Después de que hubo concluido mi defensa, el presidente, dándose cuenta quizás de que algunos de los círculos más jóvenes estaban conmovidos por mi evidente sinceridad, me hizo dos preguntas:
Declaré que no podía decir nada más, y que debía ser fiel a la verdad, cuya causa acabaría prevaleciendo sin lugar a dudas.
El presidente contestó que estaba completamente de acuerdo con mi sentimiento y que era lo mejor que podía hacer. Debía ser condenado a cadena perpetua; pero si la verdad deseaba que yo saliese de la cárcel y evangelizase al mundo, se podía confiar en que procuraría que así fuese. Entre tanto, no debería estar sometido a ninguna molestia que no fuese imprescindible para impedir mi fuga y, a menos que perdiese el privilegio por mala conducta, se me debía permitir ver de vez en cuando a mi hermano, que me había precedido en la prisión.
Han transcurrido siete años y aún sigo preso, y (exceptuando las esporádicas visitas a mi hermano) privado de toda compañía salvo la de mis carceleros. Mi hermano es uno de los mejores cuadrados, justo, sensible, alegres y no carente de afecto fraterno; pero confieso que mis entrevistas semanales, en un aspecto al menos, me causan el dolor más amargo. Él estuvo presente cuando se manifestó la esfera en la cámara del consejo; vio sus secciones cambiantes; oyó la explicación de los fenómenos que dieron luego los círculos. No ha pasado desde entonces una semana apenas, durante siete años completos, sin que oyese de mí una repetición del papel que desempeñé en esa manifestación, junto a amplias descripciones de todos los fenómenos de Espaciolandia, y los argumentos en favor de la existencia de cosas sólidas derivables por analogía. Pero (me avergüenza verme obligado a confesarlo) aún no ha captado la naturaleza de la tercera dimensión y proclama con toda franqueza su incredulidad por lo que se refiere a la existencia de una esfera.
Así que estoy absolutamente privado de conversos y, por lo que yo puedo ver, la revelación milenaria que se me hizo no ha servido de nada. Prometeo allá arriba en Espaciolandia acabó encadenado por entregar el fuego a los mortales. Yo (pobre Prometeo de Planilandia) yago aquí en prisión por no entregar nada a mis compatriotas. Pero vivo con la esperanza de que estas memorias puedan de alguna manera, no sé cómo, llegar hasta el pensamiento de los seres humanos de alguna dimensión y puedan impulsar la aparición de una raza de rebeldes que se nieguen a estar confinados en una dimensionalidad limitada.
Ésta es la esperanza de mis momentos más alegres. Desgraciadamente no siempre es así. Pesa sobre mí, agobiante a veces, la abrumadora reflexión de que no puedo decir honradamente que esté seguro de la forma exacta de aquel cubo que, como lamento a menudo, llegué a ver una vez; y en mis visiones nocturnas el misterioso precepto «hacia arriba, no hacia el norte», me acosa como una esfinge devoradora de almas. Es parte del martirio que soporto por la causa de la verdad el que haya períodos de debilidad mental, en que cubos y esferas se alejan hacia el telón de fondo de existencias escasamente posibles; en que el país de tres dimensiones parece casi tan visionario como el de una o ninguna; más aún, en que incluso esta dura pared que me separa de mi libertad, estos mismos cuadernos en que estoy escribiendo, y todas las realidades substanciales de la propia Planilandia, no parecen más que el producto de una imaginación enferma, o la trama sin base de un sueño.
EDWIN ABBOTT ABBOTT (Londres, Inglaterra 20 de diciembre de 1838 - 1926), profesor, escritor y teólogo inglés, conocido por ser el autor de la sátira matemática
Flatland, romance of many dimensions
(
Planilandia, una novela de muchas dimensiones
, 1884). Abbott era el hijo mayor de Edwin Abbott (1808-1882), director de la escuela de Filología Marylebone, y su esposa, Jane Abbott (1806-1882). Sus padres eran además primos hermanos.
Se educó en la City of London School y en el St John’s College de la Universidad de Cambridge, en donde alcanzó los más altos honores en obras clásicas, matemáticas y teología, y fue nombrado fellow (en Oxford y Cambrigde, profesores y alumnos de postgrado que participan del gobierno de la Universidad). En 1862 tomó los hábitos religiosos. Después de llevar a cabo estudios de postgrado en el King Edward’s School de Birmingham, y en el Clifton College de Clifton, Bristol sucede a G. F. Mortimer como director del City of London School en 1865 con sólo veintiséis años de edad. Se convierte también luego en Hulsean lecturer (cargo teológico de la Iglesia de Inglaterra) en 1876. Su trabajo más famoso,
Planilandia
(1884), lo escribe bajo el pseudónimo de A. Square (Un. Cuadrado). El libro ha visto muchas ediciones, la novena edición de 1953 fue reimpresa por la editorial de la universidad de Princeton en 1991 con una introducción de Thomas Banchoff.
Se retiró en 1889 y se dedicó a la literatura y las búsquedas teológicas. Las inclinaciones liberales del Dr. Abbott en teología eran prominentes en sus opiniones educativas y en sus libros. Su
Gramática Shakespeariana
(1870) es una contribución permanente a la filología inglesa. En 1885 él publicó una biografía de Francis Bacon. Sus escrituras teológicas incluyen tres romances religiosos publicados anónimamente :
Philochristus
(1878),
Onesimus
(1882), y
Sitanus
(1906).
[1]
Square significa «cuadrado» en inglés. (N. del T.)
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[2]
El autor desea que yo añada que lo erróneo de algunas de sus críticas sobre este punto le ha inducido a insertar, en su diálogo con la Esfera, ciertos comentarios que tienen relación con el asunto en cuestión y que él había omitida anteriormente por considerarlos tediosos e innecesarios.
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[3]
«¿Qué necesidad hay de un certificado?» puede preguntar un crítico de Espaciolandia: «¿No es la procreación de un hijo cuadrado un certificado de la propia naturaleza, que demuestra la equilateralidad del padre?». Yo respondo que ninguna dama con una posición se casará con un triángulo no certificado. Ha surgido a veces un vástago cuadrado de un triángulo ligeramente irregular, pero la irregularidad de la primera generación se hace presente en casi todos estos casos en la tercera, la cual no logra alcanzar el rango pentagonal o recae en el triangular.
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[4]
Cuando estuve en Espaciolandia comprobé que algunos de vuestros círculos sacerdotales tienen también una entrada independiente para aldeanos, campesinos y profesores de internados (El Espectador, sept. 1884, p. 1255) por las que deben entrar «de una forma apropiada y respetuosa».
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[5]
Cuando digo «sentado», no me refiero, claro está, a ningún cambio de posición como el que queréis indicar vosotros en Espaciolandia con esa palabra, pues como no tenemos pies, no podemos «sentarnos» ni «estar de pie» (en vuestro sentido de la palabra) más de lo que puede hacerlo uno de vuestros lenguados o platijas. Sin embargo, identificamos sin ningún problema los diferentes estados mentales de volición implícitos en «echarse», «sentarse» y «estar de pie», que el espectador capta en cierta medida por un ligero aumento del lustre, que se corresponde con el aumento de la volición. Pero el tiempo me impide extenderme más sobre este tema, y sobre un millar de temas más que se relacionan con él.
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