbius.

—Una sugerencia poco práctica —dijo el rey—. Necesitamos tu sangre. ¡Deprisa! ¡No podemos desperdiciar todo el día!

Con mal ceño, Madouc permitió que Osfer le extrajera tres muestras de sangre, con las cuales éste elaboró un segundo simulacro.

—Pues bien —dijo Osfer—. Procederemos de esta manera: Madouc es la suma de Twisk y un padre desconocido. Por ende, si le sustraemos la influencia de Twisk, lo que reste retratará el semblante del padre de Madouc, al menos en términos generales, y quizás algo desleído por las discrepancias. Retroceded, pues debo añadir un toque delicado.

Osfer movió las dos representaciones poniéndolas una frente a otra, luego invocó cuatro paneles de lienzo herbáceo para formar una pantalla alrededor de las dos cabezas.

—¡Silencio! ¡Cualquier distracción afectará la precisión de mi trabajo!

Osfer dispuso los instrumentos, pronunció seis sílabas cortantes y batió las palmas.

—El hechizo está efectuado —Osfer levantó las pantallas. Una de las bandejas de plata estaba vacía—. Hemos sustraído la imagen de Twisk de la de Madouc. Lo que resta es la semblanza del padre de Madouc.

Madouc miró el rostro residual. Con sólo la mitad de la sustancia, era vago, incoloro y brumoso. Los rasgos parecían representar a un joven de rasgos irregulares y rostro enjuto, con mandíbula larga y un aire de irreprimible optimismo. Llevaba el pelo cortado al estilo de Aquitania, y usaba una barba corta. El rostro, que no era desagradable, carecía de rasgos patricios. Aunque era borroso, despertó en Madouc una sensación de ternura.

Twisk lo miraba con fascinación.

—¿Cómo se llama? —preguntó Madouc.

Twisk, fuera de sus cabales, hizo un mohín caprichoso y movió la cabeza.

—¿Su nombre? Podría ser cualquiera. Los rasgos son indefinidos. Es como mirar a través de la niebla.

—Pero sin duda lo reconoces. Incluso yo le noto algo familiar.

—¿Por qué no? —dijo Twisk con un gesto arrogante—. Estás viendo lo que han tomado de tu propio rostro.

—Sea como fuere, ¿puedes darme su nombre?

—Empiezo a estar realmente aburrida de esta historia —barbotó Twisk—. Apenas puedo distinguir un rostro en esa figura turbia. ¿Cómo puedo darle un nombre?

—¿Pero no te resulta familiar?

—Podría decir que sí y podría decir que no.

—Como bien sabe Falael, mi paciencia tiene un límite —dijo el rey Throbius con voz serena—. A menos que te apetezca sentarte en un poste para rascarte esa adorable piel con ambas manos, responderás a las preguntas con rapidez y precisión, sin evasivas ni ambigüedades. ¿Soy claro?

Twisk gimió ultrajada.

—¡Ay! ¡Cómo me maltratan, cuando mi única preocupación es la verdad!

—Por favor, da explicaciones menos abstractas.

Twisk parpadeó.

—Excúsame, majestad, no entiendo bien tu orden.

—¡Habla con más claridad!

—Muy bien, pero he olvidado la pregunta.

El rey Throbius habló con voz controlada.

—¿Reconoces el rostro?

—¡Desde luego! ¿Cómo podría olvidarlo? Era un gallardo caballero de gran locuacidad y extraños pensamientos. Mi ordalía del Poste de Idilra ocurrió poco después del encuentro y me lo borró de la memoria.

—Muy bien. Ya sabemos algo más. Ahora dinos el nombre de ese gallardo caballero.

—Eso escapa a mi poder —dijo Twisk con voz compungida.

El rey Throbius la escrutó enarcando las cejas.

—¿Tu memoria es tan débil?

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