Read Mujer sobre mujer Online

Authors: Carmela Ribó

Mujer sobre mujer (29 page)

BOOK: Mujer sobre mujer
12.6Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Lauri.

(Ay, se suponía que esta no sería erótica…).

PD: Claro que vi
The English Patient.
Me encantó! Pero no sé nada del conde Almassy. Me contarás por qué te decepcionó tanto?

 

Dos días después:

 

Princesa india adorable:

Pasan horas de la tarde en un día lluvioso y ventoso, triste, que no hace más que acrecentar la tristeza de mi corazón habitado de malos presentimientos y de doloridas certezas. ¿Me he enamorado de un sueño?

Te tomaría de las manos ahora, sentadas las dos bajo ese emparrado imaginario, y te pediría que me abrieras tu corazón, que me hicieras sentir correspondida, que me mostraras qué vericuetos de tu vida te han traído hasta mí cuando ignoraba tu existencia.

Mañana tengo que viajar a Valencia para asistir al congreso anual de Amigos del Románico (soy vocal de la asociación). No disfrutaré de mucha intimidad, porque vamos unas cuantas socias de Madrid y es costumbre tomar habitaciones dobles (quedaría feo que yo tomase una individual, incluso pagándola de mi bolsillo, porque sería hacer ostentación de posibles). En fin, todas estas vueltas son para decirte que en estos días de ausencia no podré escribirte ni telefonearte. Pero pronto estaré aquí para reanudar el diálogo.

Te quiero. Esta noche, en Mitilene, me asomaré a tus sueños y, mientras duermes, sin despertarte, acariciaré tus labios, tu pelo intenso y la macetica de albahaca. Quiéreme sin barreras, amor, dime cuanto sabes de ti, lo que no sepa nadie más. Seamos una en pensamiento, en cuerpo, en recuerdo…

Un beso intenso, un poco triste, pero cargado de amor.

C.

 

Una hora después:

 

Amor:

No tengo tiempo de escribirte ahora. Ya llego tarde a la biblio y ha sido por demorarme en tus últimas, que tanto me han hecho sonreír… Mi Conchita está triste y haciéndome reclamos! Hoy me morí de ternura mientras te leía… Te besé mucho, tuve que acariciarte la cabeza y abrigarte en mis brazos y hasta darte de mamar alternativamente para que me permitieras unos descargos. Por fin, después de algunos remilgos, te has adormecido un poco, caracola. Ahora tendrás que seguir acunada en mi regazo y escuchar atentamente lo que voy a decir para que recuperes tu alegría, amor, mi dulce amor.

Te amo,

Laura.

 

Una hora después:

 

Caracola:

No olvides esto, Concha Navarro: «Yo no nací sino para quereros». Y en darte amor y gozos llevo fundada una premisa, quizá la única, de nuestra religión tan íntima. Supongo que ya es hora de agregar también algunos nuevos lineamientos: yo quiero serte honesta siempre. Y simple y llana. Y no guardarte nada de mí, de lo que soy y lo que ha sido mi vida. «Mi vida antes de vos, antes de nadie», como decía Mario.

Concha de mis desvelos. Yo todavía no me atrevo a mirar abiertamente mis abismos, mis lugares acuosos que he cubierto pacientemente de sargazos para no saber qué hay allí, en el fondo, porque me asusta. Entendés eso, caracola? No son titubeos de desconfianza contigo, ni secretos que nunca te diría, ni repliegues de mi alma tortuosa. Son mis propios miedos, miedos de mí, de mi naturaleza que aún no investigo del todo. No de vos.

Que no te conté antes cuánto me habría gustado ser como un ángel? Un ángel pelirrojo como caracola niña, y límpido, puro como los de Botticelli. Asomarme a mi ser animal, a mi naturaleza más genuina y arquetípica, me ha producido a veces una cierta inquietud, un descontento. Una especie de decepción. Por qué no soy enteramente buena y libre de ataduras de este mundo? Por qué, si busco ansiosamente una ascensión del alma, me he detenido tanto, me detengo en los defectos y pulsiones de mi envoltura?

Yo sé que hay algo que arde secretamente bajo mis pulidos modales de bibliotecaria. Algo que por designio de otras vidas, seguramente, considero todavía inapropiado o peligroso. Esta es la única muerte que me preocupa: comprobar algún día que no soy más que un cuerpo hecho de instintos, que anhela esa dichosa libertad y concupiscencia de la que hablabas. Y dónde mi ángel, entonces?

O seré las dos cosas como una mezcolanza?

Ya ves, Conchita, que no te guardo nada. Me sigo dando a vos, aunque esta vez no pueda ser despreocupadamente. Pero es ofrenda igual. Me aceptarás también cuando no soy alegre o desenfadada?

Yo sí te acepto entera. Aunque no sepa bien hoy cómo seas.

También te quiero. Posiblemente hoy más que en otros días. Te miraste en mi espejo y me hiciste onditas con tus piedritas de curiosidad. Me gustó mucho aquel beso intenso, un poco triste. Te lo devuelvo con suspiros de alivio, con muchos mimos de reconciliación, porque imagino ya me habrás comprendido en mis divagues. Me hace ilusión creer que ya me perdonaste.

Laura.

 

Tres días después:

 

Princesa que adoro:

Acabo de regresar a Madrid, un poco molida de las horas de tren. Ahora debo dormir un poco. Te escribiré una larga carta mañana por la mañana. No sabes cómo te he añorado. Te quiero.

C.

 

Un día después:

 

Lauri bonita:

He dormido como un tronco, me he duchado, he desayunado tostadas de crujiente pan con mermelada de naranja amarga comprada a las monjas y dos vasos generosos, uno de zumo de naranja y otro de leche tibia con sabor a vainilla y limón. Deseaba demorar lo necesario el comienzo de esta carta y recuperar energías para contarte estos dos días por sus pasos (dos días en los que he echado de menos no sabes cuánto tus cartas y las mías, dos días muy atareada, pero al propio tiempo muy sola. Sin ti).

El viaje a Valencia fue, como siempre, en tren de alta velocidad (hace doscientos kilómetros en una hora). Ponen una película, esta vez
Midnight in Paris
de Woody Allen, ¿la conoces? Ya la había visto un par de veces, así que preferí conectar los auriculares a música clásica y enfrascarme en la lectura. Por otra parte, creo que Emilio proyecta un viaje a París y quiere que lo acompañe. Estará bien fastidiado, porque, al ser colectivo, con esposas de miembros de la empresa, no puede llevarse a su putita.

Pensé mucho en ti, intentando adivinar lo que estarías haciendo en una tarde helada de Brooklyn: de compras o en casa cocinando la cena, o quizá con los amigos escuchando esas extrañas canciones ayurveda o haciendo esa sílaba sagrada que es como un mugido profundo (no me burlo, de veras, es solo que no me imagino en esos trances).

Te envío esta parte y sigo en otra. Ahora necesito mirar tus fotos. Te quiero tanto que me duele el amor. No creo que puedas entenderlo, esta tensión en el alma, esta plenitud que me desborda. ¿Qué locura es esta a mi edad, quererte con este amor adolescente?

C.

 

Una hora después:

 

Pocahontas misteriosa:

Tu vida cotidiana. Apenas me la cuentas. Sé que acudes cada día al trabajo, que tienes un jardín, que bebes tisanas y tés, pero poco más. ¿Vas al trabajo caminando o en autobús? ¿Almuerzas en la biblio o regresas a casa? ¿Nunca sales de copas con los colegas? ¿Por qué has dejado de hablarme de ciertas personas? ¿Qué música escuchas (yo, en este momento,
El Mesías
)? Quiero saber cómo piensas, qué haces, cómo respiras…

Siento curiosidad por esa crisis tuya de la que me hablabas, bueno, solo la mencionaste de pasada. Tengo la idea de que los argentinos son muy aficionados a ponerse en manos de psicólogos o psiquiatras. ¿Qué le ocurrió a mi princesa? ¿Fue una mera crisis de jovencita que encaña en adulta o algo más serio? ¿Fue quizá tu ruptura matrimonial? ¿Por qué me guardas secretos cuando yo te lo cuento todo? Eso me entristece. Háblame de ti, de tu alma, de los estragos de la vida, de las felicidades, de quienes te hicieron dichosa y quienes desgraciada, de tu primer amor, de tu último, de tus lecturas de infancia o juventud, antes de que te captara la suave secta de la New Age.

Te quiero.

C.

 

Tres horas después:

 

Caracola:

Irás a París? Ah, cómo me gustaría conocerla! Algún día, amor, daremos ese paseo invernal por la ciudad desdibujada bajo la niebla fría. Me llevarás a todos esos sitios y yo estaré toda ojos para ver y admirar, aunque en algún momento me perderé en una contemplación más íntima. Mi dueña estará dándome una prolija explicación histórica, y de pronto me quedaré observándote, sintiéndome feliz porque te miro, te oigo y puedo interrumpirte con un beso, un abrazo del todo inesperados. Cuando eso suceda (porque va a suceder), no pienses que es de desatenta, amor, es que estaré tomando una fotografía. En mi cabeza, claro! Una que tendrá sensaciones de todos los sentidos: tu voz, tu imagen, tu sonrisa, el sabor de ese beso que te di porque estabas, al fin, al alcance de mi boca. Vos y yo vamos a hacer muchas cosas juntas, caracola. Y vamos a recuperar no el tiempo (que en realidad no existe) sino la vida, las muchas oportunidades que tendremos de estar juntas y construir un ahora en simultáneo, y de paso también las vivencias que serán algún día recuerdos en común. Nuestros recuerdos.

Caracola, en realidad lo que a mí me sucede no es propiamente que sueño o que deliro, sucede que estoy hecha con una buena dosis de optimismo (habrá que reclamarle a los dioses creadores), y sucede también que voluntariamente elijo la alegría. Desde que te conozco, yo me siento feliz y vivo inmersa en esta sensación embriagadora: estoy enamorada de la amiga más formidable de este mundo! Incluso cuando a veces me dan esos enojos de puro insoportable, esas tristezas porque vos estás lejos de mis abrazos, no me abandona la alegría: te encontré, Conchita. Descubrí que existís y que estoy loca por vos! Te quiero.

Yo de verdad te he contado muchas cosas de mi vida. Te hablé de mis principios místico-filosóficos, de mi manera de entender y dar respuesta a esta gran incógnita de vivir en la Tierra. Sabés (mejor que nadie y más que muchos) cuáles son mis creencias, mis fundamentos desde donde contemplo la existencia. La mía, la del cosmos.

También he hablado de mis quehaceres cotidianos en mi trabajo y el énfasis de querer a las personas queribles.

He hablado largamente de cosas bien menudas: mis rituales para dormir, mis muchas cremas, mis presuntos (ahora en duda) remilgos de vegetariana, el desaseo permanente de mi casa y mi estudio.

Siempre te cuento cosas de mi vida!

Seguiré enumerando? Ya estarás bien aburrida de este recuento. He asumido que cuando vos no me seguís el tranco, como decimos por aquí, y no me das respuesta o comentario alguno de esas cuestiones, será porque no te interesan demasiado.

También habrás notado, amor, lectora avezada, que yo sí respondo puntualmente a casi todos tus tópicos. Y releo tus cartas por ver si me ha faltado darte contestación, un comentario de interés tierno y verdadero, relativo a alguna de tus confidencias y preguntas.

Por eso, muchas veces, acontecen las largas posdatas de mis cartas, alargando las despedidas como una estela de estrella.

Comprendo bien que ya estarás cansada de esta carta tan larga.

Te amo simplemente. Esta vez sin posdata. No soy un verdadero encanto y absolutamente económica en mis planteos? Mejor no respondas hasta comprobar que sobreviviste a la segunda parte.

Besitos, solo para caracola.

Laura.

PARTE II

 

(Esto ha sido por no agobiarte demasiado, caracola).

Conchita:

No suelo tener exigencias. Es una forma de ser libre, ya que espero lo mismo de la otra. Acepto lo que me das. Si te place contarme anécdotas de viajes y lugares, de mujeres deseadas y bien cogidas, y también te place contarme de tus emociones y vivencias de ahora, lo quiero todo! Me vas poniendo luces en tu imagen, y comienzo a entenderte porque tus mismos tópicos contienen (expresamente) mucho de tu forma de ser, de tus prioridades a la hora de compartir conmigo. Me hace sentir muy valorada el hecho de que me cuentes esos momentos de tu vivir, porque me ponen próxima a tu vida.

También porque, como decías, me ayudan a conocerte ahora y a seguir mis descubrimientos sabiendo cómo eras o qué hacías antes, cuando yo todavía no era una ausencia-presencia perceptible. Conchita, te acepto como quiera que te des a mí. Y amo tu irreflexivo amor y esa impúdica, deliciosa sexualidad, que es quizá la señal más honda de tu universo. Más aún que esa mágica atmósfera con que me regalás en cada una de tus cartas, yo aprecio justamente el hecho de que me cuentes cosas que te son íntimas y acaso nunca antes reveladas a otra persona. O quizá nunca dichas con tanta honestidad, como si acaso te confesaras ante mí, pecadora adorable!

Yo acepto y deseo (por hambre y sed de vos) todo lo que me confiás, amiga. Y si bien me doy cuenta de que también sos impulsiva y apasionada en tus respuestas, y de que algunas veces no das la menor pelota a las cositas mías, eso lo encuentro todavía más encantador. Tengo la sensación de que te devora una ansiedad por darte y por saberme. Y esas atropelladas ansias me enamoran, me hacen sonreír porque comprendo que vos también tenés hambre y sed de mí. Por qué, entonces (si yo lo hago contigo), no podrías vos aceptar buenamente mi peculiar manera de entregarme?

Todo me gusta contigo, caracola. Cómo es posible que me gustes tanto? Aquí decimos «Me gustás a rabiar!». Lo que obviamente significa que me enloquece este deseo de tu ser desconocido y vislumbrado, pero ya parte de mi mundo.

Bien, caracola, he tomado largamente tus manos en Mitilene. Y te expliqué (me temo que en exceso) el modo en que yo veo las cosas. Ha llegado el momento de decirte que sí, que para mí vale la pena (y mucho!) aventurar un futuro por riesgoso que sea. Y hacer los lazos incluso, si es posible y te gusta la idea, más trenzados y más fuertes. Yo todavía no entiendo bien cómo es que ha sido, pero vos estás siempre aquí. Conmigo a todas horas. Latiendo intensamente junto a mi corazón, que solo sigue un ritmo, el tuyo, y acompasa mi voz cuando te nombro.

Hay un momento con el que sueño. Es de verdad un «sueño recurrente», precisamente cuando estás ya dormida, cansada de usarme y doloridas las dos de tanto darnos brillo. Entonces me reclino en tu pecho y escucho ese batir de vida resonar como un tambor infatigable. Ya quiero estar ahí…

Te gustará este verano… Ay, qué lentos los días! Y, por favor, amiguita: no hagas muchos planes andariegos. Insisto en compartir gastos. El sueldito docente (y mis muchos deberes) dará para cruzar el mar y algunos tragos en tu taberna favorita. No mucho más, te aseguro! Pero también más que suficiente para acortar distancias.

(Y besarte y sorberte hasta los huesos. Pero eso es un secreto que aún no te cuento).

Te consiento de un modo escandaloso, caracola! Adónde vamos a parar con tantas condescendencias? En qué clase de mujer insoportable te estaré convirtiendo?

Besos, muy lentos, suavísimos y ya con mucho sueño!

Buenas noches, caracola.

Laura.

 

Un día después:

 

Lauri bonita:

¿Es suficiente reconciliación imaginarte con las piernas abiertas, bocarriba, yo arrodillada y sosteniendo tus pies en alto, sus plantas en las palmas de mis manos, contemplando, antes de empezar, tu extendida geografía, el valle boscoso que oculta la mina secreta de tiernos adentros, la leve colina con el pozo de miel, las parejas dunas de rosados pezones, tus labios secos y doloridos de los besos, tu mirada extraviada de cierva entregada, el leve sudor de tus sienes?

Luego seguiré, princesa (Sherezade).

 

Dos horas después
:

 

Amor:

Te escribo por la tarde, después de la siesta y de releer tus cartas morosamente esta vez (la primera vez las leo siempre con ansia, con bordonería).

Como tú, tampoco yo quiero grandes planes, sino estar mucho juntas, degustando el tiempo avaro. Saldremos a algunos sitios a almorzar o cenar, te llevaré a algún lugar interesante. Para tu estadía acá no vas a necesitar plata, serás mi invitada. Ya vas a gastar bastante en el pasaje, ¿no? Déjame planearlo todo bien para que salga a pedir de boca, que sea intenso, una inmersión en nosotros profunda. Sueño el momento de salir de este desierto de ausencias para saciar en ti mi sed, beberte a pequeños sorbos y a bocanadas, dejarme arrastrar por tu presencia. No sé qué locuras se me ocurren cuando lo pienso, cuando te paladeo anticipadamente.

Dices que tienes pequeñas cosas. Esas pequeñas cosas me interesan, son tuyas, son las que componen tu ser. No me prives de ninguna de ellas, por fútil que te parezca. No quiero ninguna barrera entre nosotras. Bastantes barreras nos pone ya la vida, ¿no?

La continuación de la historia que esperas en aquel patio de Mitilene. Ahora no recuerdo de qué aplazaba hablarte después del torbellino de tantos días. Tampoco encuentro mi carta, ¿puedes refrescarme la memoria?

Cuando regrese a la casa de adobe, podré llevarte unos pendientes con tubitos de cobre que al cogerte se muevan y hagan su música cadenciosa y enervante. Por cierto, todavía no te cogí, ahora que lo pienso. No sé para cuándo lo estoy dejando. Quizá para el día en que te sienta verdaderamente entregada y mía.

Te quiero tanto que me duele.

C.

 

Ocho horas más tarde:

 

Conchita olvidadiza:

La historia en nuestro patio. Cómo voy a saberla yo si es la historia de tus andanzas de ese día? No se supone que caracola me contaría cosas de su decir callejero? Espero que recuerdes, porque está enteramente en tu memoria. Yo me quedé en Mitilene, esperándote. Y estuve sola todo el día haciendo mis cosas de mujer, pero también dichosa porque regresarías esa tarde, o al otro día, como efectivamente llegaste. Vos no me despertaste entonces. Ah, mejor te mando otra vez aquella carta. Después será tu turno en continuar la historia. Aunque no hay plazos perentorios para eso. Será cuando gustéis, caracola.

Y, por cierto, ni a una sola de mis preguntas anteriores contestaste… Acepto que tuvimos una reconciliación del todo convincente y deliciosa. Pero yo todavía no sé si me he enmendado con aquellos fuegos de que te hablé… En fin. Mi amor está distraídamente ocupada en cosas más serias. U ocupada en sus distraimientos serios. Lo que vendría a ser casi lo mismo para el caso.

Una ligera cena en el triclinio y alguna perturbadora caricia. Este sería un buen inicio. No te parece, amor, ahora que dominas las otras acepciones de coger?

1. Algún día tendremos que volar el desierto en avioneta. Aunque sea un paseo bien corto. Te gusta la idea?

2. Olvidé voluntariamente todos los estragos del pasado. No podía situarme en el HOY y disfrutar de esa inmensa alegría si conservaba vivos los recuerdos enojosos. Cuando decidí que era el momento, me quedé solo con la inocencia de los felices. Esto tiene toda una fundamentación que excede este resumen! Ya llegará si te interesa…

3. Como te habrás dado cuenta, desde que tengo conciencia de mí misma, ofrendo ante el altar de Nueva Era. O algo parecido…

4. Me quedé con una curiosidad un tanto… curiosa: yo creí que la expresión trabadas era una metáfora! Podrás creer que tengo rubores de pedirte una mayor explicación? Aunque de hacerlo, sería enteramente ilustrativa y hasta de orden académico… (No te voy a mentir, no después de mis promesas! Me roe una curiosidad morbosa!!!!). Te amo tanto, caracola! Me contarás, si es que te da placer la idea? Yo podría pagarte la instrucción con una anécdota de tono no apto para menores de 120…

5. Otra vez no te quiero dejar! Pero hay que hacerlo aunque también me duela. Te amo. Nunca me canso de tus besos y de tus historias. Estaré enamorada? (Lo estoy)… Mua.

6. Todavía hay algo más: qué sonrisa esa tuya! Cómo es posible que siendo solo humana vos sonrías así, con un candor de ángel?

Laura.

 

Un día después:

 

Hola, Pocahontas:

Tú lo has querido. Empezaremos por lo morboso y sensual. La postura machihembrada o trenza prioral, llamada en indio
samapada banda.
Esta última es la mar de cómoda (por eso la usaban los clérigos rozagantes y descansados): tú, bocarriba, te dejas penetrar por Frank, que sostengo con mi muslo, yo tendida de lado, mientras descansa tu pierna izquierda en mis lomos. Y mi pierna derecha sobre tu vientre, los troncos separados, casi en ángulo recto. Tal postura me permite que contemple y acaricie tus lolas.

Bien. Ya he hecho mi instrucción. Ahora espero que me remuneres con el recuento detallado de esa anécdota tuya no apta para menores de 120.

Más tarde te escribo más. Vuelvo a dormir. Son aquí las cuatro y pico de la madrugada. Cuando despierte, volveré ansiosa a mirar el buzón por si hubiera respuesta tuya.

Me nutro de ti todo el día. De tus palabras, de tus imágenes, de tus recuerdos de tus sueños. Ya te voy sintiendo sustancia de mí, el recorrido de tus presencias por los vericuetos de mi sangre.

Te quiero.

C.

 

Doce horas después:

 

Amor:

Es como un hechizo, me cuesta no leerte varias veces. Es esta especie de reflejo que existe entre nuestros gustos y fascinaciones. No serás vos de verdad mi convexo, el reflejo inverso de mi Ka? O, como dicen entre los adeptos del romanticismo, un alma gemela? Esta bien fundada e irrefutable teoría propone la coexistencia de múltiples unidades del Ser escindidas de una misma expresión o entidad espiritual. Eso explicaría la búsqueda y el genuino amor que sentimos por otros «yo» en el pasado, y también esa especie de reconocimiento en cada nuevo encuentro. Todas nosotras (los yo multidimensionales) seríamos el mismo y único ser buscándose en sus muchas diversificaciones. (Ya está de nuevo esa sonrisa escéptica! Bien, la acepto, porque ya te he contado lo mucho que me enamoran tus sonrisas).

Eso simplemente.

Bueno, en realidad no fue un día de agotadora faena… Más bien estuvimos cantando karaoke, desafinando con arte y también probando alguna coreografía para una fiesta de los adeptos ayurveda. Teóricamente, estuvimos ocupadas en una cuestión de gran relevancia para el progreso personal, pero la verdad es que todo fue muy divertido.

También cocinamos un par de postres argentinos: cubanitos (barquillos cilíndricos rellenos con dulce de leche) y bizcochos Canale (rebanaditas de pan endulzado con agua de azahar, canela, azúcar de caña y horneadas ligeramente para que queden crocantes).

Ya ves que en mi vida faltan diversiones. Yo me divierto mucho en casa, pero también en la biblio, caracola. Si así no fuera, me dedicaría a vender huevos puerta a puerta. Hace muchos años decidí que no haría nada, ninguna cosa, por dinero si antes no me aseguraba el necesario estímulo del placer.

Amor, hoy me gustaría sentirme envuelta y abrigada en tu ternura. Y dormirme feliz en ese abrazo. Voy a darte unos besos suavecitos en los párpados. Si me atrevo a dejarlos en tu cuello, ya no sería un dormir tan reposado. Ni siquiera un dormir.

Buenas noches, caracola.

Laura.

 

Un día después:

 

Laura de mi alma:

Estas suavidades de cocina argentina me encantan, pero lo que de verdad me gustaría comerme ahora mismo es cierta parte de mi Lauri. Lo haremos del siguiente modo. Tú estarás recién salida de la ducha (no quiero que te sientas incómoda) y tendida sobre la cama, a media luz, quizá con algún palito de incienso ardiendo en un pebetero (para que te sientas en casa), dejarás que te separe las piernas, y arrodillada o tendida a tus pies, con dedos cuidadosos separaré también las dos primeras láminas de tu códice purpúreo. Contemplaré la perlita del códice un momento antes de acariciarla con la punta de la lengua, después lameré con cuidado hasta endurecerla y finalmente toda la extensión de tu íntima llaga hasta que la sangre se agolpe en ella, note tus estremecimientos y saboree tus jugos.

¿Has tomado nota? Luego más, amor. Te quiero, princesa.

C.

 

Tres horas después:

 

Concha de mis desvelos:

Mmm… así que mi Conchita anda con deseo atrasado y como loca por mí. Pues es muy justo y equitativo, porque yo también estoy muy ardorosa pensando en mi dueña y recreándote en tus atropellos. Me parece que ya ha sido demostrado que el órgano sexual por excelencia es el cerebro. Para nosotros es una obviedad, naturalmente! Así que, para qué querría mi amor esas fotos con muslos y otras redondeces? Cochina! Cuánto te deseo!

Y hablando de esto, caracola, te diré un par de cosas. Primero, me decís que a tu edad es una niñería descubrirte enamorada y escudriñando mis fotos. Si tu cuerpo siente, se apasiona y está activo, si el corazón rebosa de emoción y de deseos de vivir y de experimentar, qué recórcholis tendrán que ver los años que has vivido! Yo, en tu lugar (esta es la segunda cosa), lejos de sentir esas vergüenzas de niña, me sentiría feliz y muy afortunada. Más que eso, me sentiría agradecida con la vida que me consiente tanta primavera. Tu deseo es divino, esa locura que decís es la mayor cordura de este mundo: es la certeza de estar vivas, Concha. Coger con vos será lo más divino de este mundo! Y, por cierto, yo no tendré que hacer ningún esfuerzo para entenderte en otras preferencias, porque muchas de ellas son también las mías. O te creías que tu princesa es una aficionada a fiestas y espectáculos, cenas de compromiso y sesiones de
spa
? Aún no te conté que soy bibliotecaria? Y por qué lo sería? Porque yo también vivo en el apartamiento de mis lecturas y ya te he dicho que los libros son mis mejores amigos, si no los únicos verdaderos. Y no te hablé también de mi casa en Mitilene?

BOOK: Mujer sobre mujer
12.6Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Cut and Run by Ridley Pearson
The Crossings by Jack Ketchum
Sea Change by Robert Goddard
Pretty in Ink by Lindsey Palmer