El interior, que olía a fermento caliente, sudor rancio y a refrigerante, no tenía viskas colgando de las oscuras vigas. Anakin estaba seguro de que eso era porque la capa de grasa que lo cubría todo habría imposibilitado que nada pudiera mantenerse agarrado allí. Se metió en la cabina que le indicó Chalco y se frotó las manos frenéticamente en los pantalones para limpiárselas.
Vio a su compañero abriéndose paso hasta la barra y hablando con el camarero baragwin. El alienígena de enorme cabeza asintió y señaló hacia una puerta que había al fondo. Chalco se giró, guiñó un ojo a Anakin y levantó una mano para indicarle que no se moviera. El hombre atravesó la multitud, avanzó hacia la puerta y desapareció tras ella.
Anakin frunció el ceño e intentó parecer un tipo valiente ante los alienígenas de todas clases que le pasaban por delante. Estaba decidido a no creer que había sido abandonado, pero eso no le detuvo a la hora de ensimismarse en sus pensamientos.
Debería hacer algo, porque si Daeshara'cor está con la persona con la
que vaga a reunirse Chalco, éste va a correr un grave peligro.
Anakin salió de la cabina y percibió un movimiento cerca de la entrada. Se giró justo a tiempo para ver la cola de una túnica saliendo por la puerta.
Y unos
lekkus también. Era una twi'leko, y era del color de Daeshara'cor.
Corrió hacia la entrada, esquivó a una manada de jawas y miró a derecha e izquierda por el callejón. A lo lejos, hacia la izquierda, vio una figura encapuchada, desapareciendo. Anakin corrió tras ella con el pecho hinchado por la euforia. Se adentró en la Fuerza e intentó encontrarla.
Y lo hizo, pero la percibió detrás de él. Al chocar contra un muro se dio cuenta de que la twi'leko había proyectado en el cerebro del chico su propia imagen escapando.
Es un truco viejo y yo he picado.
Anakin vio las estrellas. Rebotó y cayó al suelo. Se quedó en blanco un momento, y luego el mundo volvió a ponerse en su sitio.
Daeshara'cor estaba de pie a su lado, con los tentáculos de la cabeza agitándose nerviosamente.
—Anakin Solo… Si tú estás aquí, el Maestro Skywalker también estará. Y es un encuentro que no quería tener, al menos no tan pronto —agitó una mano y Anakin sintió que su cuerpo se elevaba lentamente en el aire—. Pero no está todo perdido. Y, al final, contigo en mi poder, puede que aún obtenga la victoria.
Jacen Solo recordaba muy bien haber oído que el servicio militar consistía en horas de brutal aburrimiento separadas por segundos de terror absoluto. No es que no lo creyera, pero nunca lo había experimentado por sí mismo. Cuando luchó en Dantooine no se aburrió en ningún momento, y lo del terror, bueno..
estaba demasiado ocupado para asustarme.
En Garqi, esperando en el distrito de Wlesc, al este del Jardín Xenobotánico de Pesktda, tenía tiempo de sobra para sucumbir al terror. Sus compañeros y él habían sido destinados a los túneles subterráneos empleados para el tránsito de los androides de servicio. En los conductos había cables de fibra óptica que antiguamente se utilizaron para la comunicación entre edificios a través de canales de comunicación normales. Las imágenes eran recogidas por holocámaras de vigilancia, a pesar de que los yuuzhan vong habían destruido todas las que habían podido.
La incapacidad para entender la tecnología de los yuuzhan vong perjudicaba y ayudaba en gran medida a los cazas de la resistencia. Los invasores habían destruido gran cantidad de holocámaras, pero no habían roto los cables. Con sólo conectar una nueva cámara a un cable, y meterse en la línea del conducto, o enlazar un intercomunicador a la línea para poder extraer las imágenes de forma remota, o con otros miles de métodos, Rade Dromath y los suyos habían podido recoger y archivar horas y horas de los juegos de guerra de los yuuzhan vong.
Corran había ordenado que todos los holovídeos se duplicaran y se alma-cenaran en el
Mejor Suerte.
Tras estudiar las prácticas más recientes, formuló un plan para extraer muestras del programa de adiestramiento. Los yuuzhan vong parecían bastante crueles con los soldados prototipo, así que todos estuvieron de acuerdo en que si sólo podían obtener partes, se quedarían con las partes. Lo preferible, sin embargo, era capturar a un soldado vivo y ver si podían sacarle del planeta, para que alguien pudiera recuperarle y hacer que volviera a ser como antes.
En Belkadan, Jacen había tenido encuentros con seres a los que los yuuzhan vong habían esclavizado. A través de la Fuerza, había percibido una extraña sensación emanando de ellos. Era como el ruido de fondo de un canal intercomunicador. No era lo correcto; estaba mal y parecía hacerse más fuerte con el tiempo. Jacen estaba seguro de que las protuberancias que los yuuzhan vong estaban implantando en los esclavos los estaban matando.
En la misma línea de razonamiento, también había luchado contra los pequeños esclavos reptiloides en Dantooine, pero no había percibido que estuvieran moribundos. Era como si sus implantes entraran en relación simbiótica con sus portadores. Resultaba innegable que los yuuzhan vong eran capaces de ejercer algún tipo de influencia remota sobre los esclavos, dado que su disciplina seguía siendo extremadamente fuerte a pesar de la matanza, hasta que Luke destruyó lo que parecía ser un vehículo de mando de los yuuzhan vong.
Pero lo que perturbaba a Jacen, mientras aguardaba en la oscuridad del fondo de un túnel de acceso, era que los humanos modificados le provocaban una sensación más parecida a la de los reptiloides que a la de los esclavos de Belkadan. Ambos tipos tenían los sentidos disminuidos, era como si les percibiera a larga distancia, pero sabía que apenas estaban a cinco metros por encima de su cabeza. De los humanos le llegaban emociones amortiguadas, incluido el miedo; pero también mucho orgullo y determinación. Algunos incluso emanaban confianza, y los que les rodeaban parecían más calmados.
Se ajustó las gafas de holovisión y se rascó con los dedos enguantados la pequeña cicatriz bajo el ojo derecho. Cuando fue capturado por los yuuzhan vong, éstos intentaron implantarle algo bajo la carne. Lo consiguieron, pero su tío se lo sacó en cuestión de minutos, por lo que no comenzó a crecer. Y
si hubiera crecido…
se estremeció.
Lo que veía por las gafas eran imágenes que procedían de una holocámara escondida en la ventana de un segundo piso, orientada hacia la trampilla de acceso bajo la cual se hallaba escondido. La cámara estaba inmóvil, pero al conectarse a otras podía ampliar la vista de la plaza que tenía encima. Había fuentes y bancos por toda la explanada de ferrocemento. Estaba dividido por maceteros que lo convertían en un sencillo laberinto, con señales de disparos y manchas de sangre de batallas anteriores. Según el enfrentamiento que acababan de presenciar, las cosas solían acabar desarrollándose en aquel sitio al final de las prácticas, cuando reinaba el caos. En el momento indicado, las fuerzas de resistencia harían su aparición, eliminando a cuantos yuuzhan vong pudieran, y sacando a una muestra o dos de allí.
La ventaja de un plan sencillo era que había pocas cosas que pudieran salir mal, pero entrar en una batalla indicaba, en gran medida, que ese mal ya estaba teniendo lugar. Para Jacen era obvio que habría sido preferible recoger muestras después de la batalla, pero Corran insistió en que era probable que después de la masacre hubiera patrullas yuuzhan vong examinando el lugar y calibrando los daños.
Pero había otra cosa que formaba parte de su plan.
Jacen contempló a Corran y se sintió como si siempre fuera un paso por detrás de él. Era obvio que las fuerzas de resistencia pretendían infligir el máximo daño posible a los yuuzhan vong. A Jacen le daba la impresión de que Rade pedía permiso
a
los Jedi para hacer cualquier cosa, no tanto para librarse de cualquier complejo de culpa como para saber que alguien que podía solucionar los problemas estaba de acuerdo con su plan.
Ganner también parecía ansioso por enfrentarse a los yuuzhan vong. El Jedi nunca se había acercado a Jacen para preguntarle cómo era matar a un guerrero yuuzhan vong, pero le había dado muchas oportunidades de describir sus luchas con ellos. Ganner le sonreía entonces, y le decía cosas como: "Bueno, aquí el experto eres tú. ¿Qué harías para ir a por ellos?" Ganner parecía también buscar la seguridad de que podía enfrentarse a ellos.
¿Qué estoy buscando aquí?
Jacen se estremeció. Recordó la frustración y la humillación de su derrota a manos de un guerrero yuuzhan vong en Belkadan.
Más tarde, en Dantooine, consiguió acabar con algunos guerreros, pero él sabía que eran jóvenes y no muy experimentados. Entonces, los yuuzhan vong enviaron a los reptiloides contra ellos, y Jacen los venció con relativa facilidad.
Si tenía alguna duda sobre la falta de nobleza de las matanzas y la guerra, aquello la disipó por completo.
Pero allí, en Dantooine, sólo había hecho lo mismo que los legendarios Jedi venían haciendo desde hacía generaciones. Todas las canciones y las historias retrataban a los Jedi defendiendo a los desamparados, venciendo a los tiranos y restaurando el orden. En Dantooine hizo lo que todo el mundo esperaba de él, y lo hizo bien. Quizá los Jedi tuvieran sus detractores en la Nueva República, pero ninguno de los supervivientes de Dantooine lo era.
Todos nos vieron como gloriosos ejemplos de los Jedi, pero ¿es eso lo que yo quiero?
Llevaba mucho tiempo pensando en la paradoja de los Jedi. Su tío fue adiestrado como un arma y utilizado contra el Imperio. Luke Skywalker había redimido a su padre del mal que había hecho y había destruido la fuente del mal de la galaxia. Él siguió enfrentándose al mal después de eso, hasta la batalla final contra el Imperio, e incluso después. En su opinión, los Jedi eran guerreros.
El problema radicaba en que la formación de Luke Skywalker había quedado incompleta. La determinación del Emperador de erradicar a los Jedi había sido tan meticulosa que entre la poca información sobre ellos que no había sido destruida apenas había material didáctico. Gran parte de lo que había dejado el Emperador tras de sí parecía contener errores deliberados.
Seguir esos caminos podía llevar al Lado Oscuro, e incluso dar lugar a una nueva Era Sith.
Jacen sabía en su corazón que ser un Jedi era algo más que ser un guerrero.
En su tío veía a veces un toque de aquello, aunque Luke tenía tantas responsabilidades que apenas podía centrarse en nada que no fuera la reso-lución de los problemas del presente. Y al ver a Corran debatiéndose entre permitir un baño de sangre y planear una operación que ciertamente costaría vidas, también podía ver algo más que un guerrero. Corran no dejaba de repetir que todo el mundo debía centrarse en el objetivo, que era la recogida de datos.
Si los yuuzhan vong se cruzaban y había que matarlos, que así fuera; pero para ayudar a los demás, no para saciar la sed de sangre.
En ellos, y en otros, Jacen veía rasgos de filósofo y de maestro. Y lo apreciaba porque le indicaba que había un camino diferente, aunque tampoco estaba seguro de que fuera para él.
No dejo de encontrar caminos que no quiero tomar, pero sólo consigo quedarme siempre en el mismo sitio.
Se encogió de hombros.
Tiene que haber otro camino.
El sonido de un doble clic le llegó por el intercomunicador, indicándole el estado de alerta preliminar. Desconectó sus gafas y escaló los peldaños de la escalera excavada en el ferrocemento. Subió hasta que estuvo a un metro de la trampilla de entrada y esperó. Agazapado allí, se llevó la mano a la empuñadura del sable láser.
Al menos de momento, no está tan mal ser un guerrero.
A través de las gafas vio un grupo mixto de reptiloides y guerreros yuuzhan vong entrando en la plaza por la puerta sur. Los reptiloides se apresuraron a tomar la delantera, escondiéndose entre los maceteros y los bancos, y atravesando las fuentes. La ansiedad emanaba de casi todos ellos, y había algunos claramente heridos. Al menos uno tropezó al avanzar corriendo. No volvió a levantarse, y un hilillo de sangre oscura siguió manando de él.
Los guerreros yuuzhan vong, por el contrario, entraron en la plaza como si fueran soldados desfilando. Sólo eran tres, uno por cada veinte reptiloides, pero su aspecto con las armaduras era majestuoso. Los reflejos plateados procedían de los filos de las negras armaduras mientras avanzaban. Tenían pequeños villip en el hombro derecho y giraban la cabeza para hablarles. Los otros guerreros asentían a modo de respuesta o respondían hablando, y daban órdenes a sus batallones de reptiloides.