Más Allá de las Sombras (49 page)

BOOK: Más Allá de las Sombras
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—Lo cual —terció Ariel— garantizará que pocas de ellas los reciban en realidad. La mayoría de estas mujeres tienen granjas, tiendas y familias a las que volver.

—Sí, muchísimas gracias, Ariel —dijo Istariel—. Pero las que de verdad deseen reincorporarse podrán hacerlo y aun así seguir casadas. Cuando superemos el verano, renegociaremos los Acuerdos de Alitaera.

—¿Cómo sabemos que entonces no sacrificaréis a Vi a los alitaeranos? —preguntó Kylar.

—Las simpatías que se habrá granjeado entre las Prendas probablemente la harán intocable. Si la traiciono, podría provocar que se quedasen a convertirse en hermanas con pleno derecho a voto las suficientes Prendas para expulsarme. En cualquier caso, los alitaeranos son un problema del año que viene.

—¿Y qué papel me toca a mí? —preguntó Kylar.

—Compartir casa con tu mujer. No me importa si compartís cama pero, ante la galería, debe parecer un matrimonio modélico. Pasaréis juntos en público el tiempo suficiente para mantener esta ficción. Nada complicado: comer juntos en una fonda de tanto en cuando, pasear, daros la mano.

—¿Tenéis idea de lo que supone para mí estar en la misma habitación que ella? —preguntó Kylar—. Estoy enamorado de otra mujer, con la que pensaba casarme. Si me excita una mujer que no sea Vi, me entran ganas de vomitar. No controlo mis sueños. Siento lo que ella siente. Yo...

—¡No podemos arreglarlo! —exclamó Istariel—. Líbrate de tu antigua amante. Empieza a compartir la cama de Vi. Al cabo de un tiempo, puede que os acabéis gustando y todo.

—Hay que ser zorra y cruel. —El pensamiento era de Kylar, pero fue Vi quien habló.

Kylar se quedó atónito, igual que Ariel e Istariel.

—Si quieres fingir que las cosas son diferentes, adelante —dijo esta última—. Tú lo anillaste. ¿Vas a hacer que mueran miles de personas para poder sentirte culpable como corresponde? Kyle, ¿vas a dejar morir a millares para castigarnos a mí o a la hermana Ariel? ¿Mejorará eso la situación? Porque seguirás anillado el año que viene, pase lo que pase con la Capilla. Kyle, te daré lo que quieras. Vi, tendrás más poder y prestigio del que podrías haber soñado nunca. Con el tiempo, podrías llegar a rectora. Vosotros elegís. Habladlo y contádselo a la hermana Ariel. A mí no puede vérseme nunca con vosotros. Si coincidimos alguna vez, espero que actuéis como si os inspirase un intenso desagrado. Sospecho que no resultará difícil.

Abrió la puerta, miró a un lado y a otro y se fue. La hermana Ariel dijo:

—Elene irá a vuestra nueva casa dentro de unas horas. La versión oficial será que es vuestra criada.

—No he dicho que sí —advirtió Kylar.

La hermana Ariel lo miró con dulzura durante un largo momento; después abrió la puerta y salió.

—¿Qué hacemos? —preguntó Vi.

Tan cerca de ella, Kylar captaba fogonazos de imágenes directamente de su cabeza. Estaba Elene, tirando un cuchillo a un lado. Se vio a sí mismo, luciendo una sonrisa y con su apostura exagerada. Se vio tendiendo el brazo para acariciarle la cara. Se vio abrazándola. Se vio en la sala del trono, fiero y desatado, cortando la cabeza de Garoth Ursuul y salvando la vida de Vi. Se vio contemplándola con horror al descubrir el pendiente. Se vio encima de ella, con el pecho desnudo y los músculos tensos, los ojos encadenados a los de ella, las pupilas dilatadas. Después, otra vez, horror y aborrecimiento.

Miró a Vi, contento de que llevase un vestido amorfo de lana blanca. Sin embargo, la tenía lo bastante cerca para olerla. No llevaba perfume. Quizá su jabón era de lavanda pero, más que nada, olía a ella, y olía de maravilla.

Vio caer a Jarl con un súbito chorro de sangre y después vio el flechazo desde la perspectiva de ella, casi cegada por las lágrimas al soltar la cuerda del arco. Sintió su propio odio y sus remordimientos y, con independencia de si la compulsión fue mágica o mundana, la perdonó.

No hicieron falta palabras. Vi lo sintió directamente. Se le llenaron los ojos de lágrimas.

Kylar carraspeó, le echó un vistazo involuntario a sus pechos y se ruborizó al ver que ella se daba cuenta. Regresó la imagen en que la sostenía desnuda, y no habría sabido decir de cuál de los dos provenía.

—Joder —exclamó.

Vi miró de reojo el estrecho camastro que había contra la pared y apartó la vista enseguida, pero la imagen no pudo ocultarse: Kylar encima de ella, guapo, musculoso, encendiéndole la piel con su contacto, y ella envolviéndolo con las piernas, tirando de él hacia sí, anclada por su peso a algo profundo, real y mejor de lo que merecía.

—Dioses —dijo Vi—, esto es llevar los preliminares a todo un nuevo nivel. —Kylar sentía el calor que se elevaba en el cuerpo de Vi.

—No —sentenció—. He traicionado a Elene en todos los sentidos menos en ese. Por favor, no podemos hacerlo, nunca. ¿De acuerdo?

La excitación de Vi desapareció al instante, sustituida por confusión y culpa. Dio un paso adelante y estiró el brazo hacia él.

Kylar retrocedió.

—No creo que debamos ni siquiera, ya sabes, tocarnos.

Vi desvió la mirada y sus sentimientos de rechazo e indignidad impregnaron el aire. Kylar quería consolarla, pero no lo hizo.

—De acuerdo —respondió ella en voz baja.

Capítulo 66

La hermana Ariel observó a Kylar de un modo que ponía de manifiesto que estaba usando su Talento, intentando comprenderlo una vez más.

—Elene llegará en cualquier momento. ¿Lo encuentras todo satisfactorio?

Kylar la miró a los ojos. Deseó tener el ka’kari para escudriñarla, pero Durzo le había dicho que, para que su disfraz de hombre con mucho Talento que solo lo había empleado un par de veces se sostuviera, no podía usar ni el ka’kari ni el Talento en absoluto. De modo que había dejado el ka’kari cubriendo a Sentencia en la casa segura de Durzo. Por supuesto, podía reformar el disfraz después, pero todo era cuestión de si quería pasarse ocho horas arreglándolo a cambio de un uso momentáneo del Talento.

Empezaba a apreciar por qué Durzo le había enseñado tantas habilidades mundanas que le habían parecido obsoletas en cuanto aprendió a activar su Talento.

—Va bien —dijo.

La Capilla le había entregado una suma astronómica de dinero para comprarse una pequeña mansión a orillas del lago. Vi y él se mudaban ese día, y la casa tenía sitio para Elene y Durzo también, aunque Uly seguiría viviendo en la Capilla. La mayor parte del tiempo, Kylar no vería a Vi. Ella se despertaría temprano, iría a la Capilla y no volvería a casa hasta tarde. Más adelante, cuando empezara su
rebelión
, ella y las hermanas que la acompañasen se entrenarían en el gran jardín tapiado de la mansión que, por supuesto, había sido escogida exactamente por eso.

—¿Cuándo aprendiste a hacer este disfraz? —preguntó Ariel—. Es impresionante. No hubiese creído posible una cosa así.

—A lo mejor es que me estudiasteis mal la primera vez, sin más.

—Bueno, he cometido errores,
Kyle
, y tú ocupas un lugar destacado entre ellos, pero tengo una memoria perfecta. —Carraspeó—. Quiero disculparme. Tus tribulaciones son más culpa mía que de nadie más. No sabía exactamente lo que te estaba imponiendo, pero de todas formas manipulé a Vi para que lo hiciese.

—¿Y haríais algo de otra manera si pudierais volver atrás? —preguntó Kylar.

Ariel hizo una pausa.

—No.

—Entonces no es realmente una disculpa, ¿verdad?

La hermana Ariel dio media vuelta y partió, dejando a Kylar frotándose las sienes.

—Hola —dijo una voz desde el umbral.

Kylar alzó la mirada y vio a Elene, que le sonreía con timidez. Lo recorrió un escalofrío. Estaba paralizado, observándola. En primer lugar le sorprendió de nuevo su belleza, el fino equilibrio de sus rasgos, el resplandor de su piel. Después sus ojos se vieron atraídos a la incertidumbre de su sonrisa, la ancha y frágil esperanza de sus ojos, que aguardaban su reacción. Aun cuando tenía miedo, iluminaba cualquier habitación. Se le formó un nudo enorme en la garganta. Antes de que pudiera pensar nada más, cruzó la habitación y la atrajo a sus brazos.

Elene lo abrazó con ímpetu y no lo soltó. Él la agarró con fuerza y el mundo fue bueno de repente. Olió su pelo y su piel, y esa fragancia olvidada era el aroma del hogar.

No supo cuánto duró el momento pero, demasiado pronto, recuperó el sentido del presente.

Elene notó el cambio al instante. Se retiró y tomó la cara de Kylar entre las manos. Lo miró directamente a los ojos y, cuando él apartó el rostro, volvió a ponerlo en su sitio.

—Kylar, tienes que saber una cosa —dijo.

—¿Yo tengo que saber una cosa?

—Sí —afirmó ella—. Estoy al corriente de todo, y te quiero. —Aflojó un poco las manos sobre su cara y le pasó los dedos por las mejillas—. Te quiero.

—Elene —dijo Kylar. Se preguntó qué haría que su nombre sonara diferente de todos los demás que salían de sus labios—, no es solo lo de Vi.

—Las dos cosas —dijo Elene.

Kylar paró de hablar. ¿
Las dos cosas
eran las dos cosas en las que él estaba pensando o acaso Elene lo estaba perdonando por algo más que ni siquiera era consciente de haber hecho? Durante su breve temporada como familia feliz en Caernarvon, Kylar lo habría dejado correr por miedo a una bronca imprevista. Sin embargo, ya no era el mismo, y negó con la cabeza.

—Cariño, esto es demasiado importante para no hablarlo.

Elene ladeó la cabeza un poquito, y Kylar vio que apreciaba el cambio que se había obrado en él y lo respetaba aún más por ello. Era una de las cosas que le hacía sentir tan intensamente siempre que estaba con Elene: era tan abierta que sabía de inmediato lo que sentía, algo que a menudo resultaba abrumador.

—Sé lo del anillado. Vi y yo hemos tenido una serie de largas e incómodas charlas. Sé que vendiste tu espada para comprar esos anillos y que uno de ellos era para mí. Sé lo de Jarl. —Se le poblaron los ojos de lágrimas, pero las contuvo parpadeando—. Sé que has compartido algunos sueños... íntimos con Vi a causa de los anillos, y sé lo del trato con la Capilla y por qué quieren que te comportes como si fueses su marido. No me gusta, pero es lo correcto. Han pasado algunas cosas que me han cambiado, Kylar. —Hizo una mueca—. Kyle, ahora, supongo, pero deja que te llame Kylar durante una hora más. ¿Te parece bien?

Kylar asintió y notó que aquel maldito nudo de su garganta se agrandaba.

—Me gusta oírte pronunciar mi nombre.

Elene sonrió y de repente se le pusieron los ojos llorosos. Se abanicó.

—Me he prometido que no lloraría.

—¿Te dejarás llorar más tarde? —sugirió él.

Ella se rió de repente, y fue mejor que la música.

—¿Cómo me conoces tan bien? —Respiró hondo—. Kylar, en Caernarvon tenía varias ideas muy firmes sobre el tipo de hombre que debías ser. Hay algo en ti que es feroz, salvaje y fuerte, algo que me fascinaba y me asustaba. Por ese miedo intenté cambiarte, no te hice caso, no te respeté como te merecías y no confié en ti.

Debiste de pensar alguna locura, como que iba a llevarte a un país lejano y después dejarte tirada sin nada.

—O sea que camuflé mis temores con gilipolleces, haciéndome la santa.

Kylar alzó las cejas de golpe. ¿Elene diciendo palabrotas?

Ella sonrió; le gustaba poder escandalizarlo. Sin embargo, luego se puso seria.

—Todas nuestras peleas por aquella estúpida espada... No podías vender a Sentencia porque eres Sentencia. ¿Sabes aquella chica de Caernarvon, la de la tienda, Capricia? Le cambiaste la vida, y lo hiciste dándole lo que se merecía tanto como lo haces cuando matas a hombres malos. La cuestión es, Kylar, que hice que mi Dios se pareciese mucho a mí, en vez de a la inversa. Lo siento. Cuando me enteré de que habías vendido aquella espada por mi causa, lloré por mí, porque te había perdido. Sin embargo, después, lloré por ti, porque te había dicho que no eras lo bastante bueno para mí.

—Kylar, lo que haces me da miedo. Lo entiendo en mi cabeza, pero a mi corazón le sigue costando aceptarlo. Me resulta, en fin, horripilante y terrorífico.

—A mí también me horripila y aterroriza.

Elene no dejó de mirarlo a los ojos.

—Cuando escapaba de los esclavistas, había un khalidorano que iba a matar a un niño. Lo maté. Maté al culpable para que el inocente viviese, y eso es lo que hiciste con la reina, Kylar. Espero no tener que matar otra vez, pero no me creeré mejor que tú porque tú tengas que hacerlo.

—¿Qué? ¿Esclavistas? Espera, ¿te secuestraron?

—Hay una historia más importante que esa, Kylar. Cuando moriste, tuve un sueño. Se me apareció un hombre muy bajito. Era apuesto, con un pelo blanco extraordinario, ojos amarillos y cicatrices de quemaduras.

Kylar volvió a quedarse paralizado. Solo podía ser el Lobo.

—Me explicó lo que cuesta la inmortalidad. Cada vez que mueres, alguien a quien amas muere en tu lugar. Me contó que esta vez me toca a mí. Dijo que lo más que podía hacer era aplazar mi muerte hasta la primavera.

—Yo no lo sabía —susurró Kylar.

—Kylar, creo que lo más difícil para mí en Caernarvon fue darme cuenta de que tú eras importante y yo no. Ahora, en vez de envidiarte o luchar contra ti, lucharé contigo. Todo el bien que hagas durante una vida será posible gracias a mí. Supongo que es una variedad de heroísmo que nadie ve, pero a lo mejor eso la hace mejor, y no peor.

—Te quiero. Elene. Siento haber sido tan tonto. Siento haberme ido.

—Kylar, amas a una chica con cicatrices; yo amo a un hombre con un propósito. El amor tiene un precio, pero tú lo vales.

—¿Cómo puedes decir eso? Te he matado. Te he robado la vida. —Kylar tragó saliva, pero el maldito nudo no bajaba.

—No puedes robar lo que regalo de buen grado. Puedo vivir con la eternidad en mente porque sé que me veré pronto con ella, y no pienso desperdiciar un segundo de lo que me queda. Estar aquí, contigo, es exactamente lo que elijo.

Y entonces Kylar rompió a llorar. Fuera, en el jardín, sintió que Vi erraba una trama por la sorpresa y después volvía a ella, intentando distraerse y concederle a Kylar intimidad. Elene lo abrazó, y en sus brazos encontró una calidez tan ilimitada y una aceptación tan incondicional que sus lágrimas se redoblaron. Su llanto se llevó por delante todas las dudas y recriminaciones, su desdén por sí mismo y su miedo. Y cuando sus lágrimas dejaron de manar, lloró ella. Las lágrimas eran una ablución y, abrazándola, Kylar se sintió limpio por primera vez en años.

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