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Authors: Marvin Harris

Tags: #Ciencia

Nuestra especie (4 page)

BOOK: Nuestra especie
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Parece que los chimpancés van más lejos que ningún otro primate en el empleo de armas y proyectiles. Arrojan piedras, excrementos y palos con notable precisión. Un chimpancé de Gombe arrojó una piedra grande a un potamócero adulto, acertándole y alejándolo lo bastante para que otro chimpancé irrumpiese y se hiciera con el marranillo que guardaba.

Todos los animales de los que he hablado muestran mucho mayor virtuosismo en cautividad (en parques zoológicos y laboratorios) que en la selva. Esto se aplica especialmente a los chimpancés. No pienso en el adiestramiento deliberado al que los chimpancés estrellas de cine y televisión son sometidos por entrenadores humanos para que hagan de todo, desde lavar platos hasta conducir el coche de la familia. Hasta las ratas pueden ser entrenadas para subir escalas, construir puentes, tocar timbres y encender y apagar luces. Me refiero más bien a las conductas espontáneas de fabricación y empleo de herramientas que aprenden por sí mismos, con objetos puestos a su alcance de modo deliberado o accidental. Por ejemplo: si se les proporcionan cajas en que subirse, palos acoplables y plátanos lejos de su alcance, aprenden rápidamente a poner la caja debajo de los plátanos, acoplar los palos, subirse a la caja y derribar los plátanos. Del mismo modo, aprenden rápidamente a utilizar palos pequeños para coger otros más grandes y luego otros más grandes todavía a fin de meter alimentos en la jaula. Cuando se trata de recobrar la libertad, los chimpancés en cautividad muestran la misma clase de ingenio desesperado que los humanos cuando intentan escapar de la cárcel. Así, emplean palos a modo de palancas para abrir puertas y romper la tela metálica de las jaulas. En el Centro regional de primates de Delta (cerca de Atlanta), unos chimpancés partieron palos grandes en varios trozos y los introdujeron en las grietas de una cerca de seis metros. Luego subieron por ellos, como los montañeros por las clavijas cuando escalan una pared, y huyeron por arriba. En otras tentativas de huida apilaron palos y ramas contra la pared del recinto, creando una especie de escala. Mi ejemplo favorito es el delos chimpancés que desarrollaron el hábito de alumbrarse la cavidad bucal mediante una linterna para limpiarse los dientes y la garganta con los dedos, mirándose en un espejo.

En condiciones prácticamente idénticas a las de laboratorio, los chimpancés manejan garrotes con efectos devastadores. Un investigador fabricó un leopardo disecado cuya cabeza y cola podían accionarse mecánicamente y lo colocó en campo abierto, en territorio de chimpancés. Cuando éstos aparecieron puso en funcionamiento las piezas. Los chimpancés atacaron al leopardo con garrotes dispuestos en las inmediaciones, lo hicieron trizas y arrastraron sus restos por entre la maleza.

La conducta compleja de emplear herramientas de los chimpancés en cautividad tiene importantes consecuencias para la comprensión de este fenómeno entre nuestros antepasados protohumanos. Demuestra que, cuando es necesario, los chimpancés son capaces de desarrollar la habilidad de fabricar y utilizar herramientas. El repertorio, relativamente breve, de conductas tecnológicas observadas en estado natural no refleja falta de inteligencia, sino falta de motivación. En estado natural, normalmente, son capaces de satisfacer las necesidades cotidianas de un modo eficaz, desde el punto de vista de la relación coste-beneficio, utilizando los recursos físicos con que les ha dotado la naturaleza.

Permítanme explicar qué entiendo por eficacia con arreglo a la relación coste-beneficio. Los antepasados de los chimpancés actuales nunca tuvieron que vérselas con jaulas de tela metálica ni con cercas de seis metros de altura. Gracias a la selección natural, sus brazos y sus piernas podían librar los de cualquier prisión en que pudiesen caer. Por la misma razón, al ser magníficos trepadores, rara vez utilizaban palos largos para tirar la fruta suspendida de lugares de difícil alcance (aunque podían hacerlo si la ocasión lo requería, como en el problema de la higuera de Costa de Marfil). En lugar de fabricar y utilizar palos como ésos para conseguir los pocos bocados situados en el extremo de ramas que no podían aguantar su peso, les resultaba más práctico, generalmente, trasladarse a otro árbol. El otro aspecto de este modo de ver las cosas es que, dado que los chimpancés necesitan los cuatro miembros para trepar, caminar y correr, no pueden transportar herramientas pesadas durante mucho tiempo sin exponerse a una peligrosa pérdida de movilidad. Así, cuando emplean herramientas en estado natural, recurren principalmente a materiales que estén a mano, como ramas de todos los tamaños, hojas y piedras: objetos que pueden desecharse inmediatamente sin grandes pérdidas, por cuanto el esfuerzo invertido en ellos es muy pequeño y pueden disponer de recambios dondequiera que vayan. Esto explica por qué dejar caer y arrojar ramas y hojas secas son las formas más corrientes de uso de herramientas entre los grandes simios y los monos. Es doblemente eficaz desde el punto de vista del coste-beneficio: pone en fuga a los intrusos con más eficacia y menos riesgo que el combate directo, y no interfiere más que un instante en su capacidad de emplear las manos para trepar hasta un lugar seguro.

Esta es la razón por la que creo que los australopitécidos pudieron haber desarrollado enormemente la conducta de utilizar herramientas, permaneciendo en el nivel intelectual de los chimpancés. La posición vertical modificó la relación coste-beneficio de recoger, transportar y utilizar herramientas para realizar tareas que el cuerpo no podía realizar. Nuestros primeros antepasados empleaban seguramente las herramientas del mismo modo que los chimpancés modernos en estado de cautividad en parques zoológicos y laboratorios, no de manera ocasional ni por desesperación, sino cotidianamente, como parte esencial de su modo de vivir.

Herramientas, ¿para qué?

E1 empleo de herramientas y la posición erguida evolucionaron al unísono. Cuanto más dependían los australopitécidos de las herramientas, mayor se fue haciendo la diferencia entre sus pies y sus manos, y cuanto más aumentaba ésta, más aumentaba su dependencia de las herramientas. Pero ¿para qué? ¿Qué beneficio les reportaba esto? Casi con toda seguridad, la respuesta tiene que ser que las herramientas los capacitaban para consumir alimentos nutritivos del suelo que los simios cuadrumanos y arborícolas no podían explotar con tanta eficacia.

A medida que estas fuentes terrestres de alimentación sustituían en la dieta a los frutos arbóreos, la selección natural favoreció a los individuos que trocaron las pérdidas asociadas a la disminución de la capacidad de trepar por las ventajas de la nueva dieta. Pero ¿qué había en el suelo que resultaba tan atractivo para que los simios, a fin de conseguirlo, invirtiesen en la fabricación y el transporte de herramientas? Dejémonos guiar por los chimpancés. Sabemos que éstos invierten en la fabricación y empleo de herramientas, sobre todo para cazar insectos ocultos dentro de montículos y escondrijos. Ramas y palos constituyen sus herramientas favoritas en estas cacerías. Algunos observadores reseñan que, durante una hora entera, los chimpancés de Gombe transportan herramientas bien fabricadas para cazar termitas de un termitero a otro, cubriendo una distancia total de un kilómetro. Hormigueros y termiteros son mayores y más fáciles de divisar en la sabana abierta de árboles dispersos que en la propia selva. Podemos imaginar a los antepasados de los australopitécidos aventurándose por temporadas a salir de la selva en pos de los paquetes de grasas y proteínas, altamente nutritivos, encerrados en estas fortalezas de insectos. Alejados los hormigueros de donde se encontraban los instrumentos apropiados para pescar, hurgar, explorar y escarbar, habría que transportar las herramientas o la materia prima para fabricarlas cubriendo distancias mayores que en la selva. Los individuos que fabricasen los mejores palos y los manejaran con más habilidad disfrutarían de dietas más ricas en grasas y proteínas, serían más fuertes y sanos y dejarían más descendencia. A medida que aumentasen la frecuencia y la duración de las expediciones en campo abierto, los antepasados de los australopitécidos empezarían pronto a aprovechar recursos alimentarios adicionales, disponibles en el nuevo hábitat. En ciertas estaciones las semillas de las hierbas se podían pelar y comer. Durante la excavación en busca de insectos subterráneos, descubrirían inevitablemente bulbos, tubérculos y raíces comestibles, ricos en calorías, que siguen constituyendo en la actualidad un recurso importante para los cazadores recolectores [foragers] humanos de África. Conseguir este tesoro subterráneo daría lugar a intentos de mejorar el palo de escarbar (quizá mordiendo uno de sus extremos para hacerlo más puntiagudo o frotándolo contra las piedras para alisarlo y afilarlo).

Si, una mañana hace cinco millones de años, hubiésemos estado presentes en el confín de la selva con la sabana, habríamos vislumbrado la siguiente escena: nuestros antepasados, todavía entre las sombras, permanecían de pie, oteando nerviosos el panorama soleado. A cierta distancia, hubiera21 / 305podido confundírseles fácilmente con una familia de chimpancés, excepto que cuando comenzaron a avanzar por la hierba se mantuvieron erguidos. Todos los adultos sostenían un palo afilado en la mano. Aquella mañana se había dado cita allí toda nuestra historia: todo lo que íbamos a ser y todavía podemos ser.

Carne

E1 campo abierto utilizó como reclamo otro recurso. En la selva los animales suelen ser pequeños, furtivos, difíciles de avistar. Pero la sabana rebosaba de manadas bien visibles. De vez en cuando un grupo de australopitécidos armados de palos se encontraría con una cría de gacela o antílope, apartada de la protección materna; la rodearían, se harían con ella y se la comerían. En ocasiones, tropezarían también con los restos de un animal de mayor tamaño, muerto por causas naturales o por los depredadores felinos que vivían a costa de las manadas. Silbando y aullando al tiempo que blandían los palos, ahuyentarían a los buitres y chacales, y se precipitarían sobre la carne putrefacta, que arrancarían a pedazos. Después se dirigirían a la arboleda más cercana, dispuestos a abandonarlo todo y buscar el refugio de las ramas en el caso de que regresasen los felinos e interrumpiesen la comida.

Confieso que no existe ninguna prueba de que hayan sucedido alguna vez estos acontecimientos. Pero el comportamiento de los chimpancés y de otros primates, así como las preferencias dietéticas de nuestra especie, dejan pocas dudas sobre la especial afición a la carne de los australopitécidos. Además, como animales moradores de la sabana y usuarios de herramientas, disponían de una desarrollada capacidad y de múltiples oportunidades, tanto para alimentarse de carroña como para cazar. En cuanto a buscar el refugio de los árboles, contamos con la prueba fósil delos dedos curvos en pies y manos, y de los brazos largos y piernas cortas al estilo de los miembros delos chimpancés.

Hasta hace poco los científicos pensaban que los monos y los simios eran estrictamente vegetarianos. Pero después de meticulosas observaciones en estado natural, los primates han resultado ser omnívoros en su mayor parte. Al igual que los humanos, comen lo mismo vegetales que alimentos de origen animal. Al ser criaturas más bien pequeñas, los monos, por necesidad, se alimentan principalmente de insectos en lugar de caza. Una cantidad significativa de los insectos que comen es simplemente un resultado natural de su consumo de hojas y frutas. Cuando se topan con una hoja con un gorgojo envuelto en ella o un higo con gusano, no escupen el intruso. Si acaso, escupen la hoja o la fruta, práctica que origina una lluvia pertinaz de alimentos de origen vegetal a medio masticar mientras la tropa avanza de árbol en árbol.

Como sucede entre la mayoría de las poblaciones humanas, los monos sólo comen generalmente pequeñas cantidades de alimentos de origen animal en comparación con los de origen vegetal. No es asunto de elección, sino que obedece a las dificultades que han de afrontar los monos para conseguir un suministro regular de carne. Estudios realizados en Namibia y Botswana muestran que los babuinos dejarán de comer prácticamente todo lo demás si abundan los insectos. Las sustancias de origen animal se sitúan en primer lugar de sus preferencias; en segundo, las raíces, semillas, frutas yflores; y en tercer lugar, las hojas y la hierba. En algunas épocas del año destinan a los insectos el 75por ciento del tiempo que dedican a comer. Algunas especies de monos de gran tamaño no se limitan a los insectos: también cazan piezas pequeñas. Mi reconstrucción del modo de vida de los australopitécidos adquiere plausibilidad por el hecho de que los cazadores más consumados de entre los monos parecen ser los babuinos, que viven a ras de tierra en campo abierto. Durante un año de observación en Gelgil (Kenia), Robert Harding observó que los babuinos habían matado y devorado cuarenta y siete vertebrados pequeños. Las crías de gacela y de antílope constituían las presas más corrientes. Si un simple babuino es capaz de capturar crías de gacela y de antílope, los primeros australopitécidos no pueden haber sido menos capaces.

Entre los primates no humanos existentes, los chimpancés son los consumidores de carne más apasionados. Sólo el tiempo y los esfuerzos que dedican a comer termitas y hormigas sugieren ya el grado de su afición por la carne. No olvidemos las dolorosas mordeduras y picaduras a que se exponen para conseguir estos bocados exquisitos. Tampoco limitan los chimpancés su búsqueda de carne a lacaza de hormigas y termitas. Cazan y comen por lo menos veintitrés especies de mamíferos, entre ellos varias clases de monos y babuinos, gálagos, gamos, potamóceros, cefalofinos, ratones, ratas, ardillas, musarañas, mangostas y damanes. Asimismo, matan y devoran crías de chimpancé e incluso bebés humanos si se presenta la ocasión. En Gombe, en el transcurso de una década, los observadores presenciaron el consumo de noventa y cinco animales pequeños, en su mayoría crías de babuino, chimpancé y potamócero. Este no es sino un recuento parcial, por cuanto los chimpancés consumieron otros animales sin ser vistos por los observadores. En conjunto, los chimpancés de Gombe dedicaron cerca del 10 por ciento de su tiempo de alimentación a buscar y consumir caza.

Generalmente, los chimpancés cazan en grupo y comparten la presa con los demás. Si un chimpancé no encuentra con quien juntarse, abandonará la caza. Durante todo el proceso de matar, distribuir y consumir las presas, muestran un entusiasmo y un nivel de interacción social inusuales. Durante la caza, entre tres y nueve chimpancés tratan de rodear a la presa, moviéndose de un lado a otro por espacio de una hora para cerrar las posibles vías de escape.

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