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Authors: Carmela Ribó

Mujer sobre mujer (3 page)

BOOK: Mujer sobre mujer
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Julia. Bueno, es mi amiga de siempre. Es débil y necesita de alguien que la entienda y escuche sus confidencias… Somos una graciosa combinación, porque ella es más bien algo alicaída, temerosa y no muy alta en su propia estima. Tampoco es alta de estatura! Ella es bien pequeñita, como una niña, y flacucha también. Si supieras cuán menudita es! Cuando la abrazo, tengo que hacerlo con miles de cuidados, le siento los huesitos tibios debajo de la ropa. Es como un pajarito friolento.

Y yo a su lado soy como un árbol para darle sombra. Un tantín mojigata también es, pero han de ser sus miedos, un recinto sagrado al que no se puede entrar si no nos dan permiso. Tengo un afecto muy especial por ella porque un tiempo vivimos juntas afrontando con entereza el rechazo social hacia las lesbianas. Eso nos fortaleció bastante, debo admitirlo, y a mí me ayudó a encontrar mi lugar en mi mundo, a aceptarme y a sentirme cómoda conmigo misma.

Bueno. Ya está. Te he contado algunas cosas de mi vida y, por cierto, muchas más de las que normalmente compartiría con alguien con quien pudiera hablar, mirándola (o mirándolo) a los ojos.

Ahora me toca meditación yoga en mi santuario (el dormitorio). Lo practico a diario y no sabes el bien que me hace.

Te abraza,

L.

 

Un día después:

 

Hola, Concha:

No aguardo a tu
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porque ya supongo que andarás inmersa en mil tareas, pero, si no te importa, seguiré dándote la tabarra como se la doy a mis amigas de acá (y ellas lo soportan con resignación cristiana). Bueno, la verdad es que ya siento hacia ti una confianza que no puedo decir que sienta por muchas de ellas. Será porque somos almas gemelas, o así me lo dicta mi instinto, que rara vez falla.

Te diré que los principios maestros en mi vida han sido la libertad absoluta, la independencia y seguir mi voluntad. Yo no doy excusas ni explicaciones, no pido permisos, que ya soy adulta, y tampoco los reclamo. No hice, no hago concesiones para amoldarme al estilo del otro. Si algo no me cabe (una cena con compañeros, una actividad con amigos o una salida, por ejemplo), no hay negociación posible: se arreglarán sin mí y todos felices. Yo estoy siempre muy ocupada con mi propio crecimiento interior y en mis propios intereses.

Ya ves que soy muy rara, porque voy por el mundo con mi verdad, y de manera frontal (y acaso infantil) expreso lo que siento y lo que pienso. No hay muchas personas dispuestas a tolerar mi honestidad, acaso solamente Julia. Hay quien me ha dicho que soy muy visceral. Yo no lo creo. Soy insoportablemente simple y llana, en un mundo de doblez y falsedades. Eso no siempre cae bien, lo asumo. Y muchas veces también he tenido roces por defender estos principios.

Ay, qué tabarra te estoy dando. Releyendo, veo que al final he transgredido mis principios y he hablado largamente de mí misma! Pero siempre puedo enmendarme, si te parece.

Perdona. En la próxima intentaré ser más divertida.

También yo leo novelas, aunque como buscando una gratificación algo infantil, y prefiero un desenlace dichoso. Al fin de cuentas, aspirar a la felicidad es una meta tan humana… Como verás, soy de las que persiguen la utopía.

Te aprecia,

Lauri.

PD: Cómo era Jacqueline? Me hablarás de ella. Me ha conmovido vuestra historia.

 

Una hora después:

 

Concha, vos sos millonaria y vivís en un palacio! Cómo no me lo habías dicho? He buscado en Google tu casa vista desde el espacio y veo que es enorme, en medio de un gran jardín, con partes de bosque y una piscina que más parece un lago. Ya me imagino los trabajos que debe dar una casa así.

 

Un día después:

 

Querida Lauri:

¡Ay, amiga, ese lujo de casa que ves también tiene sus contrapartidas! Emilio lo deja enteramente en mis manos y solo quiere que todo funcione como un reloj y que no le dé problemas. Yo, sinceramente, me hubiese conformado mejor con (y hasta hubiera preferido) un piso decentito en Madrid, y no me habría importado ser un ama de casa que cada día sale al mercado con el carrito de la compra. Por otra parte, la prosperidad material no compensa las carencias afectivas, esa es la verdad. De buena gana reduciría mi círculo de amistades a un tamaño digamos manejable y de muy buena gana te cambiaría a ti, desconocida amiga, por estas amigas superficiales y pavitontas que soporto aquí. Ya ves que tanta prosperidad material no da la felicidad. Al final, te encuentras encerrada en una jaula de oro y arrastrada por los compromisos de tu marido, un mero satélite en su órbita. Escribo quizá razones inconexas, pero espero que te ayuden a conocerme. Nunca he sabido definirme, quizá porque pienso que es limitarse de un modo muy subjetivo… Siempre es más sorprendente y encantador conocerse en la mirada del otro. Tiempo habrá de saber cómo se ve esta Concha tan lejana, porque es cierto también que somos como un espejismo, o más volubles aún. Como ayuda, te envío algunas fotos mías. ¿Me enviarás alguna foto tuya?

Un abrazo,

Concha.

 

Un día después:

 

Concha, todavía aguardo a que me cuentes algo de tu monjita, si no soy demasiado indiscreta. Me parece que debió ser una historia muy tierna. Lo harás?

 

Siete horas después:

 

Querida Lauri:

¿Mi historia con Sor Jacqueline? ¡Ay, cuántos recuerdos! Me hizo mucho bien. Era una mujer maravillosa, un ser especial, tan sensible, tan culta, tan capaz de transmitir sentimientos. Te confiaré un secreto quizá demasiado íntimo: solo he sentido orgasmos con ella. Después he tenido novios (y algunas novias) y un marido… jamás he vuelto a sentir un orgasmo con otra persona.

Esta tarde tengo una reunión con la directiva de El Rastrillo de la que formo parte. Es una asociación benéfica que mantiene hogares para personas necesitadas y programas de ayuda al indigente. Cada año, a finales de noviembre, organizamos un mercadillo de trastos (y antigüedades) en el Pabellón de Cristal del Recinto Ferial de la Casa de Campo.

Un abrazo de tu amiga,

Concha.

 

Un día después:

 

Estimada:

Qué joven y delgada parecés! Nadie diría que tenés más de cuarenta años. Estás bien hermosa, Conchita! Sos una papita.

Una papita, dirás? Ahora advierto que es un argentinismo de los nuestros. Bueno, la palabra papa tiene varios usos coloquiales para nosotros, pero con el diminutivo se dice de una mujer bonita. Y si está buena en términos eróticos, es una manteca. Por mantequilla, se entiende. Vos sos a un tiempo papita y manteca, una mujer de esas que hacen que los hombres vuelvan la cabeza a su paso… y algunas mujeres. Dejo el resto a tu seguramente incorregible vanidad de mujer.

He buscado en Google información sobre ese Rastrillo al que pertenecés. Caramba, te codeas con la gente más importante de España, incluso con la hija octogenaria del dictador Franco, que luce bellísima y tan elegante –me he metido en páginas de murmuraciones, ya sabes–. Muchas fotos. Algunas damas van tan compuestas como árboles de navidad, pero a ti se te ve muy discreta y bella (te he reconocido!) con ese vestido sencillo escote palabra de honor y el mandil blanco ribeteado de rojo. Sirviéndole té a las damas y pastelitos de chocolate… Una humildad del todo conmovedora, viniendo de la esposa de tan gran personaje. (No es ironía, es genuina admiración, Conchita).

Ah, Conchita, nunca me lleves con esas damas encopetadas entre las que andas, que pasarías vergüenza! Porque además suelo decir estas atrocidades con toda ligereza y sin aviso. Me nacen solas, y cuando paro a pensar, pues ya las dije.

Concha: Si pudieras verme ahora, seguro te reirías mucho de tu amiga! Tengo puesto un viejo pantalón de franela que antes solía ser un piyama y ahora es una especie de trapito que hasta el elástico se le ha vencido. Y, por cierto, se me cae a cada rato, con lo cual parezco una niña a la que se le aflojan los calzones: a cada rato arremangándome. Pero es tan cómodo y abrigado a pesar de ese insignificante defectillo. Ha sido un día extraño, menos frío que de costumbre debido a no sé qué confluencia de isobaras, así que, ni bien llegué de la biblio, encendí doña Estufa a tope sin advertir que no era tan necesaria, y a poco de hacerlo, como sentía calor, me disfracé de Cenicienta.

Soy tan simple, Conchita, muy estándar, con algunas partes más bellas o llamativas y otras más deslucidas. Hay algo que no se parezca en esta descripción a lo que cualquier mujer normal podría ser? Tampoco me gusta maquillarme, nunca aprendí y sigue sin interesarme el tema. Prefiero la piel limpia y fresca del agua con jabón, aunque adoro las cremas y otros potingues, y tengo muchas. Demasiadas, puesto que casi no las uso, y a veces hasta se agrian en los frascos! Me muestro sencillamente como soy, porque aprendí a quererme, a respetarme y a darme estima. Ninguna de estas cosas provienen del afuera hasta que uno no se las da a sí mismo.

Y no creas que fue una tarea sencilla. Alguna vez fui bella. Eso decían. Yo no sabía qué hacer con aquel esplendor: mi juventud fue un constante eludir de asedios. No me gustó. Era una cosa obscena y muy frustrante. Nadie me veía realmente a mí. Ahora son ellos los que se sienten temerosos, y eso que ya no queda casi nada de aquella plenitud. Es el sabio poder y encanto de los años, qué duda cabe!

Nunca entendí por qué los varones evalúan tanto las formas, miran, codician y se encienden con el solo mirar. Tal vez forma parte de ese misterio masculino, que para mí lo es y mucho! Pero simplifico bastante bien este misterio: un hombre es, a fin de cuentas, eso: solo un hombre. Y yo soy solo una mujer, y para recibir y dar ternura prefiero otra mujer, porque mi experiencia me muestra que somos más agradecidas y más receptivas que ellos. Apenas vislumbrada pero cierta, y no soy mejor o peor que otra cualquiera.

Quiero creer que es destino de la humanidad evolucionar hacia una comprensión sagrada de la sexualidad, lo femenino y el vínculo entre un hombre y una mujer. Una aspiración que dista mucho de la meta incluso en nuestra cultura. No me atrevo a confundir valor y dignidad con el vulgar manoseo que soportamos (e incluso a veces alentamos) las mujeres del mundo occidental. Aunque tampoco hay punto de comparación entre civilización y barbarie.

Bueno. Basta por hoy. Te deseo que estés bien, amiga.

Lauri.

 

Un día después:

 

Estimada Laura:

Mil gracias por los piropos; eres muy gentil. La verdad es que me cuido y hago lo posible por detener los estragos del tiempo (cremas, masajes, beber mucha agua, cuidar los alimentos, vida sana…), pero tampoco me obsesiono por eso. Ya tengo arrugas, además de las flojeces que me dejaron los partos, y me resisto a seguir el camino de mis amigas, o de muchas de ellas, que recurren a la cirugía. Bueno, tampoco es que lo descarte para cuando llegue el momento, pero la verdad es que ver de cerca esas caras infladas de botox e inexpresivas le quita a una las ganas.

Veo que eres feminista, aunque supongo que no militante radical. También yo lo soy en cierto modo, aunque no acabo de encontrar coherente que hace una generación quemáramos los sostenes en nombre de la libertad y ahora nos sometamos a las torturas a que nos obliga la imagen (altos tacones y todo eso). Bueno, tampoco quiero hacer un discurso sobre el tema. Hay cosas más acuciantes en el mundo, supongo.

Un abrazo de tu amiga,

Concha.

 

Seis horas después:

 

Querida Concha:

Hoy una vecinita de la colonia argentina me trajo una invitación para su cumple de quince. Entre nosotros es un festejo que pretende ser algo inolvidable. Los padres, cuando son amorosos y por humildes que sean, se esfuerzan en tirar la casa por la ventana cuando la nena cumple sus quince abriles. Yo no tuve una fiesta de quince, porque recién había ocurrido la tragedia familiar.

Mi vecinita también invitó a mi amiga Julia, y ya estamos pensando en qué nos vamos a comprar para la fiesta. Porque no es cuestión de ir así nomás. Comprenderás que la ocasión amerita un gasto absolutamente necesario! La verdad es que ni sé qué me voy a comprar, pero, si no invierto en este vanidoso asunto, el sueldito no circula, y ya sabemos: el dinero tiene que fluir. Es una verdad indiscutible metafísica y económicamente hablando…

Toda esta perorata para justificar mis frivolidades! Lo ves? Yo tampoco embellezco mi imagen, porque quiero que me veas como soy: esta vez un tanto incongruente en relación con mis principios de asceta. No me apreciarás menos por tan poquita cosa, o sí?

Lo que me gustaría es tenerte aquí y poder callejear contigo, las dos solas. Primero perpetuaríamos el recuerdo de nuestra amistad con una fotografía en el City Hall Park con el puente de Brooklyn como fondo. Te enseñaría Brooklyn y conocerías debidamente esta mezcolanza pintoresca de judíos, italianos, alemanes, más italianos, puertorriqueños, dominicanos y argentinos que pulula en esta babel. Te llevaría a ver las vistas de la city desde Prospect Park, a curiosear en las tiendas de segunda mano de nuestra Quinta Avenida (no confundir con la de Manhattan), con sus edificios
brownstone
que me encantan. Después de tanto caminar, con los pies doloridos, nos sentaríamos a almorzar en un velador del Iris Café que está muy cerca de la Promenade, y después, cuando ya estuviera cansada de tanto hacerte historias, y vos, bastante harta de follajes centenarios, te llevaría a alguna confitería medio monona, o al River Café, por hacer falso alarde de mis pudientes y de lo refinado de nuestro barrio. Tomaríamos el té, a mí me gusta mucho, o quizá un café vienés. Porque aquí tenemos buen café y muchas otras cosas buenas, aunque es como la fábula de la zorra y las uvas…

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