Nuestra Señora de las Tinieblas (8 page)

Read Nuestra Señora de las Tinieblas Online

Authors: Fritz Leiber

Tags: #Ciencia-Ficción, Terror

BOOK: Nuestra Señora de las Tinieblas
9.71Mb size Format: txt, pdf, ePub

—El análogo de la era hippie a las SS nazis es la Familia Manson —añadió Gun.

—En cualquier caso, eso es lo que aprendí cuando recorría el Hashbury de madrugada, suministrando torazina a los hijos de las flores
per anum
—continuó Saul—. No podía usar una aguja hipodérmica porque todavía no era enfermero de verdad.

—Así es como nos conocimos Saul y yo —dijo Gun, pensativo.

—Pero no fue a Gun a quien di la torazina rectal —corrigió Saul—, eso habría sido demasiado romántico. Fue a un amigo suyo, que había tomado una sobredosis, y luego le llamó, y a su vez él nos llamó a nosotros. Así es como nos conocimos.

—Mi amigo se recuperó bastante bien.

—¿Cómo conocisteis a Cal? —preguntó Franz.

—Cuando se mudó aquí —dijo Gun.

—Al principio fue sólo como si el silencio hubiera caído sobre nosotros —dijo Saul, pensativo. Pues el anterior habitante de su habitación era excepcionalmente ruidoso, incluso para este edificio.

—Y entonces fue como si un ratón silencioso pero musical se hubiera unido a la población. Porque nos pareció oír una flauta, pero tan bajito que creímos estar imaginándolo.

—Al mismo tiempo —dijo Saul—, empezamos a advertir a esa joven atractiva, muy amable y poco comunicativa que entraba o salía de la planta cuatro, siempre sola y siempre abriendo y cerrando muy amablemente las puertas del ascensor.

—Y entonces una noche fuimos a escuchar los cuartetos de Beethoven en el Veterans Building. Ella estaba entre el público y nos presentamos.

—Los tres tomamos la iniciativa —añadió Saul—. Al final del concierto ya éramos amigos.

—Y el siguiente fin de semana la ayudamos a redecorar su apartamento —terminó Gun—. Era como si nos conociéramos desde hacía años.

—O al menos como si ella nos hubiera conocido desde hacía tiempo —precisó Saul—. Nosotros tardamos mucho más en conocerla…, la vida tan superprotegida que llevaba, las dificultades con su madre…

—Lo duro que le resultó la muerte de su padre…

—Y cómo decidió que tenía que hacer las cosas por sí misma

—Saul se encogió de hombros— y aprender de la vida —miró a Franz—. Tardamos aún más tiempo en descubrir lo sensible que es bajo ese exterior competente y frío, y también sus habilidades aparte de la música.

Franz asintió.

—¿Y ahora vas a contarme la historia sobre ella que me estaba guardando? —preguntó a Saul.

—¿Cómo sabías que iba a hablarte de ella? —inquirió el otro.

—Porque la miraste antes de decidir no contarlo en el restaurante —le dijo Franz—, y porque no me invitaste hasta estar seguro de que ella no iba a venir.

—Los escritores sois muy listos —observó Saul—. Bueno, en cierto modo ésta es una historia de escritores. De tu tipo de escritor, de horror sobrenatural. Tu Corona Heights me hizo querer hablarte del tema. El mismo reino de lo desconocido, pero en un país diferente.

Franz quiso decir que eso era lo que había anticipado, pero se contuvo.

10

Saul encendió un cigarrillo y se acomodó contra la pared. Gun ocupó el otro extremo del sofá. Franz estaba sentado en un sillón frente a ellos.

—Me di cuenta bastante pronto de que Cal estaba muy interesada en la gente que tengo en el hospital. No porque hiciera preguntas, sino por la forma en que se quedaba quieta cuando los mencionaba. Eran una cosa más en el enorme mundo que empezaba a explorar y se sentía obligada a aprender y simpatizar con él, o a prepararse para hacerle frente…. en su caso parece una combinación de ambas cosas.

»Bien, en aquellos días yo estaba muy interesado en mi gente. Llevaba un año en el turno de noche y había estado al cargo durante un par de meses, y por eso tenía muchas ideas sobre los cambios que quería hacer y que de hecho estaba haciendo. Para empezar, me parecía que la enfermera encargada del pabellón antes que yo se había pasado en la administración de sedantes —sonrió—. Verás, esa historia que le conté a Bonny y a Dora no era inventada del todo. Pues bien, reduje la ración de sedantes hasta el punto de que podía comunicarme y trabajar con los pacientes y dejaron de estar Comatosos a la hora del desayuno. Naturalmente, eso hace que el pabellón sea a veces más animado y problemático, pero yo era nuevo y animado y creía poder manejarlo.

Se echo a reír.

—Supongo que eso es algo que hacen al principio casi todas las personas al cargo: reducir los barbitúricos, hasta que se cansan o tal vez se irritan y deciden que la paz merece la pena un poco de sedación.

»Pero yo estaba llegando a conocer a mi gente bastante bien, o eso creía, y sabía en qué etapa de cada ciclo estaba cada uno, y por eso podía anticipar sus ataques y mantenía el pabellón controlado. Tenía al joven señor Sloan, por ejemplo, que sufría epilepsia, de la clase
petit mal
, junto con depresión extrema. Era muy educado, y mostraba talento artístico. A medida que se aproximaba al clímax de su ciclo, empezaba a tener sus ataques de
petit mal
, ya sabes, breves pérdidas de consciencia, «no estar» allí durante unos minutos, tambalearse un poco…. cada vez más cerca, cada veinte minutos o así, luego con más frecuencia. A veces pienso que la epilepsia es como si el cerebro intentara provocarse un electroshock. En cualquier caso, mi joven señor Sloan se aproximaba al clímax de forma parecida o imitando al
grand mal
, donde caía al suelo y se rebullía y hacía mucho escándalo y ejecutaba actos automáticos y perdía el control de todas sus funciones corporales…. antes lo llamaban epilepsia psíquica. Entonces sus ataques de
petit mal
se espaciaban y se sentía mejor durante una semana. Parecía cronometrarlo exactamente y ponía un montón de esfuerzo creativo en ello, ya te digo que tenía talento artístico. ¿Sabes? A menudo pienso que toda locura es una forma de expresión artística, sólo que la persona no se tiene más que a sí mismo para trabajar: no puede conseguir materiales externos para manipular, por eso pone todo su arte en su conducta.

»Bien, como decía, sabía que Cal sentía curiosidad por mi gente, e incluso había dado a entender que le gustaría verlos, así que una noche, cuando todo iba como una seda y todos mis pacientes se encontraban en sus ciclos tranquilos, la llevé a verlos.

Naturalmente, tuve que forzar un poco las reglas del hospital, como es de esperar. No había luna esa noche, ni luna nueva ni nada, porque la luz de la luna excita a la gente, especialmente a los locos. No sé cómo, pero es así.

—Eh, nunca me habías hablado de eso antes —interrumpió Gun—. Me refiero a lo de llevarte a Cal al hospital.

—¿Ah, no? —dijo Saul, y se encogió de hombros—. Bueno, llegó una hora después de que se marchara el tumo dé día, un poco pálida y aprensiva, pero excitada…. y casi de inmediato todo en el pabellón empezó a irse de la mano y volverse loco. La señora Willis empezó a gemir y a quejarse de sus terribles desgracias. No le tocaba hasta dentro de una semana, según mis cálculos, y es realmente horrible escucharla. Y eso disparó a la señorita Craig, que grita como nadie. El señor Schmidt, que llevaba más de un mes comportándose muy bien, se las arregló para bajarse los pantalones y descargar un montón de mierda antes de que pudiéramos detenerle ante la puerta del señor Bugatti, que es su «enemigo» de vez en cuando…, y nosotros no habíamos tenido ese tipo de conducta en el pabellón desde el año anterior. Mientras tanto. la señora Gutmayer había volcado la bandeja de su cena y estaba vomitando, y el señor Stowacki había conseguido de algún modo romper un plato y cortarse…. y la señora Harper gritaba a la vista de la sangre (no había mucha), y eso hizo que fueran dos gritando, no al estilo de Fay Wray, pero casi.

»Bueno, naturalmente tuve que abandonar a Cal mientras tratábamos con todo eso, aunque me preguntaba qué estaría pensando y me reprochaba por haberla invitado y por ser tan megalómano sobre mi habilidad para predecir y controlar desastres.

»Para cuando volví con ella, Cal se había marchado a la sala de recreo con el joven señor Sloan y un par de internos más, y había descubierto nuestro piano y estaba probándolo. El piano estaba horriblemente desafinado, desde luego, o eso debió de parecerle a ella al menos.

»Cal escuchó los apresurados informes que le di sobre la situación (excusas, supongo), que no teníamos normalmente mierda en los pasillos, etcétera, y de vez en cuando asentía, pero seguía trabajando en el piano al mismo tiempo, como si cazara las teclas menos desafinadas (después me confirmó que eso era exactamente lo que estaba haciendo). Me prestaba atención, si, pero también se dedicaba al piano.

»Entonces me di cuenta de que otra vez empezaban a excitarse en el pabellón y que los ataques del
petit mal
de Harry (el señor Sloan) estaban mucho más cercanos unos de otros de lo que debían, y que caminaba inquieto en círculos alrededor de la sala de recreo. Según mis cuentas no debía llegar a su clímax hasta la noche siguiente, pero ahora, sin venir a cuento, había acelerado su ciclo y sin duda le esperaba su ataque de
grand mal
de un momento a otro.

»Empecé a advertir a Cal sobre lo que iba a suceder probablemente, pero justo entonces ella se echó atrás en su asiento y torció, un poco la cabeza, como hace a veces cuando empieza un concierto, y empezó a tocar algo muy ligero de Mozart (resultó ser la "Canción de Cherubino" de
Las bodas de Figaro
), pero en lo que parecía ser la clave más discordante de todas con aquel piano desafinado (después me confirmaría también esto).

»A continuación, moduló la música en otra clave apenas un poco menos discordante que la anterior, y así sucesivamente. Lo creas o no, había hallado una sucesión de claves desde las más discordantes a las menos con aquel piano desafinado, y ahora tocaba a Mozart con todas ellas en el mismo orden, de las menos armónicas hacia arriba. La letra de la "Canción de Cherubino" dice, más o menos: "Los que amamos el poder naturalmente que lo sentimos. ¿Por qué debería atravesar mi corazón de acero?". Y luego dice algo parecido a "en mi pena habita el placer".

»Mientras tanto, pude sentir las tensiones acumulándose a mi alrededor y pude ver que los ataques de
petit mal
de Harry se producían cada vez más rápidamente mientras él daba vueltas, y supe que iba a tener el ataque grande en un instante, y empecé a preguntarme si no debería detener a Cal agarrándola por las muñecas como si fuera una especie de bruja que practica magia negra con la música…. el pabellón se había vuelto loco con su llegada, y ahora estaba haciendo lo mismo con su Mozart, que ascendía cada vez más de tono.

»Pero justo entonces moduló triunfal la clave menos discordante y por contraste pareció un agudo perfecto, increíblemente adecuado, y en ese instante Harry se lanzó no a su ataque de
grand mal
, sino a una
danza extraña y saltarina
en perfecta sincronía con la "Canción de Cherubino", y casi antes de saber lo que estaba haciendo, agarré a la señorita Craig (que tenía la boca abierta para gritar, pero que no gritaba) y bailé con ella detrás del joven Harry… y pude sentir que la tensión en todo el pabellón se desvanecía como el humo. De algún modo, Cal había fundido esa tensión, aflojándola y liberándola como había hecho con la depresión del joven Harry, haciendo que bailara a salvo sin tener un ataque fuerte. En ese momento me pareció lo más semejante a la magia que he visto en mi vida. Brujería, sí, pero blanca.

Con las palabras «aflojándola y liberándola» Franz recordó las palabras de Cal sobre la música y su «poder para liberar otras cosas y hacerlas volar y girar».

—¿Qué pasó luego? —preguntó Gun.

—No mucho más —dijo Saul—. Cal siguió tocando la misma tonada una y otra vez con la misma clave triunfal, y seguimos bailando y creo que un par de personas más se nos unieron, pero tocó cada vez más suavemente, hasta que pareció música para ratones, y luego se paró y cerró el piano con mucho cuidado, y nosotros dejamos de bailar y nos miramos sonrientes, y eso fue todo…. excepto que todos nosotros estábamos en un sitio distinto a cuando empezamos. Y poco después ella volvió a casa sin esperar el final del tumo, como si diera por sentado que lo que había hecho era algo que no podría repetirse. Y nunca hablamos mucho del tema después. Recuerdo haber pensado: «La magia es algo que sólo sucede una vez».

—¿Sabes? Me gusta —dijo Gun—. Me refiero a la idea de que la magia, y también los milagros, como lo que hacía Jesús, y también el arte, y la historia, no son más que fenómenos que no pueden repetirse. Al contrario que la ciencia, que trata de fenómenos que sí pueden ser repetidos.

—La tensión se fundió —murmuró Franz—…, la depresión se aflojó y se liberó…. las notas vuelan como chispas… ¿Sabes, Gun? Eso me hace pensar en la máquina destructora de documentos que me enseñaste esta mañana.

—¿Qué máquina? —preguntó Saul.

Franz lo explicó brevemente.

—No me lo habías dicho —se quejó Saul a Gun.

—¿Y qué? —Gun sonrió y se encogió de hombros.

—Naturalmente, la idea de que la música es buena para los lunáticos y para tranquilizar almas atormentadas es muy antigua, —dijo Franz, casi con pesar.

—Al menos se remonta hasta Pitágoras —coincidió Gun—. Dos mil quinientos años.

Saul sacudió la cabeza, decidido.

—Eso que hizo Cal va mucho más allá.

Llamaron bruscamente a la puerta. Gun la abrió.

Fernando contempló la habitación, inclinando amablemente la cabeza, miró a Franz y sonrió.

—¿Ajedrez? —dijo.

11

Fernando era un jugador duro. En Lima tenía la categoría de experto. Echaron dos partidas en la habitación de Franz, justo lo que éste necesitaba para ocupar su mente aturdida, y durante el rato que pasaron jugando, Franz advirtió lo cansado que había quedado después de su escalada.

De vez en cuando musitaba algo acerca de la «brujería blanca» de Cal (si podía ser llamada así), y la magia negra (aún menos probable) que había encontrado en Corona Heights. Deseaba haber discutido con más profundidad ambos incidentes con Saul y Gun, aunque dudaba que le hubieran aclarado nada. Oh, bueno, los vería a ambos en el concierto de mañana por la noche: sus últimas palabras se habían referido a eso, pues le pidieron que les guardara los asientos si llegaba primero.

—¿
Mañana por la noche
? —preguntó Fernando al marcharse, señalando el tablero.

Franz entendía el suficiente español como para sonreír y asentir. Si no podía jugar de nuevo mañana, siempre podría hacérselo saber a Dorotea.

Other books

The Going Rate by John Brady
Show Judge by Bonnie Bryant
Have You Seen Ally Queen? by Deb Fitzpatrick
A Time in Heaven by Warcup, Kathy
Stockholm Surrender by Harlem, Lily
The Meaning of Liff by Douglas Adams, John Lloyd
Heat by Joanna Blake