Más Allá de las Sombras (35 page)

BOOK: Más Allá de las Sombras
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Creía que la estaban utilizando para que su hermano mayor fuese infiel a su amiga, Elene. Creía que Kylar se había convertido en marqués y que estaba tan embelesado por la idea de acostarse con una reina que había dejado todo lo demás a un lado. Peor que la furia era la monumental decepción que expresaban sus ojos. Hasta ese momento, Kylar no había podido hacer nada malo a ojos de Ilena, había sido el no va más. Hasta ese momento.

La reina Graesin se excusó y salió de la sala. Kylar se volvió.

Rimbold Drake se desprendió de una conversación y avanzó cojeando hacia Kylar, apoyado en su bastón. Sus ojos pasaron de su cara a sus manos, y los anillos que no llevaba en ellas.

—Está preciosa —comentó Kylar.

—Se parece a su madre Ulana hace veinte años. Aunque con más genio —dijo el conde, orgulloso a pesar de su pena.

Ulana Drake había sido una madre para Kylar en la medida en que él se lo había permitido. Había sido una mujer de una elegancia indefectible, que no había parecido sino volverse más hermosa con el paso de los años. Así se lo dijo a Drake.

El conde tensó la mandíbula y cerró los ojos para dominarse. Al cabo de unos instantes, dijo:

—Bastaría para tentar a un hombre a que maldijese al Dios. —Su mirada era glacial.

Kylar abrió la boca para hacer una pregunta, y luego la cerró. En la sala vecina, a través de la multitud que escuchaba al bardo, vio a una rubia espectacular con un vestido de seda azul tan corto que apenas le cubría el trasero. A Kylar se le entrecortó la respiración. Por un momento de locura, creyó que era Elene. Malditos remordimientos. Daydra y su culo perfecto se adentraron entre la muchedumbre como si buscara a alguien.
Y me dijiste que ya no trabajabas las sábanas.

Drake pareció recuperarse. Miró a Kylar con una ceja alzada.

—¿Sí?

Kylar volvió en sí y cayó en otro buen motivo para mantener la boca cerrada.

—Nada.

—Kylar, eres mi hijo, o puedes serlo, con solo decirlo. Te doy permiso para ser indiscreto.

Kylar reflexionó al respecto.

—Me preguntaba si se os hace más difícil cuando pasan estas putadas. Perdón. Quiero decir que creo que lo que sucedió con Serah, Mags y Ulana es atroz y gratuito, pero yo no espero que el mundo tenga sentido. Me preguntaba si era más difícil para vos, ya que opináis que hay un Dios en alguna parte que podría haberlo impedido pero no lo hizo.

El conde Drake arrugó la frente, pensativo.

—Kylar, en el crisol de la tragedia, fallan las explicaciones. Cuando te encuentras ante una desgracia y te dices que nada tiene sentido, ¿no se te parte el corazón? Creo que eso debe de ser tan difícil para ti como lo es para mí cuando grito al Dios y exijo saber por qué, y él no dice nada. Los dos sobreviviremos a esto, Kylar. La diferencia estriba en que, al superarlo, yo tendré esperanza.

—Una esperanza ingenua.

—Muéstrame a un hombre feliz que no se atreva a tener esperanza —dijo Drake.

—Mostradme a un hombre valiente que no se atreva a afrontar la verdad —replicó Kylar.

—¿Crees que soy un cobarde?

Kylar estaba horrorizado.

—No quería decir...

—Lo siento —dijo el conde—. Eso no ha sido justo. Pero ve; si su alteza es fiel a su rutina habitual, te esperará pronto.

Kylar tragó saliva. ¿Drake lo sabía?

—En realidad, quería, hum, preguntaros una cosilla... ¿Cuánto sabéis de mis dones?

—¿Te parece lugar para hablar de eso? —preguntó Drake.

—Me parece el momento —respondió Kylar. Había tres hombres, seis mujeres y dos sirvientes mirándolos de reojo. De ellos, solo un criado (sin duda un espía, aunque quién sabía de quién) estaba lo bastante cerca para oírlos, y no podría quedarse allí mucho tiempo sin despertar sospechas. Kylar lo miró a los ojos y la fuerza de su mirada lo hizo alejarse a toda prisa a por otra bandeja de canapés—. Veo la culpa —dijo en voz baja—. No siempre, pero a veces sí. A veces hasta puedo saber lo que ha hecho un hombre.

El conde Drake se puso blanco.

—El Sa’kagé mataría por un poder así. —Levantó una mano para atajar las protestas de Kylar—. Pero, dado que no estás interesado en el chantaje, a mí me parece una carga terrible.

Kylar no lo había visto así.

—Lo que quiero saber es qué significa. ¿Por qué tengo ese poder, don o maldición? ¿Por qué haría el Dios una cosa así?

—Ah, ya veo. Tienes la esperanza de que pueda ofrecerte algún tipo de justificación para el regicidio.

Kylar fulminó con la mirada al espía que regresaba con una bandeja llena de aperitivos. El hombre cambió de rumbo bruscamente y estuvo a punto de que se le cayera la comida.

—La existencia de una capacidad como esa sugiere algo sobre mi propósito, ¿no os parece?

Drake caviló una vez más.

—Eso depende de lo que veas. ¿Ves el crimen, el pecado o simples sentimientos de culpa? Si es el crimen, ¿ves todos los delitos, desde el asesinato a montar un puesto ilegal en el mercadillo? Si estás en otro país donde son legales acciones que aquí no, ¿te parece distinto un hombre al cruzar la frontera? Si en cambio ves el pecado, tendrás que descubrir qué definiciones de pecado se aplican, porque te aseguro que mi Dios y los cien dioses no se ponen de acuerdo, como ni siquiera coinciden Astara e Ishara. Si lo que ves son los sentimientos de culpa, ¿parece más limpio el loco sin conciencia que la chica que se cree culpable del accidente mortal de sus padres porque les mintió sobre que había terminado sus faenas de la casa?

—Mierda —dijo Kylar—. ¿Por qué todos mis conocidos son más listos que yo? Sea lo que sea, veo a los impuros. Quiero saber si eso conlleva que tengo el deber de hacer algo a propósito de lo que veo.

—¿Conque intentando deducir el
debe
a partir del
es
, ¿eh? —replicó Drake, son una sonrisilla.

—¿Cómo?

—Quizá merezca morir, Kylar, pero no deberías matarla.

—A todo el mundo le irá mejor si lo hago.

—Salvo a ti, y a mí, y a mi hija, y a Logan, y a Mama K y a todos los que te quieren.

—¿Qué queréis decir? —El comentario pilló a Kylar desprevenido.

—Logan te condenará a muerte, y perderte nos hará muchísimo daño.

Kylar resopló. Vaya una pérdida.

—Señor, gracias por todo lo que habéis hecho por mí, y por todo lo que habéis intentado hacer. Lamento haberos costado tanto.

El conde Drake bajó la cabeza y cerró los ojos, cargando todo su peso en el bastón.

—Kylar, he perdido a mi mujer y a dos hijas este año. No sé si soportaré perder un hijo.

Kylar le apretó el hombro y se asombró ante lo frágil que parecía. Miró al conde a los ojos.

—Por si queríais saberlo —dijo—, aprobáis.

—¿Qué?

Kylar dedicó una sonrisa torcida al hombre que, por su cuenta y riesgo, en su momento había introducido y abolido la esclavitud en Cenaria.

—Sea lo que sea lo que veo, culpa o qué sé yo, no lo tenéis. Estáis limpio.

Una expresión de incredulidad estupefacta asomó a las facciones de Drake, seguida de algo parecido al sobrecogimiento. Lo miró hipnotizado.

—Que vuestro Dios os bendiga, señor. Ciertamente lo merecéis.

Capítulo 48

Dorian y Jenine estaban juntos en el jardín. Él había despedido a su séquito y, durante un rato, habían permanecido sentados sin hablar.

—Siento haber matado a aquel vürdmeister —dijo Dorian.

Jenine alzó la vista, sorprendida.

—¿Por qué? ¿Porque me impresionó, o porque estuvo mal hecho?

Al cabo de un momento, Dorian respondió:

—Podría haberme encargado de él de una manera menos... brutal.

—Era el responsable de aquellos infantes, ¿no?

—Sí —contestó Dorian.

Jenine cogió una flor roja de seis pétalos, cada uno de los cuales tenía una mancha violeta en forma de estrella. Los khalidoranos consideraban que traía muy buena suerte encontrar una flor de estrella, porque florecían solo una vez cada siete años. En cambio, una flor de estrella muerta era de muy mal agüero. En ese jardín florecían constantemente, pero cada ejemplar moría a las pocas horas de arrancarlo. El vir no era muy práctico para conservar la vida.

Tras contemplar la flor que tenía entre los dedos durante un largo rato, Jenine dijo con voz queda:

—Mi señor, estoy segura de que sabes que mi padre era un necio. Lo que la mayoría no saben es que mi madre era brillante. Mi padre le tenía miedo, e intentó marginarla para que no se volviera más poderosa que él. Ella lo sabía, y se lo permitió porque no quería inmiscuirse en política. Era demasiado áspera, demasiado sucia, sobre todo demasiado brutal para ella. Mi padre cometió mil errores gobernando, pero el de mi madre quizá fuera más grave porque decidió no reinar. Por culpa de eso perdí al hombre al que amo, un hombre que habría sido un gran rey. De modo que no pienso esconder la cabeza porque gobernar sea un arte turbio. Mi pueblo merece algo mejor de mí. Tampoco me conformaré con la blanda hipocresía de criticarte cuando afrontas unas amenazas que a duras penas alcanzo a imaginarme.

—No quiero gobernar solamente porque disfrute con el poder. Si se hace por eso, es en vano. Quiero deshacer todo lo que mi padre y sus antepasados han hecho de este país. No sé si podré. No sé si es posible hacerlo.

A Jenine se le ensombrecieron las facciones, pero no habló durante unos segundos. Dorian esperó, hasta que al fin ella dijo:

—Mi señor, normalmente te veo muy decidido, muy fuerte, pero al cabo de un momento aquí estás, pidiéndome perdón por algo que tuviste que hacer. Quizá podrías haberlo hecho de otro modo, ¿y qué? Existía una amenaza inmediata y te ocupaste de ella. Intento decirte que no necesitas ser débil para mí. Ya he visto suficientes hombres débiles en mi vida. Supongo que mi pregunta, probablemente la misma que se hace tu pueblo, es: ¿serás rey, o solo intentas permanecer vivo hasta que puedas huir?

Sus palabras le llegaron al alma. Dorian no había pensado ni por un momento en envejecer como rey dios. ¿Era porque no recordaba ni siquiera un fragmento de profecía en el que apareciese como monarca, o porque había tenido miedo de atar sin reservas su suerte a la de esa tierra? Ni siquiera había pensado en cuál sería la situación al cabo de un año. Al pensar a tan corto plazo, se había desentendido de los problemas. No había hecho nada por asegurarse la lealtad de las tribus montañesas. No había tomado medidas contra Neph. No había tomado medidas contra los infantes. Si Jenine interpretaba sus titubeos como debilidad, ¿cuántos más lo pensaban?

—Soy rey —dijo—. Y lo seré hasta el fin de mi vida, por larga o corta que sea.

—Entonces gobierna como debes para ser rey.

—¿Tienes idea de lo que significa eso? ¿Aquí, con esta gente?

—No —reconoció ella—. Pero confío en ti.

Dorian había tomado a Jenine por inocente. Se equivocaba. Jenine tenía poca experiencia. No era lo mismo. Además, tal vez todavía le horrorizase lo que la experiencia le enseñaba, pero no por eso dejaba de tener los ojos bien abiertos. Tampoco rebosaba simpatía hacia el pueblo que había matado a su marido y toda su familia, pero un monarca tenía que ser duro, ¿o no?

Asintiendo mientras Jenine se levantaba para ir a seguir ocupándose de los preparativos de su boda y absorto en sus pensamientos, Dorian utilizó su Talento para cubrir la flor de estrella con una pequeña trama que la conservase. Era una trama sencilla que podía lograr que hasta la flor más delicada durase un mes. Sin embargo, Dorian había olvidado cuánto vir se había usado para criar la flor. El vir y el Talento entraron en contacto, guerrearon y la flor se quedó negra y mustia en las manos de Jenine.

Dorian maldijo.

—Lo siento, mi dama. Me has dado mucho en lo que pensar. Eres más sabia de lo que indican tus años.

Cogió otra flor de estrella y la envolvió en vir para Jenine. Duraría unos días, pero entonces cogería otra y listos.

* * *

Los guardias reales dejaron pasar a Kylar sin hacer comentarios. Ilena Drake se encontraba cerca de la puerta, con los brazos cruzados bajo los pechos.

—Lo siento —le dijo Kylar.

—¿Cómo puedes hacerle esto a Elene? —preguntó ella.

Kylar le pasó por delante y recorrió con paso firme y sin pensar varios pasillos silenciosos hasta llegar a la escalera que llevaba a los aposentos de la reina. El ka’kari salió de su mano con forma de daga en un parpadeo, para después regresar a su interior. Fuera, dentro, fuera, dentro. ¿Era siempre así de sencillo para Vi? ¿Un breve coqueteo, cuatro insinuaciones y tu muriente se aislaba sola, organizaba tu entrada y ayudaba a mantener tu presencia en secreto? Con los extremos a los que había llegado Kylar para algunos encargos, atravesar una puerta abierta parecía hacer trampas. Los centinelas ni siquiera le habían quitado la daga del cinto.

Apoyado en el marco de la puerta, respiró hondo. Cuánta muerte había visto en aquel lugar. La habitación de Terah de Graesin era la misma que ocupó Garoth Ursuul. Apenas unas semanas antes había estatuas de chicas muertas en ese dormitorio. ¿Qué habían hecho con aquellas estatuas de carne petrificada? Si alguna vez encontraba a Trudana de Jadwin, haría que Hu Patíbulo pareciese amable.

Tanta sangre en los pensamientos. Kylar llamó a la puerta.

Se oyó un roce de pies descalzos sobre mármol, y entonces Terah de Graesin abrió la puerta. A Kylar le sorprendió verla todavía vestida. Se le acercó y lo besó con calma y regodeo, con solo sus labios en contacto. Retrocedió poco a poco, chupando del labio inferior de Kylar, que la siguió, dejándole tomar la iniciativa. Terah cerró la puerta y se pegó a su cuerpo.

—Tendremos que ser rápidos —dijo, entre beso y beso en el cuello de Kylar—. No puedo faltar a mi propia fiesta, pero si tu lengua es la mitad de hábil de lo que sugieres, te garantizo que corresponderé a tus esfuerzos muy pronto. —Soltó una risilla traviesa.

Lo que sorprendió a Kylar fue lo fácil que resultaba. Terah era más alta que Elene y no tenía los labios tan carnosos, pero incitarla era igual. Le pasó las puntas de los dedos por la parte trasera de los brazos y luego, fingiendo una creciente pasión, deslizó una mano hasta su nuca y otra hasta la blanda curva de sus nalgas. Por la interacción de la rigidez almidonada y la ternura carnosa supo que se había quitado la ropa interior.

Kylar alzó una ceja y ella volvió a reír.

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