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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (55 page)

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En cambio, en la Australia del siglo
XIX
, lo que atrajo la atención general no fueron los diamantes, sino el oro, descubierto en 1851 en Nueva Gales del Sur y el estado recién creado de Victoria. Igual que los diamantes en Sierra Leona, el oro era aluvial y se debía decidir cómo explotarlo. Algunos, como James Macarthur, hijo de John Macarthur, el líder destacado de los
squatters
que comentamos anteriormente (capítulo 10), propuso que se pusieran vallas alrededor de las áreas mineras y que se subastaran los derechos de monopolio. Querían una versión australiana del Sierra Leone Selection Trust. Sin embargo, muchas personas de Australia querían libre acceso a las áreas de las minas de oro. El modelo inclusivo ganó y, en lugar de establecer un monopolio, las autoridades australianas permitieron que cualquier persona que pagara una cuota de minería anual pudiera buscar y cavar para encontrar oro. Pronto estos aventureros, a los que se denominó
diggers
, fueron una fuerza poderosa de la política australiana, sobre todo de Victoria. Tuvieron un papel importante para hacer avanzar el sufragio universal y el voto secreto.

Ya hemos visto dos efectos perniciosos de la expansión europea y el dominio colonial en África: la introducción del tráfico trasatlántico de esclavos, que fomentó el desarrollo de instituciones políticas y económicas africanas de tipo extractivo, y el uso de la legislación y las instituciones coloniales para eliminar el desarrollo de la agricultura comercial africana que podría haber competido con las europeas. No cabe duda de que la esclavitud fue una fuerza en Sierra Leona. En el momento de la colonización, no había un Estado centralizado fuerte en el interior, solamente reinos pequeños y mutuamente antagónicos que se asaltaban unos a otros continuamente y que capturaban a los hombres y mujeres de los otros reinos. La esclavitud era endémica y posiblemente el 50 por ciento de los habitantes trabajaban como esclavos. El entorno de enfermedades supuso que no fuera posible establecer un asentamiento blanco a gran escala en Sierra Leona, como en Sudáfrica. Por lo tanto, no había blancos que compitieran con los africanos. Además, la falta de una economía minera de la escala de Johannesburgo significó que, además de la falta de demanda de mano de obra africana de las granjas blancas, no hibiera incentivos para crear las instituciones del mercado laboral extractivo tan características del
apartheid
sudafricano.

Sin embargo, también había otros mecanismos en marcha. Los agricultores de cacao y café de Sierra Leona no competían con los blancos, aunque sus ingresos todavía fueran expropiados a través de un monopolio del gobierno, la Junta de Comercialización. Sierra Leona también sufría de dominio indirecto. En muchas partes de África en las que las autoridades británicas deseaban utilizar el dominio indirecto, encontraron pueblos que no tenían un sistema de autoridad centralizada del que se pudieran apoderar. Por ejemplo, en el este de Nigeria, los igbos no tenían jefes cuando los británicos los conocieron en el siglo
XIX
. Los británicos crearon jefes, los jefes de garantía. En Sierra Leona, los británicos basarían el dominio indirecto en sistemas de autoridad e instituciones indígenas existentes.

Independientemente de la base histórica para que ciertos individuos fueran reconocidos como jefes supremos en 1896, el dominio indirecto y los poderes que se concedían a los jefes supremos cambiaron por completo la política existente en Sierra Leona. Se introdujo un sistema de estratificación social, las casas dominantes, que antes no existía. Una aristocracia hereditaria sustituyó una situación que había sido mucho más fluida y en la que los jefes habían necesitado el apoyo popular. Lo que surgió fue un sistema rígido con jefes que ocupaban el cargo de por vida, en deuda con sus protectores de Freetown o Gran Bretaña, y mucho menos responsables ante el pueblo que gobernaban. Los británicos estuvieron encantados de trastornar las instituciones de otras formas, por ejemplo, sustituyendo a los jefes legítimos por otros más cooperativos. De hecho, la familia Margai, que proporcionó a los dos primeros ministros de la Sierra Leona independiente, llegó al poder en la jefatura de Lower Banta aliándose con los británicos en la Revuelta del impuesto por cabaña contra el jefe reinante, Nyama. Éste fue derrocado; los Margais se convirtieron en jefes y ocuparon el cargo hasta el año 2010.

Lo destacable es el alcance de la continuidad entre la Sierra Leona colonial y la independiente. Los británicos crearon las juntas de comercialización y las utilizaron para cobrar impuestos a los agricultores. Los gobiernos poscoloniales hicieron lo mismo extrayendo a niveles todavía más elevados. Los británicos crearon el sistema de dominio indirecto a través de jefes supremos. Los gobiernos que siguieron a la independencia no rechazaron esta institución colonial, sino que la utilizaron para gobernar también el campo. Los británicos establecieron un monopolio del diamante e intentaron mantener al margen a los mineros africanos. Los gobiernos postindependencia hicieron lo mismo. Es cierto que los británicos pensaban que construir vías férreas era una buena forma de gobernar Mendelandia, mientras que Siaka Stevens pensaba lo contrario. Los británicos podían confiar en su ejército y sabían que podían enviarlo a Mendelandia si estallaba una revuelta. En cambio, Stevens no. Como en muchos otros países africanos, un ejército fuerte se habría convertido en una amenaza para el dominio de Stevens. Por esta razón, mutiló al ejército, cortándolo y privatizando la violencia a través de unidades paramilitares creadas especialmente y que sólo le eran fieles a él. Durante este proceso, aceleró el declive de la pequeña autoridad estatal que existía en Sierra Leona. En lugar del ejército, primero llegó la ISU (Unidad de Seguridad Interna), que la sufrida población de Sierra Leona bautizó como I Shoot U (Te Disparo). Después, estaba la SSD (División de Seguridad Especial), que la gente conocía como Siaka Stevens's Dogs (Los Perros de Siaka Stevens). Finalmente, la falta de un ejército que apoyara al régimen también sería su ruina. Un grupo de solamente treinta soldados, dirigidos por el capitán Valentine Strasser, apartó al régimen del APC del poder el 29 de abril de 1992.

El desarrollo, o la falta de desarrollo, de Sierra Leona se podría entender como resultado del círculo vicioso. Las autoridades coloniales británicas construyeron instituciones extractivas en primer lugar, y los políticos africanos postindependencia estuvieron encantados de recoger el testigo para ellos mismos. El patrón era inquietantemente similar por toda el África subsahariana. Había esperanzas similares para la postindependencia de Ghana, Kenia, Zambia y muchos otros países africanos. Sin embargo, en todos estos casos, se recrearon las instituciones extractivas en un patrón predicho por el círculo vicioso, aunque se hicieron más viciosos con el paso del tiempo. Por ejemplo, en todos estos países, la creación británica de las juntas de comercialización y dominio indirecto se mantuvo.

Existen razones naturales para este círculo vicioso. Las instituciones políticas extractivas condujeron a instituciones económicas extractivas, que enriquecían a unos cuantos a costa de la mayoría. Por lo tanto, quienes se benefician de instituciones extractivas tienen los recursos para crear mercenarios y ejércitos (privados), comprar jueces y amañar sus elecciones para conservar el poder. También están sumamente interesados en defender el sistema. Por consiguiente, las instituciones económicas extractivas crean la plataforma para que persistan las instituciones políticas extractivas. El poder es valioso en regímenes con instituciones políticas extractivas, porque es ilimitado y aporta riqueza económica.

Las instituciones políticas extractivas no proporcionan control contra los abusos de poder. Es discutible si el poder corrompe, pero no cabe duda de que lord Acton estaba en lo cierto cuando afirmaba que el poder absoluto corrompe absolutamente. En el capítulo anterior, vimos que, incluso cuando Franklin Roosevelt deseó utilizar su poder presidencial de una forma que él pensaba que sería beneficiosa para la sociedad, sin las trabas impuestas por el Tribunal Supremo, las instituciones políticas inclusivas estadounidenses le impidieron dejar a un lado los límites a su poder. Cuando existen instituciones políticas extractivas, hay poco control del ejercicio del poder, por muy erróneo y sociópata que haya llegado a ser. En 1980, Sam Bangura, gobernador del Banco Central de Sierra Leona, criticó las políticas de Siaka Stevens por ser despilfarradoras. Poco después, fue asesinado y arrojado desde la planta superior del edificio del Banco Central a la calle, llamada precisamente Siaka Stevens. Las instituciones políticas extractivas también tienden a crear un círculo vicioso porque no proporcionan una línea de defensa contra quienes desean usurpar aún más y abusar de los poderes del Estado.

Pero otro mecanismo para el círculo vicioso es que las instituciones extractivas, al crear un poder ilimitado y una enorme desigualdad de rentas, aumentan la apuesta potencial del juego político. Quien controla el Estado se convierte en beneficiario de este poder excesivo y de la riqueza que genera. Por lo tanto, las instituciones extractivas crean incentivos para las luchas internas por el control del poder y sus beneficios, una dinámica que vimos en las ciudades-Estado mayas y en la antigua Roma. Desde esta perspectiva, no es de extrañar que las instituciones extractivas que muchos países africanos heredaron de las potencias coloniales sembraran las semillas de las luchas por el poder y las guerras civiles. Estas luchas serían conflictos muy distintos a la guerra civil inglesa y la Revolución gloriosa, puesto que no pretendían cambiar instituciones políticas, introducir límites al ejercicio del poder ni crear pluralismo, sino lograr el poder y enriquecer a un grupo a costa del resto. En Angola, Burundi, Chad, Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Etiopía, Liberia, Mozambique, Nigeria, República del Congo Brazzaville, Ruanda, Somalia, Sudán y Uganda, y evidentemente en Sierra Leona, como veremos con más detalle en el siguiente capítulo, estos conflictos se convertirían en guerras civiles sangrientas y crearían la ruina económica y un sufrimiento humano sin precedentes, además de causar el fracaso del Estado.

 

 

De la encomienda a la apropiación de tierras

 

El 14 de enero de 1993, Ramiro de León Carpio juró el cargo como presidente de Guatemala. Nombró a Richard Aitkenhead Castillo ministro de Finanzas y a Ricardo Castillo Sinibaldi ministro de Desarrollo. Estos tres hombres tenían algo en común: los tres eran descendientes directos de los conquistadores españoles que habían llegado a Guatemala a principios del siglo
XVI
. El ilustre antepasado de Ramiro de León era Juan de León Cardona, mientras que los Castillo estaban emparentados con Bernal Díaz del Castillo, que escribió uno de los relatos de testigos presenciales más famosos de la conquista de México. En recompensa por sus servicios a Hernán Cortés, Díaz del Castillo fue nombrado gobernador de Santiago de los Caballeros, lo que hoy en día es la ciudad de Antigua en Guatemala. Tanto Castillo como De León fundaron dinastías junto con otros conquistadores, como Pedro de Alvarado. La socióloga guatemalteca Marta Casaús Arzú identificó a un grupo principal de veintidós familias de Guatemala que tenían vínculos a través del matrimonio con otras veintiséis familias justo por fuera del núcleo. Su estudio genealógico y político sugería que estas familias han controlado el poder político y económico en Guatemala desde 1531. Una definición todavía más amplia de qué familias formaban parte de esta élite sugería que representaban solamente algo más del 1 por ciento de la población en la década de los noventa.

En Sierra Leona y en gran parte del África subsahariana, el círculo vicioso adoptó la forma de las instituciones extractivas establecidas por las potencias coloniales tomadas por los líderes posteriores a la independencia. En Guatemala, como en gran parte de América Central, vemos una forma más simple, más manifiesta, del círculo vicioso: los que tienen poder político y económico estructuran las instituciones para garantizar la continuidad de su poder, y logran hacerlo. Este tipo de círculo vicioso conduce a la persistencia del subdesarrollo, de las instituciones extractivas y del poder en manos de las mismas élites.

En el momento de la conquista, Guatemala estaba densamente poblada; su población era probablemente de unos dos millones de mayas. Las enfermedades y la explotación hicieron estragos allí, igual que en el resto de América. Hubo que esperar hasta la década de los veinte del siglo
XX
para que la población total recuperara este nivel.

Como en el resto del imperio español, los pueblos indígenas fueron asignados a los conquistadores mediante la concesión de encomiendas. Ya vimos en el contexto de la colonización de México y Perú que la encomienda fue un sistema de trabajos forzados, que posteriormente dio paso a otras instituciones coercitivas similares, sobre todo el repartimiento, también denominado mandamiento
en Guatemala. La élite, formada por los descendientes de los conquistadores y algunos elementos indígenas, no solamente se benefició de los distintos sistemas de trabajos forzados, sino que también controló y monopolizó el comercio a través de un gremio de comerciantes denominado Consulado de Comercio. La mayoría de la población de Guatemala estaba en lo alto de la montaña y lejos de la costa. Los costes de transporte elevados redujeron el alcance de la economía de exportación y, al principio, la tierra no era muy valiosa. Gran parte de ésta todavía estaba en manos de los pueblos indígenas, que tenían grandes tierras comunales denominadas ejidos. El resto estaba en gran medida sin ocupar y, sobre el papel, era propiedad del gobierno. Se ganaba más dinero controlando el comercio para cobrarle impuestos que controlando la tierra.

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