Authors: Matthew Stover
—¿Crees que puedes? ¿Eh? ¿Crees que puedes? —su voz se perdió. Fue un grito estrangulado que se tomó un suspiro. Ahora Mace olía a aceite de máquinas y ámbar de portaak.
Estaba armado.
—No lo entiendes todavía, tú. Pero lo sabrás, tú...
Mace buscó en la Fuerza. Pudo sentirlo: agazapado junto a su tobillo. Sujetando el lecho con sus botas.
Era una posición de combate menos que ideal.
—Lesh —dijo Mace, añadiendo la Fuerza a su voz—. ¿Quieres irte ya? Hablaremos por la mañana.
—¿Qué mañana? ¿Mañana tuya? ¿Mañana mía?
Mace no supo si decía "mañana" o "patraña".
En la mente de Lesh, alterada por el thyssel, aún había algo lo bastante fuerte como para poder resistirse a la orden de Mace apoyada por la Fuerza.
—No sabes nada, tú —su voz era espesa, torpe, como si no respirase bien—. Pero te enseñará Kar. Lo que haces, él sabe. Con akk, te enseñará. Espera, tú. Espera y verás.
¿Kar? En los numerosos informes de Depa se mencionaba un Kar Vastor. Su nombre había salido a la luz como el de un jefe especialmente capaz al mando de un comando independiente o semi-independiente. Mace no estaba muy seguro de la estructura de mando del FLM, pero Lesh exhalaba el nombre con una especie de temor supersticioso...
¿Y había dicho "akk"? ¿O "hacha'?
—Lesh. Tienes que irte. Ya.
Por muchas dudas que tuviera, Mace no era tan estúpido como para entablar una conversación con un hombre borracho de corteza.
—Crees que la conoces. Crees que es tuya. Aprenderás que no. Puede. ¿Vivirás lo bastante para aprender, tu? Puede que no.
Eso era amenaza suficiente como para emplear la Fuerza y traer el sable láser hasta su mano. El siseante resplandor de su hoja proyectó sombras de bordes púrpuras. Pero Lesh no le atacó.
No se había movido. Tenía el rifle cruzado sobre el regazo.
Las lágrimas surcaban su rostro.
A eso se debía la torpeza en su voz. La tos ronca.
Estaba llorando. En silencio.
—Lesh —empezó a decir Mace, asombrado—, ¿qué...? —Calló porque Lesh seguía ebrio por la corteza, y Mace seguía sin ser estúpido. En vez de eso le ofreció una toallita de mano que sacó de la mochila—. Toma. Sécate la cara.
Lesh la cogió y se restregó los regueros bajo los ojos. Miró la toalla y la retorció entre los puños.
—Windu...
—No —Mace extendió la mano para recoger la toallita—. Hablaremos por la mañana. Cuando estés sobrio.
Lesh asintió y sorbió contra el dorso de su puño. Tras dirigir a Mace una última mirada suplicante, se fue.
La noche siguió su curso, lenta e insomne. La meditación ofrecía menos descanso que el dormir, pero ningún sueño.
No era un mal cambio.
Por la mañana, cuando le preguntó a Lesh si aún quería hablar. Lesh simuló no saber a lo que se refería. Mace contempló su espalda mientras se alejaba, y un fogonazo de intuición de la Fuerza lo invadió y lo estremeció, y entonces lo supo:
Lesh estaría muerto al anochecer.
***
Día.
El bramido en la Fuerza de los akk era casi doloroso. Habían hecho esa llamada lo bastante a menudo como para que Mace la reconociera.
Fragatas. Más de una.
Mace podía notar preocupado a Nick. Emitía una tensión helada y seca en la Fuerza. Eso empezaba a afectar a Mace. Respirar lo que emitía Nick le producía nudos de tensión en el estómago.
Las patrullas aéreas les habían seguido durante todo el día. Con rutas en espiral y acortando cuadrantes: pautas de búsqueda. No era seguro suponer que buscaban a otros que no fueran los cuatro korunnai y Mace.
La tensión retorció los nudos del estómago de Mace. ¿Cómo podía vivir la gente bajo este tipo de tensión?
—Es mala suerte —murmuró Nick entre dientes—. Muy mala, mala suerte.
Estaban expuestos en una zona rocosa, en un desfiladero estrecho entre montañas que había sido creado mucho tiempo antes por un terremoto. Una amplia extensión pedregosa llena de matojos componía la cuesta por la que ascendían para llegar al desfiladero. Se habían desplazado en línea recta por un revoltijo de peñascos de doce metros de ancho, con los akk delante y detrás. Los lados del desfiladero eran altos riscos de los cuales descendían floreadas lianas y plantas aéreas que se aferraban a la roca con engarfadas raíces. La parte superior de los riscos estaba amortajada en nubes bajas. Dos o tres metros más adelante, la ladera descendía hacia la oscura jungla que había más allá. Igual conseguían llegar a los árboles antes de que la patrulla aérea los sobrevolara...
Pero Nick contuvo a su herboso.
—Lesh tiene problemas.
Mace no tuvo que preguntarle cómo lo sabía. Ambos jóvenes compartían un lazo casi tan profundo como el que tenían con sus akk.
Mace pensó en el fogonazo de la Fuerza que había sentido por mañana.
—Vamos —dijo.
Nick hizo girar al herboso, que galopó de vuelta por la depresión. Desde su posición en la silla invertida, Mace vio que Chalk los alcanzaba, retrocediendo desde la posición de vanguardia. Su herboso era el más rápido de los cuatro, y sólo llevaba la mitad de carga que el de Nick.
Cuando dejaron atrás el desfiladero. Mace empleó la Fuerza para elevarse y poder pararse en la silla, posando las manos en la espalda de Nick e inclinándose para mirar hacia delante, más allá de los hombros de éste.
Había alguien caído en la curva descendente del desfiladero. Un perro akk lo olisqueaba nervioso. Lesh. Su herboso estaba parado plácidamente a una docena de metros de distancia, arrancando pequeñas plantas de la pared del barranco para llenar sus fauces, que masticaban eternamente. Besh fue el primero en llegar. Saltó de su montura y corrió en ayuda de su hermano.
—¡Déjalo! —gritó Nick—. ¡Sube a la montura y corre!
Nick hizo un gesto, y Mace sintió un tirón en la Fuerza semejante al de una mano invisible apoderándose de su mirada y dirigiéndola hacia la jungla de abajo. Un par de motas de metal mate rozaban la copa de los árboles, arrastrando una onda de choque de rodantes hojas.
Fragatas. E iban directas al lugar donde estaban.
—Puede que todavía no nos hayan visto —murmuró Nick para sí—. Puede que sólo estén comprobando el desfiladero...
—Nos han visto.
Nick miró a Mace por encima del hombro.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque viajan en grupos de tres.
La última palabra se vio tragada por el aullido de los repulsores y el rugido de los turbomotores de una fragata que se acercaba a ellos desde el otro lado del desfiladero. Mace esperaba que los disparase desde las alturas; pero, en vez de eso, se paró sobre ellos, haciendo girar sus turbomotores.
—¿Qué hacen?
Nick miró a la fragata con el ceño fruncido.
—¿Has oído la expresión: "Estamos fritos"?
—Sí...
Compuertas ventrales se abrieron en la parte inferior de la fragata, y bocas de cañón con aspecto de cámaras de reacción química de un cohete se desplegaron en un amplio abanico. De ellas brotaron chorros ardientes que tocaron el suelo, salpicaron y corrieron como ríos de fuego, cubriendo rocas y rellenando grietas. En poco más de un segundo, todo ese extremo del desfiladero se había convertido en un infierno tan intenso que Mace tuvo que protegerse la cara con el brazo. La fragata descendió hacia ellos, enterrando la garganta rocosa en fuego.
—En este caso —dijo Nick con hosquedad—, no es sólo una expresión.
L
a fragata descendió hacia ellos cabalgando sobre un gran abanico de llamas.
El herboso profirió un bocinazo ensordecedor y se lanzó en una cabalgada impresionantemente rápida, saltando de roca en roca, cabrioleando y retorciéndose en el aire. Nick profirió un torrente de insultos, igualmente ensordecedor, mientras se agarraba a su cuello. La parte anterior del cuerpo del animal latigueaba adelante y atrás, y sus cuatro patas delanteras se agitaban presas del pánico.
Mace se retrajo a su interior, sintiendo el fluir de la Fuerza, dejando que su mente conectara el recorrido del herboso encabritado con las toberas de los lanzallamas de la fragata. Cuando la fragata les sobrevoló, Mace tensó la mano y golpeó al herboso en el plexo nervioso situado bajo la paletilla media.
El herboso bramó con un gañido semejante a la bocina de un aerotaxi en medio de un atasco de tráfico, y saltó cinco metros a un lado, justo en el hueco existente entre dos chorros de llamas. Estos rugieron alrededor de Nick y Mace, y sólo prendieron fuego unos pocos parches del pellejo de las patas del animal. Mace hizo un gesto, y la Fuerza alejó el aire de la piel que se quemaba, sofocándola con una burbuja de vacío.
La fragata pasó de largo, atronadora, goteando fuego en dirección a Chalk, que se deslizó hasta el pecho de herboso. Este la acunó en sus patas anteriores mientras corría, protegiéndola con su cuerpo. Las maldiciones de Nick se estrangularon en una tos provocada por el espeso y negro humo petroquímico.
El humo quemaba los ojos a Mace como si fuera ácido, cegándolo con lágrimas. El Jedi empleó la Fuerza para mantenerse en la silla. Luego abrió mediante el tacto el botiquín robado, que colgaba del cinto de Nick, y dejó que la Fuerza le dictara el nebulizador hipodérmico que debía usar. Lo hundió en la espalda de Nick, bajo la columna vertebral, y luego lo disparó contra su propio pecho.
Nick se retorció ante el pinchazo.
—¿Qué diablos...?
—Antigás —dijo Mace. El antigás, que se utilizaba para emergencias cuando había incendios a bordo de una nave, limpiaba selectivamente la corriente sanguínea de una gran variedad de toxinas, desde monóxido de carbono a cianuro hidrogenado—. No es tan bueno como una máscara respiratoria, pero nos mantendrá conscientes unos cuantos minutos...
—¿Es que tenemos que estar despiertos mientras morimos quemados? ¡Estupendo! ¡No sé cómo agradecértelo!
La fragata giró, trazando una curva que la situó en posición para dar otra pasada. Las llamas arañaron las caderas del herboso de Chalk, y su flanco prendió fuego. El animal chilló y alzó las patas al precipitarse hacia delante, se revolvió contra las rocas cubiertas de llamas y lanzó con fuerza a Chalk contra un peñasco. Calibra, su akk enlazado en la Fuerza, saltaba de peña en peña, aullando furioso y dando zarpazos al aire como si quisiera alcanzar a la fragata y derribarla. Mace no sintió ningún miedo en él; los akk se criaban en las laderas de volcanes activos, y su piel acorazada era lo bastante resistente como para parar un sable láser.
La fragata concluyó su giro y se precipitó hacia Mace y Nick.
Mace ahondó en la Fuerza, abriéndose a ella, buscando un punto de ruptura. La situación fluida del desfiladero se congeló, y luego se tomó cristal: herbosos, akk, personas y fragatas pasaron a ser nódulos de tensión, vectores de energía interseccionados en defectos y puntos débiles. La boca de Mace dibujó una hosca rendija.
Vio una oportunidad escasa.
La fragata podía pasarse todo el día sobrevolándolos y haciendo llover fuego. Ningún sable láser podría desviar un chorro de llamas de combustible. Pero si los milicianos de la fragata querían acabar también con los akk...
Los lanzacohetes de proa tosieron, y misiles de impacto descendieron por el desfiladero en dirección a Besh y Lesh. El impacto de las explosiones hizo que el infierno que rodeaba a Mace y a Nick se agitase, saltase, escupiese y respondiera en todas partes con pequeñas detonaciones, a medida que estallaban las piedras sometidas a la tensión del calor. Esquirlas al rojo de piedra medio fundida atravesaban las llamas y se quedaban pegadas con un siseo allí donde daban. El chaleco de Mace empezó a humear, Nick estaba demasiado ocupado apagando las llamas de su túnica y sus pantalones como para acordarse de maldecir.
Mace empleó la Fuerza para soltar el paquete de granadas que Nick había quitado a los mercenarios de Pelek Bawl. A continuación, sacó de la funda en el arnés del herboso el lanzaproyectiles robado.
Nick volvió a retorcerse para mirar hacia atrás con ojos furiosos, aguantándose apenas.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—Saltar.
—¿Cómo...?
Mace se impulsó con la Fuerza y saltó de la silla un instante antes de que un misil acertara al herboso de lleno en el pecho. La explosión arrojó al animal por el aire, en una nube de carne y hueso vaporizados.
Mediante la Fuerza, notó que la consciencia de Nick estaba borrosa por la onda de choque, y convirtió su caída en un giro en el aire que le permitió aterrizar de pie entre las rocas. La Fuerza deslizó el lanzaproyectiles por la correa, hasta su hombro, luego le dejó las manas libres. A continuación alzó el cuerpo flojo de Nick del suelo y lo depositó suavemente en sus brazos.
Nick le miró con ojos que no enfocaban bien.
—¿Qué...? ¿Qué ha pasado...?
—Quédate aquí —dijo Mace, y dejó a Nick en una grieta entre dos peñascos del tamaño de casas, cuya masa necesitaría mucho tiempo para calentarse incluso en ese furioso infierno. Mientras tanto, ofrecían refugio del fuego.
—¿Estás loco? —preguntó torpemente Nick—. ¿Sabes la potencia de fuego que tienen esos ruskakk?
—Dos torretas dobles KX-Cuatro Taim y Bak a babor y a estribor —dijo Mace con aire ausente, mientras se agazapaba tras la piedra, cargando el lanzaproyectiles con una granada de nytinita, y mientras esperaba a que la fragata acabase su barrido—, dos lanzaminimisiles fijos Krupx MC-Tres a proa y a popa, un lanzallamas Merr-Sonn Fuego Solar Mil montado en el vientre...
—¡Y el blindaje! —dijo Nick. Sus ojos empezaban a aclararse—. ¿Qué tenemos que pueda atravesar ese blindaje?
—Nada.
—Y entonces ¿qué crees que puedes hacer exactamente?
—Ganar.
La fragata pasó sobre ellos. En el escaso segundo que estuvo en la zona ciega del artillero. Mace se levantó y lanzó la granada de nytinita en un gran arco. Sintió su recorrido en la Fuerza. Cuando estuvo sobre la fragata, sólo necesitó el más sutil de los tirones para desviarla hacia la toma de aire del turbocohete de estribor, que la absorbió enseguida, como un pez chasquido a un insecto botellero.
El metal chirrió. Las granadas de nytinita no explotan, son contenedores que liberan chorros de gas. Lo pertinente no era que fuera una granada, sino que los ventiladores del turbocohete absorbieran medio kilo de duracero cuando rotaban a cosa de una millonada de r.p.m.