Por qué fracasan los países (56 page)

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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

BOOK: Por qué fracasan los países
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Igual que en México, la élite guatemalteca vio la Constitución de Cádiz (véase el capítulo 2) con hostilidad, lo que la impulsó a declarar la independencia del mismo modo que las élites mexicanas. Tras una breve unión con México y la Federación de América Central, la élite colonial gobernó Guatemala bajo la dictadura de Rafael Carrera de 1839 a 1871. Durante este período, los antepasados de los conquistadores y la élite indígena mantuvieron las instituciones económicas extractivas de la era colonial sin grandes cambios. Ni siquiera la organización del Consulado se alteró con la independencia. A pesar de ser una institución real, continuó alegremente con un gobierno republicano.

La independencia fue simplemente un golpe efectuado por la élite local preexistente, igual que en México; dicha élite continuó con las instituciones económicas extractivas de las que tanto se habían beneficiado. Lo irónico es que, durante este período, el Consulado continuaba a cargo del desarrollo económico del país. Sin embargo, como había ocurrido antes de la independencia, en el fondo el Consulado estaba preocupado por sus propios intereses, no por los del país. Parte de su responsabilidad era el desarrollo de infraestructuras, como puertos y carreteras. Pero, como en Austria-Hungría, Rusia y Sierra Leona, esto a menudo amenazaba la destrucción creativa y podría haber desestabilizado el sistema, así que, en lugar de implantar el desarrollo de infraestructuras, a menudo se opuso a ellas. Por ejemplo, el desarrollo de un puerto en la costa de Suchitepéquez, en el océano Pacífico, fue uno de los proyectos propuestos. En aquel momento, los únicos puertos adecuados estaban en la costa caribeña y estaban controlados por el Consulado. El Consulado no hacía nada en el lado del Pacífico porque un puerto en aquella región habría proporcionado un mercado mucho más fácil para las mercaderías de las ciudades montañosas de Mazatenango y Quetzaltenango, y el acceso a un mercado distinto para estos productos habría reducido el monopolio del Consulado del Comercio Exterior. La misma lógica se aplicaba a las carreteras. De nuevo, el Consulado tenía la responsabilidad de todo el país. Como era de esperar, también se negó a construir carreteras que habrían reforzado a los grupos de la competencia o que habrían podido anular potencialmente su monopolio. La presión para mejorar la infraestructura procedió del oeste de Guatemala y Quetzaltenango, en la región de Los Altos. Sin embargo, si la carretera entre Los Altos y la costa de Suchitepéquez se hubiera mejorado, esto podría haber creado una clase comerciante, que habría sido un competidor para los comerciantes del Consulado de la capital. No se hizo ninguna mejora en la carretera.

El resultado del dominio de esta élite fue que Guatemala estaba atrapada en un túnel del tiempo a mediados del siglo
XIX
, mientras el resto del mundo cambiaba velozmente. No obstante, estos cambios finalmente afectarían a Guatemala. Los costes de transporte se reducían debido a las innovaciones tecnológicas como el tren de vapor, el ferrocarril y nuevos tipos de barcos mucho más rápidos. Además, las rentas en aumento de las personas de Europa occidental y Norteamérica creaban una demanda masiva de muchos productos que un país como Guatemala podía producir en potencia.

A principios de siglo, se habían producido dos tintes naturales, índigo y, posteriormente, cochinilla, para la exportación, pero la oportunidad más rentable sería la producción de café. Guatemala tenía mucha tierra apropiada para el café y el cultivo empezó a extenderse, sin ninguna ayuda del Consulado. A medida que aumentaba el precio mundial del café y se expandía el comercio internacional, había grandes beneficios potenciales y la élite guatemalteca se interesó por el café. En 1871, el sempiterno régimen del dictador Carrera fue finalmente derrocado por un grupo de personas que se autodesignaban liberales por el movimiento mundial que llevaba aquel nombre. El significado del término «liberalismo» ha cambiado con el tiempo. Sin embargo, en el siglo
XIX
en Estados Unidos y Europa, era similar a lo que hoy en día se denomina libertarismo y representaba la libertad del individuo, gobierno limitado y libre comercio. Las cosas fueron un poco distintas en Guatemala. Los liberales guatemaltecos, dirigidos inicialmente por Miguel García Granados y, después de 1873, por Justo Rufino Barrios, en su mayoría no eran hombres nuevos con ideas liberales. En general, las mismas familias continuaron en el poder. Mantuvieron instituciones políticas extractivas e implantaron una enorme reorganización de la economía para explotar el café. Abolieron el Consulado en 1871, pero las circunstancias económicas habían cambiado. El punto de concentración de las instituciones económicas extractivas sería la producción y exportación de café.

Para producir café, se necesitaba tierra y mano de obra. Para crear tierras para los cafetales, los liberales impusieron la privatización de la tierra que, de hecho, era realmente una apropiación de tierras ya que serían capaces de ocupar tierra previamente comunal o del gobierno. A pesar de las protestas amargas que provocó su intento, debido a las instituciones políticas altamente extractivas y a la concentración del poder político en Guatemala, la élite finalmente salió victoriosa. Entre 1871 y 1883, casi un millón de acres de tierra, la mayor parte tierra comunal indígena y tierras fronterizas, pasaron a manos de la élite y fue entonces cuando el café se desarrolló rápidamente. El objetivo era la formación de grandes fincas. Las tierras privatizadas fueron adjudicadas en subasta normalmente a miembros de la élite tradicional o a gentes próximas a ellos. El poder coercitivo del Estado liberal se utilizó para ayudar a los grandes terratenientes a obtener acceso a mano de obra adaptando e intensificando varios sistemas de trabajo forzado. En noviembre de 1876, el presidente Barrios escribió lo siguiente a todos los gobernadores de Guatemala:

 

Como el país tiene áreas extensas de tierra que necesita explotar mediante el cultivo utilizando la multitud de trabajadores que hoy en día continúan fuera del movimiento de desarrollo de los elementos productivos de la nación, ustedes deben dar toda la ayuda necesaria para exportar agricultura:

1. De los pueblos indios de su jurisdicción, deben proporcionar a los propietarios de las fincas [cafetales] de ese departamento que pidan mano de obra el número de trabajadores que necesiten, tanto si son cincuenta como si son cien.

 

El repartimiento, el proyecto de trabajo forzado, no había sido nunca abolido tras la independencia, pero entonces aumentó en alcance y duración. Se institucionalizó en 1877 por el decreto 177, que especificaba que los empleados podían pedir y recibir del gobierno hasta sesenta trabajadores para trabajar quince días si la propiedad estaba en el mismo departamento y treinta días si estaba fuera. La petición se podía renovar si el empleador lo deseaba. Estos trabajadores podían ser reclutados forzosamente a menos que pudieran demostrar mediante su libreta personal que ese servicio había sido realizado recientemente de forma satisfactoria. Todos los trabajadores rurales también fueron obligados a llevar un libro de trabajo denominado libreta, que incluía detalles sobre para quién trabajaban y el registro de cualquier posible deuda. Muchos trabajadores rurales tenían deudas con sus empleadores y un trabajador endeudado no podía dejar a su empleador de ese momento sin permiso. El decreto 177 estipulaba además que la única forma de evitar ser reclutados para el repartimiento era mostrar que en ese momento se estaba endeudado con un empleador. Los trabajadores estaban atrapados. Además de aquellas leyes, se aprobaron numerosas leyes de vagancia para que quien no pudiera demostrar que tenía un trabajo fuera inmediatamente reclutado para el repartimiento u otros tipos de trabajo forzado en las carreteras o fuera obligado a aceptar empleo en una granja. Igual que en la Sudáfrica de los siglos
XIX
y
XX
, las políticas de la tierra después de 1871 también fueron diseñadas para debilitar la economía de subsistencia de los pueblos indígenas y obligarlos así a trabajar por sueldos bajos. El repartimiento duró hasta la década de los veinte; el sistema de la libreta y todo el abanico de leyes de vagancia estuvieron en vigor hasta 1945, cuando Guatemala experimentó su primer y breve florecimiento de la democracia.

Igual que antes de 1871, la élite guatemalteca gobernó a través de rudos militares y continuó haciéndolo después del inicio del
boom
del café. Jorge Ubico, presidente entre 1931 y 1944, fue quien gobernó más tiempo. Ganó las elecciones presidenciales en 1931 sin oposición, ya que nadie era tan insensato para hacer campaña contra él. Como en el caso del Consulado, no aprobó hacer cosas que hubieran provocado destrucción creativa y que amenazaran tanto su poder político como sus beneficios y los de la élite que lo apoyaba. Por lo tanto, se opuso a la industria por la misma razón que Francisco I de Austria-Hungría y Nicolás I de Rusia: los trabajadores industriales habrían causado problemas. En una legislación sin precedentes por su carácter represivo y paranoide, Ubico prohibió el uso de palabras como obreros, sindicatos y huelgas. Uno podía ir a la cárcel por utilizar cualquiera de estas palabras. De todas formas, aunque Ubico fuera poderoso, era la élite la que movía los hilos. La oposición a este régimen aumentó en 1944, dirigida por estudiantes universitarios desafectos que empezaron a organizar manifestaciones. El descontento popular aumentó y, el 24 de junio, trescientos once personas, muchas de ellas de la élite, firmaron el Memorial de los trescientos once, una carta abierta en la que se denunciaba al régimen. Ubico dimitió el 1 de julio. Posteriormente, en 1945, hubo un régimen democrático, pero fue derrocado por un golpe de Estado en 1954, lo que condujo a una sanguinaria guerra civil. Guatemala no se democratizó de nuevo hasta 1986.

Los conquistadores españoles no tenían reparos a la hora de establecer un sistema político y económico extractivo. Por esa razón habían ido al nuevo mundo. Sin embargo, la mayoría de las instituciones que fijaron las habían pensado para ser temporales. Por ejemplo, la encomienda era una cesión temporal de derechos sobre la mano de obra. No tenían un plan totalmente elaborado sobre cómo establecer un sistema que persistiera durante otros cuatrocientos años. De hecho, las instituciones que fijaron cambiaron significativamente a lo largo del camino, pero hubo una cosa que no cambió: la naturaleza extractiva de las instituciones, el resultado del círculo vicioso. La forma de extracción cambió, pero ni la naturaleza extractiva de las instituciones ni la identidad de la élite lo hicieron. En Guatemala, la encomienda, el repartimiento y la monopolización del comercio dieron paso a la libreta y la apropiación de tierras. Sin embargo, la mayoría de los mayas indígenas continuaron trabajando como trabajadores con sueldos bajos y poca formación, sin derechos ni servicios públicos.

 

 

En Guatemala, como en gran parte de América Central, en un patrón típico de círculo vicioso, las instituciones políticas extractivas daban apoyo a instituciones económicas extractivas que, a su vez, proporcionaron la base para las instituciones políticas extractivas y la continuación del poder de la misma élite.

 

 

 

De la esclavitud a Jim Crow

 

En Guatemala, las instituciones extractivas persistieron desde la época colonial hasta los tiempos modernos bajo el firme control de la misma élite. Cualquier cambio de las instituciones era resultado de adaptaciones a los entornos cambiantes, como sucedió con la apropiación de tierras por parte de la élite motivada por el
boom
del café. Las instituciones del Sur de Estados Unidos fueron extractivas de forma similar hasta la guerra civil. La economía y la política estaban dominadas por la élite del Sur, los propietarios de las plantaciones con grandes posesiones de tierras y esclavos. Éstos no tenían derechos políticos ni económicos; en realidad, tenían pocos derechos del tipo que fuera.

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