Magia para torpes (21 page)

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Authors: Fernando Fedriani

Tags: #Romántico

BOOK: Magia para torpes
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—¡Tampoco te pases! ¡Ya estás pidiendo tú mucho!

Recalqué que era una broma y salí de allí. Pocos días después recibí otro par de llamadas y todo se gestó en un tiempo récord. Tenía la fecha, que coincidía con la efeméride de nuestro viaje a Ámsterdam, pero había muchas más cosas que requerían de una preparación urgente. Tenía que montar tal dispositivo que cuando Silvia lo viera no pudiera decirme que no.

Fui a una tienda de chaqués. Fui al Nervión Plaza y me compré unos zapatos. La corbata la tenía, porque ella me la había regalado años atrás. ¡Por momentos me iba poniendo más y más nervioso! No dije nada a nadie. Me acerqué al Opencor y compré el último disco de El Canto del Loco. Llevé el anillo a que le realizaran una inscripción que debía decir: "F y S" y la fecha.

Me acerqué hasta Ikea y compré una mesa de madera. Compré terciopelo negro. La caja del anillo era blanca. Pensé que resaltaría más de ese modo. Las pasé canutas para montar la mesa del Ikea. Creo que debí comprarla en otro lado, donde me la dieran montada. Perdí una noche montándola y, creedme, no tenía demasiado tiempo porque, a todo esto, yo seguía trabajando y haciendo cosas ordinarias que no me voy a parar a contar ahora, pues voy mal de tiempo.

Me acerqué a una empresa de moquetas. No tenía mucho presupuesto, aunque teniendo en cuenta que el alquiler del Pabellón me había salido gratis, me planteé secretamente gastarme todos los ahorros de mi vida en una alfombra. Una alfombra tan grande que Silvia jamás podría olvidarla. Una alfombra que cruzara el Pabellón de la Navegación. Teniendo en cuenta que el edificio viene a tener unos dieciséis mil metros cuadrados, podía ser tan grande como mi imaginación y mi nómina me permitieran.

—He venido a comprar una alfombra y quería conocer sobre qué precio me vendría a salir.

—¿Es para un salón, para un pasillo?

—Bueno, más o menos. Más o menos para un pasillo.

—¿Y cuánto mide su pasillo? —me dijo aquel hombre, del que no recuerdo su nombre.

—Vendrían a ser unos... cuatrocientos cincuenta metros. De alfombra roja.

Casi se desmaya.

Me acerqué a comprar chocolate con almendras, porque sé que a Silvia eso le gusta mucho. Hice una reserva en el Restaurante San Marco de Mesón del Moro y le di una propina de veinte euros al camarero que debía atendernos al día siguiente. A cambio, quería una mesa especial. La más especial posible.

Compré algo de fruta. Y me acerqué hasta la calle Sierpes para adquirir un juego de sábanas naranjas, de uno cincuenta. Para mi piso. Y una botella de champán. No de cava, sino de champán. Se la pedí a Carlos Kiss, porque me pillaba de camino la calle Cristo de la Sed.

Tardé dos semanas en prepararlo todo y en dos minutos se estropeó todo.

Pero me fui a la cama feliz. Con todo listo. Y yo, a pesar de que llovía, como se pasó lloviendo medio 2010, me acordaba de mi profesor de Magia para Torpes, de todas mis dudas, de las pequeñas mentiras y de Noemí. Recordé, justo antes de dormirme, que la magia surge: no se provoca. Y sentí que mi sorpresa, mi pedida de mano, era una chorrada. Si ella me faltaba.

En el fondo, muy en el fondo, conocía su respuesta ya, aun sin que me la diera.

TREINTA Y SEIS

Voy a hacer trampa. Todos los capítulos te los he contado a ti, lector, pero el final de la obra quiero escribirlo para Silvia. De todas formas, todos sospechamos que esta historia, desde el comienzo, es un pretexto para que ella pueda ver todo lo que he crecido en estos meses.

Allá voy:

De pronto, Silvia, me imagino la habitación de mi piso repleta de velas y de estrellas de plástico diseminadas por el suelo. ¡Brillan en la oscuridad! Imagino los veinte euros que di al camarero, dentro del bolsillo de su chaqueta. Me imagino la caja blanca que porta el anillo de compromiso que escogió Noemí. Se encuentra en el centro del Pabellón de la Navegación todavía, en la Isla de la Cartuja, sobre la mesita de Ikea a la que puse el tapete negro de terciopelo. Y una alfombra roja de cuatrocientos cincuenta metros, también, a sus pies, también la imagino porque también permanece allí.

Imagino las sábanas nuevas en la cama del piso, de tu color favorito, junto a la mini—cadena que pedí a mi madre por Reyes, con el CD de El Canto del Loco dentro. Una botella de champán, algo de fruta y una tableta de chocolate con almendras, en la cocina. Todo está listo. ¡Esa es mi sorpresa! Ni hace frío, ni hace calor. Aunque llueva. Es de noche. Y está preciosa la noche en Sevilla, porque tú estás en ella.

Imagino la mirada de nuestros niños, llegados del cole. ¿Tú crees que para entonces Sevilla tendrá un metro que llegue hasta el barrio? Daniela e

Ismael. Quiero ser de esos padres que leen el periódico, aunque seguramente para entonces todo se haga por Internet y la gente no lea la prensa en papel como ahora. O quizá sí: ¡yo qué sé! Yo solo sé que quiero ser de esos padres que leen la prensa a la antigua usanza, haya prensa a la antigua usanza o no.

Imagino, Silvia, un cartelón en el coche que pone "no corras, Papá". En realidad no podré correr demasiado porque no habré podido comprar un coche nuevo, puesto que la vida está cara. Seguiré con mi pobre Micra verde, más viejo y más cascado que Cristiano Ronaldo, por entonces. La gente me felicitará en los semáforos: "es usted el primer hombre montado en un Micra verde que llega a ser padre".

Y yo te lo contaré todo mientras comemos, en el piso, viendo las noticias del nieto de Matías Prats.

Llámame ingenuo, pero imagino la vida a tu lado. Con Mercedes Milá presentando Gran Hermano 36, mientras comentamos que ya no se hace buena música, que los jóvenes solo piensan en el sexo, mientras criticamos al gobierno y nos sentimos sabios por ser desconfiados. Y nos hará gracia que nuestra hija adolescente, Daniela, trate de cambiar el mundo: teorizar sobre un tema, como nosotros hacíamos cuando tú estudiabas Derecho, no supone un cambio. Sin embargo, ella así lo creerá. Y tengo tantas ganas de que nos llame carcas por llevarle la contraria...

¿Y el Belén? Imagino ir a la calle Cuna, ¿o era en José Gestoso?, donde sea que están las tiendas esas, ¡demonios!, para buscar ángeles de José Luis Mayo, para completar la anunciación a los pastores. Eso sí, no asumiré que nuestros hijos quieran más al hombre del saco que a los tres Reyes Magos, aunque vaya vestido de rojo y de blanco. ¡Por ahí no paso!

Y estoy dispuesto a prenderle fuego al reno ese de la nariz roja, frente a ellos, para que vean el camino correcto.

Y aunque tú no lo sepas, creo ver nuestro nombre en el buzón, las invitaciones de boda, hechas por mí mismo en el trabajo, los dos apellidos juntos, y cómo tu "Belenguer" mejora mi "Navarrete". Nuestros hijos tendrán unos apellidos extraños, pero sobrevivirán. Y crecerán sanos. Y si hemos de acompañarlos al médico o al psicólogo, pues lo hacemos. Seré funcionario. Y perteneceré a Sanitas, Adeslas o a DKV

Silvia, todo eso lo imagino. Y te juro que he aprendido muchas cosas de ti, sin ti. ¡Este libro lo demuestra! No sé si sabría entenderte mejor ahora, pero sí tengo claro que quiero intentarlo. Necesito que me muestres todas esas cosas que te importan... ahora que ya sí sé que quiero comprenderlas y compartirlas contigo. Quiero saber por qué lloras tras hacer el amor, pues eso no lo explicaron bien en el curso de Magia para Torpes. No puedo perderte porque sin ti ya me siento perdido.

Bueno, ya está. ¡Aterrizo! Tengo la sorpresa preparada desde hace dos días. En este mismo momento todo sigue listo. En este mismo momento todo está listo para la que debía ser la noche más feliz de toda nuestra vida. Y, sin embargo, y tras tanto creer en la magia, me meto en Facebook para mandarte el mensaje decisivo en el que iba a pedirte que vinieras... y tu estado es "en una relación con". Y me deja entrar, incluso, en el perfil del tal Pedro Perea. Parece un chico majo, con barbita, más joven que tú. Tiene un apellido bonito, no como el mío. "Perea Belenguer" suena mucho mejor que "Navarrete Belenguer", me ponga como me ponga.

Estoy destrozado, que lo sepas. He visto fotos tuyas con él, de las últimas semanas. Se os ve felices.

Y desconozco cuánto tiempo lleváis siendo felices. Desconozco si me dejaste por él o si él es la solución al daño que mi incompetencia sentimental te produjo. Ni siquiera aprobé el curso, ¡ya ves! No me licencié en "Magia para Torpes". Me suspendieron, o me suspendí, en el examen. Estoy seguro de que tu nuevo novio sacaría mejores calificaciones que yo.

Voy a poner en limpio todos mis apuntes de estos meses, todas las notas que he ido tomando en clase y las reflexiones que iba anotando en el ordenador, cada vez que me pasaba algo importante. Quedará algo caótico: todo lo que he pensado y aprendido lo quiero relatar a modo de libro, en algo parecido a un diario. Tal vez consiga publicarlo, pues tengo un amigo en la Editorial Alfar. De este modo, podría prevenir a todos los hombres que viven sin darse cuenta de que sus novias y mujeres están a punto de marcharse. No quiero que el Getafe le arruine la vida a más personas. ¡Hay tantos como yo! Y ellos... todavía no lo tienen todo perdido.

Te echo de menos. Y no sé cuánto tiempo más te echaré de menos. Tal vez esto sea solo pasajero o una mala racha de esas mías, sin transcendencia. Quizá te hartes del tío ese y vuelvas conmigo. Ya sabes que te amo. Aquí tienes el anillo. Y si lo quieres, es tuyo. La sorpresa romántica puedo reciclarla y tú te haces la sorprendida, ¿vale? Guardaré la alfombra, enrollada en el desván, junto al peluche que te conseguí en la feria, cuando tiré los barriletes con las pelotas, ¿te acuerdas? Los veinte euros que di al camarero sí están perdidos. Pero solo eso.

Si me publican el libro, y si se vende como churros, espero verte cuando dedique ejemplares en la FNAC. Pau Donés, el de Jarabe de Palo, dejó la publicidad y se dedicó a cantar. ¿Por qué no puedo yo hacer lo mismo con la Literatura y dejar de preparar invitaciones de boda? Solo tendría que pulir un poco mi uso del "pero" de las adversativas, del que abuso un poco... pero eso tiene fácil arreglo. Si vienes, prometo escribirte una dedicatoria bonita, pero sin pasarme. No tengo ni idea de qué ponerte en ella, pero tengo tiempo para pensarlo todavía. Las ganas de volver a verte me servirán de inspiración.

¡Parece que he llegado al final de mi historia! Y en Google nadie te explica cómo se escribe el final de un libro, sin que quede demasiado brusco.

Por cierto, me estoy acordando ahora de todos los lectores que comienzan los libros leyendo primero el último párrafo, como tú siempre hacías. Si lo han hecho así, si han comenzado por este párrafo, ¡se han cargado la historia! Ya saben que termino solo, que tú me has abandonado, que no hay, ni habrá, final feliz. ¿Cómo piensas que serán capaces de leerse ahora este libro sabiendo, desde el principio, cómo termina?

Los lectores que comienzan leyendo de los libros el último párrafo llevan jugando a la ruleta rusa demasiado tiempo... El último párrafo casi nunca dice nada importante. Pero si el escritor quisiera que el último párrafo se leyera al principio, cambiaría el orden y lo pondría en la primera página.

Escrito durante el curso 2009—2010 entre Ugíjar, Berja, Sevilla, Teruel y Chipiona

Agradecimientos del autor:

Pasado. Escribí esta novela, tal vez, durante los meses más depresivos de mi vida. Miraba por la ventana y no comprendía por qué demonios veía el plástico de los invernaderos. Ahora, que todo va mejor y que las cosas están en su sitio, me acuerdo de Ángela, de Dani, de Encarni y de Javi, que no se apartaron de mi lado cuando el mundo se desmoronaba. Un día de aquel entonces, Aida me regaló el destino en Alcalá... y una historia. Y MJ me mostró un motivo para seguir viviendo.

Presente. Gracias a Luis y a la Editorial Alfar me ha sido posible convertirme en novelista. Las ilustraciones son obra de Manuel Vaca y las letras de la solapa pertenecen a Guillermo Fernández y a Cristina Cucharero. La caricatura pertenece a Kike Payá. Sin Eu, sin Silvia Belenguer y sin Laura Enríquez, nada de esto sería lo mismo. También les doy las gracias a Alberto y a mi madre por su apoyo. A Helena le debo el equilibrio y la redención: la fuerza necesaria para liberar el polvo de todos mis cajones. Quiero también agradecer públicamente su apoyo al Ayuntamiento de Alcalá la Real, al IES Alfonso XI, a Paco Martín y a Daniel García.

Futuro. Cuando termine la edición de Magia para Torpes no volveré a leerla. La historia que se relata es ficticia y los personajes no se corresponden con nadie reconocible (menos aún, conmigo mismo). ¡No es una obra autobiográfica! Y sin embargo, será difícil que escriba algo que me duela tanto publicar como me duelen estas páginas, tan ligeras en apariencia. ¡Que descansen en paz, pues! Al concluir esta edición, espero cerrar también una herida que lleva sangrando demasiado tiempo.

Fernando Fedriani

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Mi nombre es Fernando Fedriani Martel. Nací en Sevilla el 17 de enero de 1982. En la actualidad, resido en Granada, en el Paseo de los Tristes. Estudié en el Colegio Claret y comencé mi carrera en 2000. En 2005 me licencié, con una calificación medie de notable. Soy filólogo (de la especialidad de Hispánica). Superé un programa de doctorado de la Universidad de Cádiz, en el área de Comunicación. Mi tesina llevó por título “democracia y demagogia” y fue dirigido por Xavier Laborda, profesor de la Universidad de Barcelona. Actualmente realizo mi tesis doctoral en el ámbito de la Retórica Política, en la Universidad Pablo de Olavide.

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