Psicoanálisis de los cuentos de hadas (32 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

BOOK: Psicoanálisis de los cuentos de hadas
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Otro artista ha dado expresión a estos mismos sentimientos subyacentes. Gustave Doré, en una de sus famosas ilustraciones para cuentos, muestra a Caperucita y al lobo juntos en la cama.
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En el dibujo, el lobo aparece como un animal más bien pacífico, mientras que el aspecto de la niña muestra una preocupación por los poderosos sentimientos ambivalentes que experimenta al contemplar al lobo que yace junto a ella. Caperucita no hace ningún movimiento para escapar. Parece intrigada por la situación, atraída y repelida al mismo tiempo. La combinación de sentimientos que sugieren su cara y su cuerpo se puede describir como fascinación. Es la misma fascinación que el sexo, y todo lo que lo rodea, ejerce sobre la mente infantil. Esto, volviendo a la afirmación de Djuna Barnes, es lo que los niños sienten, pero no pueden decir, acerca de la relación entre Caperucita y el lobo. A ello se debe que esta historia sea tan atractiva.

Junto a los deseos edípicos que la niña experimenta hacia su padre y junto a su reactivación, de forma diferente, durante la pubertad, surge esta fascinación «fatal» hacia el sexo, que es experimentada simultáneamente como la excitación más grande y la ansiedad más terrible. Siempre que estas emociones reaparecen, aportan a la mente de la muchacha recuerdos de su deseo infantil de seducir a su padre y, con ello, la memoria del anhelo de ser seducida por él.

Mientras que en la versión de Perrault se hace hincapié en la seducción sexual, no ocurre lo mismo en el cuento de los Hermanos Grimm. En éste no se menciona sexualidad alguna, ni directa ni indirectamente; puede estar implicada de modo sutil, pero, en esencia, el oyente tiene que imaginárselo para comprender mejor la historia tal como debe ser en la mente infantil. Las implicaciones sexuales permanecen en el preconsciente del niño, tal como debe ser. A nivel consciente, un niño sabe que no hay nada malo en el hecho de coger flores; lo que no debe hacerse es desobedecer a la madre cuando tiene que llevarse a cabo una misión importante al servicio de uno de los padres (abuelos). El conflicto principal se produce entre lo que el niño cree que son intereses justificados y lo que sabe que sus padres quieren que haga. La historia implica que el niño desconoce el peligro que puede haber en ceder a los que él considera deseos inocentes, por lo que deberá aprender a partir de esta experiencia. Mejor dicho, como la historia afirma, la vida se lo enseñará, haciéndole sufrir las consecuencias.

«Caperucita Roja» externaliza los procesos internos del niño que ha llegado a la pubertad: el lobo as la externalización de la maldad que el niño experimenta cuando actúa contrariamente a las advertencias de sus padres y se permite tentar o ser tentado en el aspecto sexual. Cuando se aparta del camino que sus padres le han trazado, se encuentra con la «maldad», y teme que él o el progenitor, cuya confianza ha traicionado, sean devorados. Pero también es posible resucitar de la «maldad», como nos dice la historia al final.

Muy diferente de Caperucita, que se deja vencer por las tentaciones del ello y, al hacerlo, traiciona a la madre y a la abuela, el cazador no se deja llevar por sus emociones. Su primera reacción cuando encuentra al lobo durmiendo en la cama de la abuela es, «¿aquí estás, viejo verde?, con el tiempo que llevaba buscándote» y su intención inmediata es matarlo de un tiro. Pero su yo (razón) vence a pesar de los impulsos del ello (cólera ante el lobo), y el cazador se da cuenta de que es más importante intentar salvar a la abuela que ceder a la cólera matando directamente al lobo. El cazador se reprime y, en lugar de dispararle, le abre la barriga con unas tijeras, salvando así a Caperucita y a la abuela.

El cazador es un personaje muy atractivo, tanto para los niños como para las niñas, puesto que salva al bueno y castiga al malo. Todos los niños encuentran dificultades en seguir siempre el principio de la realidad, y reconocen fácilmente en las figuras opuestas, el lobo y el cazador, el conflicto entre los aspectos del ello y del yo/super-yo de su propia personalidad. En la acción del cazador, la violencia (abrir la barriga) se pone al servicio de un objetivo social valioso (salvar a las dos mujeres). El niño tiene la sensación de que nadie se da cuenta de que sus tendencias violentas pueden ser, al mismo tiempo, constructivas, pero la historia le demuestra que pueden serlo.

Caperucita Roja sale del estómago del lobo de manera semejante a una cesárea, con lo que se insinúa la idea del embarazo y del nacimiento. Con ello se evocan asociaciones de las relaciones sexuales en el inconsciente del niño. ¿Cómo entra el feto en el útero de la madre?, se pregunta el niño, y decide que algo así sólo es posible después de habérselo tragado, como pasa con el lobo.

¿Por qué el cazador califica al lobo de «viejo verde» y dice que ha estado intentando encontrarlo durante mucho tiempo? De la misma manera que al lobo se le llama seductor, a la persona que seduce, especialmente cuando su blanco es una jovencita, se le tacha de «viejo verde», tanto ahora como hace tiempo. A otro nivel, el lobo representa también las tendencias inaceptables que hay en el interior del cazador; todos nos referimos en ocasiones al animal que llevamos dentro, como un símil para nuestra tendencia a actuar de manera violenta e irresponsable para alcanzar nuestros objetivos.

Aunque el cazador sea muy importante para el desenlace, no sabemos ni siquiera de dónde viene, ni si tiene alguna relación con Caperucita, simplemente la salva. En toda la historia no se menciona ni una sola vez al padre, lo cual es muy extraño, tratándose de un cuento de hadas de este tipo. Esto sugiere que el padre está presente, pero de forma velada. Ciertamente, la muchacha espera que su padre la salve de todas las dificultades y, en especial, de las de tipo emocional que son consecuencia de su deseo de seducirlo y de que él la seduzca. Al hablar de «seducción» nos referimos aquí al deseo y a los esfuerzos de la niña por inducir a su padre a amarla más que a nadie y a su anhelo de que lleve a cabo los máximos esfuerzos para obligarla a quererlo más que a nadie en el mundo. Podemos ver que el padre está presente en «Caperucita» de dos formas contrarias: como lobo, que es una externalización de los peligros que representan los sentimientos edípicos, y como cazador, que ejerce una función de protección y salvación.

A pesar de la intención inmediata que tiene el cazador de matar al lobo, no lleva a cabo este objetivo. Después de su rescate, es a la propia Caperucita a quien se le ocurre la idea de llenar de piedras la barriga del animal, «y cuando despertó, intentó moverse, pero las piedras pesaban tanto que cayó, reventó y murió». Tiene que ser Caperucita la que planee espontáneamente lo que se tiene que hacer con el lobo y la que, en efecto, lo realice. Si quiere estar a salvo de ahora en adelante, ha de ser capaz de vencer al seductor, de librarse de él. Si el padre-cazador lo hiciera por ella, Caperucita no podría tener nunca la sensación de haber vencido su debilidad, porque no la habría superado.

Es justo que el lobo muera a causa de lo que intentaba hacer: su voracidad oral es su propia destrucción. Puesto que quiso llenar su estómago, se le inflige el mismo castigo.
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Hay otra buena razón para que el lobo no muera al cortársele la barriga y liberar a las personas que había devorado. El cuento protege al niño de una ansiedad innecesaria. Si el lobo muriera al abrirle la barriga, como en una operación de cesárea, los que escuchan la historia temerían que un niño que sale del cuerpo de su madre va a causarle la muerte. Pero si el lobo sobrevive, y muere porque se le llena de piedras, no hay razón alguna para temer el alumbramiento.

Caperucita y su abuela no mueren realmente sino que vuelven a nacer. Si se quisiera encontrar un tema central para la gran variedad de cuentos, sería probablemente el de renacer en un plano superior. Los niños (y también los adultos) deben ser capaces de creer que se puede llegar a una forma superior de existencia, superando los pasos que se requieren para este desarrollo. Los cuentos que afirman que esto no sólo es posible, sino además probable, atraen poderosamente la atención de los niños porque combaten el miedo de que perderán demasiadas cosas durante este proceso. Por esta razón, en «Los dos hermanitos» no se pierden el uno al otro después de su transformación, sino que viven mejor sin separarse. Caperucita Roja es más feliz después de su salvación y Hansel y Gretel son más ricos cuando vuelven a casa.

Actualmente, muchos adultos tienden a tomar al pie de la letra lo que se dice en los cuentos, mientras que debe considerarse como representaciones simbólicas de experiencias decisivas en la vida. El niño lo capta por intuición, aunque no lo «sabe» explícitamente. La confianza que un adulto le proporciona a un niño al contarle que Caperucita no muere realmente cuando el lobo la devora, es experimentada por el pequeño como una simple manera de decirlo. Es lo mismo que si a una persona se le cuenta que cuando la ballena se come a Jonás en el episodio bíblico, éste no es «realmente» su final. Todos los que escuchan la historia saben por intuición que Jonás está en el vientre de la ballena con un objetivo, el de volver a la vida siendo mejor que antes.

El niño intuye que, cuando el lobo se come a Caperucita —al igual que sucede con otros héroes que mueren de diversas maneras—, no se ha llegado, en absoluto, al final de la historia, sino a una de sus partes vitales. El niño comprende también que Caperucita «murió» realmente en cuanto muchacha que se permitió ser seducida por el lobo; y cuando la historia dice «la niña saltó fuera» del vientre del lobo, volvió a la vida como una persona diferente. Este mecanismo es necesario porque, aunque el niño pueda comprender que una cosa sea sustituida por otra (la madre buena por la madrastra malvada), todavía es incapaz de entender las transformaciones internas. Por eso, uno de los valores principales de los cuentos de hadas se encuentra en el hecho de que, al escucharlos, el niño llega a creer que tales transformaciones son posibles.

Cuando la mente consciente e inconsciente de un niño se introduce profundamente en la historia, éste comprende que lo que significa el hecho de que el lobo se coma a Caperucita y a la abuela es que, después de lo que pasó, ambas se habían perdido temporalmente en el mundo, habían perdido su capacidad para ponerse en contacto con la realidad y para influir en lo que en ella sucede. Así pues, alguien procedente del exterior debía acudir en su ayuda; y si se trata de una madre y una hija, ¿quién mejor que el padre?

Cuando Caperucita se dejó seducir por el lobo para actuar de acuerdo con el principio del placer en lugar de guiarse por el principio de la realidad, retrocedió, implícitamente, a una forma de existencia anterior, más primitiva. Este retroceso a un nivel anterior se exagera, a la manera de los cuentos, al representarlo como la vuelta a la existencia prenatal en el útero, puesto que así es como el niño imagina las cosas.

Pero ¿por qué la abuela debe experimentar el mismo fin que la muchacha? ¿Por qué «mueren» ambas y se reducen a un estado inferior de existencia? Este detalle está en consonancia con lo que el niño cree que la muerte significa, es decir, que ya no se puede disponer de una persona, que ésta ya no sirve para nada. Los abuelos deben ser útiles al niño, tienen que protegerlo, enseñarle, alimentarlo; si no, se reducen, entonces, a una forma inferior de existencia. La abuela sufre el mismo fin que Caperucita porque tampoco es capaz de enfrentarse al lobo.
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En el cuento queda muy claro que ni la abuela ni la niña han muerto después de ser devoradas. Esto se pone de manifiesto en el comportamiento de Caperucita al ser liberada. «La niña salió gritando: "Ah, qué miedo he pasado; ¡qué oscuro estaba en la barriga del lobo!"». El hecho de haber pasado miedo significa que se ha estado vivo, bien lejos de la muerte, aun cuando ya no se piense ni se sienta nada. Caperucita tenía miedo de la oscuridad porque, debido a su mal comportamiento, había perdido la conciencia superior que la había guiado por el mundo hasta entonces. También el niño que sabe que se ha portado mal, o que ya no se siente protegido por sus padres, siente la oscuridad de la noche que se cierne sobre él.

No sólo en «Caperucita Roja», sino a lo largo de toda la literatura de los cuentos de hadas, la muerte del héroe —distinta de la muerte a una edad avanzada después de vivir satisfactoriamente— simboliza su fracaso. La muerte del que no ha conseguido algo —por ejemplo de los que intentaron llegar hasta la Bella Durmiente y perecieron en los espinos— es un símbolo de que esa persona no está madura todavía para llevar a cabo la empresa exigida que sin pensarlo (prematuramente) intentó realizar. Dichas personas deben sufrir experiencias posteriores que les den los medios para poder triunfar. Los predecesores del héroe que mueren en los cuentos de hadas no son más que las encarnaciones anteriores e inmaduras del propio héroe.

Tras sentirse protegida en la oscuridad interna (dentro del lobo), Caperucita está preparada para apreciar una nueva luz, una mayor comprensión de las experiencias emocionales, que debe dominar y de las que tiene que evitar porque la perturban. A través de las historias del tipo de «Caperucita Roja», el niño empieza a entender —por lo menos a nivel preconsciente— que sólo las experiencias que nos perturban originan en nosotros sentimientos internos correspondientes, contra los que nada podemos hacer. Una vez que los hayamos dominado, no tendremos por qué temer el encuentro con el lobo.

Esto se reafirma en la frase final del cuento, en la que no se dice que Caperucita no correrá nunca jamás el riesgo de toparse de nuevo con el lobo, o de ir sola por el bosque. Por el contrario, el final es una advertencia implícita para el niño de que la huida de toda situación problemática no es una solución. El cuento termina con estas palabras: «Caperucita Roja pensó: "no volveré a desobedecer a mi madre, y no saldré del camino cuando vaya sola por el bosque"». Con este diálogo interno, apoyado en una experiencia de lo más decepcionante, el encuentro de Caperucita Roja con su propia sexualidad tendrá un resultado muy distinto cuando esté preparada para ello, es decir, en el momento en que su madre lo apruebe.

La niña necesitaba temporalmente desviarse del camino recto, desafiando a su madre y al super-yo, para alcanzar un estado superior de organización de la personalidad. Su experiencia la convence de los peligros que comporta el dejarse llevar por los deseos edípicos. Aprende que es mucho mejor no rebelarse contra la madre y no intentar seducir o permitir que la seduzcan los aspectos todavía peligrosos de un hombre. Es mucho mejor, a pesar de los sentimientos ambivalentes que uno experimenta, depender de la protección que el padre proporciona cuando no se le ve bajo el aspecto de seductor. Caperucita ha aprendido que en su super-yo tiene que internalizar las figuras paterna y materna, y sus valores, a la manera de los adultos, para llegar a ser capaz de enfrentarse a los peligros de la vida.

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