Septiembre de 2010. Aquella mañana de domingo nada le hacía presagiar al inspector de homicidios de Valladolid Ramiro Sancho que acababa de dar comienzo una pesadilla que lo dejaría marcado para el resto de sus días.
La investigación del asesinato de una joven ecuatoriana a la que le han mutilado los párpados y cuyo cuerpo han encontrado unos versos amenazantes, ocupa las primeras páginas de esta novela negra narrada con un dinámico y atrevido lenguaje cinematográfico. Sin embargo, el autor nos arrastra por un camino inesperado al describir los hechos desde la perspectiva del propio asesino: un sociópata narcisista influenciado por la música más actual y por las grandes obras de la literatura universal.
La evolución frenética de los acontecimientos desemboca en la intervención de uno de los especialistas más reconocidos en el comportamiento de los asesinos en serie. Este complejo triángulo emocional, unido a la intriga que envuelve al siniestro cómplice del asesino, hace que Memento mori se convierta en un profundo thriller de acción con banda sonora que atrapará al lector de principio a fin.
César Pérez Gellida
Memento mori
ePUB v1.0
Crubiera02.05.13
César Pérez Gellida, 2013.
Diseño portada: OpalWorks
Editor original: Crubiera (v1.0)
ePub base v2.1
A Olga, la razón
«No es indicio de salud estar bien adaptado a una sociedad
profundamente enferma».
J
IDDU
K
RISHNAMURTI
«Los lobos hacen jauría que es poesía de voracidad».
E
NRIQUE
B
UNBURY
San Cosme y san Damián
F
ue un día casi cualquiera, de esos en los que todo parece indicar que la rutina impondrá de nuevo su dictatorial régimen durante la jornada laboral.
No fue así.
En la oficina me estaba aguardando mi querido compañero Diego, con un ramo de tareas pendientes y una flor: los primeros seis capítulos de una novela negra cuyo autor no quiso desvelarme.
Me considero un lector habitual y se trataba de mi género preferido. Además, la lectura es mi principal opción de entretenimiento durante mis frecuentes viajes en avión, por lo que el hecho de contar con más munición para recargar mi iPad me resultaba de por sí sugerente. Sin embargo, fue el halo de misterio con el que Diego envolvió a
Memento Mori
—y que me perseguiría hasta la finalización del mismo— lo que me empujó a leerlo en mi siguiente vuelo con destino a Tenerife. Iberia presume de formar parte de una alianza de empresas llamada One World: un «mundo» en el que a un servidor le resulta francamente complicado leer, sobre todo si alguien se empeña en compartir sus vivencias en torno al fútbol. He de reconocerlo, estaba algo ansioso y frustrado, así que decidí deshacerme de aquel pegajoso marcaje con el mejor de mis quiebros; me hubiera gustado tener esta virtud con el balón en los pies.
El arranque de
Memento mori
es portentoso, sobrecogedor, pero temía que fuera languideciendo como lo hacen algunas de las últimas novelas negras que he leído —si bien es cierto que no me acuerdo de la última vez que leí un libro cuyo escenario comenzara en Valladolid—. Devoré aquellas páginas con rotunda avidez y cuando terminé, ya sabía que estaba ante una novela especial en la que destacaban unos personajes bien construidos, un argumento sólido, prosa viva y un ritmo ligero con aroma denso.
Necesitaba consumir más, y al acudir de nuevo a Diego me confesó que el padre de la criatura no era otro que nuestro buen y común amigo César Pérez Gellida, un ejecutivo de marketing que había colaborado con nosotros como asesor en el lanzamiento de nuestra página web. Lo que no sabía es que acababa de dejar su trabajo para entregarse en cuerpo y alma a su pasión literaria; una decisión tan preciosa como arriesgada —que roza lo irresponsable en estos días que nos toca vivir.
Ahora bien, César contaba y cuenta con una gran ventaja: el apoyo incondicional de Olga, su chica, como a él le gusta llamarla; o la razón, como reza en la dedicatoria de este libro. Queda sobradamente entendido el porqué. Ella quiso que César diera alcance a unos sueños que bien podrían convertirse en pesadillas, así que permítanme que piense que Olga debe de ser una santa o bien amarle mucho, y como de temas religiosos no entiendo, me inclino por lo segundo.
Olga, gracias de corazón por compartir un trocito de César.
Sé que no ha sido un camino fácil.
Porque eso de escribir suena estupendamente y tiene glamour, porque desde que somos niños pensamos que la historia que llevamos dentro podría dar lugar a una gran novela, y porque a todos nos encanta soñar —yo me obligo a ello todos los días—. Sin embargo, escribir bien es harto complicado; inalcanzable, me atrevería a decir, para la mayoría de los mortales. Realmente, no sé qué es lo que se necesita para poder escribir bien; talento, supongo, pero entiendo que requiere mucho más.
Si de algo estoy convencido en estos momentos es de que de eso que se requiera, César Pérez Gellida tiene. Y mucho.
No querría terminar este prólogo sin advertir amistosamente al lector que antes de empezar a leer busque una buena butaca, porque
Memento mori
es una novela escrita en
full
HD y tiene sonido Dolby Surround de última generación. En la medida en que se vaya sumergiendo en el argumento verá que la nitidez en las descripciones es insuperable y que la banda sonora le envuelve sin remisión. En este punto, me permito recomendar al lector que escuche las canciones de este nuevo género que César ha creado y al que yo he tenido el descaro de bautizar como «música para matar». Tampoco pierdan de vista los versos con los que el siniestro protagonista va construyendo su obra poética.
Memento mori
pide a gritos reencarnarse en un producto audiovisual, con la enorme dificultad de superar las imágenes que César ya ha imprimido en mi mente. A mí me atraen los retos ambiciosos y este lo es.
Sostengo que entretener es un privilegio al alcance de muy pocos y, por lo tanto, una gran responsabilidad. César, me alegro de que hayas tomado la determinación de seguir este camino. Gracias por haberme hecho tan feliz leyendo la primera de las muchas novelas que están por venir.
Michael Robinson
Cuerpo Nacional de Policía
Civiles