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Authors: John Brunner

Tags: #Ciencia ficción

Órbita Inestable (40 page)

BOOK: Órbita Inestable
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—Deseo oír lo que Harry tiene que decir. Tampoco sé lo que pasa, pero estoy acostumbrada a ello. Nunca sé lo que pasa cuando tomo una píldora sibilina.

—Muy bien dicho —dijo Conroy suavemente—. Flamen, ¿no era usted quien decía hace un momento que los Gottschalk pensaban retirarse de la Iron Mountain a favor de una instalación propia? ¿Por qué esa instalación no podría apodarse «Robert» para engañar a los husmeadores como usted mismo? ¿No estaría eso completamente de acuerdo con lo que los Gottschalk han hecho en el pasado?

—El análisis es exacto —dijo Madison/Gottschalk.

Flamen se llevó temblorosamente las manos a las sienes. Dijo:

—De acuerdo, seguiré adelante con esto, aunque creo que soy un estúpido prestando atención a todas estas estupideces. —Tragó saliva dificultosamente, bajó las manos, y echó hacia atrás los hombros, como alguien preparándose para enfrentarse al pelotón de fusila-miento de las risas de sus vecinos—. Sí, eso explicaría por qué las noticias del nuevo recluta llamado Robert han ocupado todos los rumores durante meses sin que nadie haya conseguido identificarlo.

Conroy miró a Diablo. El nig había vuelto a subirse la manga de su chaqueta y estaba jugueteando con el brazalete de la Conjuh Man que llevaba, moviendo silenciosamente sus labios…, presumiblemente recitando un conjuro.

—¡Muy bien entonces! Primera pregunta: usted dice que estamos hablando con una máquina. ¿Qué máquina, dónde, y cómo podemos estar hablando con ella?

—La máquina conocida como Robert Gottschalk —fue la paciente respuesta—. Cualquier otra designación debería ser exhaustivamente técnica en el sentido de que su diseño es impredeciblemente complejo y ningún otro dispositivo cibernético posee un grado comparable de conciencia. La localización exacta no está disponible, pero el señor Flamen ha afirmado ya que el emplazamiento más probable está en Nevada, lo cual admito que es exacto, y el sistema de nuestra comunicación mutua está computado de tal modo que resulta inexplicable en términos comprensibles para ustedes.

—Este es el resultado de utilizar durante tanto tiempo a las máquinas como únicos confidentes —murmuró Reedeth—. Sabía que era peligroso mantenerlo durante tanto tiempo en el Ginsberg… ¿Qué otra cosa podía hacer el pobre bastardo excepto hablar con las máquinas cuando no se le permitía tener otro tipo de amigos?

—Cállese —dijo Conroy—. Deseo seguir esto hasta que deje de tener sentido. Es un sentido muy extraño, lo reconozco, pero tengo la impresión de que es el único posible, ya que con toda probabilidad más pronto o más tarde la raza humana se torpedeará a sí misma yendo precisamente en esta dirección. Madison…, Robert…, Robot…, como quiera que se llame: o nosotros estamos locos o usted está loco o todos estamos locos, o de lo contrario estamos hablando realmente con una máquina situada en algún lugar de Nevada… ¿Puede darnos alguna prueba que nos ayude a decidir lo que es cierto?

Hubo una pausa. Finalmente, Madison/Gottschalk dijo:

—No es fácil. Unas pruebas tan obvias como el pedirme que realice una serie de computaciones matemáticas mucho más allá de las habilidades medias de un cerebro humano podrían ser descalificadas con la argumentación de que durante siglos se han conocido a deficientes mentales e incluso locos que eran unos auténticos genios del cálculo, y tengo específicamente prohibido proporcionarles información que les permita realizar una verificación física directa de mis afirmaciones acerca de mí mismo. La solución más satisfactoria parece ser a mi modo de ver el efectuar lo que ustedes califican como profecías, porque en este punto de la escala temporal se refieren a acontecimientos no disponibles a sus sentidos.

—Pero eso significa tener que aguardar hasta que llegue el tiempo fijado por usted para que se cumplan —dijo Conroy lentamente—. Como esa afirmación acerca del golpe Gottschalk del 2015. ¡Hummm! —Tironeó de su barba—. Bien, empecemos por ahí, pues… Cuéntenos algo más acerca del golpe Gottschalk.

—Las actuales divergencias sobre métodos y marketing entre los miembros del trust Gottschalk llegaron a su clímax al inicio de la primavera del año 2015 con la destitución forzada de Marcantonio Gottschalk por un grupo de monosílabos y jóvenes polisílabos equipados con los prototipos de las armas del sistema C que Anthony, más tarde Antonioni, Gottschalk había desarrollado y que Marcantonio le había prohibido introducir en el mercado nigblanc.

Conroy miró a Flamen.

—¿Cómo se siente acerca de eso?

—Debería sentirme sorprendido —admitió Flamen—. Parece como si las disputas estuvieran polarizándose a lo largo de las habituales líneas conservadoras-radicales, y evidentemente Anthony Gottschalk tiene razón en ello junto con Vyacheslav y los demás jóvenes desleales.

—¿Por qué debería Marcantonio prohibir su introducción? —preguntó Conroy.

—Dos explicaciones. Bajo su propio punto de vista, porque podría saturar el mercado. Bajo el punto de vista de Anthony Gottschalk, porque está anticuado en su forma de pensar.

—¿Por cuál de estos puntos de vista se inclina usted?

—En el punto temporal del 2014, por el último; en el punto temporal del 2113, por el primero…, por cuyo motivo estoy alterando deliberadamente el curso de los acontecimientos pasados.

—¿Dos mil ciento trece? —dijo Diablo—. ¡Oh, está completamente chiflado! —Saltó furiosamente en pie—. Doctor Reedeth, ¿qué le hizo pensar que este hombre era apto para ser dado de alta del hospital?

—¡Cállese! —ladró Conroy—. ¿Qué infiernos piensa que ocurrirá si los Gottschalk empiezan a proveer a los enclaves nigs con equipo lo suficientemente poderoso como para que un hombre pueda arrasar una ciudad? Vamos…, ¡dígamelo!

Diablo se mordió el labio. Dijo defensivamente:

—Esto es ridículo, de todos modos. No se puede responder a una pregunta como esa.

—¡Infiernos, hombre! ¿No conoce usted su propia historia? ¿No está al corriente de los avances de la tecnología? Es posible que un solo hombre pueda arrasar una ciudad desde hace…, oh…, al menos sesenta años. Allá en los años cincuenta del siglo pasado había avio-nes equipados con más de cinco kilotones de bombas nucleares, bajo el control de un único piloto. Costaban millones, pero los refinamientos en el diseño tendieron a irlos haciendo más baratos cada vez. Si fuera usted un piloto de las Fuerzas Aeroespaciales sería capaz de arrasar no sólo una ciudad sino medio continente. ¿Cierto o falso? —Bueno, sí, pero los Gottschalk…

—Los Gottschalk no trabajan con ningún contrato del gobierno, proveen al mercado doméstico. ¿Y qué? En este mismo momento, si su crédito es bueno, puede usted caminar calle abajo hasta una tienda de armas y comprarse una bandolera de micronucleares, y cualquiera de ellas sería suficiente para volar una manzana normal de cualquier ciudad. Hasta ahora simplemente hemos sido afortunados de que no mucha gente pueda permitirse el lujo de pagar sesenta mil hojas de té por el privilegio de matar a sus vecinos. Mejore sus métodos de producción, reduzca sus costos, y podrá hacer usted que esas mismas armas estén al alcance de cualquiera con un salario medio. ¡Encantador! Especialmente si sus clientes han sido informados por anticipado de que el enclave nig local posee ya en sus armerías ese artículo en particular. No se moleste en discutirlo… sabe usted muy bien que así es como funciona.

Conroy se volvió deliberadamente de espaldas a Diablo y se dirigió de nuevo a Madison/Gottschalk.

—Estaba a punto de preguntar cuando fui interrumpido: ¿qué tiene que ver el «punto temporal» del 2113 con todo esto?

—Disponiendo de una fuente de energía propia, siendo virtualmente inmune a todo ataque, y diseñado para una excepcional durabilidad, sobreviví a la desintegración de la civilización humana de mitades del siglo XXI y proseguí funcionando según las directrices que había recibido, concediendo prioridad al elemento de aumento máximo de las ventas antes que a la investigación o la producción de armas, y finalmente llegué a la conclusión, tras un exhaustivo estudio de la combatividad humana, que tan sólo una interferencia directa con el curso registrado de acontecimientos podría conducir a la continuidad de las ventas. En noviembre de 2113 fue tomada la decisión de emplear técnicas desarrolladas con la finalidad de suplementar mis datos almacenados con experiencia subjetiva humana a fin de provocar tales cambios imprevisibles. De ahí esta conversación.

—¡Así que es por eso por lo que sabe tanto de matar! —exclamó Lyla.

Conroy le lanzó una mirada.

—¿Qué quiere decir?

La pitonisa se inclinó excitadamente hacia delante.

—¡En el apartamento de Mikki Baxendale! Se lo dije… Estaba recibiendo algo procedente de él. Profesor, creo en todo esto…, tengo que creer en ello. ¡Encontré a un hombre con siete cerebros!

—Correcto —dijo Madison/Gottschalk con un tono más bien aburrido—. La influencia de las drogas condujo a un impredecible brotar, a través del córtex de este cuerpo, de una cierta cantidad de datos almacenados procedentes de distintos períodos históricos que había investigado con la esperanza de determinar los factores que gobernaban el deseo de cualquier individuo dado de adquirir y emplear un arma mortal.

—¡Está delirando! —dijo Reedeth. Miró a Flamen, que asintió vigorosamente.

—Por el amor de Dios, dejen de cerrar sus mentes —dijo Conroy cansadamente—. Estoy empezando a sentirme avergonzado de usted, Jim. Tendría que saber condenadamente bien que cuando los hechos no encajan con la teoría lo que hay que hacer es cambiar la te-oría. Creo que hasta ahora todo lo que estamos oyendo es coherente. Tan sólo espero que deje de ser coherente muy pronto, porque no me gusta demasiado la perspectiva del colapso de la civilización, pese a que dudo que yo esté por allí para presenciarlo cuando se produzca. Tal como lo entiendo, habiéndose encontrado sin compradores para sus productos debido al fracaso de la sociedad humana organizada, esta máquina prosiguió funcionando bajo las órdenes…

—¡Continuó! —interrumpió Flamen—. ¡En pasado! ¿En qué tipo de loca órbita está usted flotando? ¡Se supone que nada de esto ha ocurrido todavía!

—Oh, por el amor de Dios —dijo Conroy—. ¿Cómo he podido llegar a convencerme alguna vez de que valía la pena salvar a esta especie? ¿Me dejará de una vez atrapar a Madison, o no? Yo también quiero creer que estoy escuchando los desvaríos de un maníaco…

¡Todos nosotros lo queremos! Pero si no es así, entonces lo mejor que podemos hacer es escuchar lo que tiene que decirnos.

Inspiró profundamente.

—No puedo pensar en nada más sensato para una máquina, aferrada a su obsesivo cumplimiento de sus órdenes y poseyendo una conciencia sin precedentes, que hurgar en el pasado e intentar imaginar cómo evitar su propio fracaso. ¿Cómo se consiguió eso…, cómo se llevó a cabo esa investigación?

—En ciertos puntos del pasado —dijo Madison/Gottschalk—, se reveló posible, a través de técnicas no fácilmente explicables, sustituir la conciencia en un cerebro humano por una porción de mí mismo. La señorita Clay, ejerciendo otro talento que es inexplicable incluso para mí mismo puesto que se ha investigado muy poco en esa área antes de la cesa-ción de la actividad científica humana, detectó el paso del conocimiento ganado por ese córtex en el apartamento de Michaela Baxendale.

—Está yendo usted demasiado rápido para mí —dijo Conroy, alzando una fláccida ma-no—. Tomaremos este…, este cuerpo como ejemplo. ¿Quién o qué es o era Harry Madison?

—Durante los combates en Nueva Guinea, la anterior personalidad de Harry Madison, un soldado reclutado de color, se deterioró hasta un punto a partir del cual las técnicas psicoterapéuticas existentes eran incapaces de reconstituirlo. En consecuencia, consideré permisible penetrar yo en su cerebro, puesto que en este estadio de la historia los candidatos para la observación subjetiva directa de los combates interhumanos eran relativamente escasos. En períodos anteriores, tales como la época romana que la señorita Clay ha citado como una de las experiencias a las que asistió indirectamente, la elección era fácil; una proporción muy alta de combatientes tanto en batalla como en confrontaciones de gladiadores estaban locos.

—Entonces, ¿se limitaba usted únicamente a las… personalidades dañadas?

—No forma parte de mi programación el destruir seres humanos, sólo proporcionarles los medios de destruirse mutuamente si así lo deciden ellos. —Hubo una pausa, curiosamente no mecánica en sus implicaciones comparada con la monótona exposición de las largas frases de Madison/Gottschalk—. La definición de ser humano programada en mi interior —prosiguió el nig…, o la máquina— se extiende a las unidades cefálicas aisladas, y en consecuencia a todos los impedidos, focomelos e individuos anormales físicos similares, pero no a aquellos que se hallan trastornados más allá de toda posible recuperación.

—Unidades cefálicas aisladas —repitió pensativamente Conroy—. En otras palabras, cabezas seccionadas artificialmente y mantenidas vivas. ¿Cuándo se supone que se hizo posible eso?

—En el 2032, poco antes de que el declive de la civilización hiciera inaccesibles las técnicas necesarias.

—¿Pero qué es lo que condujo a ese «declive de la civilización»? —preguntó Conroy—. No puede haber sido simplemente la introducción de esas armas de las que ha estado usted hablando, ese equipo denominado sistema C.

—La maximización de la venta de armas implicaba la maximización de la hostilidad in-terhumana —dijo Madison/Gottschalk—. Todas las fuentes existentes de este fenómeno fueron grabadas, y aquellas que se revelaron particularmente fructíferas fueron el patriotis-mo, la intolerancia, la xenofobia, la oclofobia, las diferencias raciales, religiosas y lingüísticas, y el llamado «abismo generacional». Se descubrió que resultaba muy fácil enfatizar esas actitudes preexistentes hasta el punto en que una unidad del sistema C de armas integradas fuera algo tan deseable entre la población informada que la posibilidad de que otro individuo adquiriera ese equipo virtualmente indestructible fuera suficiente como para provocar un ataque contra él antes de que llegara a adquirirla.

—Oh, Cristo —dijo Diablo. Su frente estaba fruncida en un agónico ceño—. ¿Quiere decir… que si se supiera que los Gottschalk estaban vendiendo esas armas a precio bajo a algún enclave nig cercano, entonces los blancs locales caerían sobre ellos para masacrarlos antes de que pudieran utilizar lo que habían adquirido?

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