Más Allá de las Sombras (74 page)

BOOK: Más Allá de las Sombras
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—En este mundo de sombras, ¿crees? ¿A pesar de todo lo que has visto?

Kylar respiró hondo, contemplando la ciudad en todo su esplendor y recordando el aspecto que había tenido no hacía tanto.

—Vivimos en un gran campo de batalla, y tú y yo luchamos tras las líneas enemigas —dijo—. Te guste o no, mi lupino amigo, tú eres una de las luces que me ayuda a creer.

—Hum... —murmuró Ezra—. Pensaré en lo que has dicho. La criatura despierta. Empieza la batalla de hoy.

—Que la luz brille sobre ti, amigo mío —dijo Kylar.

—Es la segunda vez que me llamas amigo. —Ezra pareció paladear la palabra como si fuese un sabor perdido hacía mucho. Después sonrió, aceptándola—. Gracias.

Se dio la vuelta y entonces dudó. Se volvió de nuevo.

—Hay... una cosa más. ¿Las flores rojas? Son un tulipán modificado que no es autóctono de Midcyru. Se los conoce como heraldos de la primavera. Son las primeras plantas en florecer cada año. Son un símbolo de esperanza. He estudiado la magia y... las ha hecho Elene, Kylar, todas ellas. Las ha hecho para ti. —A Ezra se le quebró la voz—. No he podido salvarla. Te debía eso como mínimo, pero no he podido salvarla. —Ezra se mordió los labios y tensó la mandíbula mientras aplastaba sus emociones. Tocó a Kylar en el hombro—. Debo irme. Ojalá no te vea en la Antecámara del Misterio durante muchos, muchos años.

Las lágrimas fluían por la cara de Kylar. Había decenas de miles de tulipanes rojos. Todo cruce, todo campo, toda casa estaban adornados con ellos. Eran la señal que Elene le daba de su presencia, su alegría, su aceptación, su amor. Solo Elene pondría tanta belleza en medio del dolor de Kylar. ¿Cómo iba a vivir sin ella?

Capítulo 99

Logan despachó al que sería quizá el cuadragésimo mensajero del día. No tener Talento parecía haberlo salvado del grueso del precio que habían pagado los magos que habían usado a Curoch. La mitad seguían inconscientes, entre ellos Kylar. Vi tenía un mechón blanco en su melena roja encendida, y el pelo de Dorian se había vuelto blanco del todo como el de Solon, aunque este conservaba la cordura, mientras que Dorian había perdido la suya por completo. Era, tal vez, el principal motivo por el que Logan le había perdonado la vida. Dorian se había enmendado al final y sin duda había salvado la vida de Logan y de todos los demás, pero estas no habrían estado en peligro si él no le hubiese robado la mujer para empezar. O no habrían estado en peligro ese día, por lo menos.

Se pasó las manos por el pelo y casi tiró su nueva corona. Un soldado la había encontrado esperando en el castillo y se la había entregado, pues había perdido la corona de Cenaria durante los combates. Habían querido empezar de inmediato con las ceremonias para coronarle Gran Rey, pero Logan insistió en atender a sus hombres primero y, con Lantano Garuwashi e Hideo Mitsurugi a sus órdenes, y después de que uno de los magos le explicara las condiciones de los soldados humanos de Khalidor, el número de hombres que Logan consideraba suyos se había disparado. Por suerte, también contaba con los servicios de ocho mil hermanas, la mayoría de las cuales poseía cierta habilidad para la sanación. Al ser más de uno de cada diez de sus hombres un sanador, murieron muchos menos de lo que habría ocurrido en otras circunstancias. Además, la magia de Curoch los había dejado en un paraíso donde habían esperado un páramo.

Aun así, había tenido trabajo más que suficiente para mantenerlo ocupado hasta mucho después de oscurecer. Una parte de él se alegraba. Una cosa era reunir un ejército para rescatar a tu esposa robada, y otra muy distinta pensar cómo reparar un matrimonio cuando tu mujer te daba por muerto, se había vuelto a casar y había compartido el trono y la cama de otro hombre.

Volvió a frotarse las sienes y dejó la corona en una mesa. Miró a su alrededor en la habitación y descubrió que no tenía ni idea de dónde estaba. Había abandonado un inmenso salón del trono y había echado a caminar al azar. Kaldrosa Wyn, el Chirríos y varios guardaespaldas más lo habían seguido, pero sin decir nada al ocupar sus posiciones al otro lado de la puerta. Supuso que imaginaban que no había nada que necesitara más que un lugar tranquilo. Se sentó.

Llamaron con suavidad a la puerta y la abrieron. Era Jenine. Parecía pequeña, frágil. Tenía la cara descompuesta.

—Majestad —dijo con tono formal—. Estoy embarazada.

—Lo sé —replicó Logan con voz inexpresiva—. Solon me ha dicho que llevas el hijo de Dorian.

—Acabo de estar con una sanadora. Son gemelos. Niños. —Su voz no revelaba emoción alguna.

Era un desastre. Hijos. Y tampoco iban a ser unos bastardos que pudieran dejarse de lado sin más: eran los vástagos de un rey dios y una reina cenariana, sobrados de motivos para reclamar el trono de Gran Rey aunque fuera solo por su linaje. Su existencia misma resultaría desestabilizadora. Si Logan tenía hijos propios, no haría sino invitar a una guerra civil.

—He encontrado a una sanadora que ha dicho... Ha dicho que tan temprano sería seguro abortar. —Los ojos de Jenine estaban muertos.

—Eso no es lo que quieres —dijo Logan.

—Hay más que debéis saber, majestad —prosiguió Jenine—. Yo... amaba a Dorian. No como os quería a vos, pero, aun mientras lo veía sumirse en la locura y el mal, me importaba. Podéis arrancar a sus hijos de mi cuerpo, pero no quedaré limpia tan fácilmente. Lo siento. Vos me esperasteis y yo no os esperé a vos. Si deseáis dejarme de lado, majestad, no os causaré problemas. Y si deseáis purgar mi vientre, lo haré. Mi deber para con mi marido y señor y mi país es mayor que mi...

—Siempre he querido ser padre —dijo Logan.

—¿Qué?

—¿Tú puedes quererme, Jeni?

Ella lo miró parpadeando.

—Te quiero tanto que duele.

Logan tomó su brazo derecho con el izquierdo.

—Eres mi esposa, mi dama, mi reina. —Le puso la mano derecha sobre el estómago—. Que estos niños sean mis hijos.

Jenine saltó a sus brazos y lo apretó tan fuerte que le hizo toser. Después se rieron juntos, lloraron juntos y se quedaron hablando durante horas hasta que Logan hizo una pregunta y Jeni no respondió. Le estaba mirando fijamente los labios.

—¿Qué? —preguntó Logan. Se tocó los labios, pero no tenía nada.

Entonces se encontró la boca de Jenine sobre la suya; un rugido tomó sus oídos, la habitación se desdibujó y su blandura y calor fueron mejor que cualquier cosa que hubiera imaginado nunca. De algún modo se había colocado a horcajadas sobre su regazo y le pasaba las manos por la espalda, el pelo, la cara, siempre acercándolo más, y él la atraía hacia sí, la aplastaba contra él, suplicando, exigiendo que estuvieran más cerca de lo que la ropa permitía.

Cuando emergió de ese beso, los ojos de Jenine eran estanques cálidos y oscuros de deseo, que solo lo reflejaban a él. De alguna manera ella se había despeinado, pero nunca había tenido el pelo más perfecto. Logan había emergido por un motivo, pero tenía que besar la curva de su cuello, de modo que lo hizo, y luego el ronco murmullo de Jenine exigió más besos, que él le dio de buena gana. Guiando los labios de Logan que recorrían su cuello, Jenine arqueó la espalda y le puso la mano en la nuca, para impulsarlo hacia sus pechos.

Caramba, esta chica sabe lo que quiere. Supongo que Dorian le enseñó una cosa o tres. ¿Y si Logan el Virgen no está a la altura?

Fue como si le vaciaran un lago de agua fría en el regazo. Debió de tensarse, porque Jenine se apartó un poco.

Lo miró a los ojos. Lo supo.

Ahora lo he echado todo a perder.
No era solo un momento lo que había destruido; quizá acabase de destruir el espíritu desenfadado y sin trabas de la sensualidad de Jenine. Cada vez que hicieran el amor ella tendría que ser consciente de que Logan pensaba:
¿Aprendió esto de Dorian? ¿Era Dorian mejor?
.

—Lo siento —dijo Jenine. Tragó saliva, y Logan notó que se marchitaba por dentro.

Suspiró.

—Te perdono.

Jenine hizo el amago de quitarse de su regazo, pero Logan la agarró y la sostuvo contra su cuerpo. No era una emoción, sino una decisión. La perdonaba, hasta de lo que no era culpa suya. Aquello era demasiado precioso para consentir que el pasado lo destruyera.

—Jeni —dijo como había dicho en su noche de bodas—. Jeni, ¿me besas?

Ella sonrió, se rió y estuvo a punto de llorar, y después lo besó sin parar de reír. Luego se apartó un poco y le martilleó en el pecho con los puños.

—¿Qué pasa? —preguntó Logan, alarmado.

—No puedes hacerme esto. ¡No puedo sentir todo esto a la vez!

Logan sonrió y sintió que volvía a ser él mismo. El Logan noble e idealista, el Logan irónico y despreocupado y el Logan fiero y primitivo se estaban reuniendo, volviendo a conocerse, y Logan los necesitaría a todos para ser el hombre, marido y rey que quería ser.

—Entonces siente solo esto —dijo.

Volvió a besarla con suavidad, atrayéndola poco a poco, y en la placentera confusión de los minutos siguientes, reconstruyeron su pasión.

Los pensamientos volvieron a la carga como moscas zumbonas, pero Logan no les hizo caso.
No, no os apropiaréis de esto. Esto es precioso. Esto es nuestro.

A medida que sus besos se fueron volviendo más acalorados, esos pensamientos —y todos— quedaron atenuados en un segundo plano y desaparecieron por completo bajo la fragancia de la lavanda, un leve rastro de sudor, su aliento y la sensación de su peso en el regazo, sus manos en su cuerpo y su piel bajo sus labios; entonces —¡por fin!— las manos de Logan lograron atravesar todas las capas de faldas y sintió sus pantorrillas esbeltas y cubiertas con medias, y sus dedos remontaron por esa seda hasta encontrar una piel más sedosa todavía. Jenine movió las caderas contra él.

Logan se levantó de golpe y la puso de pie. Con los ojos muy abiertos, carraspeó.

—Los aposentos reales no pueden estar muy lejos —dijo—. Si puedes esperar cinco minutos...

Jenine lo agarró. No esperaron.

* * *

Cuando Kylar abrió los ojos, estaba tumbado en una cama blanda. Muy por encima, el techo estaba cubierto por un detallado mosaico de un guerrero colgado del cuello de un titán, con una enorme espada negra sostenida en alto para asestar el golpe mortal. Era Kylar, pero el mosaico tenía siglos de antigüedad. Se volvió.

Al principio, no reconoció a Vi. Por primera vez que él recordara, llevaba suelta su melena roja, exuberante y ondulada. Una sola mecha era de un blanco purísimo. Estaba sentada junto a su cama, cogida de su mano, con los ojos verdes cerrados por el sueño. Había tulipanes rojos en la mesilla de noche.

Epílogo

El funeral de Elene fue sencillo e íntimo, a pesar de que se celebró en el Salón de los Vientos. El Gran Rey y la Gran Reina se unieron a Vi, Kylar, Durzo y la hermana Ariel. Dorian estaba sentado con las piernas cruzadas en el suelo hacia el fondo, ajeno a todo. Por suerte, guardaba silencio. Feir se encontraba cerca de él, ante todo vigilándolo para que no hiciera nada ofensivo. Por una asombrosa coincidencia, el viejo patr de Elene en Cenaria había acompañado al ejército de Logan para ayudar con los heridos, y predicó con una simple elocuencia que revelaba su larga amistad con ella. Las paredes y la cúpula del Salón de los Vientos mostraban el bello día primaveral del exterior, maduro, luminoso y prometedor.

Vi se sorprendió mirando a Kylar una y otra vez. Después de haber estado vinculada a él, resultaba extraño tener que adivinar sus emociones a partir de su cara. Kylar lloró sin contenerse, y sus lágrimas tenían algo limpio y curativo. El patr concluyó la oración final y, uno por uno, se dirigieron al ataúd abierto.

Kylar y Vi fueron los últimos. Elene estaba absolutamente deslumbrante. La hermana Ariel y Vi habían hecho su vestido. Era de seda blanca, como el que llevaba al morir, pero acorde con el recato y el gusto de Elene. Tenía la cara radiante. Sin cicatrices, era el rostro que el Dios había querido para ella, pero sin su dulzura para animarlo parecía demasiado austero. Tenían ante sí la cara de una reina, pero la belleza de Elene siempre había sido cálida y reconfortante, nunca intimidadora. Mientras Vi intentaba esbozar mentalmente los detalles que aquella cáscara no podía plasmar, la inmensidad de la pérdida la abrumó. Tuvo que apoyarse en el ataúd.

Por fin, trazó una pequeña trama que la hermana Ariel le había enseñado en torno al manojo de tulipanes rojos que Elene sostenía contra su pecho. Preservaría las flores para siempre. Luego tocó la mejilla fría de su amiga y la besó en la frente. Al tocar el cuerpo de Elene mientras aún sostenía el Talento, algo le llamó la atención.

Elene no estaba embarazada. Vi se puso recta y olvidó sus lágrimas. ¿Se había equivocado Elene? Nunca había estado embarazada antes, de manera que no debía de conocer exactamente la sensación. Vi se sumó a la hilera de asistentes que se retiraban. Sus ojos fueron a dar en la Gran Reina, embarazada de gemelos, y después en Dorian, sentado en el suelo. El mago loco le sonrió, y esa sonrisa le recordó que Dorian el Loco había sostenido los dos artefactos mágicos más poderosos del mundo a la vez. Dorian había sido el responsable de guiar la magia que había aniquilado a todos los kruls y restaurado la ciudad entera. Dorian había estado mágicamente vinculado a todos ellos. Dorian había sido el sanador de mayor Talento del que se tuviera memoria.

Vi abrió la boca. Entonces lo insensato de expresar sus descabelladas sospechas se la cerró. ¿Qué iba a hacer? ¿Apelar a un loco, decirle a un rey que su esposa llevaba los hijos de dos hombres distintos y contagiar a Kylar una esperanza demencial como si eso fuera a compensar la muerte de Elene?

No, no diría nada, no hasta saberlo, quizá no durante mucho tiempo. Sin embargo, si el hijo de Elene y Kylar vivía de alguna manera, Vi juró —¡juró!— que nadie le haría daño.

Al terminar la ceremonia, Vi miró de reojo a Kylar. Estaba erguido. Aunque las lágrimas seguían surcando su rostro, parecía libre de un peso, más cómodo y confiado, más... él mismo, de lo que Vi lo había visto nunca. Se colocó a su lado mientras los asistentes salían al glorioso sol de la primavera para contemplar su limpia y blanca ciudad. Diez mil tulipanes rojos eran un recordatorio de la sangre que había costado. Kylar asió la mano de Vi y apretó.

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